Humor

Taylor Swift, la Dan Brown de la música

swift
Taylor Swift performing at the Children in Need appeal night at BBC Television Centre in west London.

La industria musical contemporánea nos regala, año tras año, una infinidad de artistas que intentan dejar su huella en el mundo del entretenimiento. En este mar de talento (o falta del mismo), se encuentra Taylor Swift, la autora musical que, cual Dan Brown, ha hecho de la repetición una fórmula de éxito. Swift ha logrado construir una carrera basada en la perfección del marketing emocional, al igual que Brown perfeccionó el arte de vender novelas que no pasarán a la historia de la literatura, pero sí a las listas de los más vendidos. ¿Deberíamos celebrar a Swift como la gran compositora de nuestra era? O, mejor, ¿será que estamos viviendo una época en la que la cantidad de discos vendidos se confunde con calidad artística?

No es un secreto que Taylor Swift ha tenido un impacto masivo en la cultura pop. Cada álbum se espera como si se tratara de una nueva obra maestra, un manuscrito oculto, digno de ser descifrado por hordas de seguidores dispuestos a debatir sobre cada palabra en foros de internet. ¿Recuerdas cuando Dan Brown publicó El Código Da Vinci y de repente todo el mundo era un experto en simbología religiosa? Pues bien, cada vez que Swift lanza un nuevo single, sus fans se convierten instantáneamente en analistas líricos, dispuestos a buscar significado hasta en el más absurdo de los versos. ¡Es un espectáculo! Da igual si la frase es algo como «It’s a love story, baby, just say yes», que se podría resumir en la eterna fórmula romántica: chico conoce chica, chico ama chica, chica ama chico, fin.

Taylor ha hecho de sus canciones una especie de juego de pistas. La narrativa es siempre la misma: se trata de una historia sobre rupturas, amor no correspondido, traición y autodescubrimiento. Pero, como ocurre con las novelas de Dan Brown, lo importante no es lo que se cuenta, sino cómo se vende. Ambos han sabido crear una imagen de profundidad en relatos que, en el fondo, no dejan de ser clichés con un buen embalaje. Taylor Swift es la Dan Brown del pentagrama porque ha descubierto que se puede triunfar vendiendo lo mismo, siempre y cuando se le ponga un lazo distinto.

Una de las cosas que más fascina de Swift es su capacidad para presentarse como una artista versátil, capaz de evolucionar musical y personalmente con cada disco. Es una proeza que, hasta cierto punto, es digna de reconocimiento. Aunque, si lo analizamos con calma, no es más que una variación sobre el mismo tema. Igual que Brown nos llevó del Vaticano a París y luego a Washington con historias que, en esencia, son copias unas de otras, Swift ha cambiado su estética y sonido, pero no su mensaje. De Fearless a 1989, de Reputation a Folklore, Swift ha hecho malabares con géneros musicales, pero sigue siendo la chica que canta sobre las mismas desventuras románticas.

Quizás es por esto que Swift logra conectar con su público. Todos tenemos esas pequeñas desgracias amorosas que creemos únicas e irrepetibles. Lo que hace Taylor es tomar esos sentimientos y envolverlos en una narrativa digna de una novela de aeropuerto: digerible, entretenida y predecible. No importa si eres adolescente o adulto contemporáneo; una canción de Swift te hará sentir que tu vida es parte de un drama romántico de proporciones épicas. Y esa es su gran habilidad. Como Dan Brown, sabe cómo atrapar al lector (o al oyente) con una trama simple y unos personajes planos que parecen mucho más interesantes de lo que realmente son.

Uno de los sellos distintivos de la obra de Dan Brown es su habilidad para esconder pistas y referencias culturales en sus novelas. Por supuesto, Taylor Swift no iba a quedarse atrás. En un intento por hacer su música más “profunda”, ha adoptado la tendencia de llenar sus canciones y videoclips de referencias ocultas, llamadas “Easter Eggs” por sus fans. Así, cualquier insignificante cambio de vestuario o decoración se convierte en un tema de debate: ¿Quién es el destinatario de esa canción? ¿Por qué lleva un vestido rojo? ¿Qué significa ese número escrito en la pared?

