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LaSoga: «LaSoga es un sitio donde se junta la alta cultura y la cultura popular, pero es que no habría ni que distinguir entre alta y baja cultura»

LaSoga para Jot Down

LaSoga, la asociación cultural y revista que nació en Gijón y ha sobrevivido a las crisis, la política y los algoritmos, cumple diez años a contracorriente de la inmediatez y la superficialidad. En sus artículos y podcasts, el cine, la literatura, la historia y el análisis cultural se tratan con ese espíritu diletante con el que se definen sus creadores, Marcos García Guerrero, Victor Muiña Fano y José Ramón Vidal Álvarez, Ismael Rodriguez Gómez, Mayte Fernández Cueli, Juan Serrano Argüelles y Daniel Garcia Valdés.

Hablamos con Víctor, Marcos y Jose para que nos cuenten anécdotas, reflexionen sobre el papel de los medios culturales en España y expliquen lo que les motiva a seguir en el juego después de una década. LaSoga es más que una asociación cultural, una revista o un podcast: es un refugio para la cultura.

¿Cómo surge la idea de crear LaSoga?

Marcos: LaSoga surge de las cenizas de otro proyecto en el que estábamos varios de nosotros implicados. Estaba Víctor, estaba Isma, y estaba yo. Era Neville Magazine Digital, una revista digital asociada al CICA, el Centro de Interpretación de Cine de Asturias. El CICA era una especie de filmoteca privada aquí en Asturias, porque no hay una pública en Gijón. Ellos publicaban un programa de mano, como acceso y presentación a las películas, y en su momento dieron el salto a lo digital, cuando empieza el boom de sitios como Jot Down. Nosotros conocíamos al director de ambos proyectos, que era Víctor Guillot, y así empezamos a trabajar ahí. Al principio, era un proyecto profesional, financiado, pero en cuanto llegaron las vacas flacas…

Víctor: Ahí entramos nosotros…

M.: Tiramos adelante por voluntarismo, porque nos gustaba y estábamos implicados, pero la cosa se fue deshinchando. Precisamente de esos últimos estertores surgió la idea, que en realidad fue vuestra, de hacer algo parecido, pero a nuestra manera.

V.: Sí, yo recuerdo que, antes de esa época, ya trasteaba con Fotolog y, como muchos de nuestra generación, escribía tonterías en internet. Cuando me llamaste para Neville, me gustó la idea. Al principio, leer lo que uno mismo hace da vértigo, pero cuando aquello terminó, pensé: Oye, esto nos gusta, ¿no? Entonces, hablando con Isma, dijimos: ¿Por qué no hacemos algo por nuestra cuenta? Y claro, teníamos a Mayte, que tenía conocimientos informáticos, así que la embarcamos y empezamos. Además, al principio, para tener contenido, rescatamos lo que habíamos escrito en Neville, lo reescribimos un poco, y tiramos así un tiempo.

M.: Sí, pero estamos hablando de 2013. En el 13 estuvimos trabajando tras bambalinas para que en octubre, cuando lanzamos, ya hubiera contenido. Había un ambiente general de «podemos escribir de lo que nos dé la gana, nos vamos a hacer ricos con esta mierda». Claro, también es importante la edad que tienes. Y dijimos: esto no funcionó, pero aprendimos mucho, tanto de lo que queríamos hacer como de lo que no. Queríamos hacer algo a nuestra manera. Luego ves entrevistas de gente que dice que se lanzó a un proyecto porque había un hueco, y en nuestro caso fue más: queremos hacer lo que otros están haciendo, pero a nuestro rollo. No queríamos ocupar un hueco, sino hacer las cosas a nuestra manera.

V.: Y lo bueno es que el medio es casi gratuito; cualquiera podría hacerlo con una mínima inversión y un grupo de gente. En cualquier caso, no queríamos hacer un blog, eso nos parecía cutre. Le dimos el soporte de la asociación cultural, que es la forma legal que tenemos, y lanzamos la revista que durante mucho tiempo fue nuestra única actividad. Luego empezamos a desarrollar otros formatos, como el podcast, por ejemplo. Y ahí ya es cuando entran Dani y Juan, y luego Jose, que fue el último fichaje.

Jose: Sí, yo fui el último en llegar, así que todo esto lo viví un poco de forma indirecta. Conocernos, nos conocíamos desde hace mucho tiempo, pero yo estaba viviendo fuera y me enteraba de las cosas a medias, como cuando estás fuera de una conversación y te llegan retazos. Volví a Asturias y empecé a ir a ver las películas de vuestro cineforum y a escribir para vosotros. Pero sí, es gracioso, porque durante mucho tiempo fue como ver una película a la que le faltan trozos, y de repente ya estás dentro.

¿Qué hay detrás de estos intereses que compartíais, de dónde os conocéis?

M.: Víctor y yo, de la facultad. Del Campus de Humanidades del Milán, en Oviedo, que es un poco el hilo conductor de esto. Hasta José, que está haciendo las fotos, viene de ahí. Creo que somos, por decirlo de algún modo, un gran exponente del Milán. No porque el Milán sea bueno, sino porque el Milán es una mierda de campus, de facultad, es una puta mierda.

V.: Sí, nos conocimos más bien pese al Milán. Hubo que superar muchas barreras, porque además creo que todos los que estamos aquí… Joder, es que hicimos lo imposible por no conocernos. Marcos y yo compartimos cinco años de carrera, ¡cinco años! Hicimos por no hacernos colegas, pero fue imposible: al final nos hicimos amigos. Después, yo conocí a Isma, a Mayte y a Jose a través de un amigo, y a Juan y Dani a través de Marcos. Al final, todos acabamos relacionados con el campus del Milán de Oviedo. Y creo que nuestros intereses vienen, en parte, porque somos de Historia, Historia del Arte… Además, por nuestra generación: somos un poco eclécticos.

