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Alfonso Vila Francés: «Los trenes representan la posibilidad de aventura y descubrimiento»

Alfonso Vila Francés para Jot Down

Viajo a Utiel una tarde de claros y oscuros para entrevistar al escritor Alfonso Vila Francés (Valencia, 1970). Me recibe en su piso de soltero aunque está felizmente casado en medio de un caos de papeles y desorganización general. Alfonso es profesor interino y este año lo han mandado al interior de la provincia. No tiene tiempo para organizar el apartamento porque, cuando no está haciendo trabajos relacionados con sus clases, su grafomanía lo absorbe en un agujero negro de papel y tinta —para mi sorpresa aún hay quien escribe, como los autores clásicos—. Alfonso estudió Historia, en un tiempo en el que se impartía junto con Geografía e Historia del Arte, lo cual le ha permitido desarrollar una visión amplia y multifacética del mundo que lo rodea. Esta interdisciplinariedad se refleja en su obra, donde la profundidad histórica se entrelaza con la sensibilidad artística y geográfica, ofreciendo una perspectiva única que captura la esencia de los lugares y los tiempos que retrata.

Poeta, escritor y fotógrafo, Vila comparte con nosotros no solo los rincones de su hogar, sino también los rincones más recónditos de su mente creativa e impulsiva. Aquí, entre libros y manuscritos, exploramos las pasiones, los desafíos y las inspiraciones de un hombre que ha dedicado su vida a entender y entenderse, mientras busca la serenidad personal en los viajes en tren. Su afición por las estaciones abandonadas y los paisajes desolados de las vías muertas le ha llevado a recorrer numerosos rincones olvidados, capturando con su cámara la poesía silente de esos espacios donde el tiempo parece haberse detenido. En estos lugares encuentra no solo inspiración para su escritura, sino un refugio personal, donde la historia y la melancolía se entrelazan con la belleza del abandono. Así, Vila nos guía a través de su mundo, en el que cada imagen y cada palabra revelan la profundidad de su vínculo con un pasado ferroviario que, aunque en desuso, sigue muy vivo en su obra y su pensamiento.

Que cada lector encuentre su poema. Que ningún poema se quede sin lector ¿De dónde viene esa frase? 

La frase surgió al darme cuenta de que algunos poemas que estaba considerando eliminar por no convencerme del todo terminaban siendo los favoritos de otros lectores. Esto me hizo reflexionar sobre cómo, aunque a veces no lo parezca, cada poema tiene su lector destinado. En esencia, cada poema está dirigido a alguien específico que necesita encontrarlo. Esto reafirma la idea de que cada lector tiene su propio poema esperándolo.

¿Cuándo recuerdas escribir tu primer poema?

Escribí mi primer poema alrededor de los dieciséis o diecisiete años. No comencé directamente con la poesía, sino a través de la escritura de relatos. El primer texto que publiqué fue con Groenlandia, una editorial que publica libros en formato digital. Antes de eso, aunque escribía, dejé pasar mucho tiempo hasta que me animé a mostrar mis trabajos públicamente, colaborando ocasionalmente en revistas, tanto digitales como impresas.

¿Hay vida literaria y cultural en Alfonso Vila antes de 2009?

Sí, definitivamente había vida literaria y cultural en mi trayectoria antes de 2009, aunque no fuera muy visible. Ya en el año 2000 gané un premio en un concurso literario de un pueblo de Córdoba, que consistía en tres mil euros y la publicación del libro. Ese fue mi primer libro completo, titulado A golpe de palabras, una colección de poesía. Este premio fue especialmente significativo porque marcó el inicio oficial de mi carrera en la literatura, aunque ya antes había sido el coautor de un libro que también recibió reconocimientos.

Provienes de una familia bastante relacionada con la lengua, ¿no?

Sí, mi padre ha tenido un papel importante tanto en la historia como en la lengua. Ha escrito poesía y algunos relatos, y ha sido académico tanto en la Real Academia de Cultura Valenciana como en la Academia Valenciana de la Lengua. Esta influencia familiar ha sido decisiva en mi formación y mi acercamiento a la cultura.

¿Cómo fue crecer en una familia tan arraigada en la cultura?

Mis padres se mudaron a Valencia cuando yo tenía tres años, y mi hermana, uno, con el propósito de que tuviéramos una educación universitaria. Desde pequeños se nos inculcó la importancia de la educación y la cultura. Crecer en un ambiente donde lo académico y lo cultural eran prioritarios, definitivamente, ha marcado mi trayectoria y mis intereses.

¿Qué estudios seguiste?

Estudié Historia, que en aquel momento se impartía junto con Geografía e Historia del Arte, una combinación que aprecio mucho porque me ofreció una visión más amplia y humanista del mundo. Esta formación interdisciplinaria ha sido fundamental en mi desarrollo personal y profesional.

¿En tu etapa como universitario militaste en algún grupo de acción social o cultural o eres un «lobo solitario»?

