La llegada de Colón a América fue un acontecimiento de un impacto tan grande que apenas puede compararse con otros de los que tenga memoria la humanidad. Hoy en día, las misiones al espacio nos dejan estupefactos, por su audacia y por la hazaña científico-técnica superlativa que comportan, pero todavía no han tenido efectos globales tan duraderos y decisivos como el de los viajes de circunnavegación coronados, en 1492, por el desembarco de las tres carabelas en la isla de Guanahani. Aunque soy de la generación de argentinos que celebraba el 12 de octubre en la escuela sin vergüenzas, como un encuentro, de la importancia de la aventura de Colón tomé verdadera conciencia en la universidad, en los seminarios de grado que dictó en su momento el profesor Abel Orlando Pugliese.
A comienzos de 1992, Pugliese —que entonces vivía en Alemania y enseñaba en Berlín–— propuso al Departamento de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, donde se había graduado en 1954, una serie de cursos dedicados a pensar el quinto centenario en clave filosófica. O mejor dicho: el rol central que jugó América en la trayectoria vertiginosa que llegó a adquirir el pensamiento filosófico europeo entre los siglos XVI y XVII. Pugliese fue hilvanando, con una erudición apabullante, la relevancia de la idea de América en el surgimiento de los estados nacionales, en la idea de naturaleza, y en la crítica de la metafísica (con la subsiguiente transformación de la filosofía en ciencias). La bibliografía para semejante recorrido era potencialmente infinita; recuerdo haber estudiado Maquiavelo, Suárez y Vitoria, Grocio y Pufendorf en el primer cuatrimestre. En otro, Ulisse Aldrovandi, Francis Bacon, Shakespeare y von Humboldt. Y en el que fue más importante para mí, Oresme, Kepler, Galileo, Brecht y la discusión contemporánea sobre el eppur si muove.
Porque en octubre de 1992, mientras multitudes peregrinaban a Expo Sevilla, en Roma, Karol Wojtyła, el papa Juan Pablo II, rehabilitaba oficialmente la figura de Galilei para la Iglesia. Pero todo ese proceso —que ahora puede parecer una anécdota lejana, borrosa, acaso insólita— llevó en su momento a una profunda revisión del caso Galileo no solo en ámbito teológico sino, sobre todo, en el de la historia de las ciencias físicas y en la de la filosofía. En ese momento, Pugliese traía al Río de la Plata algunos debates muy precisos que sabíamos que de otra manera, sin tecnologías de la digitalización masivamente disponibles, en tiempos difíciles para las humanidades locales, nos habría sido imposible registrar.
Al comienzo de su serie Pugliese nos hizo notar un elemento lexical, y conceptual, que nos ayudaría a comprender el efecto diferido que tuvo la empresa de Colón en el pensamiento filosófico occidental. Una reacción en cadena, demorada pero irreversible. Ese elemento estaba cifrado en la lengua en la que se expresó prácticamente toda la filosofía europea de época medieval y moderna. En latín, la palabra invenio —al igual que en el griego εὑρίσκω—, se funden ambas acciones: la de encontrar y hallar (por casualidad o porque se lo buscaba, y de ahí, en sentido derivado, ganar), la de descubrir, y la de inventar. Incluso, sin forzar demasiado al diccionario, la de fabular o inventar un sofisma, o un pretexto.
Como ocurre, por ejemplo, en el canto XIX de la Odisea: Penélope mantiene engañados a los pretendientes que acechan, diciéndoles que se va a casar con uno de ellos cuando termine su tela, que teje de día pero desteje de noche. Así durante tres años, hasta que un día sus siervas, «perras que en nada reparan», descubren su ardid, la denuncian y ella se ve forzada a terminar el tejido: «Y ahora ya ni me puedo negar a esas bodas ni logro inventar (heurisko) otra excusa».
Lo que Colón encontró
Como se sabe, el grupo que partió del puerto de Palos en agosto de 1492 tenía como meta llegar a Oriente por vía occidental, pero esquivando la costa africana, que estaba siendo explorada desde hacía algunos años por navegantes portugueses: los Reyes Católicos no querían enemistarse con la monarquía vecina. En el Diario del Primer Viaje, pocos días antes de avistar tierra, Colón reitera esta misma convicción. La evoca, algunos años después, Bartolomé de las Casas, con una cita textual en su Historia de las Indias: «Su principal intento era ir en busca de las Indias por la vía de Occidente, y esto era lo que había ofrecido a los reyes y los reyes lo enviaban para este fin». En el momento en que Colón escribe esas líneas, a casi dos meses de la partida, ya era muy manifiesto el descontento de su tripulación, que se había amotinado días atrás por las dificultades del viaje y por la tardanza en alcanzar el objetivo. Pero si bien el riesgo era enorme, no eran menores el empeño del navegante genovés y la recompensa prometida: además del título de «almirante mayor de la mar océano», le habían asegurado —detalla— nombrarlo virrey y «gobernador perpetuo de todas las islas y tierra firme que yo descubriese y ganase».
