Arte y Letras Filosofía

El antinatalismo filosófico como oportunidad para revalorizar la procreación (1)

El antinatalismo filosófico como oportunidad para revalorizar la procreación
Venus y Marte, de Sandro Botticelli.

Tesis controvertidas en épocas extrañas

Haber cometido todos los crímenes: salvo el de ser padre1.

(Emil Cioran)

En nuestros días, la humanidad parece haberse puesto de acuerdo para una empresa insólita: dejar de tener hijos2. Resulta curioso que, mientras tanto, estemos asistiendo a los primeros aleteos de una rara ave filosófica: el antinatalismo de corte utilitarista. Sería osado conectar ambos fenómenos, pero el brusco descenso de la natalidad a nivel mundial sin duda constituye una «buena nueva» para aquellos que defienden la extinción pasiva de nuestra especie.

Sé que es tentador sugerir el suicidio a estos tristes pensadores que parecen decididos a amargarnos la existencia con su pesimismo; al fin y al cabo, es un comentario habitual de los lectores en los artículos dedicados a su doctrina (destripe: los antinatalistas tienen respuesta para tales sugerencias). Sin embargo, merece la pena tomarse en serio esta peculiar teoría: sin pretenderlo, nos fuerza a reparar en aspectos relevantes sobre el valor inconmensurable de la vida.

Cuando Manuel Toscano, profesor de filosofía moral, me preguntó las razones de este interés por semejante temática, no dudé: pocas doctrinas hay más subversivas y que generen un rechazo tan visceral (para entendernos: más divertidas); pero, sobre todo, el fondo de la cuestión es un tema filosófico universal: la vida y su valor. A Manuel no solo le pareció razón suficiente, sino que tuvo a bien ponerme en la senda para el correcto análisis del asunto, debiéndole por tanto haber tenido la oportunidad de realizar una serie de hallazgos que quisiera compartir en adelante.

Ecos de un lamento milenario

Si los niños fueran traídos al mundo por un acto de pura y sola razón, ¿continuaría existiendo la raza humana? ¿No habría un hombre con la suficiente compasión por la generación venidera como para ahorrarle el peso de la existencia? O al menos para no tomar sobre sí la imposición a sangre fría de esa carga sobre ella3.

(Arthur Schopenhauer)

¿Merece la pena vivir la vida? Esta, antes que ninguna otra, es la pregunta radical y en carne propia a la que debe responder un filósofo, en opinión de Albert Camus, para quien no había «más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio»4. Sin embargo, bien podría pensarse que quizás el problema serio que se deriva de la pregunta fundamental no es el suicidio, sino la procreación. Si la respuesta a la gran pregunta es negativa, acabar con el hecho de estar vivo supone una huida preñada de dolor, mientras que no crear vida parece una más prudente y altruista solución.

La aniquilación por omisión procreadora que defiende el antinatalismo filosófico no pretende salvar al planeta y su diversidad frente a la amenaza que suponemos los humanos. De hecho, nuestro planeta aquí es visto como una desgracia cósmica, allí donde la desdicha de la vida arraigó.

El lamento antinatalista es antiguo: «Perezca el día en que yo fui nacido, y la noche que dijo: varón es concebido»5. A las palabras atribuidas a Job se suman las del coro en Sófocles: «El no haber nacido triunfa sobre cualquier razón»6. En los albores del segundo milenio, el poeta árabe Al-Ma’arri recomendaba no tener hijos para librar a las generaciones futuras de sufrimientos7. Y ya en el siglo XIX nacería el antinatalismo contemporáneo de la mano de Arthur Schopenhauer, autor de cuyo humor ya tenemos noticia8. La visión pesimista del alemán tuvo un discípulo principal en Philipp Mainländer, para quien la humanidad, como toda inteligencia que se desarrolle, sigue una trayectoria determinista hacia una autodisolución que vendrá dada por la comprensión de la desgracia universal que la vida implica. En buena medida, este ideal cósmico supondría una solución a la paradoja de Fermi9:

Su espíritu juzga ahora correctamente la vida, y su voluntad se enardece con este juicio. Ahora lo único que aún llena el corazón es un único anhelo: ser tachado para siempre del gran libro de la vida. Y la voluntad alcanza su meta: la muerte absoluta10.