No, realmente mi única participación fue en una acampada del 0,7 %, donde solicitábamos fondos para la cooperación internacional. La acampada tuvo lugar en Blasco Ibáñez, justo delante de mi facultad. Así que salía de la tienda de campaña e iba a las clases. Aparte de eso, colaboré en una asociación de la iglesia que trabajaba con niños del barrio más marginal de Valencia. Muchos de estos niños eran hijos de prostitutas y crecían en calles con mucha droga y delincuencia. Era un trabajo duro y, a veces, bastante frustrante, nosotros hacíamos lo que podíamos, que no era mucho, pero creo que para esos niños era muy importante que estuviéramos allí y nos ocupáramos de ellos. Era jodido, pero la verdad es que aprendí mucho. Además, en parte como trabajo pero también como una forma de pasar las vacaciones, me saqué el curso de monitor de la Generalitat y estuve trabajando principalmente en campamentos de verano, además de montar actividades para colegios y cosas así. Eso es todo en cuanto a mi participación en grupos o movimientos sociales o culturales.

En 1997 participas en la antología Aldea poética I: La poesía nos une. ¿Cómo llegaste a participar en esa antología? ¿Qué queda de aquella época?

Mi participación en la antología Aldea poética I fue uno de mis primeros trabajos publicados. No conocía a nadie en el círculo editorial, así que lo que hice fue simplemente enviar mis poemas por correo. Creo que la revista estaba asociada a Gloria Fuertes, aunque no estoy seguro de cuánto control tenía ella sobre la misma. Asistí al evento de presentación en Madrid, lo que significó una gran experiencia. Soy bastante tímido, así que enviar trabajos por correo era lo más cómodo para mí; nunca me planteé recitar en público o unirme a una asociación que realizara actividades frente a una audiencia.

Como comentaste antes, en 2011 publicaste tu primer libro de relatos, ¿podrías contarnos más sobre ese libro?

Sí, el libro que me publicó Groenlandia se titula La vida mientras tanto y no tuvo una versión impresa. Se trata de una recopilación de varios relatos que había escrito a lo largo del tiempo, no específicamente para ese libro. Me gusta mucho ese título porque refleja la esencia de los textos, aunque he tenido cierta mala suerte con la publicación de relatos en general.

¿Te resulta difícil encontrar editor para publicar tus relatos?

Definitivamente. Aunque algunos editores han mostrado interés, he tenido mala suerte en este ámbito. Por ejemplo, Constantino Bertolo, un editor que apreciaba mis relatos y quería publicarlos, se retiró antes de que pudiéramos concretar la publicación. Esta serie de eventos desafortunados me ha hecho perder oportunidades, y, como resultado, muchos relatos se han quedado sin publicar. A esto se suma la dificultad de vender relatos en el mercado, tienen que ser excepcionales para atraer a los lectores y aun así, es un desafío. Pero conservo la esperanza y creo que algún día lograré compartir estos trabajos con el mundo. Por lo demás, también había escrito algunas novelas que deseaba publicar, así que tenía muchos frentes abiertos. Después Barret, una editorial que por aquel entonces estaba empezando, publicó mi primera novela. Y me olvidé de los relatos… Aunque a veces vuelvo a ellos.

Alfonso Vila Francés para Jot Down

En 2012 descubres Blogger y empiezas a publicar poesía, fotografías, vivencias… En este momento publicas seis blogs que mantienes además actualizados: Campo base (poesía), Noticias desde Siberia, Mundo minúsculo (fotografía), Siberia, Sala de espera (fotografía) y Expurgo. En un mundo donde todo acto se ha convertido en algo transaccional, tú sigues publicando por amor al arte como hace veinte años…

Desde que descubrí Blogger, he encontrado un espacio muy flexible para expresar diferentes facetas creativas. Actualmente mantengo los seis blogs que mencionas activos. Originalmente, cada uno nació con un propósito específico, como dedicarse exclusivamente a la poesía o a la fotografía. Sin embargo, con el tiempo, he empezado a mezclar contenidos en cada uno de ellos dependiendo de cuándo fue la última vez que actualicé cada blog.

Por ejemplo, aunque uno de los blogs estaba destinado a ser solo de fotografía, a veces también publico poesía en él y viceversa. Aunque se trata de un planteamiento un tanto caótico, al mismo tiempo me permite una libertad creativa que valoro mucho. Lo que realmente me encanta de los blogs es la inmediatez: puedo escribir un poema, subirlo y compartirlo en cuestión de minutos. Es una experiencia muy gratificante, ya que permite que mi trabajo esté disponible al instante, ya sea que alguien lo lea o no. Publico principalmente por amor al arte, como hace veinte años, y esto me mantiene motivado a seguir activo en la plataforma.

«No se puede vaciar un embalse en un día y menos si no para de llover». ¿Esta frase describe tu impulso incontrolable de escribir?