M.: Sí, algo que define LaSoga es el diletantismo. Nos gusta hablar de pelis, de series, de libros… Con el tiempo, he reflexionado sobre eso. Me gustaba de chaval, pero no le daba mucho valor. Cuando te estás formando, piensas que lo importante en la vida es otra cosa. Y cuando nosotros arrancamos, ya teníamos cierta experiencia. Algunos habíamos trabajado —bueno, «trabajado»— escribiendo para medios locales, cosas puntuales. Pero ya rondando los treinta años dijimos: ¿por qué no convertimos esto que nos gusta en un proyecto cultural? Este gusto por ver pelis y leer libros, que en principio no es productivo. No tiene una trascendencia. Pero nos lo tomamos en serio y lo convertimos en algo a lo que podíamos volcar nuestras energías.

J.: Tiene que ver también con el entorno de Gijón, que es una ciudad pequeña. Ese juego de los grados de separación aquí se reduce a dos pasos. Más o menos conoces a todo el mundo, o al menos de vista. Vas a los mismos conciertos, a las mismas presentaciones… y es porque no hay más. Y, sin embargo, hay una masa crítica de gente que quiere ver pelis, hablar de pelis, de libros, de lo que sea. Al final, somos un grupo de exiliados del Milán, y eso nos unió.

V.: Me mola esa palabra, exiliados. Pero yo creo que también falta un componente importante: el tema postcrisis. A todos nos reventó un poco la vida profesional. No seguimos el camino que pensábamos. Vamos, que el camino del héroe no existió para nosotros. El camino de la mierda, sí. Hubo un giro de guion que nos dejó ahí. Y entonces, te encuentras con treinta años, comiéndote un poco los mocos y con tiempo libre. Para ser diletante tienes que tener tiempo, y nosotros lo tuvimos casi contra nuestra voluntad.

M.: O trabajábamos en cosas temporales que sabíamos que no eran nuestro futuro. Eso te hace volcarte más en lo que te gusta, aunque sepas que no te va a dar un rédito profesional. Lo haces porque te hace feliz.

V.: Es que había cosas que queríamos hacer y que no podíamos volcar en el trabajo. LaSoga nos permitió sacar toda esa frustración. Fundar un medio, escucharte en un podcast, tiene un toque esnob, eso es verdad. Pero creo que no lo somos. Si algo no queremos ser, es esnobs… pero, bueno, por mucho que lo neguemos, fundar un medio, escribir, grabarse en un podcast, tiene ese puntito de ego. Pero vamos, lo hacemos porque disfrutamos de ello.

LaSoga para Jot Down

Habéis mencionado un par de veces el contexto de hace diez años, ese caldo de cultivo de medios de comunicación en 2013, 2014. ¿Por qué creéis que ocurrió?

V.: No tengo muy claro el porqué. Creo que tiene que ver con el contexto de crisis, porque había un cierto capital humano que, digamos, no estaba invertido… Voy a hablar en términos como si fuera un puto capitalista, pero nada que ver. No estaba invertido, no estaba dando muchos frutos. Y el ecosistema digital era el Far West: desregulado, y el leviatán de los grandes actores todavía no había movido su aleta. Es decir, no se habían ocupado todos los espacios. Además, creo que fue una cuestión generacional. Para nosotros, y para Neville antes, había ejemplos de proyectos que hacían las cosas bien. Nos inspiraron y dijimos: oye, también podemos hacer algo así. Era una época en la que todo iba rapidísimo, la gente tenía prisa, era el auge del clickbait barato y los textos cortos. No es cuestión de ahondar aquí en si eso ha cambiado mucho o poco. Al menos, ha mutado. Ahora ya no caes de la misma manera en titulares tipo «No creerás estos diez trucos para…», es como que ya estamos más acostumbrados, ¿no? En aquella época era un horror. Nosotros queríamos hacer algo que se apartara de eso, sin tanta prisa, sin tantas consideraciones productivas. Queríamos hacer algo más por amor, por el cariño que le tenemos a las cosas que nos gustan. Que al final somos frikis de lo nuestro, así que queríamos tener ese respeto por esos productos culturales que nos han dado tanto y que nos llenan, y hacer algo con calma.

J.: El algoritmo de Google, de hecho, ahora premia los textos largos. Lo digo porque en aquella época había como una especie de dogma de que la gente no leía, de que tenía que ser todo cortito porque si no, no llegaba. Y ahora tú te pones a hacer cualquier preparación SEO y con textos largos subes como la espuma. Así que tiene sentido. Pero es cierto que nosotros abarcamos tanto la alta cultura como la cultura popular, y eso es algo que conecta con lo que decía antes Marcos, de que tratamos de no ser unos esnobs, que nos gusta mezclar y tocar un poco de todo.

M.: Yo creo que fue algo que salió de manera natural. Y sé que suena a topicazo, pero es la realidad. No dependemos de nadie y no escribimos para nadie, así que hacemos lo que queremos. Eso ya te da un entusiasmo por lo que haces que igual no tendrías de otra forma. Si nosotros lo hacemos, si leemos a Dostoievski y luego nos vemos el partido de la Champions, pues ¿por qué no? ¿Por qué no mezclar? Me refiero a que, si algo lo hacemos nosotros, ya tiene sentido en sí mismo. Y que nadie nos venga a decir que no se puede. Siempre decimos que LaSoga es un sitio donde se junta la alta cultura y la cultura popular, pero en realidad es que no tendríamos ni que distinguir entre alta y baja cultura. Si lo disfrutas, punto. Quiero decir, se puede leer a Stephen King y luego ver una peli de Truffaut, ¿no? Que yo no pienso ver una peli de Truffaut pero bueno, es un ejemplo. No vamos a ponernos en plan «somos alternativos e independientes», aunque sea muy respetable, pero no va con nosotros. Queríamos que LaSoga fuera un sitio donde disfrutáramos de la cultura, sin más.

V.: También hubo un poco de diferenciarnos de los que venían antes, los medios tradicionales, donde todo el rato estaban diciendo que todo era una mierda, que las nuevas series, que la posmodernidad y que si nos íbamos a la ruina. Nosotros no veíamos tanto problema. Queríamos disfrutar de las cosas, y en LaSoga no queríamos volcar esas críticas negativas. A veces mola poner a parir cosas porque sí, pero no era nuestra idea.