Según el pensamiento de Mainländer, la única felicidad auténtica se alinea con el comportamiento moral, y este, a su vez, con el irreversible devenir descrito: la comprensión que potencia la voluntad de castidad: «no ser es mejor que ser»11. De hecho, para este autor el universo no sería más que los pedazos rotos de una divinidad anhelante de no ser, en una suerte de descomunal proceso hacia la nada. Está claro que esto puede verse como un particular adelanto de sentido a lo que luego conoceríamos como teoría del Big Bang. Desde la perspectiva humana, esta metafísica explica el sufrimiento y la infelicidad que caracterizarían la vida.

Avanzado el siglo XX se encuentra la más pesimista figura, sutil e irónica, de Cioran, quien es capaz de síntesis constantes y brillantes del asunto. Años antes, Peter Wessel Zapffe12, de modo más poético, nos exhortaba a un autoconocimiento que nos motivase a la infertilidad, y ello con el objetivo de legar a la posteridad el silencio total del mundo. Aquí, el sentimiento de hermandad en el sufrimiento sería, una vez más, el motor del antinatalista. Sin embargo, Zapffe hallaba algunos obstáculos a esta empresa, tales como el apego, el arte, la distracción o el carácter obtuso de nuestra atención, los cuales redundan en un estrechamiento de la conciencia que, de momento, mantendrían a salvo el infortunio que define la vida.

Antinatalismo reloaded

A mis padres, a pesar de que me trajeron a la existencia.

(David Benatar)

Recién estrenado el tercer milenio, como si se quisiese dar razón del progreso hacia la nada que intuía Mainländer, y a despecho de toda la repulsa que provoca mayoritariamente el pesimismo antinatalista, nos encontramos con la obra de David Benatar, que constituye una nueva pretensión de demostrar que la procreación es un acto inmoral. Sus planteamientos están cosechando fama mundial13, y, si bien logra más detractores que adeptos, o quizá por ello mismo, ha conseguido mantener un anonimato que solo nos revela su trabajo como filósofo en la Universidad de Ciudad del Cabo. Sus ideas conforman el más elaborado intento de justificación de la tesis antinatalista.

Benatar comienza su obra capital14, como no podía ser de otra forma, con una dedicatoria a sus padres. En el prefacio admite que su libro no cambiará las inercias reproductivas y sus argumentos serán menospreciados por la mayoría. No le importa: son ideas que deben ser publicadas, más aún si perturban la comodidad de la ortodoxia.

La idea básica que defiende Benatar, que existir comporta graves daños que no se hubieran dado si no se hubiera sido, es bastante clara y sencilla. Su trabajo consistirá en rebatir las objeciones que durante años ha encontrado a esta idea, demostrando que la existencia, lejos de ser un beneficio neto, supone un daño neto al existente. Aquí puede observarse la raigambre utilitarista de su doctrina, que habrá de enfrentarse a las poderosas inclinaciones biológicas que desembocan en una doble indignación ante sus propuestas: indignación por la desvalorización de la vida e indignación por las consecuencias morales que esta desvalorización provoca.

Autodestrucción utilitarista

Es indiscutible afirmar que la presencia de sufrimiento es mala y que la presencia de placer es buena. Sin embargo, esta evaluación simétrica no es tal cuando se aplica a la ausencia de sufrimiento y placer, pues me parece verdadero que la ausencia de dolor es buena, incluso si ese bien no es disfrutado por nadie, mientras que la ausencia de placer no es mala a menos que haya alguien para quien esta ausencia sea una privación.

(David Benatar)

El consecuencialismo es una teoría ética según la cual una acción es buena o mala en función de los resultados que produce. Dentro de esta corriente, el utilitarismo se centra a grandes rasgos en los resultados de felicidad, bienestar y satisfacción para la mayor cantidad de individuos, buscando eludir sus reversos de infelicidad, sufrimiento y dolor. Como bien se ha señalado aquí15, el antinatalismo utilitarista de Benatar tiene como clave de bóveda la idea de la asimetría del placer y el dolor, que puede resumirse de la siguiente manera: hay un deber de no traer sufrimiento a la existencia, pero no hay deber de traer placer a la misma.