Sí, esa frase refleja muy bien mi relación con la escritura. A veces, siento que es un impulso incontrolable, como intentar vaciar un embalse que no deja de llenarse. Aunque trato de contenerlo, escribir se convierte en una necesidad, algo que no puedo dejar de hacer, como si tuviera un mono que necesito saciar. Hay días que pienso firmemente que no escribiré, pero termino haciéndolo, a veces incluso en horas impensables como las tres de la mañana. Estoy intentando controlar este impulso, tratando de no escribir por periodos más prolongados, y cuando lo consigo, me siento estupendo. Sin embargo, inevitablemente recaigo y vuelvo a escribir compulsivamente. Es una lucha constante entre el deseo de escribir y el intento de moderarlo.

Vamos con la Trilogía de la crisis. ¿Cómo se gesta esta trilogía de poemarios? 

Inicialmente, no había planeado escribir una trilogía. Comenzó simplemente con la idea de publicar un libro. Después de ganar un premio y publicar ese libro, continué escribiendo poemas y, con el tiempo, acumulé suficientes para considerar un segundo volumen. Me di cuenta de que estos poemas tenían una conexión temática con los del primer libro; abordaban los mismos temas pero desde ángulos diferentes. Por ejemplo, podía tener un poema titulado «Noche de verano en las fiestas del pueblo» en un libro, y, en otro, otro poema sobre la misma noche pero con un enfoque distinto. Eso creó una línea de continuidad entre los libros.

Cuando publiqué el segundo libro, ya estaba trabajando en nuevos poemas que seguían profundizando en esos mismos temas, lo que finalmente me llevó a completar la trilogía. El primer libro, Acto de clausura (Universidad de Murcia), se publicó en 2015, el segundo, El final del banquete (Pre-Textos), en 2017 y, finalmente, Poemas rotos (WestIndies) en 2019. Sin embargo, el próximo libro de poemas que planeo editar ya no formará parte de esta trilogía, puesto que aborda temas y estructuras diferentes.

¿Te ha ayudado la poesía a cruzar el desierto?

Sí, la poesía ha sido una gran ayuda durante los tiempos de crisis desde 2009. Escribir poesía me ha permitido procesar y expresar mis emociones durante esos periodos difíciles.

¿Puedes escribir poesía si no estás sufriendo?

Es interesante porque, como mencionaba Javier Cercas, el dolor puede ser un buen combustible para la literatura. Personalmente, encuentro que escribo desde un lugar más profundo cuando no estoy contento. Cuando estás feliz, en ese preciso momento, usualmente no sientes la necesidad de escribir. La escritura surge más fácilmente de la tristeza, la pérdida o de una intensa búsqueda interior. Sin embargo, eso no significa que uno no pueda escribir en momentos de felicidad, sino que el impulso puede ser más fuerte desde un estado de necesidad emocional.

Por ejemplo, no escribí ningún poema mientras visitaba a mi madre en el hospital, pero la experiencia me impulsó a escribir después. Así que, en muchos casos, la poesía se convierte en una herramienta para manejar y transformar el dolor o la inquietud en algo tangible y, a veces, hermoso. En cierto modo, muchos escritores, entre los que me incluyo, sentimos que necesitamos la literatura como si fuera un par de muletas para caminar a través de la vida. A veces, desearía no tener esa necesidad de escribir, poder ser una «persona normal», en el sentido convencional de no requerir la escritura para sentirme completo o en paz. Pero la realidad es que la literatura es esencial en nuestra forma de enfrentar la vida y dotarla de sentido.

En 2023 publicas Vida de parado para cerrar este capítulo de tu vida. ¿La vida de un parado también lo es?

Sí, con Vida de parado busqué cerrar un capítulo muy personal y difícil de mi vida, reflejando las experiencias durante un periodo de desempleo. A esta pregunta que me hizo Martín Sacristán respondí que, efectivamente, ser parado es vivir, aunque sea una existencia que muchas veces se invisibiliza o se margina. Ser parado puede hacer que una persona se sienta como si no existiera socialmente, como si se autoeliminase de la vida activa y visible. Es una condición en la que, aunque sigues vivo, te conviertes en casi invisible para la sociedad, similar a lo que sucede con los mendigos. Sufres porque parece que estás completamente fuera del flujo normal de la vida, viviendo al margen. Sin embargo, es vital reconocer que, aunque marginada, es una vida en toda su expresión, y Vida de parado explora estas realidades, buscando dar voz y visibilidad a aquellos que la sociedad a menudo ignora.

¿Cómo te sentiste al exponer tus miserias y dificultades en esta autobiografía?

Exponer mis propias miserias y dificultades en una autobiografía fue un proceso muy introspectivo y no era algo que en un principio tuviera la intención de publicar. Escribí el libro como una forma de procesar personalmente lo que estaba viviendo en ese momento. Sin embargo, desde que empecé a escribir la autobiografía hasta que finalmente decidí publicarla pasaron siete años. Durante ese tiempo, muchas circunstancias en mi vida cambiaron significativamente.

Si no hubiera logrado superar esos desafíos o si mi situación no hubiera mejorado, probablemente nunca habría decidido compartir la autobiografía con el mundo. Tomé la decisión de publicarla porque sentí que esa historia de superación y de cambio podría ser valiosa para otros. Fue un acto de vulnerabilidad, pero también una forma de cerrar un capítulo de mi vida y, quizás, ofrecer algo de esperanza a aquellos que tal vez atravesaran situaciones similares.