M.: Y el entorno de Gijón también influye, es una ciudad pequeña. Como decía Jose antes, hay mucho movimiento cultural, pero es muy endogámico. Si no pasas por ciertos círculos, no existes. Y creo que a nosotros nos interesaba justo eso, lo que no encajaba en esos moldes. Queríamos algo que no distinguiera entre alta cultura y cultura popular. Aquí tienes que pasar por ciertos filtros, y nosotros queríamos separarnos de eso y hacer algo natural.

J.: También, somos una generación un poco bisagra. Hemos tenido una formación en la alta cultura, llegamos a la universidad y nos dijeron «estos son los libros, estos son los autores que hay que conocer». Pero al mismo tiempo hemos ido mamando otra cosa. Esa mezcla de las dos realidades es lo que nos da vida. Nos movemos entre un plano y otro, y no nos vamos a poner a escribir una noticia corta sobre el último fichaje de Marvel, pero tampoco vamos a ponernos en plan «He vuelto a ver Truffaut y me ha fascinado».

Quiero saber algo sobre los principales desafíos, no solo al lanzar la revista, sino también al mantenerla. ¿Cómo encontráis el ambiente del apoyo institucional, público, social, etcétera, a iniciativas como esta?

V.: Primero, quiero hacer un inciso: recuerdo perfectamente cómo funcionaba Facebook para distribuir tráfico cuando aparecimos. Aquello era una máquina de repartir visitas, porque tenías todas las redes sociales en una sola, y funcionaba como un tiro. Nosotros llegamos justo cuando eso empezaba a decaer, porque en el momento en que el señor Zuckerberg dijo «Se acabó, si queréis miles y miles de visitas, vais a pagar», las cosas empezaron a cambiar. Luego aparecieron otras redes sociales, más segmentadas, y nosotros entramos ahí, en ese ecosistema de redes sociales que ya estaban menos centralizadas. También tomamos una decisión de outsiders, que fue un poco forzada por las circunstancias. Para acceder a ciertas subvenciones, exigían impresión en papel, y eso nos pareció un paso que podría matarnos. Si salía bien, perfecto, pero si salía mal, se acababa todo. Y al final, decidimos tirar con lo que teníamos: con los recursos de la gente que estaba en el proyecto, su tiempo, sus ilusiones. Es pico y pala, pico y pala, día a día, tratar de estar ahí y hacerlo con entusiasmo.

Yendo ya a la pregunta de si nos han apoyado… pasan olímpicamente de nosotros, es la realidad. Tampoco es que hayamos hecho lo necesario para captar su atención. Es decir, no hemos venido con la bandera de Gijón o Asturias ondeando. Siempre decimos que estamos aquí, lo hacemos desde aquí, pero hablamos de todo. Eso marca nuestra personalidad, pero no tenemos ningún interés en ser una agenda cultural de Gijón o Asturias. Con todo el respeto a la gente que hace su camino en la televisión o en los medios locales, pero no nos reivindicamos de esa forma ni nos importa.

M.: Una vez me invitaron a la tele de aquí y no pude ir porque estaba en Roma. Mi madre todavía me lo recuerda. Pero vamos, si no has salido en la televisión asturiana, es como si no existieras. Al final, enviamos notas, avisamos de lo que hacemos y, básicamente, nos dejan en visto. Y creo que también hay una brecha generacional o de intereses. No sé cómo será en la capital, pero aquí los medios tradicionales están en una onda que nos resulta alienígena.

V.: Aquí no hay ninguna capilaridad entre los medios digitales independientes y los hegemónicos y los que lo son nos parecen algo decrépito. Los comentarios en las noticias de la prensa local son un horror, llenos de fascistas, de locos de los chemtrails y de personajes lamentables. Nosotros no somos eso.

M.: Hasta la redacción de las noticias refleja ese localismo rancio. Es como si cada vez que mencionan a alguien con un mínimo de relevancia, siempre tiene que haber una conexión asturiana. Sale alguien en la tele y ya están buscando quién de su familia era de aquí. El desprecio es mutuo, y sinceramente, estamos bien así.

LaSoga para Jot Down

No hay ninguna capilaridad entre los medios asturianos tradicionales y los independientes, ni siquiera a nivel personal?

M.: Mira, yo creo que se junta lo endogámico del mundo cultural asturiano con lo caníbal y lo perruno que está el sector cultural. Al final, todo el mundo se conoce o tiene algún tipo de relación: o estudiamos juntos, o mi primo trabajó con tal. Pero a la hora de darse visibilidad, de buscar espacios en común, de crear proyectos que converjan… nada. Salvo cuando es con los grandes paraguas, como los grandes festivales, el Celsius, la Semana Negra… Si no es por algo así, en los grandes medios ni de coña. Y menos todavía a un medio outsider como el nuestro. Decíamos antes que somos outsiders a nuestro pesar, pero es que es la verdad. Además, todo tiene que ver también con la precariedad laboral en los medios oficiales. Somos un sitio pequeño, muy endogámico, y claro, todos conocemos gente superválida que trabaja en esos medios, pero que están completamente limitados. Durante mucho tiempo, esos medios fueron el órgano oficial del poder en el Principado, que era el PSOE. Lo decimos con todas las letras, porque es la verdad. Para bien y para mal, el PSOE fue el que fundó muchas de las estructuras culturales de aquí: el Festival de Cine, la Semana Negra, el Centro de Arte Euro-Yeyé… Todo eso parte de una iniciativa del PSOE, y en su día, con Vicente Álvarez Areces, hubo un planteamiento muy claro de lo que querían hacer con la cultura. Eso sirvió para que una generación se colocara en puestos clave, pero luego llegamos nosotros, nuestra generación, y encontramos a gente superválida rellenando notas de prensa sobre funerales en Mieres, y dices, ¿qué podemos hacer? Pues mira, nosotros hicimos una revista.

