Viene de «Falacias 3»
Aunque «mentira» y «falacia» a menudo se consideren sinónimos, la primera falsea los datos, mientras que la segunda falsea los argumentos; eso significa, entre otras diferencias, que para desenmascarar una mentira hay que conocer los datos reales, lo cual no es necesario, en principio, para desmontar una falacia, puesto que su falsedad es intrínseca, reside en su estructura misma (luego volveré sobre este punto).
Como he dicho en más de una ocasión, el posible interés de mis artículos estriba, sobre todo, en las aportaciones de mis amables lectoras/es, y esta breve serie no es una excepción. Si alguien se tomara la molestia de leer los más de trescientos comentarios suscitados por las entregas anteriores, encontraría no pocos ejemplos de las falacias más conocidas (ad hominem, ad verecundiam, ad consequentiam…) y de otras que no lo son tanto, pero que también merecen un nombre en latín, como las falacias ad qualitatem, ad maiusculam o ad determinatum. Y, junto con las falacias (algunas de ellas mías: es muy difícil evitarlas por completo cuando se argumenta apresuradamente), mis pacientes lectoras/es vislumbrarían algo aún más interesante: los mecanismos psicológicos que nos inducen a caer en ellas, ya sea por activa, formulándolas, o por pasiva, concediéndoles un crédito que no merecen.
La última falacia antes mencionada, que, ateniéndome a la terminología tradicional, he denominado ad determinatum, me parece, por su índole minimalista y solapada, especialmente interesante. La descubrí (tomé conciencia de ella, quiero decir), hace muchos años, en un restaurante más pretencioso que meritorio en el que el chef iba recitando la carta anteponiendo un artículo determinado a cada plato: el ajoblanco con dados de melón, la menestra de verduras… ¿Por qué el pomposo e innecesario artículo? Para singularizar el producto, para subrayar sus supuesta excelencia: la nuestra no es una menestra más, es «la menestra».
En la entrega anterior aludía al agravio comparativo que supone llamar «el Holocausto», con artículo determinado y H mayúscula, a la brutal masacre perpetrada por los nazis a mediados del siglo XX, y ahora quisiera llamar la atención sobre otro artículo abusivo que ha desempeñado un papel determinante en la cultura contemporánea: el que los psicoanalistas anteponen al término «inconsciente».
Una cosa es decir que gran parte de nuestros procesos mentales son inconscientes —algo que la neuropsicología ha demostrado de forma concluyente— y otra muy distinta hablar de «el inconsciente» como si fuera algo definido y articulado (estructurado como un lenguaje, según Lacan). Ni el revoltijo de verduras de aquel pretencioso restaurante de mi juventud era «la menestra», ni la maraña de procesos mentales que se desarrollan al margen de la consciencia es «el inconsciente», por más que se haya generalizado el uso del término precedido por su abusivo artículo.
Una primera explicación del éxito de un concepto tan poco sólido como el de «el inconsciente» hay que buscarla en los sesgos cognitivos. El propio Freud dijo que el psicoanálisis es, ante todo, la forma en la que los psicoanalistas se ganan la vida, y sin un «ello» que nos hable al oído en su arcano idioma por mediación de los sueños y las asociaciones libres, su labor interpretativa no tiene fundamento; y para quien se tumba en el diván es más fácil asumir la «herida narcisista» de ser manipulado por un oscuro Mr. Hyde —o Mr. Id— que la idea de albergar en su mente un caos informe; por lo tanto, unos y otros —analistas y analizados— se refugian en el denominado «sesgo de confirmación», que consiste en dar por válidos los argumentos favorables a los propios intereses, por endebles que sean, e ignorar los contrarios a ellos, por sólidos que resulten. Pero ¿por qué este fenómeno ha trascendido el ámbito del psicoanálisis y «el inconsciente» se ha convertido en un tópico ampliamente aceptado? No es una pregunta retórica ni capciosa, e invito a mis amables lectoras/es a buscar una respuesta. O varias.
Disonancia ludonarrativa
Decía Oscar Wilde que la vida imita al arte. Y, nos guste o no, los videojuegos se han convertido en una de las manifestaciones artísticas más difundidas y características de nuestro tiempo, y por ende más imitadas a nivel conductual.
La expresión de reciente cuño «disonancia ludonarrativa» hace referencia a la frecuente desarmonía entre los elementos narrativos de un videojuego y sus elementos lúdicos (entre la historia y la «jugabilidad», en la jerga del sector). Es habitual, por ejemplo, que al exponer el argumento de un juego se hable de generosa solidaridad o abnegado heroísmo, cuando de hecho se trata de abrirse camino a cualquier precio y —nunca mejor dicho— caiga quien caiga. Y en el vertiginoso juego de la vida, la piadosa narrativa de la moral cristiano-burguesa coexiste con la feroz competitividad capitalista, que nos empuja a acumular puntos (básicamente -aunque no solo- en forma de dinero) y a dejar atrás a los demás en la desenfrenada carrera por «subir de nivel».
Los psicólogos llaman «disonancia cognitiva» a la desarmonía entre la interiorización de las enseñanzas evangélicas u otros sistemas éticos y la conducta individualista y poco solidaria típica de una sociedad hipermercantilizada; pero tal vez sea más adecuada la expresión «disonancia ludonarrativa», pues el conflicto no se produce tanto a nivel meramente cognitivo —entre unas ideas y otras— como entre la teoría —nuestros supuestos principios— y una práctica inconsecuente que rara vez se cuestiona o tan siquiera se analiza.
La paradoja de la carne
La desarmonía entre los valores éticos y la conducta suele generar una tensión que se intenta aliviar de distintas maneras. Una contradicción muy frecuente y que ha despertado el interés de los investigadores es la de quienes tratan con cariño a sus mascotas a la vez que comen carne procedente de la tortura y la muerte de animales con la misma consciencia y capacidad de sufrimiento que sus perros o gatos. Este conflicto moral —que algunos psicólogos denominan «paradoja de la carne»— se intenta evitar a menudo con lo que se conoce como «ignorancia deliberada» (o, en términos coloquiales, «mirar hacia otro lado»); pero esta estrategia elusiva resulta cada vez más difícil, dada la creciente información que aparece en las redes —y también en algunos medios, pese a los poderosos intereses en contra— sobre las atrocidades éticas, ecológicas y sanitarias de la industria cárnica. Decía Paul McCartney que si las paredes de los mataderos fueran de cristal todos seríamos vegetarianos: una visión excesivamente optimista, por desgracia, pues las paredes de los mataderos —y de las infames granjas industriale— son cada vez menos opacas, y sin embargo el antiespecismo sigue siendo una postura minoritaria (tan es así que el corrector automático de mi ordenador subraya en rojo el término «antiespecismo»).
¿Cómo es posible que alguien que se horrorizaría si viera retorcerle el pescuezo a un perro, desollarlo, eviscerarlo, trocearlo y asarlo en una barbacoa, pueda hacérselo —o propiciar que otros lo hagan por él— a un ternero, a un cordero o a un cerdo? Y esta sí que es una pregunta retórica.
Le ha faltado mencionar la carne de potro. Se ha perdido la costumbre, pero un buen filete de caballo es delicioso.
He tenido la suerte de que en mi carnicería durante un tiempo me surtieran del manjar y ahora lo echo de menos.
Hace unos años pude preparar con unas semanas de diferencia steak tartar de solomillo de potro y steak tartar de solomillo de ciervo.
De corazón deseo que todo el mundo pueda disfrutar con aquello que le guste del modo en que yo disfruto de esas delicias llenas de matices.
Tampoco he mencionado el misionero a la brasa ni el bebé al horno de las leyendas urbanas. Hay gustos para todo. Y la barbarie está llena de matices.
