Ciencias

El dilema de la procreación: ¿debemos traer nuevas vidas al mundo?

Joaquin Sorolla y Bastida Mother Google Art Project
Madre de Joaquín Sorolla, 1895

En este mundo obsesionado con la inmediatez, donde las notificaciones de los teléfonos inteligentes marcan el pulso de nuestras vidas y el frenesí de las redes sociales consume nuestra atención, resulta casi reconfortante saber que algunos filósofos todavía encuentran tiempo para debatir cuestiones «menos urgentes». Lejos de las preocupaciones diarias de guerras, pandemias o el cambio climático, Christopher Belshaw y Jeff McMahan se sumergen en la abstracta pero profunda pregunta de si la creación de una vida es, en última instancia, un acto justificable. Y aunque puede parecer un debate remoto en medio de cuestiones tan trascendentales como el dominio del «prime time» en España, sus reflexiones nos obligan a mirar más allá de lo inmediato y a pensar en las implicaciones a largo plazo de la procreación en un mundo que parece cada vez más incierto.

Christopher Belshaw y Jeff McMahan son dos destacados filósofos contemporáneos, algo posmodernos,  que han dedicado buena parte de su obra a la reflexión sobre la ética del inicio y el fin de la vida, temas que abarcan desde la eutanasia hasta la procreación. Belshaw, profesor emérito de la Universidad de York, autor del ensayo The Value and Meaning of Life donde reflexiona sobre lo que significa vivir una vida que tenga sentido, es conocido por sus posturas radicales con relación al valor de la vida, mientras que McMahan, profesor de Filosofía en la Universidad de Oxford, autor del ensayo The Ethics of Killing: Self-defense, War, and Punishment ha defendido una visión más moderada en torno a cuestiones éticas que involucran el bienestar de los seres conscientes. En una serie de tres artículos publicados en la Journal of Controversial Ideas, ambos se embarcan en un debate filosófico sobre el antinatalismo, un tema tan perturbador y fundamental para la ética contemporánea como banal para cualquiera que no esté de puntillas en el vértice superior de la pirámide de Maslow.

El antinatalismo: ¿una idea impensable?

El antinatalismo es una postura filosófica que sostiene que la creación de nuevas vidas humanas, incluso aquellas que presumiblemente serán buenas, no está moralmente justificada. David Benatar, un influyente defensor del antinatalismo, ha argumentado que el sufrimiento inevitable que acompaña la existencia es suficiente para concluir que es mejor no nacer —me cuesta, en este punto no hacer una broma sobre cuanto trash ha tenido que escuchar Benatar para plantear sus teoría—. Aunque esta perspectiva parece chocar directamente con la intuición común, está ganando terreno en debates éticos sobre el valor de la vida y el impacto de la procreación en un mundo lleno de sufrimiento.

Christopher Belshaw defiende una versión aún más radical de esta postura en su artículo Anti-Natalism and the Asymmetry. Belshaw va más allá de los argumentos de Benatar al sugerir que, debido a la Asimetría entre los males y los bienes intrínsecos aquellos aspectos de la experiencia o la vida que son buenos o malos en sí mismos, independientemente de sus consecuencias o del contexto, no solo no deberíamos concebir nuevas vidas «malas», sino que tampoco deberíamos gestar vidas «buenas». Además, sugiere que si estas vidas ya han comenzado, y pertenecen a no-personas (fetos, bebés y animales), deberíamos terminarlas si no existe una razón externa lo suficientemente fuerte para mantenerlas.

Belshaw se basa en una distinción clave entre las personas y las no-personas. Las personas, sostiene, son seres con deseos y metas de vida futuras, lo que les confiere un valor moral especial. Sin embargo, las no-personas, como los neonatos y los animales, no tienen esos deseos. Por lo tanto, no hay una razón intrínseca para preservar sus vidas si no están asociadas con deseos futuros o si no benefician a los seres humanos.

El concepto de Asimetría: dolores que importan, placeres que no

El concepto de Asimetría en el debate del antinatalismo se refiere a la diferencia moral entre evitar el sufrimiento y promover el bienestar cuando se trata de traer nuevas vidas al mundo. Según esta idea, existe una fuerte razón moral para no causar la existencia de un ser cuya vida será predominantemente mala, porque ello implicaría causar daño y sufrimiento a esa persona. Sin embargo, no existe una obligación moral equivalente para traer al mundo a un ser cuya vida será buena, es decir, llena de placeres y experiencias positivas. Esto se debe a que, mientras el sufrimiento es intrínsecamente malo y debe evitarse, el bienestar y los placeres no generan por sí solos una razón suficiente para crear una nueva vida. En otras palabras, aunque evitar el dolor es moralmente necesario, el hecho de que una vida pueda ser buena no es una razón que nos obligue moralmente a traerla al mundo..