¿Cuál es el límite de la escritura? ¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar?

El límite de la escritura, para mí, coincide con los límites de mi propia cobardía. Los escritores a menudo nos enfrentamos a la dualidad de querer explorar profundidades emocionales y experiencias en nuestras obras, pero, al mismo tiempo, podemos ser reacios a vivirlas en nuestra realidad. Existe una cita que me impacta especialmente, es de un autor griego cuyo nombre no recuerdo, y relata la historia de un intelectual que, estando en Grecia y viviendo un amor romántico, llega a un punto de debilidad tal que prefiere leer sobre su historia de amor que vivirla.

Esa frase encapsula bien cómo veo la escritura: llegaré tan lejos como mi miedo me permita ir. Siempre creo que debería escribir sobre lo que experimento, pero hay un límite que no me atrevo a traspasar a la hora de vivir ciertas experiencias. Por ejemplo, podría escribir sobre un viaje imaginario a la Antártida, pero eso no significa necesariamente que haga ese viaje. Y en ese caso, si no voy a vivirlo en persona, de momento prefiero no escribirlo. Por eso últimamente no escribo novelas sino libros de viajes. Viajar es lo que estoy haciendo, así que creo que debo escribir sobre eso. En resumen, mi escritura llegará hasta donde yo llegue. Y sí, es posible que vuelva a la ficción, a la fantasía, ya sea en forma de novela o de relatos, pero de momento me centro (y estoy encerrado) en la realidad. Para bien o para mal.

En 2022 montas una exposición fotográfica en Bookstock sobre estaciones de tren abandonadas, «En vía muerta», que también es un libro de fotografía. ¿Cuándo empiezas a interesarte por los trenes?

Mi fascinación por los trenes ha sido parte de toda mi vida. Desde pequeño, he vivido cerca de las vías del tren, primero en Valencia, justo al lado de una estación, y luego, durante los veranos, en un pueblo donde también estábamos cerca de otra estación. Crecí jugando y paseando cerca de las vías, lo que sin duda alimentó mi interés y afecto por los trenes desde una edad muy temprana.

Lo que realmente me atrae de los trenes es la posibilidad de viajar. A diferencia de algunos entusiastas del tren que pueden estar fascinados por los aspectos técnicos, como el tipo de motor o la configuración de las ruedas, para mí, el tren simboliza el viaje mismo. La idea de moverse de un lugar a otro, de explorar nuevos horizontes, es lo que encuentro realmente atractivo. Cuando veía pasar los expresos nocturnos desde la terraza de la casa del pueblo, cuando los veía cruzar el valle en medio de la noche, me imaginaba a mí mismo de mayor viajando en esos trenes, explorando el mundo, y eso, para un niño tímido y soñador como yo, suponía una puerta al exterior que era increíblemente seductora. Los trenes representan esa posibilidad de aventura y descubrimiento.

La nostalgia y el abandono parecen temas recurrentes en tus fotografías, ¿qué te atrae de estos temas?

Mi interés en temas como la nostalgia y el abandono probablemente se arraiga en mi naturaleza tímida e introvertida durante la infancia, cuando a menudo me sentía al margen o fuera del grupo principal. Eso me ha llevado a sentir una conexión especial con lugares y objetos que están olvidados o abandonados. Estos temas no solo resuenan conmigo en un nivel personal, sino que también tienen un fuerte componente poético y literario que encuentro muy atractivo. Cuando visito lugares abandonados no solo veo la desolación, también pienso en las vidas que se desarrollaron allí y en las historias que esos lugares podrían contar. No es solo el abandono físico lo que me atrae, sino la rica tapicería de historias y memorias que esos lugares evocan. Hay algo profundamente conmovedor y poético en documentar y explorar esos espacios donde el tiempo parece haberse detenido.

¿Qué papel juega el viaje en tu proceso creativo?

El viaje es fundamental en mi proceso creativo tanto en sentido literal como metafórico. Es una fuente de inspiración constante porque me permite descubrir y explorar nuevas realidades y perspectivas. Ya sea un viaje físico a lugares desconocidos o un viaje interior a través de la lectura y la reflexión personal, ambos tipos de viajes enriquecen mi creatividad.

Al viajar, me encuentro con nuevas situaciones, culturas, y paisajes que despiertan mi curiosidad y me empujan a profundizar en mi comprensión del mundo. Esto se traduce directamente en mi trabajo, donde busco capturar y contar las historias que descubro. El acto de viajar amplía mis horizontes y me proporciona material fresco y perspectivas únicas que puedo tejer en mis proyectos creativos.

El viaje no solo es un movimiento a través del espacio, sino también un recorrido hacia el conocimiento y el autodescubrimiento. Al enfrentarme a lo desconocido o al revisitar lo familiar desde un ángulo diferente, fomento el crecimiento personal y creativo, que es vital para cualquier artista.