Estos, descubrir y ganar, son los términos con los que Colón se refiere a la que será su hazaña, tanto en el Diario como en la carta que escribe al escribano de la corona, Luis de Santángel, una vez desembarcado en la isla de Guanahani, para avisar de su logro. Santángel despacha de inmediato la noticia a su par, Alonso de Quintanilla, y poco después la carta se convertirá en imparable best seller en las principales plazas europeas. (Santángel y Quintanilla funcionaban como una suerte de ministros de Hacienda, uno por cada una de las casas que formaban la pareja real: Aragón y Castilla.) En sus relaciones, Colón habla siempre de «descubrir», de «encontrar», «conseguir», «ganar», «fallar» («hallar», con la típica f- inicial latina que, en muchos casos, se fue convirtiendo en h). Así también aparece referido el acontecimiento de 1492 en otros documentos posteriores. El licenciado Marcos Felipe, por ejemplo, en su epitafio de Hernando Colón, hijo del almirante, se refiere a Cristóbal como quien «descubrió y halló las Indias y el Nuevo Mundo».
Por supuesto que Colón no habla de sí mismo como inventor ni de su aventura como inventio (en latín). Mucho menos de heurésis o heuretés (en griego). Juan Gil, editor de las cartas colombinas, advierte que, por ser entrenado hombre de mar, «estaba acostumbrado a chapurrear mil lenguas sin lograr expresarse bien en ninguna». Por eso su escritura, una mezcla de varios dialectos italianos con un portuñol antiguo y algunas palabras sueltas de un latín muy básico, reproduce esa jerga levantisca en la que un marino podía hacerse entender en cualquier puerto, sin enredarse en cuestiones filológicas. Colón tampoco se interesa por corregir las transcripciones que otros hacen de su aventura a la lengua del saber erudito, en las que sí aparece la familia lexical del invenio. Ni se detiene en ellas ni podría evitarlas.
En el relato de su llegada a una isla del archipiélago de los Lucayos, una de las actuales Bahamas, a la que denomina La Española, Colón describe un panorama de prosperidad inaudita. En un tramo, por ejemplo, cuenta que avanza por tierras «fertilísimas en demasiado grado», atravesadas por «fartos ríos y buenos y grandes ques maravilla», con sierras transitables y alta vegetación. Con árboles que «parescen que llegan al cielo», unos floridos, otros cargados de frutos, «tan verdes y tan fermosos como son por mayo en España». Enfatiza la gran diversidad de especies que observa, las cuales se distinguen «por la diformidad fermosa dellas». Hay «pinares a maravilla» y «campiñas grandísimas, y hay miel, frutas», y «muchas minas de metales». Terrenos propicios «para plantar y sembrar, para criar ganados de todas suertes, para edificar ciudades y lugares», con «ríos muchos, de gran torrente, los más de los cuales traen oro».
Narra el encuentro con los pobladores locales, que transcurre sin hostilidad: curiosidad mutua e intercambio cordial de regalos, por más desigual que sea el trueque. Detalla algunas costumbres, sus herramientas, su indumentaria escasa, sus «perros mastines y branchetes» (del francés blanchet: perrito blanco, faldero). Observa que nunca ladran. En un momento culminante de su descripción de La Española, el propio Almirante se mezcla con el paisaje: «Y cantaba el ruiseñor y otros pájaros de mil maneras en el mes de noviembre por allí donde yo andaba». Dice Borges que «el ruiseñor, en todas las lenguas del orbe, goza de nombres melodiosos». En la primera narrativa que tuvo Europa de lo que años más tarde se va a denominar continente americano, Colón lo nombra en castellano.
Algunos meses más tarde, mientras va regresando a España, ratifica su certeza de haber llegado no solo a Oriente sino al confín, es decir, al paraíso que la Biblia sitúa en la tierra. El jueves 21 de Hebrero de 1493, siempre en el Diario, anota: «bien dixeron los sacros theólogos y los sabios philósophos que el Paraíso Terrenal esta en el fin de Oriente, porque es lugar temperadíssimo, así que aquellas tierras que agora él avía descubierto, es —dize él— el fin del Oriente».
