Lo típico. Sale a tomarse una cerveza con los amigos y ocurre lo inevitable. La noche se alarga, se le ponen a uno ojitos de Boris Yeltsin y termina manoseando una máquina del tiempo que encuentra por ahí. Y de ahí a despertar en 1984 formando parte del equipo de guionistas de El equipo A va un suspiro.
¿Nunca le ha pasado? Pues está de suerte. Primero, su vida social solo puede mejorar y, segundo, leer este artículo le dará las claves para escribir un episodio estándar y salvar el día cuando le ocurra algo así.
Para los más jóvenes, hay que decir que El equipo A trata sobre cuatro veteranos de Vietnam acusados de un crimen que no cometieron y que huyen del ejército al tiempo que desfacen entuertos aquí y allá.
Es una serie de los ochenta. Vamos, la Edad Media de la televisión. No había versión original y todo era muy autoconclusivo. Los programadores televisivos emitían el S04E13 y al día siguiente el S02E05, y aquí no pasaba nada. Ni se daba uno cuenta ni existían redes sociales con haters flamígeros exponiendo fallos a nivel molecular. Ah, qué tiempos. Spoiler sonaba a grupo jevimetal y uno podía salir a la calle sin miedo a que alguien le dijera que Hannibal se había disfrazado de pelocho y arruinarle el capítulo grabado en VHS.
Hablemos de personajes. Además de famoso por pagarle tropecientas mil Fantas a Audrey Hepburn, el ya citado Hannibal Smith es el coronel y líder del grupo, cerebro y maestro del disfraz. Mezcle a Mortadelo con Napoleón y con un jubilado de Torrelodones y voilà.
Luego está el teniente Templeton Peck, Fénix. Guaperas que enamora a las hijas de aquellos a los que ayudan aunque nunca pasa de primera base: un morreo y, ale, adiós muy buenas… Además de partir cocos debajo del agua con su miembro enhiesto, sabe pelear con plasticidad. De Starbuck galáctico a dandi ochentero. Perra vida…
Pasemos al «Loco» Murdock, capitán y experto piloto de cacharros voladores. Diría que su función es aportar imprevisibilidad y desahogos cómicos a la trama. Para eso están los dementes, ¿no? Pues no. Lo más destacable de este personaje es que está todo el santo día tocando los huevecillos negros, peludos y musculosos de su compañero y último componente del grupo…
El sargento M. A., armario empotrado y puesto de bisutería andante. Conductor habitual de la rape van en la que viajan, le tiene un miedo atroz a volar y cuando hay que repartir guantazos o se necesita fuerza bruta, ahí está el bicho.
¿Y cómo es un capítulo tipo? Pues bien, necesita a un hombre honrado en apuros. Alguien que administra una instalación que ayuda a desfavorecidos o el líder de un grupo de empresarios decentes. Esta persona debe tener una hija suficientemente maciza desde el punto de vista ochentero para que Fénix haga su magia o no hay ayuda. Absténganse señores con hijas trol. Ahora necesita un malo casposo. Alguien que quiera construir una bolera en el lugar o a mexicanos vendiendo marihuana. Y el malo, claro, necesita secuaces con metralletas. Todo el mundo sabe que una bolera que no haya sido construida a golpe de metralleta ni es bolera ni es nada. Solo entonces aparece el equipo A. Generalmente en forma de vieja del visillo que se quita el disfraz y… oh-ah, ¡es Hannibal! Porque al equipo A no se le llama, son ellos los que le encuentran a uno (como los comerciales de telefonía móvil). Lo siguiente es el primer encontronazo con los malosos. Aquí se tiene que marcar un Spider-Man y que nuestros chicos sean derrotados/apresados. Si no, se nos queda un episodio de quince minutos y hay que pasar el resto del tiempo contemplando obras con Hannibal o viendo cómo Fénix se hace unas mechas.
Lo más sensato es que los malosos encierren al grupo en un granero lleno de cacharros para que, cuando vuelvan a por ellos horas después, hayan fabricado un tanque antiaéreo o artefacto similar que les permita derrotar al antagonista y sus secuaces.
También hay que buscarse la vida para incluir: un desplazamiento en avión/helicóptero para que M. A. tenga que ser drogado/dormido, disparos de metralletas/explosiones con una tasa de mortalidad del 0 % y, por supuesto, coches de malosos volando por los aires y aterrizando boca abajo o de lado. Esto es absolutamente imprescindible.
Tras la victoria, la maciza y Fénix se besan y, venga, que corra el aire. Hannibal se enciende un puro y dice eso de «así no se mezcla la argamasa, esgraciaoooo». Y Murdock pellizca el escroto de M. A. y este se vuelve para hacerle un Oberyn. El plano se congela justo entonces. Y fin. Ya solo le queda la parte sencilla: tunear un Delorean. Si es que quiere volver al presente, claro.
¡Sacrilegio! El «Equipo A» ha aportado más a la profesión de guionista televisiva que Aaron Sorkin o David Chase. ¡De libro de 1º de escritura creativa!
Que si, que si… Que los episodios estaban muy trillados, que siempre era lo mismo, que el guión era…¿Qué guión?
Pero ¿y lo que nos entretenía? que al final, es lo importante.
Así de mala era, o peor… como McGyver or el coche fantástico o el gran héroe americano… Pero como no conocíamos (ni había) mucho más, ahi echábamos un capítulo detrás de otro.
La recuerdo con cariño, por supuesto. Pero por nada del mundo la volvería a ver.
Lo mejor que hay. Aún la reponen, y si por casualidad la pillo, la sigo viendo.
Es verdad que en cada episodio había tremendo tiroteo y no moría nadie. De ahí viene la frase: trabajas menos que el forense del Equipo A.