¿Cuál es el estado del tren en España?

Por decirlo suavemente: lamentable. Si quieres que sea más directo, te diré que es estupendo si vas en AVE a Madrid… pero solo en ese caso. Mira, yo he viajado mucho en tren, y al final muchos viajes los he acabado haciendo en coche. Y eso que a mí el tren me encanta. Pero mi conclusión es siempre la misma: en este país viaja en tren quien no puede viajar de otra manera. Cualquier otra combinación: avión, coche, hasta autobús, te sale mejor, y no solo de precio, sino también de tiempo. Así que lamentable. Y va a peor…

¿Van a desaparecer todos los trenes regionales? ¿Qué se muere con ellos?

Si pueden, sí. Es como si les molestara cualquier cosa que no sea el AVE (los trenes nocturnos, por ejemplo…). Los políticos y los gestores de Renfe lo defenderán de otra manera, con sus estadísticas, informes, datos económicos y todo eso, pero la verdad es que para ellos son una molestia y, si no los quitan, es porque se trata de un servicio público y no pueden quitarlos. Hasta que llega, por ejemplo, la borrasca Filomena y se cargan un regional estupendo que daba un gran servicio a muchos pueblos pequeños cuyos habitantes, por lo visto, no importan demasiado. Como ya he dicho: no es que te quiten el tren, es que te quitan lo poco que aún no te habían quitado, porque el ambulatorio, la escuela, el cuartel de la Guardia Civil, la oficina del banco, etc., todo eso ya te lo habían quitado, y ahora te dejan sin tren. La sensación es esa: te lo van a quitar todo porque no les importas nada. 

Lo que se pierde con la desaparición de los trenes regionales va mucho más allá de un simple medio de transporte: estamos perdiendo una parte integral de la vida y la cultura de las comunidades que estos trenes servían. No es solo una manera de viajar, sino una manera de vivir. Estos trenes conectan pueblos pequeños y regiones menos accesibles con ciudades más grandes, facilitando no solo el movimiento de personas sino también el intercambio cultural y económico.

Cuando desaparecen estos trenes, no solo se ve afectada la logística de viaje, sino también las personas que dependen de estos servicios para su vida diaria. Es como ver desvanecerse un mundo entero —el mundo de la gente que habitaba esas rutas—. Estoy documentando, a través de mi fotografía, la desaparición de un estilo de vida y de una cultura que una vez fue vibrante y esencial para la identidad regional. Esto no solo es una pérdida de conveniencia sino una erosión de la comunidad y la conexión humana que esos trenes promovían.

Mi trabajo busca servir de testimonio de este cambio, capturando las estaciones abandonadas y las vías que una vez fueron vitales, como una forma de preservar la memoria de lo que una vez fue y destacar el impacto de su pérdida. Esto es especialmente significativo porque, aunque los trenes y las estaciones están desapareciendo, las historias y las vidas que tocaron siguen resonando, y es crucial no olvidarlas.

¿Cuál es el momento relacionado con el tren que recuerdas con mayor tristeza?

Uno de los momentos más tristes y frustrantes relacionados con el tren fue cuando eliminaron el servicio regional de Valencia a Madrid pasando por Cuenca, del que ya he hablado. Eso fue particularmente impactante, porque, desde Utiel, donde estoy destinado ahora, era una línea que podíamos tomar directamente para ir a Cuenca, por ejemplo. La ruta pasaba justo por aquí, y era una conexión directa y sencilla. Sin embargo, con la eliminación de este servicio, ahora la única opción es el AVE, que está significativamente más lejos, en la estación de San Antonio, y sin conexión de transporte público conveniente. Y, además de tener que coger en coche, resulta que tampoco hay muchos trenes que paren en esta estación, así que los horarios son malos.

La supresión del servicio regional no solo afectó la conveniencia del viaje, sino que también cortó una línea de vida para muchos que dependían de esos trenes para sus desplazamientos cotidianos. La tristeza viene tanto del impacto directo en mi comunidad como de la señal que envía sobre cómo se están priorizando ciertas infraestructuras de transporte en España, a menudo en detrimento de las necesidades locales y más prácticas de los residentes.

¿Qué te parece la transformación de los «caminos de hierro» en vías verdes?

Aunque la conversión de las vías del tren en vías verdes pueda parecer una forma de preservación o reutilización positiva, personalmente siento que algo esencial se pierde en el proceso. Comparo esto con transformar un restaurante tradicional de hace cien años en una moderna hamburguesería tipo americano; superficialmente, el espacio sigue siendo usado, pero su esencia y su historia se han transformado completamente.

Las vías verdes son, sin duda, espacios hermosos y proporcionan un lugar para caminar, andar en bicicleta y disfrutar de la naturaleza, pero ya no tienen la misma conexión con el mundo ferroviario que una vez definía su propósito y su identidad. Aunque aprecio la belleza de estos caminos y los disfruto, son esencialmente diferentes. Cuando paso por ellos soy consciente de su historia y a veces puedo ver vestigios del pasado ferroviario, pero, para alguien que no conoce esa historia, simplemente es un bonito camino en el campo.

