Nos complace que el escritor Antonio Muñoz Molina haga oír su voz y se incorpore a la corriente crítica que pone en solfa la banalidad del espectáculo contemporáneo. Al lamentar con acritud la masiva celebración de la trivialidad y la incorporación de los intelectuales al cuerpo de voluntarios de la industria del entretenimiento, AMM contribuye a denunciar la dramática quiebra de una cultura que destruye a martillazos el legado de cuatro milenios.
Los medios de comunicación de masas emiten a diario las consignas publicitarias de una factoría dedicada a entretener y narcotizar a la Humanidad. Como si de una gigantesca rave se tratara, la sociedad contemporánea se presta a dar saltos frenéticos en la pista, canturreando cancioncillas cuya letra no entiende nadie e idolatrando a cuerpos mortales pero enriquecidos por el dinero que recaudan.
Como bien subraya AMM: «Críticos y expertos situados en los púlpitos más eminentes de la información cultural denigran o ponen en ridículo a los que no rinden una pleitesía incondicional e inmediata a los grandes fenómenos comerciales».
Este es uno de los pérfidos fenómenos de nuestro tiempo: la súbita desaparición del criterio, del buen gusto y de la conciencia estética. Hasta hace poco, los periódicos diferenciaban con nitidez las páginas de dos secciones informativas: cultura y espectáculos. La destreza del periodista y crítico separando las obras de arte literario (operístico, teatral, musical…) de los productos fabricados para el consumo permitía sostener una saludable y culta distinción. Sin embargo, al fundirse las dos secciones en una única pantalla, amalgamadas por la ávida necesidad de los clics, imitando los peores vicios de la televisión basura, la difusión publicitaria de la propaganda se ha impuesto a la responsabilidad ilustrada y educativa que asumieron los grandes periódicos europeos. La multitud sobornada por el esparcimiento terapéutico, el mandato digital y la propaganda corporativa dictan hoy las normas que han sustituido a la cordura, el juicio y el discernimiento cultural.
«No basta con que Taylor Swift, o Karol G, o estrellas semejantes, alcancen un éxito de escala planetaria, con que dominen los noticiarios, con que tengan una omnipresencia machacona en todos los medios, incluyendo docenas o centenares de millones de seguidores en las redes sociales».
Compartimos sin reservas con AMM el acertado diagnóstico de los males que corrompen la integridad cultural de la sociedad, que corroen su patrimonio intelectual, que falsifican su legado artístico. Pero nos resulta extraño encontrar en el mismo artículo un desconcertante fragmento. Dice así:
«Es curioso que los mismos medios que identifican lo masivo con lo popular y la calidad con las cifras de ventas y de reproducciones en Spotify se vuelven elitistas cuando se trata de juzgar los libros y el arte: en literatura, tienden a celebrar lo enrevesado y hasta hermético, la mística huraña de los escritores “de culto”».
El párrafo no permite entender muy bien la intención del autor. Después de ridiculizar la adulteración de la industria cultural, ¿qué necesidad tiene AMM de denigrar a los herederos de Joyce o de Beckett? Sobre todo cuando consta a todo el mundo (culto) el enfado que provoca la deriva populista de una empecinada estrategia editorial: descartar a cualquier precio lo peligrosamente “enrevesado” Una categoría literaria, por cierto, que el autor debería explicar con más detallada paciencia. Lo enrevesado puede ser el fruto de una teoría estética sofisticada pero también es el efecto colateral de la atrofia cognitiva inducida por los poderosos influencers. Al fin y al cabo, la enrevesada opacidad de la literatura depende de la propia miopía del lector analfabeto.
En realidad, lo que vemos reseñado a diario, lo que viene a celebrarse, elogiarse y premiarse por doquier, es justamente todo lo contrario: la narrativa más plana, rudimentaria y accesible al lector placentero, emocional y volandero. Un lector que en ningún caso se atrevería jamás a complicarse la vida con “la mística huraña de los escritores de culto”.
La frase de AMM nos dará pie a indagar de dónde procede el rechazo a la literatura enrevesada y a identificar el lastre que en la literatura española ocasiona el pesado fardo de la huraña mística. Esperemos que el novelista Antonio Muñoz Molina nos ayude a desbrozar su chocante dictamen.
Mientras tanto, tengan ustedes un apacible fin de semana.
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En homenaje a la revista más audaz para el lector más inteligente —La Codorniz (fundada por Miguel Mihura en 1941)—, Jot Down abre una sección dedicada a glosar los hallazgos expresivos de la prensa española. Todo aquello que quisiéramos haber comprendido de un solo vistazo aparecerá en esta benemérita sección disecado y embalsamado. Los lectores de Jot Down podrán acceder así a los enigmas de la narrativa postmoderna y compartir su asombro con amigos, familiares y vecinos.
Muy buenas observaciones sobre el artículo de Muñoz Molina.
AMM es un claro ejemplo de apocalíptico e integrado.