Benatar reconoce que la asimetría no es compartida por el utilitarismo positivo, que busca maximizar el placer y por tanto sí lamenta su ausencia incluso cuando nadie ha sido privado de él por no haber sido traído a la vida: «Según su opinión, existe un deber de traer personas a la existencia si esto incrementara la felicidad». Sin embargo, el propio Benatar puntualiza la división que existe en el seno de este utilitarismo positivo entre quienes abogan por incrementar la felicidad de los existentes, que no tienen problema en aceptar la asimetría, y los que defienden un incremento de la felicidad a través de un incremento en la procreación. En otras palabras, los primeros ponen la maximización del placer al servicio de las personas y los segundos ponen a las personas al servicio de la maximización del placer. Esta última visión recuerda a las versiones más controvertidas de la doctrina transhumanista, dispuesta a los mayores sacrificios para la realización de todo el potencial humano a largo plazo16.

¿Podría justificarse la procreación porque ciertos sufrimientos inevitables serán compensados por grandes placeres? Benatar emplea el argumento de Seana Shiffrin para negarlo: no supone un problema moral infligir un daño para evitar otra mayor, como amputar un brazo para evitar la muerte. Sin embargo, sí supone un problema moral amputar un brazo para potenciar una cualidad que nos hará más felices. Y como subraya Benatar, si bien podemos obtener consentimiento para el segundo caso, no podemos obtenerlo del no existente.

El argumento antifrustracionista de Christoph Fehige también concuerda con la postura antiprocreación: no tener preferencias es tan bueno como verlas satisfechas, y lo único malo es verlas frustradas. Si, como dejó escrito lord Tennyson, «es mejor ser amado y abandonado que no haber sido amado en absoluto», podría deducirse que es mejor nacer, disfrutar y sufrir hasta la muerte final que no haber existido. Para Benatar esta comparación es errónea al no tratarse de situaciones equivalentes: el que vive sin amor vive, de hecho, una mala vida, precisamente por estar vivo. El que no ha nacido no experimenta nada. Muchas personas disfrutan la vida y se sienten agradecidas de estar vivas, pero esto no implica que existir sea mejor que no haber existido:

porque si uno no hubiera existido, nadie habría perdido la alegría de disfrutar esa vida y por lo tanto la ausencia de esa alegría no sería algo malo. Ha de notarse, por contraste, que sí tiene sentido lamentar venir a la existencia si uno no disfruta su vida.

Más razones para el pesimismo

Cuanto peor es una vida, mayor es el daño de ser traído a la existencia. Argumentaré, sin embargo, que incluso las mejores vidas son muy malas, y por lo tanto ser traído a la existencia es siempre un daño considerable.

(David Benatar)

La asimetría del placer y el dolor no nos informa de las dimensiones del perjuicio, y Benatar se entretiene en describir la fatal distribución del sufrimiento a lo largo de la vida. Ocurre, sin embargo, que una importante proporción de seres humanos evalúa su vida como buena. En respuesta, el autor se basa en recientes estudios psicológicos que apuntan a una serie de tendencias que disparan nuestro optimismo y que ponen en duda el carácter fidedigno de tales evaluaciones subjetivas:

  1. a) El principio de Pollyana describe una tendencia hacia el optimismo que nos lleva a recordar lo bueno por encima de lo malo, lo cual influye además en nuestras proyecciones de felicidad futuras. Como efecto derivado, este principio provoca que la mayoría de las personas crean ser mejores que las demás, lo cual es objetivamente imposible. Ni siquiera el grado real de salud o riqueza parecen ajustarse bien al optimismo exhibido.
  1. b) El fenómeno de la habituación nos lleva a adaptar las expectativas cuando los niveles de bienestar descienden de manera considerable. Así, tras un período de insatisfacción, tendemos a experimentar el mismo optimismo que antes de la caída.
  1. c) El fenómeno de la comparación provoca que juzguemos nuestra vida como mejor que la de los otros en su mayoría.