V.: Lo de la «capilaridad» a nivel ya más personal tiene algo interesante. Los que son conocidos en el ámbito local, los que dirigen los medios tradicionales que son de aquí, son popes solo para Asturias; pero los que son conocidos fuera, que serían los verdaderos popes en términos de influencia, ni siquiera están aquí. Te doy un ejemplo: Pedro Vallín ya se ha ganado su público fuera de aquí y cuando vuelve no reniega en absoluto de ser de Asturias. Cuando vuelve, pone fotos y se nota que lo aprecia. Pero, claro, él está fuera, y aunque pueda hablar de lo que pasa aquí, es difícil que pueda hacer que su medio venga hasta aquí a cubrir algo. Nuestros grandes nombres no están aquí, así que la conexión se pierde, aunque desde luego se interesen mucho más por lo que hacemos nosotros que los medios locales.

M.: Sí, y de hecho, hoy para el evento por el aniversario de LaSoga, y para el podcast en directo, contactamos con la prensa local y ni siquiera respondieron. No es que hayan dicho que no, es que ni en visto nos dejaron. Y oye, yo soy gijonés, y me gustaría ver que una revista cultural que ha sobrevivido diez años en esta ciudad al menos reciba una mención en los medios locales. No te digo que nos hagan un especial, pero algo que muestre que aquí, en Gijón, pasan cosas. Especialmente después de los diez o quince años horribles que ha vivido esta ciudad.

La prensa asturiana tiene un enfoque de localismo cutre. Siempre están buscando la conexión local de todo, en plan «el técnico de luces, su abuelo era de Candás». Quieren que cualquier cosa tenga un gancho asturiano, y así funciona el titular. Si lo ven útil, bien, pero si no, pasan de ti. Nacho Vegas lo ha dicho. Eso de «Gijón, ciudad vampiro», y aunque no soy fan de Nacho Vegas, el tío sabe lo que se cuece aquí.

J.: Claro, es que a veces parece que, por mucho alcance que tengamos por internet, no les interesa. A pesar de todo, sabemos que llenamos un hueco, aunque sea a ratos. Aquí, los que estamos, hacemos lo que podemos, y vamos cubriendo ese espacio que otros no tocan.

Por cierto, sobre el formato de podcast que habéis incorporado, ¿qué importancia tiene para el proyecto y cómo ha enriquecido LaSoga?

M.: Se lo ha comido, básicamente. Y es muy sintomático de cómo hemos funcionado siempre, porque la idea surgió hace muchísimos años, antes del boom de los podcasts. Ahora parece que flipamos al decirlo, pero sí, ya teníamos la idea de hacer un podcast porque nos sobraban guiones. Antes de que molaran, ya teníamos esa idea. Lo que pasa es que ponerla en marcha… somos un dinosaurio. Cualquier cosa que hacemos, por nuestro carácter asambleario y democrático, tarda la vida. Y sí, la democracia funciona para unas cosas, pero para otras… no tanto.

V.: Ahora el podcast es el proyecto estrella, y va coincidiendo con el momento en que se lee menos en internet, la gente se cansa. Es como otra cara de la misma moneda. No creo que se vaya a comer a la revista escrita, porque se complementan, pero a nivel personal el podcast nos resulta divertidísimo. Y vemos un feedback mucho más claro. En la revista siempre fue difuso, pero con el podcast se nota.

J.: El feedback es el punto débil ahora mismo en toda creación en internet. Yo he notado un descenso constante. Antes había gente que incluso venía a quejarse de que criticábamos a Von Däniken, pero ya ni eso. Es como que ya ni vienen a quejarse. Con el podcast, sin embargo, parece que hay más respuesta, aunque sea por el simple hecho de que es otro medio, otro formato.

M.: Nos movemos con el ambiente. Al principio, cuando arrancamos LaSoga, le dedicábamos muchas horas, lo dábamos todo. La revista digital era un proyecto que tenía picos muy fuertes, y también valles. Todo dependía de las redes sociales, de los días que un artículo estallaba. Hubo un día famoso, el «evento Bunbury», en el que el community manager de Bunbury compartió un artículo chorra que habíamos escrito, y nos tiró el servidor. Literalmente, tuvimos que cambiar de servidor a raíz de aquello. Con el tiempo, esos picos fueron bajando, pero ya ni siquiera nos preocupamos demasiado por las visitas. Nos mantenemos, y eso también es importante, aunque está el tema de la monetización, que ya es otro melón.

V.: Y el podcast, aunque llevamos tiempo con la idea, nos tomó eones ejecutarla. Pero nos divertimos mucho, porque nos juntamos. Es algo que hacemos sobre todo para nosotros, por nosotros. Y, además, el podcast tiene esa cosa de que, al alojar un número mayor de episodios, tienes que pagar un servicio. Si pagas, iVoox te da más visibilidad, mueve los contenidos, y eso se nota. De repente, tenemos más sensación de comunidad, de movimiento, puedes invitar a gente, y a la gente le presta, como decimos aquí, venir a un programa, participar, conocernos. Es nuestro juguete nuevo desde hace cinco años, pero mantiene ese espíritu de novedad.

M.: Aunque lleve cinco años, sigue siendo un poco como un juguete nuevo, porque crece, porque hacemos un canal sobre una cosa, sobre otra. Y sí, somos un meme. Decir «tengo un podcast» es un meme, porque ahora todo el mundo tiene uno. Mil millones de memes sobre esto, pero es que todo el mundo tiene un podcast y mil cosas más que escuchar. Pues nada, no lo escuches, ¿no? Pero nosotros lo pensamos antes que ellos. Lo mismo que antes todo el mundo tenía un blog, un Fotolog, un Tumblr… Y al final, creo que es eso. Nos subimos a algo que ya venía, pero siempre con un poco de nuestra marca. Si a alguien le interesa, genial. Y si no, pues seguimos, porque nos lo pasamos bien. Además, el podcast es algo muy social, nos ha permitido conectarnos, juntarnos, y eso hace que valga la pena.