Oiga, me está llamando bárbaro.
Yo quiero decirle: es usted un cura. Eso sí, sin matiz alguno. Un cura redondo, perfecto, pulido, sin la más mínima arista. Un cura acendrado. Es más, yo diría que es «el cura».
No, no te he llamado bárbaro, aprende a leer. Lo que te sugería y te repito es que tengas cuidado con lo que deseas, porque si deseas «que todo el mundo pueda disfrutar con aquello que le guste del modo en que yo disfruto de esas delicias llenas de matices», estás deseando que, por ejemplo, los asesinos en serie, que forman parte de «todo el mundo», disfruten con aquello que les gusta, que es matar, una actividad llena de matices, como muestran las crónicas policiales.
Veo que se puede torear, aunque sean cabestros, sin gustar de la tauromaquia.
Un saludo.
Calla, monosabio. Qué triste tienes que estar para hacer de monaguillo del cura.
¿Más triste que entrar al trapo de lo que no te gusta una y otra vez?
Tú entras al trapo también, por lo que veo, una y otra vez. Quizá somos dos cabestros tristes; o dos mulas tercas.
Bueno, al trapo no entras, das el capotazo para el maestro (una y otra vez). Tú sabrás qué necesidad tienes.
Por cierto, hablando de toros, magnífico Albert Serra, ¿eh?
Bueno, la felicidad está sobrevalorada y mercantilizada ¿no?. Es mejor aspirar a la serenidad, a la ataraxia griega. Y no siempre coincido con Carlo, ni aun en temas políticos, pero lo respeto y me parece interesante lo que dice.
Pues no he visto la película pero parece que gusta bastante a taurinos y antitaurinos, lo que de ser así es digno de elogio.
Que tenga una buena noche.
Pero bueno, que conocemos todos la paralipsis, señor Frabetti.
Hablaste de carne y te contesté de carne. Tú replicaste con la insidia de la barbarie. A ver si vas a ser tú el que no sabes leer (o, más bien, no razonas tan bien como crees).
Hablé de canibalismo y bebés al horno y de matices de la barbarie. Si te das por aludido, tú sabrás por qué. Y una vez más usas «todos» de forma imprudente. Suena muy bien lo de que todo el mundo debería disfrutar de lo que le gusta, y ojalá fuera cierto; pero desgraciadamente, hay gustos y aficiones nada recomendables, como la pederastia. Y, como acabas de demostrar, no todo el mundo sabe lo que es la paralipsis.
Frabetti, me acusas de aquello en lo que tú incurres; de verdad, no entiendes lo que tú escribes, ya tienes mérito.
Yo he dicho que no mencionabas la exquisita carne de potro y le he deseado a la gente que disfrute (creo que ahí hay un problema, disfrutas poco, pero solo es una opinión).
Tú hablas del canibalismo y de barbarie. Si no me estabas llamando bárbaro, es que te falta el más mínimo sentido de la sociabilidad y del trato correcto. Desde luego que es una preterición intencionada, pensando bien de ti e imaginando que no te faltan esas cualidades.
Eso sí, te he llamado cura con todas las letras: C-U-R-A.
Además, deduzco que jamás desearás feliz día a nadie porque cabe la posibilidad de que sea pederasta y como para ser feliz necesita bla bla bla bla bla.
En fin, disfruta, cómete un aguacate o lo que te guste, pero no mires por encima del hombro a los que comemos chuletones y no saques conclusiones raras cuando alguien desee felicidad a TODO el mundo.
A todo el mundo dices, pero con la condición de que pertenezca a tu especie.
Evidentemente, es imposible por definición desearle la felicidad a todos los individuos de todas las especies, es lo que tiene la naturaleza
Evidentemente, desearle la felicidad a todos los individuos de todas las especies es imposible
Depende de lo que entiendas por felicidad, tampoco es posible, hoy por hoy, para todos los humanos. Pero podemos intentar avanzar en esa dirección.
La mayoría de las personas que conozco comen carne, puesto que vivimos en una sociedad mayoritariamente carnívora, y no las miro por encima del hombro; solo les digo, si sale el tema, que se equivocan, tanto a nivel dietético como ecológico y sanitario, igual que se lo digo a los fuman y beben. Y me parece estupendo que le desees la felicidad a TODO el mundo; pero no haciendo cada cual aquello con lo que más disfruta, porque, desgraciadamente, hay mucha gente que disfruta haciendo cosas inadecuadas, valga el eufemismo. Y la única conclusión rara que saco es que no has interpretado correctamente mis palabras ni has medido las tuyas al expresar tus deseos de felicidad universal.
Hola Carlo, disculpas pero no acabo de entender cuál es la pregunta sobre “el” inconsciente. ¿Cuál es el debate que quieres iniciar? Gracias.
Por cierto, tuve la oportunidad de asistir a la exposición sobre Agnés Varda la semana pasada y me impresionó muy favorablemente. Tenía un conocimiento muy limitado sobre ella, y creo (creo…) que es un personaje de mucho interés para la mayoría de los que nos encontramos en tus foros.
Àgnes Vardà es una de las grandes. Sus documentales son canela en rama.
Efectivamente Patrizia, si tienes la oportunidad no te pierdas la expo y el apartado dedicado a los documentales, disfrutarás. Salud.
La pregunta es por qué un concepto tan poco fundamentado se ha colado sin apenas resistencia en nuestra visión del mundo.
Agnés Varda es una de las grandes, sin duda. Si no las has visto, te recomiendo sus películas, como «Sin techo ni ley» o «La felicidad».
Gracias Carlo por tu aclaración. Yo creo que el éxito del inconsciente a nivel popular viene por el psicoanálisis, que da una promesa de tratamiento científico de las enfermedades mentales formulada por tres señores muy doctores muy alemanes y muy serios (Freud, Jung, Adler), en una época en que la psicología prácticamente no existía, y que lo hacen con un método revolucionario: analizar sueños, mitos, lapsus y hablar de recuerdos y traumas… todo muy jugoso y casi sensacionalista, fácil de entender por el público, con aura de subversión, que encaja en su momento, el nacimiento de las vanguardias, y que será amplificado por el surrealismo y más tarde por el cine, que lo hará un cliché muy banalizado y popular en todo el planeta. Además, el psicoanálisis permite proyectar en él diversas visiones de la persona, con lo cual el existencialisimo y los movimientos de los 60 prolongan su vigencia popular como foco de interés aunque ya no como herramienta terapéutica (corregidme los entendidos). Personalmente, considero a Lacan muy diferente del espíritu inicial del psicoanálisis (aunque puedo equivocarme).
Sin embargo diría que en la universidad española el psicoanálisis nunca ha sido aceptado como método terapéutico ni como disciplina científica (otra vez, corregidme); no sé en otros países. Desconozco también el status del inconsciente en la ciencia actual, aunque negar su existencia me parece exagerado. Por lo que veo a mi alrededor el inconsciente clásico es un concepto que ya hace tiempo que ha perdido popularidad en la calle; en cambio los sueños harà unos 10 – 15 años que experimentaron un resurgir,asociados a terapias alternativas y temas esotéricos, seguramente como consecuencia de la devastación de 2008. Aunque desde luego, es una impresión personal.
Me encantaría que entre tod@s podamos actualizar el concepto de inconsciente a 2024.
Gracias, Robert, por tu detallado análisis. Lo que dices es cierto, pero, en mi opinión, no acaba de explicar el extraordinario éxito de un concepto tan gratuito; es como si fuera habitual -y nos pareciera normal- creer en los fantasmas. Y es el caso opuesto del evolucionismo, sólidamente demostrado y sin embargo muy cuestionado desde el primer momento y pese a todas las evidencias.
