Cine y TV

‘Star Trek’: salvar a las ballenas a la velocidad de curvatura

Star Trek IV Misión salvar la Tierra. Imagen Paramount Pictures.
Star Trek IV. Misión: salvar la Tierra. Imagen: Paramount Pictures.

«Llegar con audacia donde ningún hombre ha llegado anteriormente». Al pronunciar en determinados entornos esta sentencia, que es el lema de la franquicia Star Trek y además el «¡a mí la legión!» de la ciencia ficción, se afilan las orejas de muchos de los presentes —en no pocos casos, además, llovería sobre mojado—, quienes rápidamente responden a su llamada con un saludo manual imposible de repetir, salvo que se hayan manipulado ciertos tendones y articulaciones mediante una cirugía que, no hace falta decirlo, rompe todos los juramentos hipocráticos conocidos en esta dimensión, y que finalmente permite separar sin es fuerzo los dedos índice y medio, por un lado, y el anular y el meñique, por el otro. Después se iniciará una disputa sobre la correcta traducción del original «to boldly go where no man has gone before», que fácilmente podría extenderse durante varias edades geológicas, y aún durante más tiempo si la discusión termina derivando sobre el establecimiento del canon o si la traducción quiere extenderse a varios idiomas, entre ellos el klingon.

La comunidad trekkie es muy puntillosa, científica y obstinada, y si bien no tardó mucho en alcanzar el cénit de toda agrupación friki al lograr desarrollar por completo un idioma extraterrestre partiendo de los sonidos guturales que el ingeniero terrícola de la nave estelar Enterprise —la auténtica protagonista de la saga— emite en la primera película, titulada Star Trek: The Motion Picture y rebautizada más acertadamente como Star Trek: The Motionless Picture, el asunto del canon y su clasificación aún levanta ampollas y es capaz de socavar las amistades más consolidadas y los matrimonios mejor avenidos.

La versión más extendida asegura que el canon lo componen trece películas y casi mil episodios de televisión repartidos en distintas series, una de ellas de dibujos animados. Como la línea argumental no suele quedar clara ni siquiera haciendo gráficos en varias dimensiones y colores, no es extraño que J. J. Abrams, al hacerse cargo de la decimoprimera película en 2009, decidiera librarse de este Gólgota tirando por la calle de en medio; una calle que en este caso atraviesa viajes en el tiempo y la alteración del pasado y que por tanto sitúa todo lo que pase a partir de ahora en una realidad paralela. Los gritos que soltaron los trekkies más talibanes aún resuenan por todas las lunas del Cuadrante Beta, y pueden dejar las guerras con los Borg a la altura de una pelea de gatitos si algún día a Abrams se le ocurriera unir Star Trek con su antagonista Star Wars. En todas las convenciones especializadas las películas de Abrams son despreciadas —especialmente Star Trek: en la oscuridad, de la que un ponente aseguró que solo merece la pena «porque casi salen tetas»— aunque la verdad es que son las mejores. En las otras diez hay un poco de todo, desde lo bueno hasta lo ridículo, pasando por lo aceptable y lo simplemente entretenido; pero el carácter icónico de la nave Enterprise, la importancia social de la serie, que toca con más o menos fortuna todos los campos que debe abordar la ciencia ficción, y su indudable valor como pionera de este género merecen que se le preste atención.

Una maldición popular planea sobre las películas, estableciendo que aquellas que ocupan un lugar impar sean peores que las que ocupan las posiciones pares. Como esta tendencia se rompió con la undécima, se ha recurrido a una artimaña no poco ingeniosa que asigna a Star Trek (2009) el número cero y de este modo la deja en el limbo de lo indefinido, dando lugar además a nuevos congresos destinados a definir las propiedades del cero dentro de la Teoría de Números. En general, se admite que las mejores películas son Star Trek II: la ira de Khan, Star Trek IV. Misión: salvar la Tierra y Star Trek: Primer contacto

En La ira de Khan Ricardo Montalbán interpreta al malvado —que resulta llamarse, esto… Khan— quien, abandonado hace años por el capitán Kirk en un planeta, tendrá la oportunidad de buscar venganza no sin antes uniformarse junto a sus secuaces como si fueran una versión femenina de Manowar y ponerse a los mandos de una nave espacial que, como es natural, termina explotando gracias a la proverbial astucia —otros lo denominarían puta coña— del capitán Kirk, cada vez más transmutado en Arturo Fernández. Al final Spock muere salvando al resto de la tripulación de una desintegración que nadie desea sufrir, y estos lo recompensan contratando un coro de gaitas que amenice su funeral. Son estos detalles los que hacen que un alma sensible se enamore de Star Trek

La IV es la más ligera y simpática, y aquí la tripulación de la Enterprise retrocede en el tiempo hasta el siglo XX con el propósito de robar una pareja de ballenas jorobadas que calmen la ira de una sonda espacial con muy mala leche que, debido a que la humanidad se cargó a todos los cetáceos del mundo, está arrasando las ciudades de la Tierra más pobladas. Entre ellas, en lo que suponemos es un aviso del retorno no muy lejano del comunismo, Leningrado. Como es una tripulación bien instruida en la misión, el navegante ruso Pavel Chekov se pasea por San Francisco luciendo un traje de cuero marrón que sorprendentemente no desata disturbios callejeros en el distrito de Castro. Esta película es una comedia ligera que un crítico más bien vago calificaría como «resultona». 

Si no fuéramos seres curiosos, nos abstendríamos de revisar una y otra vez la peor película de ciencia ficción que se haya filmado jamás; pero si en lo sublime saciamos el alma, en lo ridículo encontramos consuelo. Y además nos partimos de risa, porque en Star Trek V: La última frontera vemos cómo Spock deja inconsciente a un caballo del tamaño de un acorazado pequeño aplicándole el Vulcano Nerve Pinch —una maniobra por la que todo padre de familia, sea numerosa o no, pagaría varias fortunas— justo antes de largarse con sus compañeros al centro del universo, donde les espera un Dios con todas las características bíblicas que tanta mofa o miedo han desatado a lo largo de todas las generaciones de la historia. Barba, voz cavernosa, sed de sangre y una omnipotencia que no es tal, pues necesita una nave estelar para ir a extender su voluntad por el universo. Demencial, extraña, ridícula. Si una franquicia ha logrado mantenerse a flote después de parir semejante engendro, bien merece respeto y aplauso, estudio y consideración, larga vida y prosperidad. No escatimemos benevolencia y démosle todo eso. 

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Un comentario

  1. José Antonio

    Simpático texto. Yo solía ver la serie en los años 70, así como también era fan de Espacio 1999. Referente a eso de par e impar, tengo entendido que el número cero es par.

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