LaSoga para Jot Down

En el turbocapitalismo es más complicado encontrar tiempo para leer algo que te lleve media hora que para escuchar un podcast, quizás.

V.: Sí, la gente ya no se da tiempo para poder leer algo que le lleve media hora, pero un podcast te lo pones en cualquier momento, es sencillo. Vivimos en una sociedad que va a mil. Y además, a mí me mola leer los artículos, pero me mola más grabar con vosotros, porque me lo contáis y es como: mira todo lo que sabes sobre esta mierda random. Escuchar cosas raras y poder soltar paridas… Ahí surge una magia. Y además, como el feedback es más fácil, es más gratificante, y te mantiene ahí enganchado.

M.: Claro, y además hemos tomado decisiones más profesionales con el podcast. Aunque la inversión sea mínima, también es mayor que la que hicimos con la revista. Tenemos un montón de seguidores en el canal de iVoox, muchas escuchas, y eso va alimentando la rueda, es un ciclo que se retroalimenta. Con la revista había cosas que no nos planteamos, pero aquí sí que hemos aprendido y apostado por el podcast. Por ejemplo, con el tema de invertir en publicidad. Al final, cualquier medio serio se lo plantea en algún momento y se pregunta si merece la pena promocionar sus publicaciones para ganar seguidores. En su día se debatió mucho, porque había voces que decían que no merecía la pena, o que era como falsearlo, pero al final estás invirtiendo en imagen. En iVoox, por ejemplo, ya tenemos casi cuatro mil seguidores, y se notan las escuchas. Cuando le dices a un colaborador que su programa lo han escuchado mil o tres mil personas, eso tiene otro peso. Es más satisfactorio. Con la revista no apostamos por eso, y no pasa nada. Apostamos por otra cosa que nos ha dado diez años de vida, pero algunas espinas nos quedaron ahí, clavadas.

J.: Y ahora también están los eventos. Este tipo de eventos que tenemos ahora con el podcast: eso creo que no es solo cosa nuestra. Es cómo está el mundo, hay un movimiento hacia este formato. La gente tiene un interés nuevo en algo más dinámico, y sí, nos gusta hacer algo que les llegue y que sea más directo. Como decía una amiga: «a mí me gusta leeros, pero me mola más escucharos hablar de lo mismo que habláis cuando estamos tomando algo». Eso sí, no muy largo, nos dice, porque es verdad, somos capaces de hacer algo de tres horas.

V.: Exacto. Al final, en el podcast mantenemos nuestro espíritu, nuestro ritmo. Si alguien dice que tres horas es mucho, bueno, pues lo divides, pero eso es lo que somos. Y a quien le guste, bienvenido.

En cualquier caso, también habéis elegido un género que no se presta tanto al feedback. La cultura da para lo que da. Si fuera política, y política local, como decías antes sobre los comentarios en medios tradicionales… 

M.: Sí, y es que, cada vez que tenemos un hater, que no son muchos, nos hace felices. Que nos insulten, eso nos da vida. Nos gusta discutir, pero bien, y ver que la cosa llega a algún lado. Y otra cosa es que nuestra miscelánea nos penaliza. Hablando del podcast, pero que es una extensión de la revista, es la verdad. Por ejemplo, los episodios de temática de terror, que te gustan a ti, Ricardo, y que nos gustan a todos, pues tiran mucho. Atraen a más gente. Pero si un día nos ponemos a hablar de Star Trek, que es otra cosa que nos gusta, ya cambia. Esa variedad, en realidad, hace que se descontrole el tipo de público. Nuestro seguidor ideal, al final, somos nosotros mismos. El que disfruta de todo lo que nos gusta a nosotros.

V.: Sí, yo por ejemplo soy el que suele tirar más por lo político, y luego los demás me frenan. Porque si no, el evento, el proyecto, sería otra cosa. Pero si LaSoga hubiera sido sobre los temas que a mí me interesan, no habríamos durado diez años. Nos habrían ofrecido tocar ciertas puertas que nos habrían condicionado. Ya tuvimos reuniones con algunas personas, nos dijeron: oye, podíamos hacer esto y aquello, pero al final, dijimos: hasta luego. Y, aunque podríamos haber sacado pasta, habría sido un caballo de Troya. Meter eso habría matado la revista, porque una vez metes política, ya no puedes sacarla.

J.: Claro, y a ver, a todos nos gusta la política, estamos ideologizados, o como se diga. Pero nosotros lo que tenemos claro es que el espíritu disfrutón que queremos en LaSoga, ese espíritu diletante, choca con meter política. Y aunque todo lo que hacemos está mediado por nuestras posiciones políticas, sí que es cierto que evitamos, no sé cómo llamarlo… la política con «p» minúscula: la política del Ayuntamiento de Gijón, de tal partido, el amigo de tal. Es algo que se consume rápido, que tiene una vida muy corta, y nos habríamos quemado enseguida.

Nunca va a haber un «LaSoga te recomienda votar por…». Nunca habrá un «endorsement» de LaSoga a ningún partido. A lo mejor, un día endosamos a Kamala Harris o a Bruce Springsteen, pero ya está. No va a haber una LaSoga que diga: vota a tal o apoyamos a cual. Pero, eso sí, no creo que puedas coger casi ningún artículo de LaSoga y decir que aquí no se nota hacia dónde escoran estas personas. En el podcast también, las bromas son continuas, y hoy va a haberlas otra vez. 

Al final, lo bonito es cómo nos limitamos unos a otros, en vez de potenciarnos. Nos limitamos de una forma sana. Es decir, vamos marcando hasta dónde llegar con ciertas cosas. Porque cuando el consumo cultural empieza a estar mediado por tendencias ideológicas —como ahora, con esta obsesión antiwoke que hay por todas partes—, tenemos que ser conscientes de hasta qué punto nos afecta.

