Henri Beyle, más conocido como Stendhal, vivió en Roma durante varios años, y de su testimonio en Paseos por Roma se desprenden diez consejos que puedes utilizar para planificar tu viaje a Roma este septiembre.
Muchos de ustedes estarán pensando en aprovechar estas vacaciones de verano para acudir al lugar en el que la civilización dio forma a nuestras leyes, donde dio comienzo la expansión más laureada de nuestra era y allí donde el amor se nutre de la belleza de una ciudad eterna.
Roma es una ciudad con una atmósfera inigualable y sus calles vibran con la historia de miles de años. Las avenidas están decoradas con las estatuas en mármol de los grandes emperadores y los protagonistas de muchas historias que ya han llenado ríos de tinta. Si desean acudir a Roma a saciar su sed cultural e histórica, deben dejarse aconsejar por uno de los máximos expertos en la ciudad.
Henri Beyle nació en Grenoble, Francia, el 23 de enero. En enero de 1815 se publica su primer libro, Vidas de Hayden, Mozart, Metastasio, y en 1817, La Historia de la pintura e Italia. Ambas obras son plagios descarados de otros libros de autores desconocidos ornamentados con comentarios personales. De ahí que eligiera Henri Beyle el heterónimo de M. de Stendhal, lugar al este de Berlín.
Stendhal viajó en varias ocasiones a Roma, donde consiguió desmigar la evolución de una ciudad que apenas si se ha visto alterada por el paso del tiempo. De estas expediciones obtuvo el conocimiento preciso para elaborar sus diarios llamados Roma, Nápoles y Florencia, donde ya se entrevé ese famoso síndrome que cambiaría la historia de la literatura y de la sensibilidad para siempre.
Y como gran visionario y excelso amante de la virtud romana, Stendhal elaboró un manuscrito, a modo de diario, en el que recoge sus cavilaciones sobre la ciudad. De él extraemos estos die< consejos de Stendhal para preparar tu viaje a Roma:
1. No te pierdas el museo vaticano
Al papa Julio II le impresionó tanto el trabajo de Rafael que ordenó a los albañiles destruir a martillazos los frescos de sus rivales artistas, realizados por pintores de gran renombre. Quiso que todas las pinturas fueran hechas por el mismo Rafael Sanzio y en las estancias tan solo se conservaron algunos frescos de Il Sodoma y una bóveda de Perugino. (Página 91).
2. Visita el coliseo romano y conoce su historia
La munificencia del coliseo Romano es conocida por todos los viajeros que desean visitar Roma, pero su historia es curiosa y llamativa, sobre todo alrededor del siglo XVII. La inauguración del coliseo se llevó a cabo bajo el mandato de Tito, y el pueblo tuvo el «placer» de ver morir a cinco mil leones, tigres, y otros animales feroces, y a cerca de tres mil gladiadores. Estos juegos duraron cien días. Pero fue cuando los bárbaros de Totila, en el siglo VI se apoderaron de Roma, cuando el coliseo fue derruido y convertido en una cantera, de la que los bárbaros obtenían las grapas de bronce que unían las piedras. A partir de 1623, los Barberini desmantelaron el coliseo, construyendo su inmenso palacio. De aquí nace el dicho romano: «lo que no hicieron los bárbaros, lo hicieron los Barberini». (p. 58).