Lo que Colón inventó
En 1798, Kant publica sus clases de antropología, dictadas en la Universidad de Königsberg en dos épocas diferentes: corresponden a cursos de 1772-1773 y de 1795-1796. En el libro segundo de este tratado, dedicado al placer sensible y estético, Kant subraya una importante distinción conceptual en lengua alemana (que corresponde con la diferencia entre los dos principales significados implícitos en el latín invenio y el griego heurísko). La ilustra con el caso de Colón.
«Inventar algo es muy diferente de descubrir algo. Pues la cosa que uno descubre se supone previamente existente, solo que aún no conocida, p. ej., América antes de Colón; pero lo que se inventa, p. ej., la pólvora, no era conocido antes del artífice que lo hizo. Las dos cosas pueden tener mérito, pero se puede encontrar algo que no se buscaba (como el alquimista que encontró el fósforo) y eso no es mérito alguno…». (Antropología en un sentido pragmático 57, traducción de Mario Caimi)
Kant viene hablando del placer estético y quiere distinguir al genio (que requiere imaginación no imitativa, originalidad) de las «mentes mecánicas» (concentradas en el aprendizaje de la técnica artística, con reglas, imitación, reiteración). Opone así a quienes, como Leonardo da Vinci, «muchas veces toman caminos nuevos y revelan nuevas perspectivas», de quienes, aunque no hayan marcado una época, acaso hayan contribuido más a desarrollar las artes, «con su entendimiento cotidiano que progresa lentamente guiado por el bastón y la vara de la experiencia». Unos parágrafos más adelante, al margen ya del gusto, Kant vuelve sobre los términos que expresan el aumento del conocimiento. Y al profundizar la clasificación anterior, vuelve a ejemplificar con Colón:
«Descubrir algo, [es] ser el primero en percibir algo que ya estaba, p. ej. América, la fuerza magnética que se orienta a los polos, la electricidad del aire. Inventar algo, llevar a la existencia efectiva algo que aún no existía, p. ej., la brújula, el aeróstato…». (Antropología… 72)
Kant, una de las mentes más agudas del siglo XVIII, da a entender que Colón simplemente descubrió algo que ya estaba ahí. En el siglo XIX, Nietzsche alude a esta misma distinción de la Antropología… en tono sarcástico. Es decir, para burlarse de Schelling y del idealismo que siguió a Kant, habla de ese periodo como «la luna de miel de la filosofía alemana». Una época inocente, ingenua, «en la que aún no se sabía mantener separados el descubrir y el inventar…». Ahora, más allá de sus comentarios cáusticos, Nietzsche tampoco advierte las anteojeras especulativas con las que se está observando la llegada de Colón a América. El hecho de ver allí solo un descubrimiento y no todo lo que esa empresa tiene de invención.
Probablemente no fuera una invención del todo original: en la América que Colón proyecta se combinan imágenes preexistentes de origen diverso. Un mapa que sitúa a Oriente en el Caribe, una topografía edénica inspirada en relatos bíblicos, una fauna capaz de dotar a esa geografía nueva, ignota, de algún rasgo familiar. Porque en las Bahamas no había ruiseñores. Ni los pobladores locales reaccionaban todos con curiosa amabilidad. No tenían mastines, ni mucho menos perritos falderos. Y a los perros que criaban en ámbito doméstico se los comían. En viajes sucesivos, los colonizadores iban a introducir otras razas caninas, más agresivas, para doblegar a poblaciones rebeldes. No se trataba, en fin, de la Isla de los Bienaventurados ni de ningún otro paraíso, pagano o judeocristiano.
Epílogo
La Argentina, descubrimiento un poco más tardío, algo relegada del primer impulso colonizador, tampoco ha sido un lugar idílico. No lo era en 1536, cuando los querandíes incendiaron y destruyeron el fuerte de Santa María del Buen Aire, el primer asentamiento de lo que un día iba a ser nuestra capital. Tampoco ha sido lugar idílico en el siglo XX. Sin ir más lejos, Abel Orlando Pugliese, que en ocasión del quinto centenario proponía un periplo filosófico portentoso, había sido profesor de Gnoseología y Filosofía de las Ciencias en la Universidad de Buenos Aires hasta 1974. Ese mismo año, durante el gobierno de Isabel Perón, con la universidad intervenida, la Facultad de Filosofía y Letras fue clausurada y sus profesores, cesanteados. Entonces Pugliese, que había recibido un doctorado en Friburgo y título de matemático en la Universidad Tecnológica de Berlín, fue distinguido allí como catedrático. Residió en Europa hasta su muerte. Pero a partir de 1992 y durante unos diez años fue alternando sus compromisos profesionales en Alemania con algunos cursos en Buenos Aires. Sin recompensas de ninguna corona, sin la promesa de cargos honoríficos, volvía a adentrarse en un mar de incertidumbres y desembarcaba en un territorio ansiado, a veces hostil, para enseñar a un grupo estudiantes ávidos la coincidencia del descubrir y el inventar.
