Por su naturaleza, los diarios son reflejos de los días, sus afanes y sucesos, fijaciones de lo coyuntural que huye, flor de un día salvada entre las páginas de un libro. Pero ese mismo carácter fugaz con voluntad de regreso (primero se escribe para leer o que otros lean, después) se presta a lo permanente, a la duración. Y lo que se prolonga en el tiempo permite ser seleccionado y ordenado de otra manera. Lo hemos constatado este año en la reordenación de dos de los ciclos diarísticos que se vienen escribiendo desde hace años en España.
En primer lugar, por su primacía y extensión (en 2025 saldrá la vigesimoquinta entrega), los diarios de Andrés Trapiello. Si el leonés residente desde hace décadas en Madrid (con una embajada permanente en el campo extremeño) situó desde el principio sus diarios en el ámbito de la ficción, llamando a ese proyecto «una novela en marcha», ahora esa marcha se detiene un momento hasta que llegue el siguiente tomo y se recapitula en forma de una antología, titulada Fractal. Contrasta la concisión del título con la frecuente profusión verbal (y misteriosa casi siempre) de los títulos de los que parte: Locuras sin fundamento, El fanal hialino, Los caballeros del punto fijo, Los hemisferios de Magdeburgo… Concisión y precisión, porque eso es en lo que consiste un fractal, «objeto geométrico en el que una misma estructura, fragmentada o aparentemente irregular, se repite a diferentes escalas y tamaños» (según el Diccionario de la Lengua Española).
En este Fractal que publica Alianza hallamos, seleccionadas por otras personas y con la intervención última del propio Trapiello, todas las líneas argumentales de esa novela en marcha: las visitas al Rastro, las estancias bucólicas en Las Viñas, los viajes, las conferencias por toda España (tan proclives a la sátira y el aguafuerte)… Es un aperitivo con trazas de banquete que puede lanzar a muchos a sumergirse, a través de este mapa, en la obra a tamaño natural (que se anuncia que irá reeditando Alianza, tras haber visto la primera luz en Pre-Textos y posteriormente, en ediciones de bolsillo, en Destino o Booket, la colección de estas características del Grupo Planeta).
Trapiello anota en unos cuadernos que más tarde, en periodos que oscilan entre el lustro y el decenio, salen elaborados, corregidos, convertidos en una narración adictiva y muy gratificante en la mejor prosa española. Se pueden, efectivamente, leer como novela, con un narrador inconfundible que no se corta ni en lanzar vitriolo cuando cree que lo merece (pero con menos crueldad de la que algunos le atribuyen) y en componer páginas de una belleza y una melancolía, a veces juntas, que resultan memorables.
Si Trapiello ha señalado que sus diarios son una obra de ficción realizada con mimbres de la vida cotidiana, el gaditano José Manuel Benítez Ariza, autor de varios tomos de diarios, hace ahora algo parecido, salvando todas las distancias. Benítez Ariza es, como Trapiello, autor en diferentes géneros (de la novela al ensayo, de la poesía al articulismo). Seis tomos de diarios había publicado hasta la fecha. Ahora ha sacado en Polibea (más de ochocientas páginas, como los volúmenes más extensos de Trapiello) Año sabático, o la novela de un ocioso.
Tiene la particularidad Año sabático de reunir ocho tomos de diario que permanecían inéditos en formato papel (sí habían conocido las pantallas de su blog), pero barajando las entradas como si fueran naipes para obtener una mejor baza. En la contracubierta leemos estas instrucciones de uso o aviso a navegantes: «Una posible fórmula para urdir una narración autobiográfica: reorganiza tus diarios y pon en valor las tramas que encuentres en ellos, o invéntalas a partir de los meros sucesos, que por sí solos son nada. Lo que salga ¿será diario o novela? ¿Serán galgos o podencos?».
El resultado es un experimento que sale bien, pues no habiendo grandes acontecimientos que contar, no siendo el testimonio de un gran protagonista de la historia (o la Historia con mayúscula), en la que la cronología tiene parte principal con su sucesión de hechos, las líneas temporales convergen y, con muy poco desajuste, crean una simultaneidad de nueva planta.
Integran Año sabático un curso para el que el autor ha pedido excedencia en el trabajo (es profesor), los traslados en autobús y las lecturas a bordo, la despedida de la biblioteca escolar de la que se ha encargado durante muchos años, los saltos a Benaocaz, en la sierra (donde hay una escuela pictórica integrada por amigos), la preparación y documentación de una novela, los actos literarios aquí y allá, más viajes a Londres, Tánger, Madrid y pocos destinos más. No pocas reflexiones sobre la escritura completan el panorama. Aunque Benítez Ariza escribe muy bien, no se deja arrastrar por los alardes estilísticos. Impera en todas las páginas la naturalidad.
Se siguen publicando diarios de otros autores españoles como José Luis García Martín o Hilario Barrero, que siguen el modelo cronológico clásico año por año y en volúmenes exentos. Estas últimas dos aportaciones de Trapiello y Benítez Ariza dan una vuelta de tuerca (exitosa) al género.