Mi experiencia es que en la calle el término inconsciente hace mucho tiempo que no es ese Mr Hyde psicoanalítico de las películas de Hitchcock, sino que la gente lo usa como muletilla «científica» en relació con lapsus y descuidos. Creo mejor analizarlo como un cliché lingüístico que como una creencia popular en un fantasma – si ese Mr Hyde existe realmente o no entiendo que es otro debate, aunque yo diría que sí, por mi experiencia directa con enfermos mentales -.
Pienso que la muletilla popular denota un concepto más actual de inconsciente, que es el de «algo que no controlo», y creo que ahí sí hay debate: todos sabemos que se nos manipula de esa forma en publicidad (neuromárqueting, apelando al cerebro reptiliano), videojuegos (Fornite y su equipo de 20 psicólogos para hacerlo adicitivo), diseño industrial (las ristras de huevos «perfectos» que encontramos en los supermercados manipulados genéticamente)etc etc. Hay experimentos que al parecer demuestran que respondemos a los estímulos de forma motora antes que el cerebro racional sea capaz de procesarlos. Por eso decía que me parece superinteresante actualizar la noción de inconsciente, que cobra nueva fuerza desde el punto de vista neurológico.
Sin duda es interesante -y en ello están trabajando legiones de neuropsicólogos- estudiar nuestros mecanismos inconscientes; pero, insisto, seguir hablando de «el inconsciente» es tergiversar la cuestión.
Acepto tu crítica, Carlo. “El” inconsciente no existe, existen una serie de procesos emergentes de un caos que no conocemos bien y cuyo conocimiento científico es difícil. Siguiendo esa lógica, entiendo que hemos fulminado el fantasma y además, el psicoanálisis. ¿Qué más implicaciones hay? Intuyo que muchas e importantes, pero mi nivel intelectual no me permite verlas con claridad, más allá de que dejamos al psicoanálisis clásico en el papel los comunistas de la antigua URSS en el mundo actual. ¿Merecería otro artículo el tema? Gracias anticipadas por la respuesta.
Merecería no uno sino muchos artículos. Evolucionismo, marxismo y psicoanálisis son los tres «grandes relatos» que se impusieron a comienzos del siglo XX, y todo el esfuerzo que se dedique a analizarlos y a valorar su vigencia actual es poco.
Bueno, el psicoanálisis como corriente artística y filosófica y por tanto en buena parte vertebradora de la cultura occidental del siglo XX creo que está bastante aceptada y ha sido muy fecunda. Freud es un pionero, que se equivocó pero sí creo que supo sacar a flote aspectos humanos que no se tenían en cuenta. No se le puede negar que ése carácter universalista que preside llamarlo «el inconsciente» es un carácter que busca la ciencia, que intenta buscar principios generales.
Ahí está la clave: una cosa es buscar principios generales, cosa que Freud hizo admirablemente, y otra es encontrarlos, cosa que no consiguió. Eso no invalida su trabajo, ni mucho menos; pero no podemos confundir una suposición brillante con un hecho comprobado.
La disonancia congnitiva es otra cosa.
No recuerdo que Paul McCartney sea científico. En su momento recomendaba el uso de LSD.
Criticar al psicoanálisis por haber recurrido en la época victoriana, cuando las personas se negaban a comunicar lo que les pasaba, a sueños y las asociaciones libres, no es mejor que criticar la ingesta de leche en menores de 16 años, porque la patrocina un banco. Totalmente en línea.
Quienes más han criticado la actividad de los psicoanalistas han sido los frailes. Les vaciaron los confesionarios y los psicoanalistas resultaron bastante más eficaces que los todólogos, que antes se refugiaban tras esas casetas del misterio y ahora se parapetan tras de las letras de un pasquín aparentemente cultural.
Aunque socialmente llamemos “matemáticos” a los que se dedican a la enseñanza y divulgación de las mismas, matemáticos son los que descubren teoremas, no los que hablan de lo que otros hacen, por mucho que vayan de “matemáticos”. Y respetamos este uso lingüístico por cortesía social salvo cuando alguno de ellos en un arrebato de soberbia, para él probablemente de sinceridad, y abre la boca para repetir la denuncia platónica de que tal o cual profesional vive de su profesión. Entonces conviene recordar a quien vive del aire, que vive del aire y que él, en realidad ni siquiera es lo que lleva toda la vida simulando ser.
Al igual que en la medicina, en la psicología lo único que sobra es el cuñadismo.
En psicología, como en cualquier otro campo, no solo sobra el cuñadismo, sino cualquier afirmación sin suficiente fundamento. Como por ejemplo, «los sueños son realizaciones disfrazadas de deseos reprimidos» o «el inconsciente está estructurado como un lenguaje». Y los que más han criticado el psicoanálisis no son los frailes, sino los científicos, epistemólogos y filósofos de la ciencia, desde Karl Popper a Mario Bunge pasando por Martin Gardner. Y si matemáticos son solo los que descubren teoremas (y conste que podría estar de acuerdo con esta definición), entonces quedan muy pocos vivos. Y muy pocos científicos en general, ya que se cuentan con los dedos los que hacen nuevas aportaciones teóricas.
¿Cómo es posible que alguien que se horrorice porque maten terneros, corderos o cerdos en el matadero pueda tener un gato, que mata continuamente, por puro placer y con bastante más sufrimiento, a ratones y otros animales?
¿Cómo es posible que alguien que consume productos veganos llegados de la otra esquina del mundo y cuya producción ha arrasado con la naturaleza se horrorice porque yo coma cabritos criados en extensivo, que no sólo no perjudican al medio ambiente, sino que lo benefician enormemente?
Pero sobre todo, ¿cómo es posible que alguien que se dedica a escribir sobre las falacias utilice tantas y tan descaradas cuando habla de su tema fetiche?
Por ejemplo: meter a toda la ganadería en el mismo saco, ignorando que hay una mala (la intensiva) y otra buena (la extensiva) es una falacia de libro. Sería como si yo dijese que no debemos comer productos vegetales porque la agricultura intensiva es mala para el medio ambiente. Y lo peor es que Fabretti, evidentemente, sabe que es una falacia. Pero no le importa, vuelve a ella una y otra vez, asegurando sin rubor algo tan evidentemente falso como que toda ganadería es mala para el medio ambiente.
¿Será que Fabretti utiliza a propósito las falacias para ilustrarnos sobre ellas?
Nunca he dicho «toda ganadería es mala para el medio ambiente». Al margen de consideraciones éticas, claro que podría haber una ganadería sostenible si el consumo de carne y lácteos no se hubiera disparado; pero sabes perfectamente que el nivel ac1tual de consumo solo lo pueden abastecer las granjas industriales. Y los productos veganos que yo consumo: legumbres, cereales, integrales, fruta y verdura, son todos de estricta proximidad. La ganadería idílica de las novelas pastoriles no es -no era- mala para el medio ambiente; la ganadería actual es nefasta, y no hay vuelta atrás, a no ser que se reduzca drásticamente el consumo de carne y lácteos. E impulsar el veganismo es la mejor forma de conseguirlo, por no decir la única.
«Nunca he dicho toda ganadería es mala para el medio ambiente»
Te lo he leído varias veces.
«Como el nivel actual de consumo de carne no se puede abastecer con ganadería extensiva la solución es eliminar totalmente el consumo de carne»
YA QUE ESTÁS TAN PUESTO EN FALACIAS, ¿ME PUEDES DECIR CÓMO SE LLAMA ÉSTA?
Evidentemente es una falacia, ya que estás obviando deliberadamente una tercera posibilidad: reducirlo.