M.: Y es verdad, no hay artículo de LaSoga que no deje entrever un poco nuestras posturas. Es decir, tampoco vamos de neutrales, porque no lo somos. Las bromas, lo que se cuela aquí y allá, siempre lo dejan claro. Y yo, que soy el redactor jefe, veo que en el fondo el proceso es así: a veces pasa algo que nos politiza un poco, y la forma en la que nos limitamos mutuamente es la que mantiene el equilibrio. Sin eso, el proyecto probablemente ya se habría desviado mucho.

¿Cómo veis el futuro de las publicaciones digitales más o menos independientes? ¿Se puede sobrevivir sin subirse a esa ola de discurso polarizante?

J.: Espero que sí, porque, si no, no sé qué vamos a hacer. Todo este discurso antiwoke, personalmente, es de las cosas que más me cansan en la vida. No puedo soportar a alguien que usa la palabra woke sin ironía; ya me saca de lo que esté contando. Puede ser la persona que más sabe del tema del que está hablando, pero si se pone con esas cosas, me echa para atrás. Espero que se pueda sobrevivir sin meterse en esa ola, que te da visitas, claro, y te da polémica cuando la necesitas, pero me parece un callejón sin salida. Es como alimentar la ira porque sí. La ira vende, el enfado vende, pero nosotros intentamos no enfadarnos demasiado, y desde luego no con esas tonterías.

V.: Sí, es que nosotros ni tenemos la competencia ni la capacidad para subirnos a esa ola. Y tampoco lo pensamos así. Es que, además, ni siquiera sé si los que están subidos a esa ola realmente piensan así. Todo me parece tan performativo… Y cuando digo que no tenemos la capacidad de meternos ahí, es que no tenemos la capacidad para pedir millones para ejecutar un proyecto periodístico de esa escala. Nosotros no somos eso, y tampoco nos los van a dar. No somos ese tipo de comando, somos más bien guerrilleros. Podemos aguantar en el monte o como el soldado japonés de la Segunda Guerra Mundial que, en el 65, encuentran defendiendo su islote. Nosotros somos así, resistimos y ya está.

De hecho, estos días, pensando en el artículo por el aniversario, buscaba una metáfora y pensaba: somos como un molusco. Las mareas pasan, y ahí sigue el molusco, que no es que sea bonito, pero aguanta. No somos guapos, pero somos resistentes, y si algún día se celebra nuestra Navidad, pues perfecto. Mientras tanto, nosotros seguimos, porque tampoco tenemos un coste elevado. Todo se mantiene porque nos autofinanciamos.

M.: Exacto. Es muy barato lo que hacemos, y hasta cierto punto, este rollo antiwoke nos da una especie de guía para lo que queremos evitar. Hablamos mucho de esto; de hecho, entrevistamos hace años a Daniel Bernabé, cuando estaba arrancando con La trampa de la diversidad. En su momento nos interesó, aunque éramos medio inconscientes de lo que se cocía después. Ese ciclo cultural nos lo hemos comido entero, desde su génesis hasta ahora. Él ahora ha cambiado bastante ese discurso, por otra parte.

V.: Lo que no sé es si los demás podrán resistir igual. Nosotros, por lo menos, mientras no nos matemos entre nosotros, seguiremos ahí. Es como dices, somos baratos, nos autofinanciamos y tenemos claro que, mientras sigamos así, resistiremos. Para nosotros, se trata de seguir siendo el molusco, aguantando marea tras marea.

LaSoga para Jot Down

En estos diez años loquísimos, ¿el contexto político y social ha influido de alguna manera en los temas que tratáis? No solo en términos de política o ideología de partido, sino en general. ¿Ha influido en la elección de temas, en el enfoque cultural, en función de lo que estaba ocurriendo en cada momento?

V.: Yo creo que sí, a mí personalmente y creo que a la revista también. Todo este episodio de la internacional del odio, que está organizada y financiada por la ultraderecha… No porque nosotros pintemos nada en ese gran esquema, pero reaccionamos a la contra. O sea, a mí esto me ha exacerbado posiciones del tipo: ¿no quieres caldo? Pues toma dos tazas. Por ejemplo, en el chat hemos discutido muchas veces temas de representación: que si tal personaje era un terrateniente y ahora es un negro, y nos preguntamos, ¿los negros tenían tierras o no? Lo hablamos entre nosotros, en petit comité, con confianza, y en público, al final, decimos: pues de puta madre, claro que sí, porque, ¿quiénes son los cafres, si no? Nos encontramos reaccionando a la contra, como cualquier persona normal que ve cómo intentan llevar la cultura al infierno. Creo que lo político y lo cultural están completamente entrelazados. La cultura se está radicalizando, y probablemente nosotros también nos hayamos radicalizado con respecto al principio.

M.: Yo también lo noto. Quizá, al principio, ciertas posturas se daban por sentadas, pero ahora parece que hay que posicionarse abiertamente. Por ejemplo, el tema del feminismo: hay artículos que escribí al principio que ahora me dan vergüenza, porque tienen cosas de cuñadismo y chascarrillos que ya no me parecen bien. Pero no es por una presión externa, al contrario, es porque yo mismo lo veo diferente. Y ese es otro tema que, la verdad, siempre hemos intentado abordar, pero que nos cuesta: que las mujeres participen en la revista. Nos cuesta meter mujeres en el podcast y conseguir colaboradoras que escriban con regularidad. Y no es solo por el discurso de que «hay que incluirlas», sino porque es nuestra experiencia. Y nos pasa que nos cuesta.

J.: Exacto. Conocemos muchas mujeres que piensan y hablan de estos temas, y en la carrera, en Historia del Arte, ya estaba feminizada. Tenemos compañeras de clase con formación, gente que tiene ideas, que tiene voz. Pero no hemos conseguido que escriban de forma regular en LaSoga. Es algo que antes veíamos como un brindis al sol, esto es importante, pero acciones concretas… no hacíamos mucho. Ahora lo estamos intentando, dentro de nuestras limitaciones, y siendo conscientes de que es algo que no hemos hecho bien.

M.: Y claro, eso lo hablamos mucho. Nos vemos aquí, tres paisanos, divagando y proyectando una imagen… y es verdad, es una caricatura de nosotros mismos, y al mismo tiempo nos damos cuenta.