Desde el norte de Europa siempre se ha infravalorado la hazaña hispánica, además del prejuicio negrolegendario anti-español/católico de base.
La diferencia ontológico-lingüística fundamenta para cualquier hispanohablante, es la diferenciación entre ser y estar; algo que es muy difícil de explicar en latitudes superiores o a los vecinos franceses.
Parece baladí, pero, esa diferenciación fundamental apuntala la singularidad hispánica como modo de «estar en el mundo», no simplemente de «ser en el mundo».
Esta idea, creo recordar, que la citaba Gustavo Bueno en su conferencia sobre la idea de España (gratis en YouTube).
Un saludo.
¿Qué hazaña?. Buscáis psicoterapia y creéis encontrarla en la leyendarosa de la historia. Y le servirá a la Roca Barea de turno para hacer caja con los ignorantes, o al filósofo para intentar recoger réditos para su fundación entre los voxemitas. Pero la verdad que es bastante penoso defender la depredación y el colonialismo en pleno siglo XXI . Despertad. Si vivieseis en el siglo XVI la mayoría estaría con la espalda doblada labrando las tierras para un señorito feudal o un obispo. A ver si hay más orgullo en ser decente ahora que en glorificar un pasado depredador.
«Psicoterapia» búsquela usted, urgentemente; su odio contenido es puro veneno.
«Hazaña» es tirarse al mar con tres carabelas y DESCUBRIR un continente; la INVENCIÓN fueron los hechos posteriores, la asimilación del descubrimiento: el Sincretismo Cultural, el Mestizaje, las Leyes de Indias, la Primera Globalización, la Primera Circunnavegación del Globo Terráqueo, etc.; cosa que da a entender el texto, pero, su comprensión lectora o sus prejuicios han evitado su cognición:
«Ahora, más allá de sus comentarios cáusticos, Nietzsche tampoco advierte las anteojeras especulativas con las que se está observando la llegada de Colón a América. El hecho de ver allí solo un descubrimiento y no todo lo que esa empresa tiene de invención.»
Lo curioso es que tengan que venir los filósofos germanos a re-interpretar «un acontecimiento de un impacto tan grande que apenas puede compararse con otros de los que tenga memoria la humanidad»; Kant apenas salió de su cuidad en su vida, Alemania ni existía cuando Nueva España llevaba existiendo 250 años, la Leyenda Negra estaba (y sigue estando) totalmente asentada en tierras germanas; del racismo «científico» de Kant, hablamos otro día, más que nada porque para los «ilustrados» (y en mayor medida, protestantes) del norte de Europa los indios no eran hombres, eran fauna y sus políticas «coloniales» actuaron en consecuencia.
Sigo con su comentario:
-La distinción entre Virreinato, Provincia, Capitanía General y Colonia, suponemos que es demasiado matiz para su «economía de conciencia austera»; ya ni le cuento la diferencia entre «Imperio Generador» e «Imperio Depredador».
-Para usted todo es del mismo saco; ya saltó la liebre, mezclando terminología que desconoce y citando el «comodín» de los «voxemitas», a cuento de sus traumas personales, suponemos…
-Y acaba usted con juicios morales presentistas («Si vivieseis en el siglo XVI…»), con su odio destilado hacia la aristocracia y el clero, que no falte…
Su plumero apesta a «Izquierda Indefinida» y «Pensamiento Alicia» de lejos; por descontado, tampoco sabrá a que me refiero, casi que mejor…
La «ignorancia despreciativa», ya lo decía Machado…
De Leyenda Negra hablamos otro día, no vaya a ser que le estalle la cabeza…
¿La mita y la encomienda no fueron depredaciones? ¿Qué no quedará población nativa en el caribe no fue depredación?¿El comercio de esclavos africanos no fue depredación?¿El etnocidio de un continente no fue depredación?¿Una economía española hundida no fue consecuencia de esa depredación? En España están otras formas de racismo que era la limpieza de sangre, las castas y los linajes puros. Qué los reyes de España intentasen emular el imperio romano, que era su modelo, no hizo menos por desatar la crueldad de unos avariciosos conquistadores.
Vaya a terapia hombre, que no es ningún descrédito.
Del mismo que justifica llamar a todos los hombres «violadores en potencia» por el «contexto», tenemos a alguien que critica el feudalismo en los finales de la Edad Media, sin aludir al «contexto».