McMahan: una crítica a la radicalidad de Belshaw

Jeff McMahan entra en escena con una crítica a la radicalidad del enfoque de Belshaw en su artículo Thou Shalt Not Create; But If Thou Dost, Thou Shalt Kill?. McMahan, quien previamente había explorado la idea de la Asimetría en sus propios trabajos, encuentra que la versión defendida por Belshaw es excesivamente extrema. Mientras McMahan acepta que puede haber razones para evitar la creación de vidas malas, discrepa de la idea de que no haya razones para crear vidas buenas.

McMahan presenta un argumento más matizado. Acepta que los males intrínsecos, como el dolor y el sufrimiento, son siempre razones poderosas para no crear una vida, pero sostiene que los bienes intrínsecos también tienen valor, incluso si no son deseados en el momento de su ocurrencia. Según McMahan, la distinción que hace Belshaw entre placeres deseados y no deseados no se sostiene: los placeres y los bienes intrínsecos, como la felicidad o el placer, siguen siendo valiosos aunque no se anticipen ni se deseen.

La continuidad psicológica: un punto de discrepancia

Uno de los puntos de mayor controversia en el debate entre Belshaw y McMahan es el valor de la «continuidad psicológica». McMahan introduce esta noción para refutar el argumento de Belshaw de que los fetos, los bebés y los animales no tienen deseos futuros y, por lo tanto, no hay razón para preservar sus vidas. McMahan argumenta que, aunque un bebé no tenga deseos presentes para su futuro, está psicológicamente conectado con su futuro yo adulto. Esta «continuidad psicológica» es suficiente, en su opinión, para darle valor a su vida, incluso si esa conexión es débil. De este modo, matar a un bebé o a un animal basado únicamente en la ausencia de deseos futuros sería moralmente erróneo.

Belshaw, sin embargo, no encuentra convincente esta línea de pensamiento. Sostiene que, aunque un individuo podría tener experiencias positivas en el futuro, esto no implica que tengamos una obligación moral de asegurarnos de que ese futuro ocurra. Para Belshaw, el simple hecho de que un ser esté conectado con un futuro posible no justifica moralmente el mantenimiento de su vida. Solo las personas, aquellas con deseos y metas conscientes sobre su futuro, tienen ese derecho.

¿Qué papel juegan los deseos en la valoración de la vida?

La discusión sobre el papel de los deseos es otro aspecto central del debate entre Belshaw y McMahan. Según Belshaw, los placeres y los bienes futuros solo importan si el individuo tiene deseos respecto a ellos. Si un ser no tiene deseos futuros —como un bebé, un animal o un feto—, no hay razón para preservar su vida para que experimente esos bienes. McMahan rechaza esta idea, argumentando que los bienes futuros pueden ser buenos para un individuo, incluso si este no los desea actualmente. El hecho de que alguien no pueda anticipar o desear un bien no significa que ese bien no sea valioso cuando ocurra.

McMahan utiliza el ejemplo de un bebé para argumentar que, aunque el bebé no tenga deseos presentes o anticipaciones sobre su vida futura, esa vida futura sigue teniendo valor. McMahan sostiene que si el bebé vive y llega a los 30 años, podría experimentar muchos bienes intrínsecos, como la felicidad o la satisfacción, incluso si en el presente no puede desear esos bienes. Por lo tanto, desde esta perspectiva, habría una razón moral para preservar su vida y asegurar que llegue a experimentar esos bienes futuros, porque esos bienes, aunque no sean deseados en el presente, siguen siendo valiosos.

¿Deberíamos eliminar a los no-personas?

Una de las afirmaciones más controvertidas de Belshaw es que deberíamos terminar las vidas de las no-personas si no hay una razón externa para preservarlas. Según él, los bebés y los animales no tienen deseos futuros y, por lo tanto, no hay razones intrínsecas para mantener sus vidas. Si sus vidas no sirven a un propósito mayor —por ejemplo, si no son necesarias para los deseos de otras personas—, entonces sería moralmente permisible e incluso recomendable terminar sus vidas de manera indolora.