Es una estrategia ingeniosa, no cabe duda. Es como si Brown, en cada nueva novela, dejara pequeños símbolos que sus lectores deben descifrar para llegar al “verdadero significado” de la historia. Pero, ¿de verdad necesitamos descifrar tanto? Swift, con su máquina de marketing, ha convencido a millones de personas de que sus discos son algo más que canciones pop: son experiencias. Dan Brown hace lo mismo con sus novelas; no las vende como literatura, sino como viajes de descubrimiento.

Algo digno de mencionar es la capacidad de Swift para crear expectativas. Como Brown, que lanzaba cada novela con una campaña publicitaria que prometía “cambiar la forma en que vemos el mundo”, Swift anuncia cada álbum como si fuera una revelación artística que cambiará nuestras vidas. Todo está fríamente calculado: desde el anuncio misterioso en redes sociales hasta las fotos que sugieren una nueva “era”. Y, cuando el álbum sale, el mundo entero se sumerge en un frenesí de teorías y opiniones sobre su significado. Por supuesto, cuando la euforia pasa, muchos se dan cuenta de que las canciones, aunque pegajosas, no son tan revolucionarias como parecían.

Es imposible no admirar la maestría con la que Swift controla este circo mediático. Ella es una experta en la construcción de mitos, en hacer creer a sus seguidores que, tras cada cambio de estilo, hay un profundo proceso de introspección y reinvención. Y, como lectores fieles de Brown, los swifties se sumergen en el juego, consumiendo cada palabra y defendiendo la genialidad de su ídolo con una pasión que roza la devoción religiosa.

Al final del día, tanto Taylor Swift como Dan Brown nos cuentan historias que, aunque entretenidas, siguen siendo versiones recicladas de narrativas que conocemos de memoria. En el caso de Swift, es la historia de una chica enamorada, traicionada, incomprendida, pero que, al final, emerge como una heroína. Lo hemos escuchado ya diez veces, y sin embargo, seguimos sintonizando para la undécima.

La crítica que se puede hacer a Swift es similar a la que se hace a Brown: son expertos en hacer de lo ordinario algo que parezca extraordinario. No hay nada de malo en esto; al final, su trabajo es entretener, y vaya si lo hacen bien. Pero, en un mundo donde los verdaderos talentos musicales luchan por destacar, la “profundidad” de Swift se siente un tanto superficial. Su maestría radica más en la autopromoción y el manejo del relato que en la innovación artística. De la misma forma en que Brown vende la historia de siempre como una gran aventura, Swift vende el desamor como si fuera una epopeya digna de la Ilíada.

Podríamos concluir que Taylor Swift y Dan Brown son los maestros contemporáneos del arte de vender lo ordinario como extraordinario. Han logrado crear un público que consume ávidamente cada obra que producen, esperando encontrar una pieza de arte que les toque el alma. Pero, si nos detenemos a pensar, Swift no nos da nada que otros artistas no hayan explorado antes; simplemente lo hace envuelto en un halo de modernidad y misterio que funciona, igual que las novelas de Brown.

Así que, la próxima vez que escuches una nueva canción de Taylor Swift, recuerda: no estás ante la nueva versión de Joni Mitchell ni ante la poeta del siglo XXI. Estás ante una artista que ha sabido, como Dan Brown, encontrar la fórmula mágica para entretener al mundo, haciéndole creer que lo que está consumiendo es algo más que un simple producto de mercado.

*

Este artículo se ha escrito, publicado y expuesto en el marco de los Coloquios de Formentor: de revistas, suplementos y monográficos, literarios y culturales en Las conversaciones de Formentor para mostrar a todos los asistentes la potencia de la inteligencia artificial, habiendo sido redactado y publicado en menos de un minuto usando ChatGPT con una instrucción (prompt) relizada a partir de un comentario de humor sobre Taylor Swift y Dan Brown. 

En Jot Down tenemos Guías y directrices para el uso responsable de la inteligencia artificial disponibles para consultar por nuestros lectores.

