‘The Young Ones’: JASP (Jóvenes Aunque Sobradamente Pirados)

Un punk ultraviolento con cuatro estrellas metálicas clavadas en la frente: Vyvyan (Adrian Edmonson). Un hippy pesimista con tendencias suicidas y maltratado por todo el mundo: Neil (Nigel Planer). Un anarquista-leninista-trotskista-revolucionario radical y fan de Cliff Richard autoproclamado «el poeta del pueblo»: Rick (Rik Mayall). Un presunto ligón que en realidad comparte cama con una muñeca hinchable, que insiste en ser llamado «el enrollado» y que tiene como objetivo epatar: Mike (Christopher Ryan). El casero, un tarado que se hace pasar por ruso para parecer más sofisticado y que con mucha frecuencia afirma ser su propio hijo, hermano o primo: Jerzei Balowski (Alexei Sayle).

Todos los que vimos The Young Ones (Els joves en Cataluña, Os novos en Galicia, Gazteak en el País Vasco) quisimos llegar cuanto antes a la universidad para compartir piso, deseando que nuestra vida fuera como la descrita en esa serie. Y es que no hay nada mejor, cuando el ayuntamiento te anuncia que va a demoler tu casa, que adelantarte a ellos empezando a derribarla tú mismo. O que caiga una bomba atómica a través del tejado de tu casa y, como no ha explotado, llames a Margaret Thatcher para hacerle chantaje y amenaces con detonarla si no hace algo en favor de los niños esa misma tarde. O que, mientras tu compañero de piso parece embarazado (sí, embarazado), tengas que quemar todo el mobiliario para entrar en calor porque no tienes dinero para pagar la calefacción. O servirles nieve a tus amigos diciéndoles que es arroz, y si se quejan porque está frío y preguntan si no es nieve en lugar de arroz digas que si está frío es porque han tardado mucho en sentarse a la mesa. O no lavar el baño porque entonces perdería todo su encanto. O que os inviten a un concurso interuniversitario de preguntas y respuestas, que lleguéis al mismo con dos semanas de retraso, que el bando contrario esté formado por Hugh Laurie, Stephen Fry, Emma Thompson y Ben Elton y que te ganen simplemente porque ellos son unos pijos de una universidad muy pija y pueden sobornar al presentador. Tampoco es moco de pavo que en tu día a día (por la calle cuando vas a la lavandería, en una fiesta que montas en casa, en el baño de tu casa…) te encuentres con bandas tocando en directo, como Dexys Midnight Runners, Motörhead, The Damned o Madness y puedas improvisar una rolling-disco en tu dormitorio. 

Pero al mismo tiempo nos preguntábamos quién era ese Cliff Richard con el que tanto bromeaban, por qué llamaban siempre fascista a Margaret Thatcher (que para nosotros, jóvenes inocentes, era solamente una política inglesa con un peinado digno de un anuncio de laca fijadora), por qué Rick se enfadaba cuando se enteraba de que (en pleno apartheid) las lentejas que estaba cocinando Neil eran sudafricanas, a qué respondía eso de mostrar los dedos índice y corazón en lugar de levantar el anular… y pese a que no entendíamos la mitad de las bromas y referencias, nuestra fascinación era absoluta. Y es que cada episodio garantizaba media hora de golpes, gags surrealistas, insultos, astracanadas, burlas, caídas, personajes muy locos, situaciones absurdas… y una larga colección de frases míticas que recordaremos toda la vida y que repetiremos incansablemente a la mínima oportunidad. Y cada vez que lo hagamos nos vendrán a la cabeza esos estudiantes descerebrados y no podremos evitar sonreír y decirnos: «Un día de estos tengo que ver otra vez los doce episodios de The Young Ones».