De hecho, cambiando las premisas mira qué frases más bonitas quedan:
«Como el nivel actual de consumo de energía es insostenible la solución es eliminar el consumo de energía»
«Como el nivel actual de consumo de agua es insostenible la solución es eliminar el consumo de agua»
¿Era una falacia o no lo era?
«La ganadería idílica de las novelas pastoriles no es -no era- mala para el medio ambiente»
No solo existe en las novelas pastoriles, hoy en día también se lleva a cabo. Y no solo no es mala, sino que es buena, incluso diría que imprescindible.
Hay terrenos que no sirven para cultivar, solo producen hierba y maleza; y EL SER HUMANO, LAMENTABLEMENTE, NO PUEDE DIGERIR LA HIERBA NI LA MALEZA. Utilizarlos para ganadería extensiva es una solución integral: mantienes el monte limpio, sin riesgo de incendios, mejoras el paisaje y la biodiversidad (demostradísimo cientificamente, si quieres entramos en más detalle sobre ésto), y produces alimento en un terreno que no tiene otro aprovechamiento.
Ahora tú dirás: lo ideal sería dejar eses terrenos a la naturaleza: FALSO. Los ecosistemas primarios se gestionan solos, gracias a increíbles y bellísimos equilibrios que llevan millones de años ajustándose; pero aquí ya casi no quedan ecosistemas primarios. El ser humano eliminó a los grandes depredadores y reemplazó a los grandes herbívoros por ganado, creando un nuevo equilibrio y un ecosistema «artificial», pero sano, biodiverso y equilibrado tras milenios de existencia. Eliminar el ganado y devolver eses ecosistemas a la naturaleza sin más es una decisión nefasta, como se está comprobando perfectamente con el abandono del rural: Incendios, plagas de jabalís, invasiones de acacias, pobreza paisajística y de biodiversidad…
Por no mencionar que la ganadería extensiva fija población en el rural, lo cual es muy útil.
«la ganadería actual es nefasta»
Nadie lo discute. Exactamente igual de nefasta que la agricultura intensiva, sin embargo nunca te leí pidiendo eliminar el consumo de vegetales.
Con respecto al aspecto ético, desde mi punto de vista si conoces cómo funciona la naturaleza no tiene sentido considerar que matar a otros seres vivos sea poco ético, ya que esto es precisamente en lo que se basa la naturaleza. ¿Son poco éticos los leones por comer gacelas? Tú piensas que un león puede comer gacelas porque, pobrecito, no sabe hacer otra cosa; pero un ser humano es un animal superior y por lo tanto sí que puede elegir comer otros animales o no hacerlo… ¿NO SERÁS TÚ EL ESPECISTA?
Ahí arriba un usuario le recrimina a otro el hecho de que se preocupe por la felicidad de todos los individuos, pero solo si son de su especie…
¡COMO SI LA FELICIDAD DE TODOS LOS INDIVIDUOS DE TODAS LAS ESPECIES FUESE POSIBLE!
La felicidad (la mera existencia) de unos individuos pasa por la infelicidad (la muerte) de otros. Es lo que tiene la naturaleza. Y bien maravillosa que es. PERO VOSOTROS NO AMÁIS LA NATURALEZA, LA ODIÁIS. AMÁIS A LOS ANIMALITOS, QUE ES DISTINTO.
En las películas de Disney todos los animales son amigos entre sí, pero en el mundo real no funciona así. Las especies y los individuos están en constante lucha unos con otros, ya que tienen la «fea» costumbre de producir muchísima más descendencia de la que admite el sistema. ¿CÓMO VA A SER ETICAMENTE MALA LA MUERTE DE INDIVIDUOS SI ES ABSOLUTA Y COMPLETAMENTE NECESARIA? La alternativa sería mucho peor, colapsaría el sistema y desapareceríamos todos.
Los depredadores necesitan a las presas, pero las presas también necesitan a los depredadores.
*Perdón por el uso de mayúsculas, pero es que quiero resaltar algunas partes y no sé poner negritas
Te puedo decir cómo se llama la falacia de alterar ligeramente lo que ha dicho otro para cambiar su sentido. Mi frase exacta es (corto y pego): «no hay vuelta atrás, a no ser que se reduzca drásticamente el consumo de carne y lácteos. E impulsar el veganismo es la mejor forma de conseguirlo, por no decir la única». Digo que es la mejor, y «por no decir la única» significa que desconfío de otras posibilidades, como desconfío de quien quiere dejar el alcohol reduciendo la dosis. Teóricamente es posible, sí, pero no parece que vayan por ahí las tendencias. Sin embargo, el veganismo sí que es una tendencia en aumento, y bastante rápido: ya hay en el mundo unos 700 millones de veganos, y su número crece cada vez más deprisa. Y alegar que los leones no son poco éticos por comer gacelas, si no es pura demagogia «a ver si cuela», tienes un problema a la hora de argumentar. Los leones también matan a los cachorros de las hembras para poder copular con ellas, ¿te parece una forma adecuada de ligar para los humanos?
Se ve que la carne de caballo afecta al cerebro. ¿Por qué te molestas en contestar a personas que ni entienden lo que leen ni saben lo que dicen, y que a falta de argumentos sueltan insultos? ¿Merece respuesta un resentido cuyo mejor argumento es que McCartney no es un científico? ¿Y el de los leones y las gacelas? O eres un poco masoca o tienes demasiada fe en la humanidad.
En principio, cualquiera que se moleste en leer y comentar mis artículos merece mi atención, y creo sinceramente que en este caso todos los comentaristas, aunque pueda haber alguna salida de tono (y que tire la primera piedra el que esté libre de culpa), van de buena fe y exponen lo que creen que es correcto. Y que me llamen cura me parece improcedente, pero no es un insulto (hay curas, monjas y frailes estupendos). Y si alguien malinterpreta mis palabras, puede que se deba a que no me he expresado con la suficiente claridad, y para eso sirve el diálogo, para ir subsanando las imprecisiones del lenguaje. Y no es cuestión de fe: puede que dialogando no lleguemos a entendernos, pero si ni siquiera lo intentamos…
Clara, en mi humilde opinión el mensaje de «los leones y las gacelas» (curiosa forma de reducirlo) aporta bastante más que el tuyo. Si tan poco te gusta lo más útil y correcto sería rebatirlo directamente, no reírte de él en un mensaje aparte
Si Clara te contestara incurriría en una contradicción flagrante, puesto que lo que dice es precisamente que no vale la pena contestarte (cosa con la que no estoy de acuerdo). Creo que tendré que complementar esta serie de las falacias con otra sobre las paradojas lógicas.
Con lo de los leones me refiero a que la muerte de individuos forma parte de la naturaleza; de hecho es la esencia misma de la naturaleza, sin ella todo se iría al traste. Por eso no entiendo considerar poco ético algo que es completamente inevitable. Existir sin matar humanos es posible, existir sin matar ningún animal es imposible; ahí está la diferencia.
Yo también sé cómo se llama esa falacia: hombre de paja. Pero éste no es el caso, ya que tú sí has dicho en múltiples ocasiones que la única alternativa para el planeta es dejar de comer carne. Así, literalmente.
La lógica de los veganos falla en un punto clave: dan por supuesto que se puede existir sin acabar con otros seres vivos, cuando eso es totalmente falso. Me sorprende que seas tan ingenuo como para pensar que para producir vegetales no se matan animales. Y no me refiere solamente a los que dejan de existir porque se arrasó su ecosistema, sino a los que se mata activamente para que no te arruínen las cosechas; entre los cuáles no sólo hay insectos, sino también mamíferos. ¿Acaso los roedores son menos merecedores de nuestra compasión que los corderos o terneros? ¿Debemos dejar de comer vegetales porque para su producción se matan roedores (y otros animales)?