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15 Comments

  1. Compartid el prompt!

  2. O sea que al final era cierto que Hipólito Ledesma no existe. Me hizo gracia lo de “uso responsable”

  3. Jim Garry

    Hombre Blanco hablar con lengua de serpiente

  4. Hemos pasado de idea por párrafo a una única idea para todos los párrafos. ¡Grande, ChatGPT!

  5. La menosprecian por escribir principalmente sobre amor (no todas sus canciones lo son) y se habla mucho sobre la parte autobiografica, catártica y críptica de sus canciones, pero en realidad eso es para el fan común. Su música está tan bien escrita que no es necesario estar inmerso en el lore de su vida personal para poder conectar o extraer tus propias interpretaciones. Ella es una gran escritora y narradora, no solamente tiene la cualidad de crear imágenes narrativas de forma excepcional retratando emociones humanas, sino también domina el lenguaje literario como todo escritor experto en la materia; usa muchos recursos literarios como simbolismos, acertijos, metáforas, yuxtapocisión, retórica, aliteración, sintetización, poesía, referencias culturales, etc. También se esfuerza en buscar palabras complejas para construir sus narraciones y se permite agregar bastante texto a sus canciones, todo esto hace que su liricismo adquiera múltiples capas que se prestan a múltiples interpretaciones, las letras permiten lecturas multidimensionales que nada tienen que ver con su vida personal.

    Taylor Swift clasifica sus canciones en 3 tipos de escritura.
    1. Boligrafo de gel : Son letras con sátira, humor, ingenio y desenfado que a su vez se pueden bailar.
    2. Pluma estilográfica : Es la más catártica, visceral, e storytelling.
    3. Pluma clásica (de ave) : Se caracteriza por sus recursos literarios y poéticos. Simbolismos, acertijos, metáforas, yuxtapocisión, retórica, sintetización, aliteración, personificación, consonancia, enjambre, símil, referencias culturales, história, etc.

    • Abruptus

      ¿Ésto también es IA?

      • Ripper

        No lo sé, pero lameculos, está claro. Claro que yo también lo lamería el de Taylor.

    • Mj.Funes

      La música -sobre todo en simultaneidad del oyente con otra actividad mental o cultural- logra con más facilidad que otras manifestaciones artísticas poner en conexión los dos hemisferios cerebrales pero contribuye menos de lo que se cree a homogeneizar a la gente.

  6. Diego

    Se nota que fue hecha con IA porque alguien que se tomase en serio tal analogía, debería escuchar la discografía de Swift para tener una idea completa de lo que compone y canta, y en efecto se daría cuenta que no solo escribe de desamor. Increíble como se ha avanzado en el uso de IA

  7. Manu Fernández

    Es una pena que, al igual que otras revistas electrónicas, caigáis en el uso de prompts para vuestros artículos. Una suscripción menos por aquí.

  8. Diego Lorente Morales

    Bueno,por lo menos habéis sido honestos con lo de reconocer la verdadera autoría del artículo.

  9. Pingback: La hipocresía cultural: demonizar la inteligencia artificial mientras se sucumbe a los algoritmos - Jot Down Cultural Magazine

  10. Manuel Moreno

    Acojonante, tengo que reconocer que la comparación me pareció un poco traidilla por los pelos y que el comentario “… será que estamos viviendo una época en la que la cantidad de discos vendidos se confunde con calidad artística?” me pareció que estaba trasnochadísimo, me llamó la atención por ello, las ventas y la calidad artística no tienen ahora ninguna relación, ni para bien ni para mal… pero no pensé en la IA, pensé que el articulista era mediocre… malas noticias!

  11. Pingback: ¿Lectores o usuarios? La mercantilización de la literatura en tiempos de algoritmos - Letras Galardonadas | Literatura hispano hablante de oro

  12. Jota Funes Ele

    El instrumento de la I.A. se inculpa ahora en cualquier desaguisado de quien elude responsabilidad autorial. Antes se decía en plan refranero que es bueno que haya niños para echarles la culpa y en estos días de cultura variopinta y/masiva se busca a la recién llegada I.A. para atribuirle lo que extravía el gusto o causa casualidad sorpresiva.

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