Sin palabras…
El contexto era un Francisco de Vitoria, entre otros, que decía que éso no se debía hacer y al que no se le hizo mucho caso. Y el contexto es que en pleno siglo XXI hagamos identidad como españoles basándonos en colonialismo y explotación y lo veamos normal.
No hijo, supongo que los españoles están orgullosos de este día porque fueron ellos los que globalizaron, de manera real y por primera vez, el mundo. Porque gracias a este descubrimiento existe el mestizaje, y el encuentro entre culturas. Y porque liberaron del yugo asesino azteca (entre otros) a numerosos pueblos indígenas sometidos en aquella época, que estuvieron encantados de ayudar a los españoles.
No creo que uno se sienta orgulloso de las guerras y del derramamiento de sangre que hubo, de la misma manera que los franceses no creo que se sienta orgullosos de pasar por la guillotina a mucha gente, muchos de ellos inocentes que pasaban por allí. O los sindicatos, de los heridos y muertos que ha traído su lucha obrera. O los rusos con su lucha contra el ejército nazi.
Uno se siente orgulloso del resultado, nunca de los medios y de lo que hay que pasar para llegar a ese fin, que suelen ser desgracias mientras se producen.
Pues no hijo, no es lo mismo luchar para explotar a los demás que luchar contra la explotación, no es lo mismo luchar para invadir que luchar para que no te invadan. Es bastante elemental.
Y cambiar un imperio por otro no es mi idea de liberar a un pueblo. Lo digo por la pretensión de alguno de que los españoles estábamos allí para liberar a los oprimidos por los aztecas. No, los españoles estábamos allí por el oro.
Buff, no da ni una @Arryn.
Le podría refutar todo lo que dice, pero, no me gusta perder el tiempo; gente de su edad ya está amortizada; su ortograma (falsa conciencia) está demasiado imbuido de nematologías que ni usted entiende.
En fin, por mi parte: que le vaya bien, no vaya a terapia y tampoco se le ocurra abrir un libro de historia; quédese como está y será feliz.
@CarlosF
No le dedique más tiempo, como digo, no merece la pena discutir con fanáticos indocumentados negrolegendarios.
Una cosa es la historia y otra un discurso calcado a un filósofo que da la sensación que se quedó en Menéndez Pidal o en Maetzu para hablar de los españoles en América. El tiempo pasa por todos, y precisamente no le hace un favor a los buenistas. Atrévase a coger un libro escrito en el siglo XX o XXI por historiadores reconocidos, y que no sean de la órbita de Franco o el fascismo , que la historiografía académica es otra cosa. Y haga lo mismo con la filosofía, lo mejor de Bueno no lo va a encontrar en sus intentos para congraciarse con el PP de Aznar y ser el filósofo de su régimen.
Muy interesante. Sin otra referencia que la cultura católica y los clásicos griegos y latinos la invención/descubrimiento, descubrimiento para los europeos, tuvo que pasar por ejercicios de similitudes. Las primeras descripciones describen la forma de vivir como el Paraíso en la Tierra antes de la caída. También lo dijo Kant, sin conceptos las intuiciones son ciegas, de ahí la transposición.
Su comentario peca de eurocentrismo.
Se olvida usted de las «referencias» árabe-islámicas, las tártaras, las otomanas o las indias.
Las primeras circularon por Iberia más de 700 años, dejando su impronta cultural y «conceptual» a todos los niveles.
Es más, la Escuela de Traductores de Toledo hizo de intermediario entre los clásicos griegos, árabes y latinos; el sustrato tecnológico-científico-cultural que produjo no es baladí, ni mucho menos.
El primer viaje a América de Colón llevó intérpretes de árabe, arameo y tártaro, es decir, estaban abiertos a «otras referencias», más allá (plus ultra) que las «griegas y latinas».
¿Qué referencias son esas? ¿Qué región se nombró con referencias al árabe, o a los tártaros o a los otomanos como ocurrió con el Amazonas?¿Qué fueron a convertir los españoles sino al catolicismo?
El árabe ya estaba integrado en el idioma castellano (alrededor de unas 4.000 palabras son arabismos); los avances técnico-cienetíficos de todo tipo fueron cruciales a nivel de navegación, medicina, agricultura o minería; el folclore árabe estaba integrado en la literatura hispánica, en las novelas de caballería o en el mismo Cervantes; muchos nombres en América son arabismos, que para usted en su ignorancia, sean (solo) castellanos, es otro tema…
La dialéctica católica escolástica (debates Leyes de Indias) fue la que dirimió que los indios eran seres humanos, tenían alma; por ello merecían la gracia de Dios; era la única vía de salvación tanto para amerindios, como para castellanos. No se puede juzgar desde nuestros parámetros morales; sí se puede comparar con la metafísica protestante o con la manera de actuar de Francia en Haití, por ejemplo. No me meteré con ello, porque a usted no le interesa: de la taxativa «Españoles Genocidas en busca de oro» no le va a sacar ya nadie, a su edad.