Para existir hay que acabar con otros animales, no existe otra alternativa. Entonces, o bien nos suicidamos todos, o bien aceptamos que tenemos que hacer algún daño y discutimos en dónde está el límite de los animales a los que vamos a dañar. Pero en esta discusión no hay posturas eticamente mejores a priori. Recordemos que no dañar a ninguno es imposible.
Por otra parte, los animales de ganadería extensiva viven mucho más tiempo que los salvajes, en condiciones mejores, y tienen una muerte más rápida e indolora. Y si acabamos con ellos dejarán de existir, lo cual en mi humilde e ignorante opinión es bastante peor para ellos. Me cuesta mucho entender que tu compasión hacia ellos sea hacer que dejen de existir. Curiosa forma de compadecerse.
Por cierto: vuelves a lo de siempre, contestar a lo que te viene bien e ignorar el resto: si acabamos con la agricultura extensiva, ¿qué hacemos con eses terrenos de los que hablaba? ¿Los dejamos a su suerte para que sean pasto de los incendios y las plagas?
Existir sin matar animales superiores, con una consciencia y una capacidad de sufrimiento similar a la nuestra, es perfectamente posible. Vivir sin matar ni a una mosca es muy difícil; pero hay una jerarquía de la conciencia y la sensibilidad, y se trata de generar el menor sufrimiento posible; no poder reducirlo a cero no es un argumento para no hacer todo lo que esté en nuestras manos, que es mucho.
Sin quitarte gran parte de razon en los beneficios de una agricultura y ganadería extensiva, creo que tú argumento patina en la parte ética que no tiene que ver con Disney porque precisamente el ser humano distingue el ser y el deber ser. Sin pretenderlo, te ha quedado un alegato a favor de eliminar individuos porque lo hace la naturaleza. El ser humano es el único que tiene desarrollado el aspecto ético. Sí sabemos que los animales, al menos los dotados de sistema nervioso centralizado,sufren creo que es un rasgo a tener en cuenta.
Los ratones tienen sistema nervioso central, te puedo asegurar que sufren, y sin embargo los matamos a millones para producir vegetales. ¿Eses no te despiertan compasión?
Mucha, por eso abogo a que si mueren sea sin sufrimiento, los mataderos y las plazas de toros son fábricas de crueldad donde hasta los propios matarifes han perdido muchas veces su humanidad.
¿Cómo es posible que alguien que se horrorice porque maten terneros, corderos o cerdos en el matadero pueda tener un gato, que mata continuamente, por puro placer y con bastante más sufrimiento, a ratones y otros animales?
¿Cómo es posible que alguien que consume productos veganos llegados de la otra esquina del mundo y cuya producción ha arrasado con la naturaleza se horrorice porque yo coma cabritos criados en extensivo, que no sólo no perjudican al medio ambiente, sino que lo benefician enormemente?
Pero sobre todo, ¿cómo es posible que alguien que se dedica a escribir sobre las falacias utilice tantas y tan descaradas cuando habla de su tema fetiche?
Por ejemplo: meter a toda la ganadería en el mismo saco, ignorando que hay una mala (la intensiva) y otra buena (la extensiva) es una falacia de libro. Sería como si yo dijese que no debemos comer productos vegetales porque la agricultura intensiva es mala para el medio ambiente. Y lo peor es que Fabretti, evidentemente, sabe que es una falacia. Pero no le importa, vuelve a ella una y otra vez, asegurando sin rubor algo tan evidentemente falso como que toda ganadería es mala para el medio ambiente
¿Será que Fabretti utiliza a propósito las falacias para ilustrarnos sobre ellas?
Buenas, Carlo: Sin ánimo de polemizar (ya lo sé, es un chiste esto de no querer polemizar pero no resisto la tentación de sumar el chiste al catálogo freudiano de rigor) , ¿no sería mejor concebir la expresión psicoanalítica «das Unbewusste» como «lo inconsciente» y así no caer en la hipostaciación tras la expresión: «el inconsciente»? Como bien lo expresas en tus respuestas a los comentarios, donde hablas de «mecanismos inconscientes», aquí (es decir, en Freud, Lacan y la teoría psicoanalítica en general) se trata más bien de «procesos inconscientes», los cuales no cabe encontrar o «determinar» al modo de quien encuentra cosas en el supermercado o determina la posición de un objeto mediante un geoposicionador satelital, por poner dos ejemplos cercanos a nuestra actual experiencia. Visto así, no cabria referirse a estos procesos como un algo localizado en algún lugar determinado, dando pie con esto a la falacia de tomar un supuesto teórico por realidad contante y sonante. Que la idea, esto es, el supuesto teórico o hipótesis, de que lo inconsciente esté estructurado en un tipo de lenguaje (mitológico, onírico, simbólico, etc) no significa que no admita el caos afectivo y mental que alimenta, para bien y para mal, nuestras más altas aspiraciones intelectuales y morales. El sesgo que le reprochas al psicoanálisis vale, a mi entender, para toda teoría que se precie de ser tal. Si no, basta con recorrer la historia de la ciencia y sus «revoluciones» para confirmar que, al menos en lo que se refiere al conocimiento empírico, vivimos parcialmente en los respectivos sesgos cognitivos que nos toca comprobar o falsear (a lo Popper) Otra cosa sería querer darle al mundo de los afectos y conflictos humanos, que en tu artículo decanta en el conflicto ético de comer o no comer carne de otras especies, la impecable racionalidad lógico-matemática que, me parece, no considera necesariamente contextos ni circunstancias sociales. Un saludo, Carlo
Efectivamente, Bruno, me parece una puntualización muy oportuna. Y, de hecho, yo utilizo siempre (que viene a cuento) el artículo «lo» en vez de «el». En cuanto a «El sesgo que le reprochas al psicoanálisis vale, a mi entender, para toda teoría que se precie de ser tal», creo que es como decir que no podemos estar absolutamente seguros de nada. Lo cual es cierto, pero nuestro grado de «inseguridad» varía mucho de unos casos a otros. Puede que ni el evolucionismo ni la relatividad, por mencionar dos grandes ideas surgidas por la misma época que el psicoanálisis, hayan dicho la última palabra, pero tienen una base experimental incomparablemente más sólida que la interpretación de los sueños. Gracias por tu interesante aportación.
Y sin embargo, (de ésto hemos tratado alguna vez), el propio Popper criticaba la premisa central de la selección natural darwiniana por ser infalsable, pura metafisica (la supervivencia de los más aptos se puede traducir por la supervivencia del que sobrevive,una especie de tautología), la salvaba por haber sido muy fructífera, cosa que no reconocía al marxismo o al psicoanálisis, y en éso sí que había, en mi opinión, bastante de sesgo por parte de Popper y si me apuras de Bunge afiliados a un positivismo recalcitrante.
Gardner, cuando lo he leido criticarlo, estaba acertado cuando señalaba los excesos del psicoanálisis que creían ver en todo un mensaje oculto de represión, ahogando la inmensa capacidad interpretativa.
Por cierto, sé que Seleccion Natural no es lo mismo que evolución pero entiendo que tampoco sería comparable hacer equivaler la interpretación de los sueños, que lleva de por sí aparejado un ejercicio hermenéutico, con relatividad o la propia evolución. Entiendo que sería más apropiado referirse a psicoanalisis al compararlos. ¿No?
Por último creo que hay una ventaja por parte de las ciencias sociales sobre las naturales que señalaba Gadamer al referirse a la teología o a la filosofía pero que hago extensivo, en que las primeras nos interpelan más acerca de cómo debemos vivir la vida, reflexionan sobre la muerte o sobre lo que sentimos. Y en ése sentido el psicoanálisis como creador de relatos, que conforman verdades, que ponen luz y sombra sobre los hechos de nuestra vida, es donde despliega su fuerza.