V.: Quiero dejar claro que mi intención era esquivar absolutamente este tema en esta entrevista y hablarlo después en la charla, donde sí va a haber mujeres, porque no queríamos dar esa imagen solo de tíos hablando.

M.: Estamos ahí en el sentido de que reconocemos que es un tema importante. No es que no queramos hacerlo, pero al final nos encontramos siempre en la misma situación, tres tíos hablando de estos temas culturales. Y eso proyecta una imagen, que somos conscientes, y queremos cambiarlo. Y sí, Mayte está por ahí, pero no quiere salir al público.

¿Cuál creéis que es el papel de la cultura, o mejor dicho, de los medios culturales en el contexto mediático en España? 

V.: A ver, yo creo que pintamos bastante poco. Los medios culturales pintan poco en el panorama nacional… El agenda setting está totalmente marcado por la política. La cultura, a nivel mediático, está supeditada a la política, y responde tomando posiciones: productos culturales de la ola antiwoke, productos culturales que se aferran a ir a la contra, defendiendo su postura. Hay una polarización cultural, no sé real, pero sí mediática. Y eso hace que los medios culturales sigan el mismo juego cortoplacista de forma inevitable. Esa es mi opinión, al menos.

J.: Yo siempre he tenido la sensación de que la cultura en los medios nacionales está muy controlada por los propios intereses del medio, ya sean ejecutivos, políticos o económicos. Ves listas de «los mejores libros del siglo XX», y dices: esto es lamentable. Pero claro, al final, el medio tiene una participación, tiene acciones en editoriales, y así funciona el mundo. Entonces, tienes que filtrar muchísimo para encontrar una crítica que te parezca sincera y honesta, desde Fotogramas hasta cualquier cosa. Es una situación de cierta indefensión, porque por un lado tienes un abanico infinito para montarte tus movidas, ser diletante, lo que sea. Pero si preguntas por el papel de los medios culturales en los grandes medios, es algo opaco. No es algo claro, ni mucho menos.

M.: Sí, y lo del abanico es importante. Ahora, con internet, tienes una oferta infinita. Pero claro, hay filtros. Te filtran lo que te llega o no te llega. Entonces, al final, poner nuestra voz o la de cualquiera que hable de cultura es como tirar una botella al mar, y que llegue a quien tenga que llegar. Los grandes medios tienen su sección de cultura, pero ¿quién sigue eso como antes? Estamos en una época en la que el periodista estrella tiene su canal de YouTube, o su cuenta de Twitter, o tiene que estar presente de alguna manera. Es un periodismo muy de autor: sigues al tipo o tipa que te gusta, pero la sección como tal, la puedes ignorar.

J.: Exacto. Y eso de las referencias en redes sociales… no sé desde dónde llega la gente ahora. Hace años, aparte de LaSoga, yo tenía un blog de cosas más frikis que no aceptan en LaSoga. Y veía de dónde venía la gente: de foros, de Facebook, llegaban visitas de cosas raras. Pero ahora, Google y Twitter apenas te traen visitas, es un porcentaje despreciable.

M.: Sin embargo, se le da muchísima importancia al periodista estrella. A ese que mueve su público, que tiene su gente. O al que no es periodista cultural también. Mira el caso de Dua Lipa hace dos semanas, que en su club de lectura recomendó La mala costumbre, de Alana Portero. Todo el mundo está hablando de libros, y parece un activo nuevo. 

V.: El papel de estos nuevos influencers en la cultura es significativo. Si alguien quiere estar al día de estrenos, libros, cómics, exposiciones… es todo tan inmediato, que te toca seguir a gente que publica todo el rato. Es imposible que puedan hacerlo con profundidad, pero están ahí. Nosotros no vamos a hacer eso. Si hablamos de Dune, hablamos desde el frikismo y le dedicamos cuatro horas. Pero alguien que trabaja en un medio, que tiene que hablar de cien cosas, no tiene ese tiempo.

M.: Lo bueno de ser nuestros propios jefes es que podemos decir: nos saltamos lo de Dune esta vez, aunque nos habría molado. Es el problema de dedicarle tiempo a hacer algo bien. Para hacer un análisis a fondo necesitas tiempo, pero para financiarte tienes que hacer mil mierdas. Nosotros no hacemos las mil mierdas, así que hacemos las que podemos y queremos, y el resto se queda por el camino. Yo últimamente me he aficionado a canales de YouTube que sacan dos o tres vídeos por semana. Tienen personal, o se dedican en exclusiva, pero es un ritmo enloquecedor. A mí me parecería terriblemente agobiante.

V.: Y muchos pioneros en su momento tocaron la tecla adecuada. El Rubius, por ejemplo, que empezó con sus frikadas y de repente lo petó. La mayoría de los que llegaron al Far West cuando esto empezaba luego consiguieron respaldo de grandes equipos y financiación. Al final, el entorno mediático lo domina quien tiene la pasta. Y esa financiación muchas veces no es para obtener un beneficio inmediato, sino para ganar influencia, que es el verdadero mercado secundario de la información. Al final, el que impone su mensaje es el que tiene el respaldo económico.

J.: Y esa financiación viene de plataformas que pertenecen a las grandes tecnológicas, que son las que realmente se llevan el beneficio. Ningún tuitstar, ningún youtuber saca tanto como el propio YouTube. El señor YouTube saca el dinero desde su casa, y, además, tiene el poder de todo lo que gestiona. Nosotros seguimos con nuestros propios medios, que nos limitan, pero a la vez es lo que nos ha permitido sobrevivir.

