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¿Qué es preguntar la pregunta por el ser?

¿Qué es preguntar la pregunta por el ser?
DP.

Viene de «La decadencia espiritual»

He mencionado al inicio del trabajo que hay ciertos términos cuya definición es inexistente, aunque parezca ser lo contrario. También son imposibles en cuanto a la práctica, pues lo único que hemos hecho como humanos ha sido agrupar ciertos comportamientos dentro de conceptos que no significan nada. Hablamos de «honestidad», por ejemplo, sin saber decir qué es aquello que es honesto, pues tampoco podemos (Nietzsche,1990, 24). Se me podría decir que sí que hay una definición del término que he mencionado, y que además la puedo encontrar de forma rápida con una búsqueda en internet, y haciéndolo se me dará la razón: «La honestidad es la cualidad de honesto, ​ adjetivo con los significados de decente, decoroso, recatado, pudoroso, razonable, justo, probo, recto y honrado». Estas palabras son las que aparecen en internet al buscar qué es «honestidad». Entonces, el hombre honesto es justo; ¿qué es entonces la justicia? La justicia es igualdad (o desigualdad, qué importa). Entonces, para ser honesto debo ser justo, es decir, igualitario (o desigualitario, qué importa). ¿(Des)igualitario en cuanto a qué, en cuanto a prendas de ropa, dinero, color de piel? ¡Pues maldito el honesto! Aunque, más allá de la aberración que supone lo mencionado, también se podría preguntar qué es lo que hay que hacer para ser igualitario. ¿Significa ser igual que el «arquetipo» de «igualdad», o significa que todos los humanos seamos iguales unos con otros siguiendo un «arquetipo» de «humano»? ¿Y el universal de «igualdad» es igual? ¿Igual a qué? ¿Y el de «humano», es un Humano?

He aquí el desinterés por la indagación de estos conceptos, son estos universales y vacíos de significado; no se puede dar vueltas a estos asuntos, pues no son más que construcciones sociales, y por ello cambia el significado de todas ellas dependiendo de la época y de lo que piense una mayoría sin rostro. En definitiva, el Bien, el Mal, la Justicia, la Honestidad, la Verdad y la Mentira (entre muchos otros conceptos) son abstracciones de comportamientos a los que les hemos dado estas connotaciones morales, mas ni con un esfuerzo del alma ni del espíritu podríamos llegar a indagar, pues no son esenciales.

Dicho esto, se podría considerar que preguntar por el «ser» es lo mismo que preguntar por los conceptos mencionados, que la pregunta que me estoy haciendo es igual de vacía y universal que las anteriores. Pero, en palabras de Heidegger:

La «universalidad» del ser es «superior» a toda universalidad genérica. El «ser» es, según el término de la ontología medieval, un «trascendens». La unidad de este «universal» trascendental frente a la pluralidad de los conceptos genéricos supremos con un contenido material, la identificó ya Aristóteles como la unidad de la analogía. Con este descubrimiento, (…) puso Aristóteles el problema del ser sobre una base fundamentalmente nueva. Pero iluminar la oscuridad de estas relaciones categoriales no lo logró tampoco él. 

(Heidegger, 1967, 12)

No es el preguntar por el ser un preguntarse vacío; no es discutir sobre si una persona en particular es «buena» o «mala» (en sentido moral), sino que es superar estas concepciones con tal de dotarnos de una profundidad de pensar y de sentir mucho más elevada. En definitiva, la pregunta por el ser no es más que la pregunta por lo más esencial de la existencia. Soy existente precisamente porque me muevo en el ser.

Desde Parménides, pasando por Platón, Aristóteles, Kant, Jaspers, Heidegger e incluso Nietzsche, entre muchísimos más, se ha tratado de indagar en el ser; de «darle vueltas» al asunto, como hacía Ortega y Gasset a través de su famoso «Método Jericó», idea cogida del pasaje bíblico La conquista de Jericó, en el libro Josué 5-6. En este pasaje, los hijos de Israel asaltaron la ciudad de Jericó acechándola y rodeándola mientras la atacaban, hasta que ésta cayó y Josué consiguió adentrarse. En mi caso, dudo que mi Jericó, que es el ser, vaya a rendirse y me permita entrar en él, como si de una iluminación hacia la Verdad se tratara.

Con tal de hacer verdaderamente un trabajo, es decir, desarrollar un pensamiento, y no lanzar una mera y banal opinión, es necesario hacer un «viaje histórico» que nos lleve a los orígenes del «preguntar la pregunta» que estoy preguntando en este texto. Y es que preguntar una pregunta no es, simplemente, lanzar el enunciado. De hecho, es muy sencillo lanzar la pregunta «¿qué es el ser?». Preguntar una pregunta es hacer una fiesta, dotar a mi alma de una profundidad que no había tenido anteriormente. En palabras de Nietzsche, citado en la obra Nietzsche de Martin Heidegger:

«El pensamiento abstracto es para muchos una fatiga; para mí, en los buenos días, una fiesta y una embriaguez» (XIV, 24).