La transformación de estas vías en rutas verdes no retiene el espíritu ni la funcionalidad original de los caminos de hierro, no se preserva la actividad frenética, los sonidos de los trenes y la conexión viva entre distintos destinos que caracterizaban a estas rutas. En esencia, aunque la estructura física pueda ser la misma, el alma y la historia se desvanecen con la desaparición del tren, y eso es lo que realmente lamentamos perder.

Alfonso Vila Francés para Jot Down

Hay mucha gente interesada en el tren en todas sus variantes: trenes mineros, trenes regionales, trenes de alta velocidad. ¿Por qué crees que es tan atractivo este medio de locomoción para los «ferroviarios»?

El atractivo de los trenes puede parecer un misterio, pero creo que hay varias razones profundas que explican esta fascinación. Primero, los trenes tienen un elemento romántico innegable. Viajar en tren evoca imágenes de viajes a través de paisajes cambiantes, de encuentros en vagones que se deslizan por rieles que atraviesan ciudades, campos y montañas. Es una forma de viajar que permite experimentar la transición física de un lugar a otro de una manera muy tangible y conectada con el entorno.

Además, los trenes son una cápsula del tiempo, son tanto parte de la historia industrial como del presente tecnológico. Para algunos, el interés puede centrarse en la mecánica y la ingeniería detrás de cada tipo de tren —desde los antiguos trenes de vapor hasta los modernos trenes de alta velocidad—. Cada uno representa diferentes eras de innovación y avances en transporte.

En aeropuertos, por ejemplo, he observado a personas pasar horas contemplando aviones, y creo que la misma pasión se refleja en los aficionados a los trenes. Puede que no entiendas la fascinación a menos que la compartas, pero es similar a cualquier afición, ya sea cazar, asistir a partidos de fútbol o bailar flamenco. Cada pasión tiene su comunidad, sus rituales y su atractivo particular.

El tema de abordar aspectos más sombríos o «terroríficos» de los trenes, como los trenes hospital durante las guerras, es algo que personalmente no he explorado. Mi enfoque siempre ha sido conectar con aspectos de los trenes que resuenan conmigo personalmente y ofrecer una perspectiva única. Si bien hay muchos historiadores y escritores que han cubierto extensamente la historia de los trenes, yo prefiero concentrarme en ángulos menos explorados, ofreciendo nuevas interpretaciones o descubriendo historias olvidadas.

Sobre trenes has escrito España en regional, Caminos de hierro y acabas de publicar Área de servicio. ¿Qué diferencia hay entre ellos? ¿Cierras tus publicaciones sobre trenes con esta trilogía o vas a seguir escribiendo?

Sí, con Área de servicio cierro la trilogía que incluye España en regional y Caminos de hierro. Cada uno de estos libros aborda el tema de los trenes y los viajes desde diferentes perspectivas y contextos, pero Área de servicio marca un punto de inflexión en el enfoque.

España en regional y Caminos de hierro se centraban más directamente en los viajes en tren, explorando la historia, la cultura y las implicaciones socioeconómicas de los trenes regionales y sus rutas. En cambio, Área de servicio amplía el espectro al incluir también viajes en coche. Este último libro no solo se enfoca en los trenes, sino que explora vías verdes, estaciones abandonadas y pueblos deshabitados, ofreciendo una visión más amplia y variada del concepto de viaje y desplazamiento en España.

Área de servicio actúa como un puente que conecta los temas tratados en los libros anteriores con estos nuevos temas y proporciona una mirada holística sobre cómo nos movemos y las huellas que dejamos en el paisaje. Este libro es menos sobre trenes en un sentido estricto y más sobre la transición y la transformación de los espacios a través de los cuales viajamos. Al cerrar esta trilogía, busco ofrecer una narrativa completa que refleje la evolución de mis investigaciones y mi pensamiento sobre los viajes y la movilidad en el contexto español.

Sé que estás preparando un libro de fotografía sobre máscaras y desnudos. ¿Qué relación hay entre estos conceptos? ¿Las máscaras nos ayudan a manejar la ansiedad asociada con la exposición de nuestro yo más auténtico o íntimo?

Sí, definitivamente creo que las máscaras juegan un papel interesante en cómo nos relacionamos con nuestra propia identidad y cómo la mostramos a los demás. Hay una frase de Oscar Wilde que siempre me ha resonado: «Dale una máscara a un hombre y te dirá la verdad». Esto subraya la idea de que, paradójicamente, las máscaras pueden permitirnos ser más auténticos, no menos.

En contextos como el carnaval, por ejemplo, donde la gente se pone máscaras, a menudo se sienten más libres para expresarse de maneras que normalmente no lo harían. La máscara ofrece una seguridad y un anonimato que pueden liberar a las personas de sus inhibiciones habituales. Así, mientras que superficialmente parece que la máscara oculta nuestra identidad, en realidad puede ofrecer una ventana a una parte de nosotros mismos que normalmente mantenemos oculta.