Un saludo.
Para contestar primero hay que leer y entender, pero como viene a soltar la perorata buenista pues usted mismo.
No he hablado de los inventos que posibilitaron la llegada a América, sino de cómo nombramos lo que fue nuevo para nosotros, de cómo identificamos mediante similitudes sacadas de nuestro imaginario que estando en el renacimiento tiene fuerte influencia clásica y a la vez católica. Lo novedoso es la construcción de los europeos de la primera identidad americana no desde la otredad sino desde la similitud.
Por cierto, que no por llegar a la conclusión de que los indios tenían alma se los trató mucho mejor a la hora de obligarles a ser esclavos o vasallos, o a practicar el genocidio de los taínos. Qué recordemos que América no estaba despoblada, la población americana pre-Colón se estima entre 40 y 100 millones y la llegada de los conquistadores supuso un descenso demográfico catastrófico de la población nativa que no puede explicarse solo por las epidemias, y que además nunca se recuperó. A las epidemia hay que añadirle condicionantes que la hicieron más gravosa y que solo se entienden en un contexto de guerra y conquista, desplazamiento forzoso, interrupción del comercio, destrucción de cosechas y desmoronamiento de las culturas. Y no vale que se dijera que en otras partes no se los trató mejor, porque que los otros lo hicieran mal no sirve de eximente para las acciones que se pretenden que sirvan como constitutivas del proceso identitario que es actual.
Colón inventó o bautizó la co-lo-ni-za-ción, pero es otro tema, o EL tema.
No, hombre, Colón no inventó nada. Aunque a otra escala, antes estuvieron los romanos, los etruscos, Persia, los Aztecas… muchas Civilizaciones antes de los europeos colonizaron a los pueblos de alrededor. Es más, lo hizo todo el que era tecnológicamente o militrmente superior a los de su alrededor, en todas las partes del mundo conocido. El que no lo hizo, no es que no quisiera, es que no podía.
El mito del indígena bueno hace tiempo que se descubrió falso.
Pues no. Colonizar no tiene nada que ver con el apellido de Colón. Pero no hay que perder ninguna oportunidad de hacer el cazurro.
Colonizar viene de colonia y esta de colono. Un colono es un campesino, el que cultiva.
Colonias existían antes de Colón.
O leyenda negra o leyenda rosa. O genocidio o «empresa imperial». Como siempre, las dos Españas a palo limpio. !Qué aburrimiento! !Quien fuera andorrano!
¡O Suizo! ¡O cualquier nacionalidad que viva de la «equidistancia», y le dé igual lavar dinero de nazis en su día, que de la droga, de la corrupción o de la evasión fiscal!
PD: estoy de acuerdo con tu comentario sobre el aburrimiento, pero pfff, poner Andorra como ejemplo…
Jopé, el sentido del humor no abunda por aquí, a pesar de Hipólito Ledesma. ¿Pero de verdad se ha tomado usted en serio lo de Andorra? Primero pensé poner Tasmania, que está muy, pero que muy lejos. Pero entonces recordé los sufrimientos aborígenes, constaté que no hay lugar en la tierra libre de maldad y que solo tenía dos opciones: pegarme un tiro o hacer un chascarrillo. Opté por lo segundo, pero después de leer su comentario tal vez me equivoqué. Y si, estoy harto de radicales de izquierdas y derechas que hacen imposible cualquier debate sereno sobre cualquier tema, llenándolo todo de insultos, descalificaciones, simplezas.. Por ejemplo, lo de que si no te sumas a uno de los bandos de energúmenos eres cómplice de los nazis (que por cierto comerciaron con todo el mundo, no solo con Suiza). Hala, para no parecer equidistante hay va mi opinión sobre la colonización española de América. 76,4% sombras y 23,6% luces. ¿Ya mejor?
Ya mejor, sí. Siento el comentario, lo entendí como una defensa a ultranza del modelo suizo, que no me gusta un pelo (y soy bastante liberal, créame, pero no creo en la gente que se aprovecha fehacientemente del crimen organizado que sufren otros).
«Solo hay una alucinación colectiva mayor que la Leyenda Negra Española,
y es la Leyenda Rosa Francesa».
Nadie le retiene en España y Andorra queda cerca.
