La RAE tiene en su página web una sección que se llama «Dudas rápidas», esta denominación no parece referirse a la velocidad con la que las dudas atraviesan nuestra mente ni a la celeridad con la que las responde la institución, sino a que allí se resuelven «de forma concisa algunas de las dudas más frecuentes planteadas por los hispanohablantes», según se explica someramente en la bienvenida de esta utilidad de la Academia.
Así pues, las dudas que se tratan en ese redil lo que son es frecuentes y las que son rápidas, por concisas, son las respuestas. Aclarado este punto, vemos que una duda frecuente que les ronda la cabeza a los hispanohablantes —las hispanohablantes deben de estar a otras cosas—, y así se lo hacen saber plateándoselo con frecuencia a la Academia, es si es correcto el uso de subir arriba. La Academia por su parte responde de forma rápida y concisa:
Sí, se considera válido. A pesar de que construcciones como «subir arriba», «bajar abajo», «entrar dentro» o «salir fuera» pueden resultar redundantes, la información que aportan los adverbios suele ser necesaria, por lo que en el contexto adecuado se pueden considerar construcciones válidas: «Cuando subas arriba, llévate la almohada».
Respuesta concisa y contradictoria, como veremos, porque ese ambiguo e impersonal «pueden resultar redundantes», por lo que sea, esconde siglos de prescripción de la propia institución que se ha encargado de indicar que estas construcciones son redundantes, lo que seguramente ha contribuido a que estas construcciones puedan resultar redundantes. Y no solo lo ha hecho en épocas más reaccionarias, lingüísticamente hablando, sino que en la actual Nueva gramática de la lengua, de marcado carácter descriptivo, dice que ese tipo de expresiones, perdón por la redundancia, son redundantes:
30.5u Son redundantes expresiones como «salir afuera» o «subir arriba» , donde los adverbios subrayados expresan destino, no dirección. Estas combinaciones ya se documentan en la lengua clásica:
Las salidas de los mutilos o çapatas salgan afuera tanto como la quarta parte de la altura (Urrea, M., Arquitectura); ¿Sobisteis arriba los barriles, los presutos y quesos? (Delicado, Lozana).
Es mayor el grado de redundancia cuando se indica dirección, como en «subir hacia arriba» . Los adverbios «afuera» y «adentro» han dado lugar a dos sustantivos plurales, uno femenino (las afueras) y el otro masculino (los adentros), el último usado más frecuentemente con posesivos: «Mascullaba para sus adentros, avergonzado» (Allende, Retrato).
Nueva gramática de la lengua española [en línea],
Aunque hay que reconocer que la docta academia ha rebajado el tono, la condescendencia y la retranca gastados en otros tiempos a la hora de señalar el vicio de cometer pleonasmo, como en esta edición de 1870 de la Gramática de la lengua castellana de la Academia española:
Este fenómeno de la redundancia ya era censurado desde la época de la retórica clásica y ha llenado páginas del bien escribir y bien hablar, intentando establecer una especie de peso exacto de las palabras para que sean consideradas correctas. En esa búsqueda del precio justo de las palabras por parte de los estudiosos se suele considerar el concepto de pleonasmo como figura expresiva, por tanto podría estar bien considerado, y el de redundancia referido al uso de palabras innecesarias y, por tanto, al «mal uso de la lengua». Así, se suelen señalar una serie de casos tópicos como redundancias de las malas entre las que se encuentra subir arriba y sus compañeros de fatiga bajar abajo, meter adentro, sacar afuera y análogas acciones de movimientos que en teoría llevan ya toda la información necesaria para ser entendidas sin añadir nada más sin caer en el vicio. Todo mal, porque si ya es cuestionable establecer reglas de corrección —o validez— en aspectos gramaticales, más lo es en casos en los que, como bien indica la RAE en su respuesta concisa, juega un papel importante el contexto, además de otros elementos que veremos.
Es evidente que en Jot Down no somos especialmente competentes en economía lingüística —ni en economía en general—, «mientras haya sitio» se podría considerar una medida respecto a la extensión de nuestras necesidades expresivas y, por tanto, no es de esperar que vayamos a defender aquí cómo rebañar frases, echar agua al bote de los pronombres, guardar adverbios bajo el colchón y otras formas de ahorrar palabras sin otro motivo que perseguir un presunto minimalismo inalcanzable. Si nos parásemos a hacer una criba consciente, nos sorprendería la cantidad de palabras redundantes que pronunciamos en castellano, una lengua con un sistema pronominal nada económico. En esta casa y en este caso simplemente vamos a extendernos de forma redundante sobre la respuesta concisa de la Academia y preguntarnos qué ha hecho por nosotros la RAE.