3. Observa el atardecer con la cúpula de San Pedro de fondo
Stendhal nos ofrece su testimonio y nos avisa sobre la gran vista desde su escritorio, desde el que se ven las tres cuartas partes de Roma y frente a él, se eleva majestuosamente la cúpula de San Pedro. «Por la tarde, cuando se pone el sol —dice Stendhal—, veo a través de mis ventanas San pedro y al cabo de media hora esta cúpula admirable se dibuja sobre ese color tan puro de un crepúsculo anaranjado. No hay en la Tierra nada comparable a esto. El alma se conmueve y se eleva. Una tranquila felicidad la invade por completo». (p. 49)
4. Deléitate con la Piedad de Miguel Ángel
Llegamos a la basílica de San Pedro y en la parte derecha nos topamos con la capilla de la Piedad. Miguel Ángel hizo este grupo en mármol, bajo el encargo del abad de Saint Denis, Davilliers, embajador también de Carlos VIII. Dice Stendhal que hay una verja de hierro que rodea una columna salmónica de mármol. Es aquella en la que se apoyó Jesucristo discutiendo con los doctores del templo de Salomón. Algunos suponen que esta columna es una de las doce, forma que Constantino trajo de Grecia y que por orden suya fueron colocadas en torno al sepulcro del príncipe de los apóstoles en el antiguo San Pablo. (p. 145)
5. Conoce la leyenda de la iglesia del Gesù
«Debido a la altura del monte capitolino y la disposición de las calles, hace viento con bastante frecuencia en las inmediaciones de la iglesia de los jesuitas. Un día el diablo, dice el pueblo, se paseaba por Roma con el viento y al llegar a la iglesia de Jesús el diablo dice al viento: —Tengo una cosa que hacer ahí dentro; espérame aquí. Desde entonces el diablo no ha vuelto a salir y el viento espera todavía en la puerta» (p. 167)
6. No confíes en nadie: el terrorífico Caracalla, su arco y su hermano
Muchos conocen la historia de Caracalla, sus termas y su fratricidio, pues Septimino Severo ofreció el Imperio tanto a él como a su hermano, al que asesinó a sangre fría. Pero así describía Stendhal uno de los puntos más interesantes de toda Roma, el arco de Caracalla o de Septimino Severo: «Está decorado con ocho columnas estriadas de orden composito. Los bajorelieves son ya de una escultura mediocre e indican la decadencia. Al final de la tercera línea de la inscripción y en toda la cuarta se ve que el mármol ha sido alterado. Cuando Caracalla hubo matado a su hermano, este mandó borrar su nombre de todos los monumentos que reemplazaron con palabras que no formaban parte de la inscripción primitiva» (p. 190)
7. Visita el Panteón sin más información que la que te proporcione tu sensibilidad
El Panteón de Roma es uno de los monumentos más bellos de la ciudad, y de toda Europa. El templo apenas ha sufrido cambios en sus veinte siglos de historia, pues en el año 606 de nuestra era el Panteón fue donado a la Iglesia, que lo cuidó y lo mantuvo en condiciones aceptables hasta nuestros días. «Esto que acabo de decir le basta al extranjero. No necesita otra explicación del encanto del monumento, pues este será proporcional a la sensibilidad que el cielo le haya dado para las bellas artes. Creo que no he conocido nunca a un ser que no se emocione en absoluto al ver el Panteón». (p. 237)
8. Observa durante el mayor tiempo posible La escuela de Atenas de Rafael
La Stanzza de Rafael nos enseña la maravillosa Escuela de Atenas, un fresco que resiste el paso del tiempo y que es conservado en un gran estado para el deleite de los millones de visitantes a Roma. «Los principales discípulos de Platón y Aristóteles están agrupados en torno a sus maestros. Al lado de estos hombres célebres se ve aquel cuya fama es inmortal: Sócrates. En el mismo lado, cerca de nosotros, vemos a Pitágoras que está escribiendo sobre las porciones armónicas. El cuadro termina a la derecha del espectador, con dos figuras que llevan un globo; representan a Zoroastro, rey de los bactrianos y al astrónomo Ptolomeo. De las cabezas situadas detrás de Zoroastro, la más joven es la del retrato de Rafael y la otra la de Perugino». (p. 273)
9. Contempla la espada desenvainada del ángel del castillo de Sant Angelo
La espada del ángel del Castell de Sant Angelo posee una gran historia que Stendhal se encarga de narrar en su Paseos por Roma: «El castillo fue adornado con pinturas y estucos. Inocencio XI, queriendo justificar el nombre de esta fortaleza, hizo poner en lo alto del edificio una estatua de mármol representando un ángel con una espada desnuda en la mano. La obra de Rafael de Montelupo, fue remplazada en tiempos de Benedicto XIV por una estatua de bronce que inspiró esta bella respuesta a un oficial francés sitiado en dicho fuerte durante nuestras guerras en Italia: «Me rendiré cuando el ángel meta su espada en la vaina». (p. 296)
10. Antes de salir de la ciudad, conoce la leyenda de la iglesia de Santa María la Mayor
Para terminar, junto a la estación de Términi, a la que indudablemente muchos viajeros llegarán dispuestos a comenzar su viaje, reside el mayor templo dedicado a la Virgen María. En sus Paseos, Stendhal se sincera con nosotros y nos hace llegar la leyenda de la construcción de Santa María la Mayor. «Esta iglesia debe su origen a un milagro por el estilo del que le ocurrió a Migné. Se apareció en el cielo una cruz inmensa en Roma durante la noche del cuatro al cinco de agosto del año 352. El papa san Liberio y Juan Aparicio Rico tuvieron la misma visión. Al día siguiente, cinco de agosto, la nevada milagrosa cubrió exactamente el espacio que hoy ocupa la basílica de Santa María la Mayor. Por causa de este milagro se le llamó al principio Santa María ad Nieves y Santa María Liberiana, para bautizarse finalmente con el nombre de la Mayor». (p. 375).