Y dale con Andorra. Jot down debería habilitar un banner (¿se dice así?) de «ironía» para la cantidad de Asperger´s que pululan por aquí. Para que lo entienda: al decir Andorra, que está ahí al lado, constato irónica y tristemente que no hay lugar en el mundo, ni aún en el sistema solar, lo suficientemente alejado de la estupidez y la maldad del ser humano en general, y del español en particular. Y dado que en lo de la estupidez me incluyo a mi mismo (sino, que hago ¿debatiendo? aquí), por muy lejos que me fuera seguiría a mi lado. Así pues repito : «! Hasta el infinito y más allá ¡ (O sea Andorra)». ¿Lo pilla ahora?
Supongo que habrá que reconocer que subirse a tres chalupas (si se ha estado a bordo de las réplicas de entiende) sin saber a donde se va requiere algo de valor.
Igual que embarcarse con unos pocos cientos de soldados y unos caballos e irse a conquistar un continente.
Y supongo que habrá que reconocer que no hicieron nada que no fuera lo que había entre los usos y costumbre de la época, en cualquiera de los países vecinos. Ya si lo comparas con los de los conquistados…
Si sentirse orgulloso es bastante infantil, debe ser jodido sentirse culpable por los actos de tipos que vivieron hace cinco siglos, ya sojuzgaran indios o violaran venecianas.
Sí, subirse a una carabela tiene mérito, es innegable. Pero lo de ir a saquear, a obligar a convertirse a la religión de uno, a esclavizar a los que allí viven, a colonizar y transformar en un régimen semifeudal una tierra muy diversa y más libre, no es muy edificante, y en mi opinión, no es muy sano para construir identidades actuales. Y se alude mucho a que era otro contexto pero olvidamos que Francisco de Vitoria ya puso en duda la legitimidad de todo lo que se estaba haciendo mal, ya había una conciencia crítica que se oponía a las conversiones forzadas, a la reclamación de tierras o al imponer vasallaje de unos cuantos nobles.
La historia de los europeos en América tiene muchas facetas, merece la pena conocerla pero sin manipulaciones, y por cierto el artículo realmente no va ni de ésto en lo que ha derivado.
Hola buenas
‘’«Descubrir algo, [es] ser el primero en percibir algo que ya estaba, p. ej. América[…]’’
Resulta que he leído esto y fantaseaba con que fuese desarrollado el empleo ‘percibir’. Me gusta esa idea de ser es ser percibido. Y digo yo que América lo percibirían sus habitantes con alguno de sus sentidos… aunque igual faltaban álguienes que los percibieran en su totalidad y los Amerecitasen.
Me he acordado de Les Luthiers y su cantata a Don Rodrigo Díaz de Carrera cuando los indios al ver al primer europeo se ponen a entonar a ritmo de percusión :»¡Nos descubrieron!, ¡Por fin nos descubrieron!»
Hay una idea en la que no abunda el artículo y es en el papel de la filosofía indígena en la filosofía europea. Buena parte del debate y la concepción democrática y libertaria que se dió en el siglo XVIII está influenciada en como percibían muchos de los nativos americanos las relaciones igualitarias o de propiedad frente a la manera jerarquizada y absolutista que tradicionalmente teníamos en Europa. Conocer al otro nos permitió darnos cuenta hasta que punto no vemos nuestras carencias.
Sí. Uno se pone a leer libros de arqueología y descubre las cosas que les hacían los Aztecas a sus vecinos, por ejemplo, y no puede dejar de pensar en concordia, buenrollismo y relación igualitaria. La primera filosofía hippie de la Historia.
¿En serio?
La pregunta más bien sería si tú en serio crees que los aztecas eran los únicos indios americanos que vivian en América antes de Colón. ¿O es que crees que el continente estaba deshabitado desde Alaska a Tierra de Fuego?… A lo mejor puedes leer algo de antropología y te enteras del asunto.
Claro que no. Pero su repercusión en la historia posterior fue ridícula comparada con Aztecas, Mayas o Mexicas, por ejemplo. Yo normalmente suelo hablar de historia en base a la relevancia que haya tenido un pueblo o un acontecimiento.
Estoy convencido de que alguna tribu nüi hizo cosas maravillosas y fueron las mejores personas del mundo con sus congéneres, y podríamos estar joras, días y semanas sobre lo buenos que eran bajo una determinada visión filosófica que pocps conocen.
Pero ese tipo de hechos, dado mi desconocimiento de cada detallito banal, se lo dejo a gente como usted, gente muy sabia y leída, como comodín (o clavo ardiendo) al que agarrarse para ganar cualquier discusión en estos foros.
Pero si no tienes ni idea ¿por qué te arrogas la pretensión de decir si es importante o no? ?¿o es que te crees que sabes todo lo que se debate a día de hoy en las distintas disciplinas sociales?