¿A qué se deben estas tendencias psicológicas hacia el optimismo? Se deben a lo que somos, un producto de la evolución:

Los fenómenos psicológicos expuestos no sorprenden desde una perspectiva evolucionista. Militan contra el suicidio y a favor de la reproducción17. Si nuestras vidas son tan malas como venimos apuntando, y si las personas tendiesen a evaluar la calidad de sus vidas tal cual es, muchos más se inclinarían a matarse a sí mismos, o al menos a no producir más tales vidas. El pesimismo, por tanto, no tiende a ser seleccionado naturalmente.

Para los optimistas, el pesimismo que expone Benatar parece el resultado del «lamento autocompasivo de un debilucho existencial»; para los pesimistas, como apuntó Schopenhauer, el optimismo se asemeja a «una burla perversa de los indecibles sufrimientos de la humanidad». Quien trae vida al mundo «juega a la ruleta rusa con una pistola completamente cargada, aunque, por supuesto, no sobre su propia cabeza, sino sobre la cabeza de su descendencia».

Población cero

Para la cuestión de la población, Benatar tiene una respuesta que no es difícil adivinar: el horizonte ideal es cero. ¿Cómo no lamentar la extinción? Aunque para la mayoría de las personas resulta una conclusión insoportable, lo mejor sería la extinción humana (y animal) cuanto antes. La extinción total ocurrirá tarde o temprano. En este sentido, el antinatalista puede ser optimista. Sostener la extinción activa, a favor de la muerte, conduce a una serie de problemas morales obvios, problemas que no afronta la extinción pasiva, alcanzada mediante la ausencia de procreación.

El gran problema de la extinción pasiva es el sufrimiento que comporta para la última generación, desprovista de toda proyección de futuro, y habitante en una sociedad sin duda más disfuncional de lo acostumbrado. Benatar exhibe su utilitarismo más descarnado al afirmar que ese sufrimiento de la última generación será compensado por el ahorro del daño a las innumerables venideras.

Un razonamiento contraintuitivo

Cuando uno tiene un argumento poderoso, basado en premisas altamente plausibles, para una conclusión que implica reducir el sufrimiento sin privárselo, de hecho, a nadie, pero que es rechazado simplemente por características psicológicas primarias que comprometen nuestro juicio, entonces el carácter contraintuitivo de la conclusión no cuenta contra ella.

(David Benatar)

Benatar considera altamente improbable que su posición antinatalista acabe imperando en las conciencias. El pesimismo no es bien recibido, en virtud de los mecanismos psicológicos descritos, que demandan mensajes positivos: «Ellos quieren escuchar que las cosas son mejores de lo que piensan, no peores». Los argumentos pesimistas son recibidos con impaciencia y condena, considerados autoindulgentes, débiles, cuando no achacados a patologías depresivas. Estamos vivos y no sirve de ayuda revolcarnos en una lúgubre autocompasión. Debemos centrarnos en el lado maravilloso de las cosas, disfrutar, hacer lo máximo que podamos, bendecir este don. Pero lo cierto es que no podemos dejarnos intimidar por el optimismo, solo porque sea una visión alegre, del mismo modo que el pesimismo no lleva razón por ser triste. Lo que importa es la evidencia. El problema se resume en que es mejor vivir con optimismo, pero ello nos aleja de hacer lo correcto: no tener hijos. En cambio, es importante resaltar que el antinatalismo no justifica el suicidio:

Sin embargo, la opinión de que venir a la existencia es siempre un daño no implica que la muerte sea mejor que continuar existiendo, y por tanto que el suicidio sea (siempre) deseable. La vida puede ser suficientemente mala como para ser mejor no venir a la existencia, pero no tan mala como para que sea mejor cesar de existir.

El no existente no tiene ningún interés en venir a la existencia, y evitar un solo daño es suficiente para explicar este desinterés, pero el existente puede tener interés en continuar existiendo, por encima de la cantidad de sufrimiento que caracterice su vida. La propia muerte ya es percibida como un gran daño, quizá el mayor.