Personalmente, la lectura de Freud me parece apasionante; el problema está en tomar sus especulaciones por hechos comprobados. Como matemático (con permiso de javibaz, pues todavía no lleva mi nombre ningún teorema), me fascina la teoría de cuerdas; pero afirmar que esa es la explicación del mundo subatómico sería seudociencia.
Comparto que leer a Freud es una sacudida (sobre todo sus obras fundacionales) y se disfruta mucho, pero no olvidéis a Jung, es apasionante. Siempre recordando que estamos en el ámbito de especulativo y literario, pero es sorprendente y muy creativo.
Cierto, Carlo, las tres teorías son, por decirlo así, frutos de un período histórico. Sobre el hecho de que el grado de «seguridad» que aporta el evolucionismo en tanto teoría basada en el postulado de una «selección natural» sea mucho mayor que el que aporta el psicoanálisis (no sólo en su versión freudiana sino también incorporando sus posteriores desarrollos) como teoría basada en el de «procesos inconscientes», agregaría que, en ambos casos, nos las tenemos que ver con la muy metafísica y humana aspiración de articular un mundo de relaciones a partir de nuestros sesgos. Quiero decir, que tanto Darwin como Freud hayan vivido en la época de eclosión del capitalismo industrial y de su irrupción como forma de integrar las economías locales en un mercado mundial (sumado al colonialismo que ya venía desarrollándose) , no deja de llamar la atención sobre sus postulados teóricos fundacionales. Porque, que «la» naturaleza «seleccione» (a mí «seleccionar» me parece un acto propio de los seres humanos y que sólo por motivos especulativos le atribuiría a eso que llamamos naturaleza o, mejor, a esa idea regulativa que entendemos por naturaleza y que ha ido variando a través del tiempo) , ¿no es otra forma más de hipostasiar los fenómenos, similar a aquella que afirma que «el» inconsciente se manifiesta en traumas, sueños o actos fallidos? ¿De qué depende, entonces, el grado de seguridad o inseguridad de estos postulados? Hasta donde sé, la base experimental del evolucionismo es la observación, teoría, por lo demás, bastante convincente para mis actuales sesgos. Esta es la misma base del psicoanálisis que, observando y postulando, ha llegado a formar un cuerpo de proposiones y métodos terapeúticos, los que también me parecen bastante convincentes, tomando en cuenta mis sesgos y la contingencia de su producción.
Cierto. La relación entre cápitalismo liberal y selección natural es bastante clara y explica la aceptación entre la pujante burguesía de la teoría de Darwin (a pesar de la oposición religiosa). Spencer, abuelo del funcionalismo, llegó a biologizar tanto las sociedades humanas que estaba en contra de cualquier ayuda social en nombre de la supervivencia de los más aptos, y la «mejora» social. Y el Darwinismo social, a pesar del propio Darwin, se llegó a aplicar con demasiada frecuencia. En el siglo pasado, el propio Gen Egoista, una reificación de un comportamiento humano, tiene su espacio, lo precede de hecho, cuando el capitalismo está a punto de dar su salto a su dimensión financiera, a Wall Street y toda la lógica neoliberal de Reagan y los Chicago Boys. Y éso pesar de teorías que hablaban de la cooperación inspiradas en Kropotkin pero que científicas como Lynn Margulis han sabido mostrar.
Los sesgos de partida son peligrosos, qué duda cabe, pero no tienen por qué malograr el resultado cuando los investigadores se atienen a los hechos -los obstinados hechos-, que acaban imponiendo sus propios discursos, así como los posibles «cambios de paradigma». Se puede empezar hablando del flogisto y acabar en la termodinámica, o llegar a la relatividad partiendo del viento del éter. ¿Podría pasar lo mismo con el psicoanálisis? En principio, sí. El problema es que los «hechos» psicológicos son mucho más inaprensibles y mucho menos manejables (a la hora de diseñar y efectuar experimentos) que los físicos o los biológicos. Hay un inagotable registro fósil para analizar, y un genetista puede experimentar con innumerables generaciones de guisantes o de moscas de la fruta. De momento, la conducta humana escapa a este tipo de estudios masivos, controlables y reproducibles.
Sí Carlo, pero basándose en la biología o los genes se pueden pergeñar cosas como la psicología evolucionista, que justificaba que el cerebro habia evolucionado en el pleistoceno y que nuestro comportamiento ya estaba decidido, de tal manera que éramos como los Picapiedra, y se justificaban cosas como que la mujer debía cuidar la casa, el hombre estaba predeterminado a violar o que los negros tenían un CI mas bajo. La biología se ha reificado, se ha olvidado su origen histórico y se ha convertido en un arma ideológica de un lado de la sociedad bastante reaccionario. En parte ha sido así desde el origen. Algunos biólogos y genetistas valientes como Gould, Lewontin o Rose lo han denunciado pero han caído en el olvido sus razones, poca gente los lee.
Claro, cualquier idea o corpus de ideas se puede tergiversar y poner al servicio de intereses espurios. Pero en la ciencia contrastable, sobre todo hoy que la circulación de datos es masiva e instantánea, los obstinados hechos acaban imponiéndose casi siempre.
No sé si los hechos se pueden imponer…lo que sí se puede imponer es una interpretación de ellos, y eso, no tiene por qué ser reprochable en sí mismo. Es más, al parecer es el único camino que tenemos para ir articulando esa imagen del mundo que nos toca «habitar», en el más amplio sentido que queramos darle a este último término (física, mental, afectivamente, etc.) Que las llamadas ciencias naturales, entre ellas la biología, nos estén entregando desde hace ya un tiempo datos y observaciones que han modificado nuestra interpretación de hechos propios de su campo (tú citas la genética evolutiva y el estudio de fósiles) no tendría que dar pie, necesariamente, a la reducción de esos mismos hechos a ese determinado canon de interpretación. La biología, y la física si me apuras, no son, hasta donde sé, saberes a partir de los cuales se puedan desprender proposiciones de certeza absoluta. Tal vez el flogisto y otras teorías ejercieron un poder interpretativo similar al que ejercen hoy en día la relatividad y la evolución (y con esto, ojo, no quiero respaldar ni el terraplanismo ni negacionismos de otra índole) , sólo quiero apuntar al hecho de que las llamadas ciencias experimentales (por cierto, la psicología sí que ha experimentado planteando y sometiendo a prueba ideas como la del «reflejo condicionado» pavloviano, refinado posteriormente por Skinner) son, en determinados puntos, tan falibles como aquellas que tratan con asuntos netamente humanos. Viejo tema el de la ciencia y la técnica como ideología…Arryn ha aportado a este respecto un par de ejemplos a la sazón. Es indudable el rendimiento técnico de la biología y la física ( y de la psicología, en cierta medida, también) durante los últimos siglos. Quien no lo reconozca se arriesga a negarse gran parte de sus comodidades, medicinas y un largo etcétera. Pero no reconocer la dimensión especulativa que tiene la interpretación de los hechos es también una forma de soslayar la historicidad del conocimiento y del poder que esto conlleva. A propósito, un entretenido y breve libro que aborda la ciencia y los científicos desde la literatura : «Un verdor terrible»de Benjamín Labatut. Un saludo
He practicado psicoanálisis un cierto tiempo, y ni terapéuticamente ni como método de autoexploración saqué mucho en limpio. Si el analista tenía claro el panorama de lo que se veía, no lo sé (lo dudo), pero en general cuanto más profundizaba más incierto y confuso se volvía todo. Y sé que no soy el único en esa experiencia, el método en general sume al analizado en confusión. En que ese sentido doy toda la razón a Carlo en su descripción de lo inconsciente como un magma inaprensible.