McMahan critica duramente esta postura, argumentando que es demasiado extrema y contraintuitiva. Sostiene que, aunque los deseos presentes y futuros son importantes para determinar el valor de una vida, no son la única fuente de valor. Para McMahan, incluso los seres que no tienen deseos actuales pueden tener un valor inherente que debemos respetar. Matar a bebés o animales simplemente porque no tienen deseos futuros es, según él, una visión moralmente inaceptable.

El futuro del debate sobre el antinatalismo

El intercambio entre Belshaw y McMahan refleja la profundidad y la complejidad del debate sobre el antinatalismo y la ética de la procreación. Mientras que Belshaw adopta una postura radical al sugerir que deberíamos evitar la creación de todas las vidas, incluso aquellas que serán buenas, McMahan defiende una visión más moderada, en la que los bienes intrínsecos y los placeres tienen un valor independiente de los deseos presentes.

El debate sobre el antinatalismo parece ahora más relevante que nunca —especialmente para los creyentes de «el gran remplazo» en un mundo marcado por crisis ecológicas, el aumento de la pobreza global y el sufrimiento innecesario. ¿Deberíamos seguir trayendo nuevas personas al mundo en estas condiciones? Para algunos, como Belshaw, la respuesta es clara: no. Sin embargo, para otros, como McMahan, aún existe valor en la creación de nuevas vidas si esas vidas tienen la posibilidad de ser buenas.

Al final, esta discusión no solo aborda la procreación, sino que también toca cuestiones más amplias sobre el valor de la vida misma. ¿Es la vida intrínsecamente valiosa o solo importa en función de los deseos y placeres que contiene? Y si es así, ¿qué deberíamos hacer al respecto? Las respuestas a estas preguntas definirán cómo pensamos sobre el futuro de la humanidad en un mundo que se enfrenta de forma continua a crisis existenciales.

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19 Comentarios

  1. Yo, a todos estos filósofos aguafiestas, les recomiendo un poco de coherencia. Que se tiren por un barranco y dejen de darnos la brasa a los demás.

  2. Leyendo a Belshawn puedo entender que mala idea sería que la República de Platón se hiciera real y nos gobernasen los filósofos.
    Aunque no tengo hijos, y mis animales están esterilizados, me parece extremadamente nihilista su concepción, y muy estrecha. ¿Quién soy yo para decidir sobre quien debe vivir o morir?¿Qué derecho tengo a quitar una vida? Y sabe poco de animales y bebés, de los lazos afectivos que generan, de las relaciones que establecen con su entorno. Viven en el presente. ¿Cómo justifica que solo tener deseos o proyectos sobre el futuro tenga validez?¿Cualquier tipo de deseo?¿Qué pasa con los que desean o proyectan hacer daño a los demás? ¿Es más válido éso que no desear nada?

    • Algunas opiniones de estos”filósofos” no solo son de una soberbia asquerosa sino que además estúpidas. ¿Es que acaso se puede saber si una vida vale la pena antes de vivirla?

      • Totalmente de acuerdo y como señalan más abajo citando a Nietzsche cada vida es distinta y única, aunque las metamos todas en el concepto de vida. A veces parece que algunos filósofos olvidan que son filósofos-en-el-mundo, y no mentes volantes.

  3. Red Grant

    Lo que yo pienso es que se debería crear un sistema por el cual las personas que decidieran darse de baja de esto, tuvieran el camino llano e indoloro para suicidarse. Ahora mismo, si no tienes acceso a algún tipo de farmacología o a armas de fuego, solo te queda el tirarte de un octavo, saltar al tren desde un puente, o atacar con un cuchillo de grandes dimensiones a las «fuerzas del orden» para que te acribillen.

  4. El utilitarismo puede llegar a conclusiones radicales y subversivas. Se trata de una teoría moral predominantemente anglosajona que queda lejos de nuestra sensibilidad moral.

    Respecto a la valoración general del fenómeno de la vida, me quedo con Nietzsche cuando afirma que para juzgar la vida habría que ser todas las vidas y además estar «fuera» de la vida: un imposible. Yo añadiría que somos igualmente pobres a la hora de juzgar nuestras propias vidas, si merecen la pena: estar vivo es una experiencia demasiado ambigua para eso.

  5. Interesante para los que aún no entienden cómo figuras históricas como Hitler o Stalin llegaron al poder de dos superpotencias en la civilización

  6. Además, una cosa es no tener hijos -mi caso- y otra cosa muy distinta es “terminar vidas” Estoy seguro que Hitler hubiera aplaudido de pie a estos fenómenos.