Veíamos en el extracto de la Nueva gramática de la lengua española un apunte sobre un aspecto a tener en cuenta respecto al caso subir arriba: la diferencia entre dirección y destino. En el caso de la dirección parece evidente que es redundante indicar que subimos hacia arriba (una escalera, por ejemplo), pero en el caso del destino el adverbio que añadimos (arriba, abajo, etc.) funciona como complemento de lugar y añade información. Así, en el ejemplo utilizado por la RAE en su respuesta concisa (Cuando subas arriba, llévate la almohada) arriba no indica la dirección, sino que señala un destino que, en un determinado contexto, hace referencia a un lugar conocido por los interlocutores.
En el ejemplo usado el referente puede ser la planta alta de una casa y, en otros casos, una cima (Vamos preparadas para subir arriba), un sótano (Baja todos los trastos abajo), una población que se considera arriba o abajo respecto al punto en el que se habla sin que necesariamente lo esté por altitud sobre el mar, sino porque así lo han convenido tácitamente los interlocutores, un comercio en la misma manzana de una vivienda, un punto más alto o más bajo de un trayecto ya iniciado (Ya que hemos llegado aquí, subimos arriba), etc. ¿Se podrían entender estas frases sin utilizar el adverbio? Quizás, pero desde luego es más expresivo y natural hacerlo y en algunos casos necesario. Como vemos, hay una gradación del nivel de redundancia y, en cualquier caso, sería inapropiado calificar como incorrectas o no válidas este tipo de construcciones.
La Nueva gramática considera redundantes tanto los casos de destino, que acabamos de ver, como los de dirección, aunque a estos últimos les puntúa con «un mayor grado de redundancia», pero incluso en estos últimos es cuestionable el daño que puede hacer una palabra de más:
«Con estos pensamientos y deseos, subieron una cuesta arriba*, desde la cual descubrieron su aldea, la cual vista de Sancho, se hincó de rodillas y dijo:
—Abre los ojos deseada patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza tu hijo (…). Abre los brazos y recibe también tu hijo don Quijote, que, si viene vencido de los brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo, que, según él me ha dicho, es el mayor vencimiento que desearse puede»
(Don Quijote de la Mancha, Parte II, cap. LXXII Miguel de Cervantes)
(*Cuesta arriba es un grupo adverbial en el que el primer elemento designa un trayecto y el segundo una dirección).
Una vez utilizado el argumento de autoridad con el ejemplo anterior, queda todo dicho.
Incluso en el caso de ser absolutamente innecesario el uso de alguna palabra sería incorrecto calificarlo de incorrecto, valga la redundancia. Se trataría más bien de hacer una valoración de estilo que corresponde en todo caso a niveles de lenguaje específicos, es decir, tal vez sería más adecuado juzgar los excesos del lenguaje elaborado que los del uso espontáneo; en sentido contrario al establecido, que considera el pleonasmo una licencia estética literaria y la redundancia un vicio del lenguaje común.
«En un contexto adecuado», como bien dice la RAE, toda expresión puede tener su validez y razón de ser para las personas humanas, porque, aunque hayamos oído mil veces que todas las personas son humanas, sabemos que las hay deshumanizadas o que se caracterizan por mostrar rasgos inhumanos y esta expresión, en un determinado contexto, puede servirnos para definir a aquellas que conservan su integridad y naturaleza.
El problema de las respuestas de la RAE, tanto en «Dudas rápidas» como en la Nueva gramática de la lengua española, es la propia concisión. El espacio dedicado es reducido por lógica, aunque los académicos responsables tienen estudios más extensos sobre el tema del pleonasmo y la redundancia que arrojan respuestas más lentas, por reflexivas, y menos contundentes que las que exigen las personas que dirigen sus preguntas a la Academia.
«una duda frecuente que les ronda la cabeza a los hispanohablantes —las hispanohablantes deben de estar a otras cosas—»
Qué fácil es criticar a los demás, encima por una cuestión sin sentido. Por suerte la autora tampoco sigue mucho su consejo:
«En esa búsqueda del precio justo de las palabras por parte de *los estudiosos*»
«preguntarnos qué ha hecho por *nosotros* la RAE.»
«*los académicos* responsables tienen estudios más extensos sobre el tema del pleonasmo «
Gracias por poner en palabras lo que yo mismo pensaba al leer el texto.
Será que la autora es una «miembra» de ese feminismo militante que no se da cuenta de que retorciendo o duplicando el lenguaje lo que consiguen es entorpecer la comunicación.
Y que su mensaje, que podría tener miga, se pierda en disquisiciones sin sentido.
Quizás es que la RAE es una Real Academia con pretensión oficial y universal, y ésto es un artículo en jot down.
De las cosas que ha hecho la RAE una de las que más fastidio me da es que le hayan quitado el tilde a guión. Con lo bonito que era.
Y luego está lo de subir a Santander y bajar a Sevilla