Por otro lado, en mi entorno muy cercano he tenido un trastorno de personalidad múltiple y un trastorno alimentario. Doy fe de que ahí hay algo articulado, con objetivos propios y que en un momento determinado anula la voluntad racional del sujeto (la paraliza a la hora de comer) y que éste describe como con personalidad propia hasta el punto de tener diálogos y dibujarlo como un personaje de comic. Así que algo hay.
Yo diría que Freud traspasó la frontera de lo científico, porque es muy difícil hacer ciencia con semejante objeto de estudio, y que desde ese estricto punto de vista todavía no hemos ido mucho más lejos. Y me encantaría ir.
Muy de acuerdo, Robert. Todavía no hemos ido muy lejos, es cierto, pero la neuropsicología está haciendo grandes avances. Yo confío mucho en las simulaciones informáticas, y creo que la IA es un espejo en el que mirarnos, y que cada vez nos devolverá una imagen más nítida de nuestra propia mente.
He leído que las IA avanzadas son tan complejas que terminan volviéndose cajas negras y al final no sabes a ciencia cierta si han tomado una decisión razonada o han atajado por el camino de en medio.
Como nosotros.
Mismamente. Lo que nos devolverá será una imagen nítida de nuestro caos y nuestra inaccesibilidad a la tramoya de nuestros pensamientos. Y si nos fijamos más detenidamente, es la ilusión de investigar haciendo ingeniería inversa, lo que es lícito , y terminar creyendo que somos una obra de ingeniería, lo que es absurdo.
Me ha gustado leer tantas falacias, incluyendo los comentarios. Qué pena que se haya acabado esta serie. No me parece hipócrita sentir cariño por el perrito mientras estás en una barbacoa. Lo dice el inconsciente, así que no quiero razonarlo. Lo complicado para hacernos vegetarianos es que somos omnívoros. Lo malo del euskera es que es muy difícil, que si no lo hablarían más. La realidad es la que es, y también que somos 9000 millones de personas y el crecimiento sigue siendo exponencial. No habrá otra que comer menos carne. De hecho, la mayor parte de la humanidad es casi vegetariana.
Se me acaba de ocurrir una tontería que no tiene que ver con falacias y probablemente es una: nunca hubo un Euskaldilandia porque sólo hay euskaldunes donde hay piedras y no se puede cultivar. Ya tienen Álava. Quién pillara Navarra. Es que pasé las vacaciones por allí.
Como hagamos todo lo que dice «el inconsciente»… Y no somos omnívoros, del mismo modo que no somos caníbales: tenemos la opción del omnivorismo -y del canibalismo-, lo cual es una gran ventaja evolutiva, pero podemos elegir nuestra dieta racionalmente. Y «solo» somos 8000 millones, no exageres…
No, si el «inconsciente» soy yo. No somos caníbales por cultura pero somos omnívoros por la dentadura primero, la fisiología después, y la cultura. Entiendo los argumentos y no tengo una opinión clara sobre estos asuntos que me parecen escolásticos. Me gusta leerlos escritos bien y pensarlos e incluyo los comentarios.
De eso se trata, de pensar sobre ello. Porque el principal problema es que tendemos a considerar naturales nuestros hábitos alimentarios (y también los amorosos, pero ese es otro artículo) y ni siquiera nos paramos a reflexionar sobre ellos. Y, por cierto, sí que hemos sido caníbales por cultura hasta hace bien poco.
A todo el que esté interesado en la respuesta que dan muchos animales a esta explotación que hacemos de ellos hay un ensayo, de Sarat Colling, publicado en Errata Naturae y traducido por Teresa Lanero titulado Insurrección Animal. Historias de resistencia y rebelión de los animales en la era del capitalismo global, que merece mucho la pena. Los animales no hablan pero muchas veces sus acciones sí lo hacen.
Yo no soy mucho de carne ni pescado, la verdad. Pero me gusta respetar la libertad de los demás, básicamente porque… ¿quién soy yo para torar la primera piedra? Pero si para empezar estoy escribiendo esto en un móvil (un ordenador seríalo mismo), para cuya producción se han explotado laboralmente a unas cuantas personas, se ha agujereado la Tierra inmisericordemente para extraer materias primas), y mas que probablemente se hayan matado a muchos animales mamíferos por el camino.
Y yo me digo, «pero es que no puedo vivir sin teléfono móvil», a lo que mi abuelo zamorano me responde «claro que puedes, igual que lo hicimos tu abuela y yo hace 60 años; lo que no quieres es asumir las consecuencias de tus actos sobre otros, u entonces te excusas en la «imposibilidad». Pero poder, se puede».
En fin, ya no sé si lo que dice mi abuelo (o yo, u otros) son todo falacias, y solamente queremos autojustificarnos ante nuestra visión del mundo.
No solo tu abuelo zamorano (qué suerte tener uno así), sino toda una corriente de pensamiento y militancia aboga por el decrecimiento. Está cada vez más claro que nuestra forma de vida es insostenible, y la batalla se libra en muchos frentes.
Decrecimiento tendrá que haber porque nuestra dependencia por combustibles fósiles, que son la razón de lo que llamamos progreso material, se agotan, y las renovables necesitan de materiales que también son finitos y que para transformarlos requieren a su vez energía y tampoco pueden sustituir en todos los procesos. La cosa es que sea racionalizada y ordenada o desordenada y apocalíptica. Los estados nación no ayudan desde luego a una resolución racional visto el panorama internacional.
Sabéis que «decrecimiento» significa retroceder en algunas cosas como la esperanza de vida y en que aumente la mortalidad infantil, entre otros, ¿no?
Porque decrecer es dejar de ser cada vez más productivos (menos unidades de producción por hora trabajada), y dejar de aumentar los recursos disponibles para pagar, entre otros, las pensiones o la educación pública. Gracias al «crecimiento» no vivimos como en el siglo XII.
Va todo de la mano.
Depende de cómo se «decrezca». No es un proyecto único, sino una idea general que se podría llevar a la práctica de muy distintas maneras. Y lo mismo se puede decir del «crecimiento»: si aumenta la riqueza en términos absolutos pero se acumula caca vez en menos manos, no vamos por buen camino.
Por éso hablo de racionalidad. A lo mejor nuestra colección de ropa de usar y tirar debe decrecer, a lo mejor debe decrecer el turismo de masas, nuestro consumo de carne o los jets y yates privados que contaminan sin pudor, y sin embargo debe crecer la educación o la sanidad básica en lugares donde no hay, y no me estoy refiriendo solo a lugares donde nunca ha habido, mismamente noto un empeoramiento generalizado de la sanidad pública en España.
Decrecer significa reducir el consumo, lo cual no implica en absoluto decrecer en esperanza de vida ni en calidad de vida. Decrecer significa gestionar los recursos que tenemos (y que son limitados) de una forma racional, para que los podamos disfrutar todos (los del presente y los del futuro). Podemos vivir sanos y felices sin necesidad de consumir los recursos a un ritmo mucho más alto del que se reponen. La cultura de usar y tirar no aporta felicidad, al contrario, crea individuos frustrados. Mientras que otras cosas como respetar el medio ambiente o fomentar la comunidad aportan mucha más felicidad (de la verdadera, no de la ficticia) sin agotar el planeta. La felicidad no es tener cada uno su coche, cambiar de teléfono cada año, tener diez veces más ropa de la necesaria o viajar a la otra esquina del mundo; la felicidad es tener las necesidades vitales resueltas, sentirse parte de una comunidad, cuidar y tener quien te cuide. Además la otra opción, la del crecimiento continuo, simplemente no es posible.
para nada significa mortalidad infantil, todo lo contrario, significa que no haya niños esclavos ni niños soldados, lo entiendes? se trata de producir menos, no de tener menos soluciones, que ya existen.