Es que en el fondo, a pesar de los estudios, libros y enciclopedias (y Google y ChatGPT, que también), para opinar hay que tener tanto conocimiento como sentido común.
Muchos opinadores como un servidor pecamos de una carencia tremenda de lo primero, y cuando nos muestran nuestro desconocimiento callamos y aprendemos. Pero hay unos pocos ilustrados de carecen de sentido común (ppr pensar bien de ellos), y que pueden conocer al detalle cada hoja de cada rama de cada árbol, peri no ser capaces de ver el bosque.
¿Y ha pensado usted alguna vez de dónde le viene su «sentido común»? Porque a lo mejor no es tan común como usted cree y solo evidencia prejuicios.
Que usted, Arryn, el Mayor Reparte-Carnets del Reino, tache a los demás de tener «prejuicios», es el colmo de las «falacias».
Es que es lo que dices que haces. Emitir juicios basados no en el conocimiento, sino en tu «sentido común». Y lo haces categóricamente sobre un tema que no dominas. Éso es la definición de un pre-juicio.
Y la diferencia entre lo que yo digo es que te puedo poner una bibliografía que lo respalda. Lo que tú dices no, solo retórica vaga y en mi opinión bastante simplona de «sentido común».
Y ésto no va de ganar discusiones, sino de intercambio, de intercambiar puntos de vista, pero no critiques los míos si me he tomado el esfuerzo de formarme una opinión desde el conocimiento.
Una vez más los comentaristas de jot-down, (yo el primero), hemos convertido un interesante y ponderado artículo en un lodazal. Por lo que a mí corresponde pido disculpas a la simpática autora y le pido que no nos haga ni puto caso. Y en cuanto a la revista, eliminen ya de una vez estos comentarios, que rara vez aportan nada interesante, salvo constatar la muy abundante estulticia humana. Sino todos, al menos los míos. Estoy harto de escucharme.
Los hispanos siempre hemos sido muy bobos con el ninguneo hacia todo lo relacionado con el descubrimiento y conquista de América.
Si Colón, Cortés, Pizarro, Almagro, Valdivia, Núñez de Balboa… hubieran sido de ascendencia anglosajona no solo se habrían escrito ríos de tinta de poesía, novela y teatro, alabando sus hazañas, y construido millones de estatuas en su honor, sino que habría habido un torrente de películas y series épicas con el tema.
Es que ya solo la vida y andanzas de Alvar Núñez Cabeza de Vaca daría para una saga que ríete tú del Señor de los Anillos.
Llega a nacer Cortés en Norfolk y….
Arryn, el seminarista. Su cura está contento.
Pero si aquí no hay nadie que como tú se esfuerce tanto en intentar crear parroquia, caballero de la cebolla, intentando hacer rebaño.
No, hombre, no. A mí no me hace caso nadie, ni lo pretendo. Solo soy un borrego solitario. Eso sí, tozudo también soy.
El maestro es un cura menos puro de lo que él mismo cree y algunos sois muy fans, demasiado. Todo tan woke…
Debe ser La Bola de Cristal, que nos abdujo y pervirtió. Éso de «Viva el mal, viva el capital!» en tu tierna infancia marca.
Ahora en serio, se puede hacer patria con tus conciudadanos pero ilusionando con el futuro y con medidas reales como no poner trabas a la adquisición de vivienda por ejemplo, pero, en mi caso al menos, no sacando viejos fantasmas que sirvieron a la monarquía, a las élites extractivas y a la iglesia para crear el relato que les interesaba (e interesa). Y éso no es woke ni demás anglicismos que le han calcado a Trump los ideólogos de faes, los youtubers diestros o los Soto Ivars de turno. Francisco de Vitoria tendría que ser un woke entonces, escolástico y woke. Un horror.
Un saludo.
Fantástico artículo.
Bueno… pero qué ganas de repartir estopa que tiene el personal. Para acabar de agriar el ambiente, solo diré una cosa: la mayoría de los onanismos grotesco-patrióticos que he tenido la desdicha de presenciar estaban en el maravilloso sur global, y exhibían un fascismo y un sadismo desenfrenado y sin tapujos. Me parece que los españoles e ibéricos en general hacen bastante el imbécil cubriéndose la cabeza con cenizas y mierda en un mundo de narcisistas que se ponen escabeles y se ornan con coronas para estar más guapos. La sanguinaria y embrutecedora realidad latinoamericana actual hace mucho tiempo que tiene sus agentes: España no pinta la blanca doble, y parece que tiene que ser como los mirones en el mus, que no hablan y dan tabaco. En fin…,