¿El pensamiento abstracto una fiesta? (…) «La fiesta incluye: orgullo, insolencia, desenfreno; el escarnio de todo tipo de seriedad y bonhomía; un divino decir sí a sí mismo desde una plenitud y perfección animal, … estados todos a los que al cristiano no le está permitido decir sí honestamente. La fiesta es paganismo par excellence» (La voluntad de poder, n. 916)

(Heidegger, 2000, 21)

Se inicia esta fiesta a partir de los presocráticos; son estos los que nos han abierto las puertas a todos los estudios posteriores, ya sean estudios científicos o filosóficos. Mas esta grandeza del pensamiento presocrático no surgió «porque sí», sino que apareció ante la sorpresa, el asombro de todo aquello que abarca nuestra existencia. Comenzaron a preguntarse acerca de todo aquello que es natural, la física, la physis (Escohotado, 1995, 23-38). Y es que, ¿cómo no vamos a quedarnos atónitos ante la naturaleza? Se toma conciencia de que se es precisamente cuando observamos la grandeza de lo natural y nos alejamos de las «problemáticas» humanas, pues parece que estas tratan de alejarnos de lo esencial.

No dedicaré demasiadas líneas a exponer el pensamiento de Tales, Anaximandro, Heráclito, Parménides y otros de los verdaderos filósofos, pues ya existen numerosos volúmenes altamente detallados y reflexivos acerca de éstos. Solamente se puede decir que son estos los que filosofaron como se debería filosofar; los que ante el asombro plantearon diversas «teorías» acerca del «porqué del porqué» de la existencia de todo lo existente. En palabras del maestro Escohotado:

La reciente publicación de un ensayo (citado al final del texto) sobre el concepto de physis replantea de alguna manera el alcance de la investigación previa en torno a la filosofía presocrática, e ignorar su existencia me parece ignorar un testimonio notable de la cultura contemporánea. 

(Escohotado, 1995, 205)

Y es que sería cuanto menos un insulto al pensamiento filosófico occidental si se ignorara a los hombres que, a partir de la sorpresa, indagaron en la pregunta que estoy planteando en el presente trabajo; hombres gracias a los cuales Aristóteles puso sobre la mesa la pregunta por el ser, oscura y densa, por cierto; y gracias a todos ellos se ha intentado seguir filosofando debidamente, a excepción de algunas épocas en las que nos alejamos de aquello esencial. 

El asombro, la sorpresa y, en cierta manera, la angustia que genera la grandeza de la realidad es lo que nos da el empujón a preguntarnos por el más allá. Y no es un «más allá» en un sentido cristiano o teológico. Es más bien, como diría Edmund Husserl (1859-1938): «volver a las cosas mismas». ¿Por qué hay cosas que son como son y no son de otra manera? ¿Por qué esta cosa es esta cosa y no otra completamente diferente? ¿Qué es lo que hace que esta cosa haya llegado aquí, justo para que la perciban mis sentidos? Si tenemos estas cuestiones en cuenta: ¿hacia dónde debería tender la humanidad, y cómo deberíamos relacionarnos con el ser? Antes de todo: ¿qué es, o podría ser, el ser?

Ya Parménides abrió la puerta hacia el preguntar la pregunta por el ser y la Verdad (sin moralina). Y, tal y como nos enseñó, la Verdad jamás se dejará encontrar con facilidad. De hecho, aunque intentemos forzar su aparición, es improbable que ésta aparezca como si de una flor en primavera se tratase. Aunque, quién sabe; habrá que «darle vueltas» al asunto.

Ahora que se ha «preguntado la pregunta» por el ser, se puede empezar a indagar en él; a tratar de iluminar la pregunta más oscura y nebulosa de la filosofía.

(Continuará)


Bibliografía consultada

Aristóteles. (1985). Metafísica. Sarpe.

Escohotado, A. (1995). De physis a polis: la evolución del pensamiento filosófico griego desde Tales a Sócrates. Anagrama.

Ferrater Mora, J., & Terricabras, J.-M. (1994). Diccionario de filosofía (K-P) (J.-M. Terricabras, Ed.). Ariel.

Ferrater Mora, J., & Terricabras, J.-M. (1994). Diccionario de filosofía (Q-Z) (J.-M. Terricabras, Ed.). Ariel.

Hegel, G.W.F. (1974). Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Biblioteca de Ciencias Históricas de la Revista de Occidente.

Heidegger, M. (1967). El ser y el tiempo. Fondo de Cultura Económica.

Heidegger, M. (1997). Introducción a la metafísica (A. Ackermann Pilári, Trans.). Gedisa.

Heidegger, M. (2000). Nietzsche. Destino.

Jaspers, K. (1956). Filosofía de la existencia. Aguilar.

Kirk, G. S., Raven, J. E., & Schofield, M. (1994). Los Filosofos Presocraticos: Historia Critica con Seleccion de Textos (M. Schofield, Ed.; J. García Fernández, Trans.). Gredos, Editorial, S.A.

Nietzsche, F. (1981). La voluntad de poderío. Biblioteca EDAF.

Nietzsche, F. W., Nietzsche, F., & Vaihinger, H. (1990). Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (L. M. Valdés & T. Orduña, Trans.). Tecnos.

Sagrada Biblia : Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. (2014). Biblioteca de Autores Cristianos.

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4 Comentarios

  1. No me queda claro si esto es una introducción a la introducción de algo….En cualquier caso, todo muy heideggeriano en sus rodeos y merodeos (como diria mi tío Jorge Federico Guillermo)

  2. Es conveniente dejar de esnifar pegamento.

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