Cine y TV

‘La fuga de Logan’: distopía a gogó

La fuga de Logan. Imagen MGM.
La fuga de Logan. Imagen MGM.

Estamos en el futuro. Un par de siglos por delante de nosotros y nos encontramos con una convención de turistas reunidos en un hotel bastante feo y anodino de Las Vegas. Todos parecen salidos de una escena de Fiebre del sábado noche, compuestos y arreglados para bailar con los amigos sin parar algún que otro tema de Gloria Gaynor en una inmensa pista circular a la que llaman carrusel. Al hotel no le falta ningún detalle: sus aspidistras aquí y allá para adornar los fríos pasillos, sus escaleras mecánicas (muchas), sus jacuzzis y gimnasios donde ponerse a tono. Eso sí, la decoración un poquito hortera a veces, ya se sabe, estos hoteles antiguos de los setenta con la psicodelia estridente de la época. Pues bien, añadan que cuando cumplan treinta años los van a desintegrar en una especie de tiro al plato a lo bestia y tendrán La fuga de Logan

En realidad no se trata de Las Vegas, aun que lo parezca, sino de algunos hoteles y establecimientos del área de Dallas y Fort Worth en Texas, pero lo demás se parece bastante a la estética de la cinta. Los años no han pasado en balde para esta película que en su día recibiera un Óscar honorífico por sus efectos especiales. Hoy estos efectos visuales no solo no impresionan a nadie sino que rozan el ridículo y el guion, tal y como muchos críticos plantearon desde el mismísimo día del estreno, deja mucho que desear. Pero sigue siendo una de esas distopías clásicas que han marcado una época. 

Unos años antes, El planeta de los simios había puesto de moda las películas en las que se retrata un futuro muy negro para nuestro planeta, cosechando un gran éxito de taquilla que La fuga de Logan estaba dispuesta a repetir. De hecho hay en esta historia grandes y sonados guiños a la famosa cinta de 1968, como las diferentes escenas que tienen lugar en un Washington abandonado devorado por la maleza de un siglo XXIII en el que aún se sostienen en pie monumentos emblemáticos como el Capitolio o el Memorial de Lincoln, todo muy en la línea del patriotismo sentimental norteamericano que ya nos dejara aquella inolvidable imagen de Charlton Heston topándose con lo que quedaba de la Estatua de la Libertad en una playa del mundo que le tocó vivir.

Logan, en cambio, no va a conformarse con su mundo y su huida de esa prisión de juventud con fecha de caducidad va a conducir una trama que ha inspirado a otros filmes hasta nuestros días. Podemos ver el rastro de Logan en escenas francamente parecidas de Los juegos del hambre (Ross, 2012) o La isla (Bay, 2005). El tópico del largo y tortuoso camino en el que acechan peligros a modo de pruebas que hay que superar viene de muy atrás, podríamos remontarnos a la misma Odisea de los griegos. Sin embargo se integra muy bien en el retrato distópico de la sociedad de Logan, sirviendo como referencia a estos filmes mencionados anteriormente con más éxito que la serie de televisión homónima de corta vida, solo una temporada, que se produjo un año después del estreno de la cinta y que supuso mostrar una mera colección de personajes y lugares imposibles al más puro estilo Flash Gordon a lo largo de esa ruta sin fin hacia el Santuario, como así repiten los que piensan escapar.

Pero ¿cuál es el significado de esta fuga? ¿Cuál es el mensaje que pretende transmitir la película? ¿Acaso ese Santuario representa la búsqueda de Shangri-La, el paraíso terrenal? ¿Quizás reclama la importancia del individuo frente a una sociedad alienante como cuando Logan se rebela porque «ahora se trata de mí»? La historia plantea muchas posibles reflexiones, pero destaca un claro mensaje moralizante y conservador que nos habla de los peligros de una sociedad que olvida sus valores tradicionales de vida en pareja. Logan y su chica, que nunca conocieron a sus padres, repiten maravilla dos las palabras que han leído en unas olvidadas tumbas: «Amado esposo, amada esposa», en uno de los momentos más reveladores de la película. La fuga de Logan está basada en una novela del mismo título de William F. Nolan y George Clayton Johnson, de complicada lectura por cierto. Ambos son autores de una larga lista de relatos y novelas de ciencia ficción, pero dentro del currículo de Johnson podemos destacar el guion de algunos episodios de la famosa serie The Twilight Zone o el del primer episodio de la serie Star Trek que se emitió en televisión. Después del éxito de la película, publicaron dos secuelas de la novela original que imaginamos deben ser solo para los muy fans. Desconocemos si estas secuelas han estado en la mente de todos esos directores que se han embarcado en varios proyectos fallidos de hacer un remake de esta cinta en los últimos años. Lo mismo nos dan una sorpresa. 

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4 Comentarios

  1. Tengo un buen recuerdo de la serie del mismo nombre que dieron en RTVE a principio de los ochenta

    • Yo también, aunque tenía unos diez años, y me bastaba cualquier cosa que me entretuviera. Como dice el autor del artículo, probablemente la serie fuera «una mera colección de personajes y lugares imposibles al más puro estilo Flash Gordon a lo largo de esa ruta sin fin hacia el Santuario», no creo que resistiera muy bien un visionado cuarenta años después.
      La película no la he visto, es una de esas que siempre tengo pendiente y espero que caiga pronto. Tras leer el artículo me han entrado ganas de verla.

      • Vete a saber. No descarto que haya envejecido con dignidad. Hasta donde recuerdo, (yo andaría por los 17 años), no era una serie que apostara a los efectos especiales. Había una historia ahí.

  2. Luis Arribas Sandonis

    En casa leí una edición que había dejado el Círculo de Lectores. Me atrapó. Claro, debía tener unos diez años.

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