Este libro de fotografía sobre máscaras y desnudos explora precisamente esa dualidad. Al capturar imágenes de personas enmascaradas (algunas de las personas retratadas son amigos cercanos que se sienten cómodos exponiéndose de esta manera), busco explorar cómo la introducción de una máscara puede cambiar la percepción que tenemos de nosotros mismos y nuestra manera de interactuar con el mundo.

Mi objetivo con este proyecto es capturar esa transformación y jugar con la idea de la identidad oculta versus la revelada con el objetivo de desafiar tanto al sujeto como al espectador a pensar en lo que realmente significa ser auténtico. Al final, es un juego entre ser niño y ser adulto, entre escondernos y a la vez revelar quiénes somos realmente.

En relación con las máscaras, escribes en Frontera D: «Necesitamos jugar. Jugar para volver a ser niños, jugar para aprender a ser adultos».

Sí, en nuestra vida diaria jugamos muy poco. Antes has mencionado los desnudos. En realidad, las primeras fotos de máscaras no son desnudos. Surgieron de casualidad al ver jugar a mis hijos y a sus amigos con ellas, en las fiestas de cumpleaños. De hecho, luego he cogido esas máscaras y me las he llevado para hacer sesiones de fotos con adultos. Estas fotografías no tienen por qué ser desnudos, porque una simple máscara cambia un retrato, y lo cambia mucho más de lo que tú mismo imaginabas que lo haría. Por ejemplo, la persona retratada, que puede ser normalmente seria, formal, discreta o educada, se puede poner, repentina e inesperadamente a «hacer el tonto», a reírse y hacer poses «extrañas», a «actuar», y esa frialdad previa entre fotógrafo y retratado desaparece de repente, lo que permite tomar fotos muy naturales y hasta íntimas.

¿Cómo encuentras cohesión en tu diversidad creativa?

La cohesión en mi diversidad creativa no es algo que busco de manera consciente, más bien emerge de forma natural e inconsciente. No tengo una fórmula que determine que ciertas experiencias se transformarán en fotografías, y otras, en relatos o partes de una novela. Es algo que simplemente sucede, guiado más por el instinto y la inspiración del momento que por un plan premeditado.

Por ejemplo, cuando viajo en tren, siempre llevo conmigo una cámara y una libreta de notas. Esta preparación me permite capturar ideas tanto visuales como literarias conforme surgen. Puede que un paisaje en particular inspire una fotografía, y, luego, un detalle de ese mismo paisaje o un pensamiento que surja al observarlo pueda ser el germen de un relato o una novela. Es esta fluidez entre diferentes medios y formas de expresión lo que caracteriza mi proceso creativo.

En cierto sentido, la cohesión de mi trabajo proviene de la constante observación y reflexión sobre el mundo que me rodea, independientemente del medio que elija para expresarlo. Cada obra, ya sea visual o escrita, es una faceta de mi interpretación del mundo, un fragmento del mapa de mi viaje creativo personal. Esta es la manera en que naturalmente encuentro coherencia entre mis diversas formas de expresión artística.

Tu padre es de Canals; tu madre, de Xàtiva, trabajas en Utiel, veraneas en la comarca de Alto Palancia y no vas casi nunca a la playa. ¿Eres un valenciano de interior? ¿Existe esa especie?

Sí, definitivamente soy un valenciano de interior y, por supuesto, esa especie existe. Aunque muchos asocian Valencia principalmente con sus costas y sus playas, hay una gran parte de la población que se siente más arraigada al interior, a las montañas y a los paisajes menos explorados de la región.

Personalmente, he ido muy poco a la playa a lo largo de mi vida. Mi conexión es más fuerte con la montaña y las áreas rurales del interior de Valencia. Este entorno ha influido mucho en la persona que soy y en mi forma de mirar el mundo. Creo que hay muchos valencianos que comparten esta afinidad por el interior, más de lo que generalmente se piensa. La vida en estas áreas ofrece una experiencia diferente, quizá más tranquila y conectada con la naturaleza, que es lo que personalmente prefiero.

Como historiador, ¿qué han representado los Borgia en la Comunidad Valenciana?

Los Borgia, o los Borja, como prefiero llamarlos, porque se extienden mucho más allá de Italia (por ejemplo, san Francisco de Borja tiene muy poco que ver con Italia), han tenido un impacto significativo en la comunidad valenciana, aunque a menudo se reconoce de manera incompleta. Generalmente, la fama de los Borja está envuelta en su leyenda negra, llena de intrigas, escándalos y poder político. Esto se centra casi exclusivamente en los papas, Calixto III y Alejandro VI. Sin embargo, su contribución cultural, especialmente en el fomento del Renacimiento en España, es menos conocida pero igualmente importante.