  7. Como especie (seres vivos), nuestra única función es sobrevivir al tiempo, y eso implica procrear.

    Como sociedad, nuestra función es cuestionar y debatir nuestros valores, y mantener aquellos que como sociedad pensamos que nos hace mejores, y abandonar el resto.

    Como personas, nuestra función es pensar de manera individualista, porque pensar sólo de manera altruista hace que no sobrevivimos (si comen todos antes que yo, incluso aunque estén saciados y sean egoístas, moriré de inanición).

    En resumen, no tener descendencia (a nivel general como sociedad o especie) es aceptar que somos piedras. Pensantes, eso sí, lo que debería preocuparnos incluso más; ¿en un universo que es en su gran mayoría inerte, hemos tenido la suerte de estar vivos, y además ser conscientes de nuestra propia existencia y nuestra relación con el entorno, y poder cambiar nuestro futuro… y preferimos convertirnos en elementos inertes, esperando nuestra muerte como especie con resignación?

    ¿En serio?

    • Hombre Carlos, aunque en el fondo coincidamos, no en los caminos. Las personas no tenemos ninguna función asociada más que las que nos inventemos. Lo de pensar de manera individualista casará muy bien con la lógica del liberalismo económico pero no viene de serie, es una construcción ideologica surgida con el cristianismo.

      • No es así. El ser vivo es individualista y egoísta por naturaleza. Quiere ser él el primero que sobreviva y el que procree. Después ya si eso el resto. Vamos, que los niños lloran para comer ellos, no para avisar a mamá de que el hermano tiene hambre y que mejor que coma él que yo.

        Lo que pasa es que la sociedad ha descubierto que la mejor manera de sobrevivir, es unirse en manadas. Pero el egoísmo y las ganas de tener mas6poder y representación sigue ahí, latente.

        • Simplicísimo

          Esto no es así, hay mucho comportamiento animal de orden altruista y cooperativo. Incluyendo, por supuesto, al ser humano.

          • Cierto, Lynn Margulis estudió con bastante profundidad el altruismo y la cooperación en otros seres vivos.

        • El ser humano es muy variado para ser considerado solo egoísta. Cómo puso de manifiesto la antropología, sobre todo con Levi Strauss, es que hay una independencia entre lo que hace la gente y porque lo hace. A poco que lo piense verá que hay muchos ejemplos de altruismo y cooperación con interés en aportar mejoras a los demás.

  8. Ismael Navales

    Nos podemos llenar la boca con «el valor de la vida humana» o dedicarnos al arte de la argumentación más o menos humanista o nihilista, pero en la práctica, sin ninguna consciencia vivimos en el nihilismo, indiferentes en la realidad que habitamos al valor de la persona que duerme en la calle, los innumerables que mueren de hambre a diario, las víctimas de la violencia cotidiana o de las guerras.
    Y no, no es una denuncia, es una constatacion. Yo también vivo en esta Nada, que creo que no tiene remedio.
    Estas argumentaciones filosóficas son un entretenimiento vacío, como todos los entretenimientos de los que gozamos, para pasar el rato, procreando, dañando, riendo, llorando…hasta que se nos acabe nuestro momento.

  9. ¿Cuál era el debate?
    Ah, que nacemos solos y moriremos solos (mi amor)
    La vida es también extrínsecamente valiosa en tanto somos alguien para otros.
    No hubiese apostado jamás por tener descendencia y me ha saludo une bebé hace medio año. El proceso de disolver la identidad torpemente construida para elaborarse en equipo (o familia) alumbra el espectro de la felicidad que es capaz de contener y expandir la existencia de un minihumano. Claro que se trata de una situación privilegiada porque no todos deben ser tan felices cómo esta criatura que me acompaña y despierta sonrisas y conversaciones de desconocidos con una diminuta personita que interactúa en lenguaje de miradas y gestos puramente expresivos.
    Quién tenga la oportunidad de contemplar (porque es a lo que invita un bebé) y fascinarse con los procesos del comienzo que desemboca en eso de la vida adulta, puede quizá retomar algo de ese goce sin prejuicios. Que vamos a ver, vida mala es un concepto cojo y no nudo. Es casi religioso polarizar de tal manera el abanico de acontecimientos que caben en ella.

    • Enhorabuena. Hay maneras muy reveladoras de decirlo, como la suya.

    • Sonia Aguirre Duque

      FUCK YEAH!! Hay miles de razones para no tener hijos pero la felicidad (egoísta y hedonista) que te da la maternidad/paternidad deseada es alucinante.

  10. Eso sí. El Sorolla, una maravilla.

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