El antinatalismo de Benatar es una suerte de filantropía. Entiende la misantropía que se puede derivar del inconcebible sufrimiento que ha infligido la especie humana, pero su visión toma mayor perspectiva: es la compasión por el sufrimiento humano, y por el de toda vida sintiente, lo que le ha llevado a enarbolar esta contraintuitiva doctrina.

(Continuará)


Notas

(1) Emil Cioran, Del inconveniente de haber nacido, Madrid, Taurus, 1998, p. 7.

(2) «The global fertility crisis is worse than you think», Jesús Fernández-Villaverde, The Spectator, 17/08/2024, (Consultado: 19/09/2024).

(3) Arthur Schopenhauer, Studies in Pessimism, The Pennsylvania State University, 2005. Traducción propia al español, p. 7.

(4) Albert Camus, El mito de Sísifo, Madrid, Alianza, 1995, p. 15.

(5) Casiodoro de Reina, Biblia del Oso, Santafé de Bogotá, Colombia Para Cristo, 1996, p. 471.

(6) Sófocles, Edipo en Colono, Madrid, Gredos, 1981, p. 559.

(7) «al Ma’arri», Encyclopedia Britannica (consultado: 24/11/2021).

(8) «Schopenhauer: más Johanna y menos Arthur», Pilar Gómez Rodríguez, Jot Down, 01/02/2022 (Consultado: 19/09/2024).

(9) «La paradoja de Fermi», Juan José Gómez Cadenas, Jot Down, 14/11/2012, (Consultado: 19/09/2024).

(10) Philipp Mainländer, Filosofía de la redención, Madrid, Ediciones Xorki, 2014, p. 325.

(11) Idem, p. 229

(12) Peter Wessel Zapffe (1933), «Den sidste Messias», Janus, 9.

(13) «Así piensa el filósofo más pesimista del mundo: ‘Vivir es terrible, pero la muerte es aún peor’», Gonzalo Suárez, El Mundo, 14/02/2022, (consultado: 23/05/2022).

(14) David Benatar, Better Never to Have Been, Nueva York, Oxford University Press, 2006. Traducciones propias al español.

(15) «El dilema de la procreación: ¿debemos traer nuevas vidas al mundo?», Hipólito Ledesma, Jot Down, 15/09/2024, (Consultado: 19/09/2024).

(16) Phil Torres, «Against Longtermism», Aeon, 19/10/2021,  (consultado: 26/11/2021).

(17) En este sentido, resulta pertinente llamar la atención sobre la teoría evolucionista del suicidio de C. A. Soper, que postula defensas de primera línea, como el autoengaño, y de última, como la depresión y otras enfermedades mentales, frente al suicidio (C. A. Soper, The Evolution of Suicide, Cham, Springer, 2018).

SUSCRIPCIÓN MENSUAL

5mes
Ayudas a mantener Jot Down independiente
Acceso gratuito a libros y revistas en PDF
Descarga los artículos en PDF
Guarda tus artículos favoritos
Navegación rápida y sin publicidad
 
 

SUSCRIPCIÓN ANUAL

35año
Ayudas a mantener Jot Down independiente
Acceso gratuito a libros y revistas en PDF
Descarga los artículos en PDF
Guarda tus artículos favoritos
Navegación rápida y sin publicidad
 
 

SUSCRIPCIÓN ANUAL + FILMIN

85año
Ayudas a mantener Jot Down independiente
1 AÑO DE FILMIN
Acceso gratuito a libros y revistas en PDF
Descarga los artículos en PDF
Guarda tus artículos favoritos
Navegación rápida y sin publicidad
 

Un comentario

  1. Cuando ciertos “ciudadanos ilustrados” determinan que les supone mayores ventajas follar para divertirse en vez de follar para reproducirse, estos engreídos animales, al calor de la miríada de pensadores profesionales en buena parte citados en el presente panfleto, lo que aspiran es a convertirse en diosecillos, un estrato superior y poco sustantivo en la escala de la vida.
    Claro que a veces descartan practicar el coito lúdico para dedicarse a la estimulante práctica de hacerse pajas mentales.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*


Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.