Los Borja desempeñaron un papel crucial al traer artistas y pensadores renacentistas a España, enriqueciendo así la cultura valenciana y española en general. A través de su patronazgo y su influencia en la corte papal, facilitaron la introducción de nuevas ideas artísticas y filosóficas que provenían de Italia, el epicentro del Renacimiento. Este legado cultural es algo que merece ser más reconocido y valorado, ya que contribuyó significativamente al desarrollo cultural y artístico de la región.

¿Te consideras heredero de ese renacimiento borgiano?

No, no me considero un heredero del renacimiento borgiano en el sentido estricto. Aunque aprecio profundamente el humanismo y la expansión del conocimiento que caracterizó a esa época, mi conocimiento y habilidades no se extienden a tantos campos como los de los grandes humanistas del Renacimiento, que eran verdaderos polímatas. Sin embargo, trato de encarnar el espíritu de curiosidad e interdisciplinariedad que promovieron, aplicándolo dentro de mis propias limitaciones y campos de interés.

Tu primer artículo en Jot Down trataba sobre un poema que dice así: «El capullo rosado se abre. / Rápido se tiñe de pálido azul violáceo / y, agitada por la brisa ligera, / la lila del valle se inclina sobre la hierba. / La alondra ha cantado en el oscuro azul, / volando más alto que las nubes, / y el ruiseñor de dulce sonido / canta desde los arbustos una canción a los niños».

¿Quién escribió este poema? ¿Se puede ser monstruo y poeta?

Sí, definitivamente se puede ser tanto monstruo como poeta. La historia está llena de figuras que, aunque tenían inclinaciones artísticas o eran eruditos, también cometieron actos atroces. El autor de este poema, Stalin, es conocido por su brutal régimen, pero también escribió poesía. De manera similar, hay registros de varios nazis que eran muy cultos y se involucraron en actividades artísticas, incluyendo la escritura y la poesía.

La capacidad para la poesía no exige inherentemente sensibilidad moral o bondad; la poesía, como cualquier forma de arte, es una herramienta de expresión que puede ser utilizada por cualquiera, con independencia de su moral. La poesía puede ser un medio para explorar una amplia gama de emociones y experiencias humanas, incluidas aquellas que son profundamente oscuras o problemáticas.

En última instancia, las acciones de una persona y su habilidad para crear arte son dos aspectos que pueden coexistir, mostrando la complejidad y, a veces, la contradicción del ser humano. El arte puede ser una forma de introspección o escape y, en algunos casos, una forma de propaganda o autojustificación. Esto no exonera los actos de violencia o crueldad que la persona pueda haber cometido, pero subraya la multifaceticidad del comportamiento humano y la diversidad de expresiones que puede adoptar.

Has escrito contra los reyes, la Iglesia y el poder establecido en general. Sin embargo, eres una persona que respeta las normas. ¿Te consideras un idealista pragmático?, ¿crítico de la hipocresía? 

No me considero un idealista pragmático. Soy más bien alguien que desafía las normas de forma estratégica. No respeto las normas solo por respetarlas; las acato cuando me benefician y las ignoro cuando puedo hacer las cosas a mi manera sin enfrentamientos directos. Mi enfoque es más crítico hacia la hipocresía y tiendo a cuestionar y desafiar las normas establecidas desde dentro del sistema.

¿Dónde está la contracultura en estos momentos?

Creo que la contracultura como tal no existe en la forma que muchos piensan; es más un mito. A menudo, la contracultura es temporal y superficial, especialmente entre los jóvenes, que luego terminan integrándose completamente al sistema establecido. El sistema es tan robusto que puede permitirse el lujo de que algunos jóvenes jueguen a la rebelión temporalmente.

¿Es posible hacer contracultura desde la escritura?

Desde mi perspectiva, hacer contracultura genuina desde la escritura es muy difícil. A menudo, incluso los escritores que intentan ser radicales terminan autocensurándose, especialmente en un entorno donde publicar ciertas opiniones puede ser controvertido o perjudicial para su carrera. En el sector literario, se evitan las críticas negativas porque, una vez que formas parte de este mundo, se vuelve complicado criticar a otros colegas. Personalmente, si un libro no me gusta, simplemente elijo no hablar de él, en lugar de emitir una crítica negativa. Esta es mi manera de mantener la integridad sin contribuir a la negatividad en el campo literario.

Dicen que detrás de un gran hombre hay una gran mujer (y viceversa). ¿Qué significa Ana en tu vida?

Ana es la mujer más importante de mi vida no solo emocionalmente, sino también como una influencia estabilizadora. Los escritores a menudo exploramos los extremos de nuestras emociones y experiencias, lo cual puede llevarnos por caminos autodestructivos. Ana llegó en un momento crucial, cuando yo estaba luchando con mi propio sentido de rebeldía y descontento.

Ella me ha dado algo invaluable: paz conmigo mismo. En los días de mi juventud, cuando me sentía rebelde y constantemente en conflicto con el mundo, su presencia me ayudó a encontrar un equilibrio y a no perderme en esas batallas internas y externas. El apoyo constante de Ana ha sido un ancla, evitando que me autodestruya y permitiéndome crecer tanto personal como profesionalmente.

Alfonso Vila Francés para Jot Down

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