Este comentario está lleno de errores gramaticales.
El decrecimiento es la única alternativa, desde luego. Consumir carne de ganadería extensiva local es decrecimiento. Consumir soja de Brasil no lo es. Por eso creo que los veganos confunden el foco del problema: lo importante no es tanto qué tipo de alimentos consumimos sino cómo los producimos.
Todos los martes y viernes voy a comprar hortalizas frescas al mercado de mi pueblo, producto de temporada y proximidad. ¿Te puedes creer que jamás me he encontrado allí a ninguno de mis múltiples conocidos veganos?
Lo más parecido a una hortaliza fresca que han visto en su vida es la bolsa de ensalada ya cortada que venden en el súper, por no saber ni siquiera saben que el brócoli tiene hojas y están riquísimas. Eso sí, la soja de Brasil y la quinoa de Nueva Zelanda que no falten. Lo más gracioso es que luego se permiten ir dando lecciones de nutrición y medio ambiente.
No dudo de que haya veganos así. En estos momentos el veganismo «está de moda», con todo lo que eso implica, entre otras cosas un negocio montado sobre el culto a los productos exóticos nada respetuoso con el medio ambiente. Pero, afortunadamente, tus múltiples conocidos veganos (¿10, 100…?) no son la norma ni representan el espíritu del veganismo. Y consumir carne de ganadería local es decrecimiento en relación con consumirla de ganadería industrial y si se parte del falso supuesto de que hay que comer carne. En determinadas circunstancias, el canibalismo podría ser -ha sido- una forma de optimizar recursos.
La ganadería extensiva es decrecimiento en relación con la agricultura intensiva, que supone el 99% de la agricultura y es cien veces peor para el medio ambiente que la ganadería extensiva (y aún por encima mata millones de animales con sistema nervioso central). Y por supuesto también es decrecimiento comparado con dejar eses terrenos abandonadas a su suerte
Y eso significa que también hay que acabar con la agricultura intensiva actual (que en gran medida está al servicio de la ganadería) y que no hay que abandonar los terrenos a su suerte. Si lo que estás diciendo es que comer carne no es el único ni el peor de los males, estamos de acuerdo.
«Y eso significa que también hay que acabar con la AGRICULTURA INTENSIVA actual (que en gran medida está al servicio de la GANADERÍA)»
Aquí hay un detalle muy revelador: Estás hablando de aspectos negativos de la agricultura y ganadería intensivas, pero cuando hablas de la agricultura le pones el adjetivo (para que quede claro que eses problemas son propios de la agricultura intensiva, no de toda la agricultura), mientras que cuando mencionas la ganadería no se lo pones (obviando deliberadamente que existe otra ganadería que no genera eses problemas).
Obviamente, esto no es casual. Tú eres un maestro de la precisión lingüística, siempre sabes encontrar la expresión exacta para transmitir lo que quieres transmitir. Digamos que utilizas el lenguaje natural con toda la pulcritud lógica que éste puede ofrecer. Y eres muy consciente de cómo cualquier variación en las palabras escogidas puede afectar al mensaje, aunque a priori parezca el mismo. Has escrito mucho sobre ello. Pues creo que éste es un ejemplo de libro de eso sobre lo que tanto has escrito. Acabas de hacer un ardid lingüístico para arrimar el ascua a tu sardina.
¿Que estoy hablando de aspectos negativos exclusivos de la agricultura intensiva? Le pongo el adjetivo, para no difamar a toda la agricultura. ¿Que estoy hablando de aspectos negativos exclusivos de la ganadería intensiva? No se lo pongo, para difamar a toda la ganadería. Me parece una trampa impropia de alguien que precisamente escribe sobre este tipo de trampas.
Resumiendo:
Lo que digo es que, en el aspecto mediambiental, confundes el foco al atacar indiscriminadamente a toda la ganadería, en vez de centrar el ataque en las malas prácticas de producción (ya sean de agricultura o de ganadería).
En el aspecto ético creo que nunca nos pondremos de acuerdo, pero en cualquier caso, un placer discutir contigo.
¿Es que una ganadería no intensiva no puede consumir productos de la agricultura intensiva? Soja, por ejemplo. Si es así, el adjetivo no-intensiva es insuficiente, merece ser llamada ganadería ecológica. Supongo que sí que existe esa ganadería ecológica, pero dudo de que toda la no-intensiva lo sea (lo dudo, no lo niego). En ese caso sí, las razones para rechazar esa ganadería ecológica serían «solamente» éticas y dietéticas. También podría haber un canibalismo «sostenible» y «respetuoso con el medio ambiente» (Swift escribió una «Modesta proposición para convertir a los niños pobres de Irlanda en comida»). El placer de la discusión es mutuo. Gracias por tus numerosos y elaborados comentarios.
En la ganadería extensiva, por definición, los animales se alimentan solos pastando en grandes extensiones (de ahí lo de «extensiva»). No hace falta importar el alimento ni exportar los residuos. Es cierto que pueden tener un suplemento (para que coman los días que no pueden salir o que no hay mucho alimento). Pero en cualquier caso, ese alimento extra es hierba o cereal de proximidad, muchas veces producido por el propio ganadero, no soja de Brasil. Simplemente se aprovecha la época de mayor abundancia de alimento para producir un excedente para cuando haya menos.
Por cierto, lo de que somos demasiados para producir nuestro alimento en extensivo es falso. Te sorprendería la cantidad de alimento que puede producir un terreno trabajado de forma eficaz y sostenible. Y mira la inmensa cantidad de terrenos abandonados que tenemos. Si se abandonaron las tierras de labranza y pastoreo de la península no fue porque no produjesen lo suficiente, sino porque no podían competir con los productos de producción intensiva, que son artificialmente baratos porque hacen «trampas». Cuando a alguien le permiten producir alimento de manera industrial, sin pagar por el tremendo daño que genera esa producción en el entorno, ni pagar los costes reales que genera para el planeta traer eses alimentos de la otra esquina del mundo, puede vender ese alimento a un precio más bajo de lo que realmente costó producirlo; y los que lo producen de forma racional y sostenible no pueden competir con esos precios y acaban abandonando su actividad; lo cual nos perjudica a todos, de forma directa e indirecta.
La ganadería (y agricultura) intensiva ni siquiera es más productiva que la extensiva, simplemente es más «industrial», permite mecanizar más los procesos y por lo tanto ahorra mano de obra. Con la ganadería (o agricultura) extensiva puedes producir alimento (de gran calidad) mientras mejoras tu entorno, pero no te vas a hacer millonario con ello. Con la ganadería (o agricultura) intensiva puedes producir alimento (de peor calidad) mientras empeoras tu entorno, pero sí te puedes hacer millonario con ello. ÉSA ES LA DIFERENCIA SUSTANCIAL.
Bien, pues estamos básicamente de acuerdo, excepto en un pequeño detalle: yo no puedo entender que alguien mire a los ojos a una vaca y vea comida, como el tigre del Dr. Dolittle al ver a un humano.
«El horror, el horror» El corazón de las tinieblas, Joseph Conrad
Acostumbrado a leer los comentarios en El País o en El Confidencial, es una delicia leer estos. Me han hecho pensar mejor, he pasado un buen rato (la batalla dialéctica entre Frabetti y Encías Joe merece una mención especial) y han mejorado mi opinión sobre la especie humana. Gracias a todos.
Gracias a ti, MM, así como a Encías y demás comentaristas. Es reconfortante que la voluntad de diálogo prevalezca sobre las diferencias.