M.: Sí, esas limitaciones nos dan independencia. No dependemos de nadie, no aprovechamos el trabajo de nadie. Nos han llegado currículums, gente que quiere colaborar. Les decimos: Mándanos algo, pero ten en cuenta que no hay dinero en esto, esto es una asociación cultural y no una empresa. Algunos lo entienden, otros no. Nunca hemos tenido quejas porque, al final, tampoco sacamos beneficio económico. Lo hacemos como una asociación cultural, y todo lo que entra, si entra, se reinvierte en la revista y en los eventos. Ahora tenemos un patrocinador, pero no es como si esto fuera un negocio. Ser una asociación cultural nos da transparencia. Todo lo que entra lo invertimos aquí. Y sí, el hecho de no depender de financiación externa, de no explotar a nadie, nos ha permitido seguir adelante. En eso, el paraguas de la asociación cultural es importante, y la independencia, una de las cosas que más valoramos.

LaSoga para Jot Down

¿Podéis contar alguna anécdota o momento clave que os haya definido para seguir adelante? 

V.: Yo creo que la bala de Bunbury fue muy buena, pero si hablas de motivación… una anécdota increíble fue cuando empezamos en el podcast. Teníamos igual quinientos seguidores, y un día nos levantamos y teníamos el triple de seguidores y veinte mil escuchas en un episodio. De repente nos encontramos con un episodio del podcast que alguien había metido en una lista de movidas oscuras, ocultismo y esas cosas que os gustan a vosotros, y aquello explotó de una manera increíble. Fue en Halloween, y alguien en iVoox le dio al botón que no debía, y todo se disparó. Fue una de esas veces en las que sin querer conectamos con el momento adecuado. A veces, haciendo las cosas azarosamente, como el reloj que acierta la hora dos veces al día, pegamos el pelotazo. Y claro, eso nos dio un subidón. Porque era como si de repente nuestro público se multiplicara por cinco, y mucha gente se quedó suscrita. Al final nos quedamos con la copla de que para petarlo podríamos hacer más episodios de mierdas ocultistas.

Como el que tenemos pendiente sobre Stephen King, un tipo que siempre está en el lado correcto de la historia.

M.: Este tipo de cosas es lo que hace que sigamos, el hecho de que podamos conectar con gente, colaborar con personas interesantes. Por ejemplo, gracias a esto, conocemos a gente por redes sociales que se interesa en lo que hacemos, como es tu caso, Ricardo. No tiene que ver con hacer negocio ni montar algo profesional, sino con pasarlo bien hablando dos horas de Jack el Destripador o de Stephen King. Tiras la caña, y la gente responde de forma positiva; de ahí surgen proyectos y colaboraciones. Eso es lo que me da la vida, porque, teniendo en cuenta que ninguno de nosotros nos dedicamos a esto profesionalmente, es genial poder crear algo con otras personas.

J.: Y por eso seguimos. Esto no es un medio profesional, es una asociación cultural, y hemos conseguido durar diez años sin tener que hacer nada forzado, sin decir: venga, vamos a hacer algo para ganar mil lectores de golpe. Lo más guay es que hemos hecho esto durante diez años, siendo fieles a nosotros mismos, sin tirar la toalla.

V.: También hay que decir que si seguimos es porque tenemos mucho ego, ¿eh? Un poco de narcisismo es necesario para ponerte a hacer según qué cosas. Si no, no te lanzas. Pero tenéis razón en que, al final, lo importante es que nos lo pasamos bien. Nos juntamos todas las semanas para hacer un cineforum presencial, que luego volcamos en la revista. Nos lo pasamos bien juntos, y yo creo que somos más amigos ahora de lo que éramos al principio. Y no necesitamos que pase nada concreto para seguir. Estamos aquí, y yo creo que, con el tiempo, el mundo nos dará la razón en algunas de las cosas que hacemos. Algún día, cuando el mundo se haya ido a la ruina, nosotros seguiremos ahí con nuestras cosas.

Al final, creo que el mayor valor de lo que hacemos es no tener valor, ¿sabes? Es como un caballo de Troya para el capitalismo: hacemos las cosas de la manera que queremos, sin buscar valor. No estamos aquí para ganar visitas o likes. Es más bien una forma de aprovechar el día sin buscar la utilidad en todo. Vengo aquí, me gasto lo que haya en la caja de resistencia de LaSoga y lo disfruto con la gente. Esa es la motivación: hacer lo que nos gusta y, además, hacerlo a nuestra manera. Y eso no está reñido con que algún día se reconozca de otra manera o que alcance a más gente.

J.: A mí, por ejemplo, la semana pasada me hizo mucha ilusión ver que alguien había hecho en Letterbox un listado de todas las películas que hemos puesto en el cineforum. Ni siquiera sabemos quién es, y lo mejor es que ese alguien lo hace porque le mola. Lo hace de forma anónima, semana tras semana, y nos sigue. Eso es lo que nos motiva: que estas cosas lleguen a alguien, aunque no sepamos a quién. Nos gusta saber que hay alguien que está tan metido en esto como nosotros.

M.: Yo creo que, para resumir, lo que ha hecho que sigamos aquí diez años es, sencillamente, que nos lo pasamos bien, que nos gusta lo que hacemos y que nos queremos mucho. Eso es lo que cuenta.

¿Qué consejo daríais a alguien que quiera iniciar un proyecto cultural, ya sea en formato escrito o en audio?

M.: Que no lo haga.

V.: ¡Que no lo haga!

J.: Que nos mande los artículos, mejor.

M.: Sí, que nos mande los artículos. Que se ahorre el esfuerzo de fundar nada y escriba para LaSoga.

V.: Exactamente, que nos escriba los artículos y ya está. Así todo el mundo contento, y nos echamos una mano.

LaSoga para Jot Down 5

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3 Comentarios

  1. «No habría ni que distinguir entre baja y alta cultura», y así nos va.
    Todo es cultura: ya hasta el «Sálvame» , el reguetón, los concursos de tortillas, el tapeo o las infinitas ligas del fútbol están al mismo nivel que cualquier otra manifestación cultural, siendo indiferente el contenido intelectual de las mismas.

    • Sí, has entendido exactamente lo que quería decir esa frase. No se te escapa nada

      • Te equivocas. Tan sólo me he limitado a corroborarla haciendo una descripción de la sección «cultural» de los periódicos y otros medios que también se definen como «culturales».

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