Arte y Letras Filosofía

‘V de Vendetta’: reacción y revolución filosófica

V de Vendetta. Imagen Warner Bros.
V de Vendetta. Imagen: Warner Bros.

V de Vendetta es una novela gráfica y película cinematográfica estrenada en 2006 que, en su momento, tuvo una muy notable repercusión por su temática y trasfondo, tratándose de uno de esos filmes que, a la larga, casi veinte años después de su lanzamiento, resulta ser preclaro o, si se quiere, visionario. Y ello es así por cuanto los hechos que forman parte de su argumento (ciertamente amoldados al cine) no resultan estar tan vinculados a la ficción, a la vista de la marcha del mundo actual, pero sobre todo porque lleva a una conclusión de una singular riqueza, que entronca con aquello que aspira producir la filosofía en la sociedad: un despertar de las mentes, una apertura de los ojos ante la realidad, y, en definitiva, el camino a la revolución como motor de los cambios. 

Dirigida por James McTeigue y bajo la producción de las hermanas Wachowski, V de Vendetta presenta una ciudad de Londres en la que, aparentemente, la población vive en una pacífica convivencia (más bien en un letargo cómodamente asumido) bajo el mando de un partido político de corte dictatorial que llegó al poder con el beneplácito del pueblo tras una serie de acontecimientos (que más tarde se revela que fueron provocados por el propio partido) y desde ahí, bajo una eufemística libertad, el líder (interpretado por John Hurt) impuso una restricción manifiesta de todos los derechos y libertades: desde la privación de la libertad ambulatoria, con toques de queda, pasando por la eliminación de la libertad de información, con una censura rigurosa, hasta llegar al crimen para acallar a todas aquellas voces que no confraternizasen con el régimen. En este contexto, una periodista, Evey Hammond (Natalie Portman), que se encontraba incumpliendo el toque de queda del gobierno, y a punto de ser atacada por dos delincuentes, es salvada por V (Hugo Weaving), hombre oculto tras una máscara de Guy Fawkes, cuya voluntad es conseguir demostrar qué tipo de seres se encuentran en el poder, y para ello realiza una serie de actos, calificados por dicho poder como terroristas a través de la manipulación de la prensa partisana. En uno de estos actos, en los que V consigue acceder a la cadena de televisión pública y sabotearla para lanzar un mensaje a la población, es ayudado de forma sobrevenida por Evey, a quien se lleva y retiene en su refugio para evitar que pueda revelar dónde se encuentra. La película muestra que V es una persona muy inteligente, de gran sensibilidad artística. Y, para conseguir que Evey supere sus propios límites y miedos, simula su captura por el régimen para que ella sea capaz de ver los extremos hasta los que el poder puede llegar con el único fin de consolidarse y acaparar aún más cuota de mando a costa de los derechos de todos, abriendo definitivamente los ojos. Ese poder había generado de forma artificial una plaga y experimentado con la población, llevando a la muerte a una gran cantidad de personas, salvo a V, que sobrevivió y respondió con un incremento de sus todas sus facultades. El plan de V, consistente en acabar con todos y cada uno de los miembros de ese gobierno corrupto, produce su efecto, terminando con el líder finalmente, y aunque a él mismo le cuesta la vida, sin llegar a mostrar nunca su identidad, a través de Evey, consigue poner en marcha un tren con explosivos dirigido a la sede del Parlamento y hacerlo explotar, al tiempo que todos los ciudadanos de Londres, vestidos con su máscara, salen a la calle y se dirigen de forma unívoca contra un ejército ya carente de mando, generando un alzamiento total y un descubrimiento de la verdad. 

Son muchas las consideraciones y los referentes filosóficos que se observan en esta película. Primero, el propio anonimato de V es una clara alegoría de que ese despertar no tiene un artífice con nombre y apellidos, sino que procede de una chispa intelectual, que puede tener cualquier persona cabal y culta, y cuyo encendido determina una reacción inevitable de extensión a otras mentes como la suya. V es, desde mi punto de vista, la encarnación de la filosofía, de la ética; no hemos de olvidar que una de las características del personaje es el refinamiento intelectual, la sensibilidad, la inquietud ética y estética. Marca la diferencia. Por ello es irrelevante su filiación; lo importante son sus hechos y el ser el detonante de un movimiento social en cascada, personificando aquello que Yeats expresó: «enseñar no es llenar un cubo, sino encender un fuego». Así es: importantes corrientes filosóficas abogan por el reconocimiento de un saber e inquietud innatos que solo precisan de un elemento externo para salir a la luz. 

También la idea de superhombre aportada por Nietzsche, entendida como aquel ser humano que prescindiendo de imputar las responsabilidades a entidades ajenas a él (y creadas ad hoc para ello) asume las consecuencias de sus actos y se fortalece ante la adversidad, se deja entrever en dos aspectos del filme: tanto en el propio surgimiento de la figura arquetípica de V, al salir fortalecido, en cuerpo y mente, de la experimentación y masacre del gobierno, como en la superación por parte de Evey de la auténtica prueba de fuego a la que fue sometida, simulando su captura, tortura y encierro para dejar atrás los miedos y entender lo que las palabras dictadura y esclavitud suponen aunque eufemísticamente se disfracen con otros términos. 

Qué duda cabe que la caverna de Platón está muy presente en el relato de V de Vendetta: el mundo aparente generado por el poder se mantiene sobre la base de un engaño global, no mostrando a los ciudadanos la realidad tras las bambalinas, y es una reacción intelectual, propiciada por una persona avanzada en lo filosófico, quien desde la vanguardia, orienta a todo el conjunto social para ver la verdadera cara del poder; en definitiva, a abandonar la idea de que las sombras son la realidad y llegar a lo auténtico, y desde ahí tomar las medidas necesarias, dejando atrás las cadenas impuestas para evitar la revolución. 

La historia de la humanidad nos confirma que todos los cambios que han supuesto un avance se mueven en la dialéctica entre crisis, reacción y revolución, siendo el impulso intelectual el primer peldaño para promover el movimiento social necesario. 

Este poder presentado en el filme, lógicamente, genera normas jurídicas. Tales normas, el derecho creado desde esa fuente, bajo la apariencia de legitimidad y de búsqueda del bien común, en verdad encierra opresión, injusticia y limitación radical de libertades, presentadas como todo lo contrario y disponiendo a los medios de comunicación como los paladines en la tergiversación de la realidad. No cualquier derecho lleva a la justicia, sino solo aquel que es legítimo, esto es: el que se fundamenta en una ética pública auténtica, defensora de los intereses colectivos y no de los intereses personalistas de quien detenta el poder. Esta situación, que el filme permite ver con claridad, se produce e identifica en el momento en el que el poder (que se dice democrático) utiliza a todas las instancias públicas, del Estado, y por lo tanto de la sociedad, como instrumentos a su único favor, tratando de convencer de que ese uso redunda en el bien de todos, cuando en absoluto es así, como los efectos de dicha utilización espuria de los medios públicos permiten sentir prácticamente de forma inmediata, al margen de lo que mediáticamente se difunda. Aristóteles diferenciaba entre lo justo legal y lo justo legítimo o natural: la justicia no está implícita en las normas positivas del poder, sino que procede de la armonía de dichas normas con el derecho natural, con una ética que en el ámbito jurídico se corresponde con el interés público. En el caso de que esas normas sean legales pero no legítimas, deberá existir una reacción filosófica contra ellas; algo que autores como Bertrand Russell ya pusieron de manifiesto e incluso llevaron a la práctica, en forma de resistencia pacífica. 

Por lo tanto, V de Vendetta conduce, como es de ver, a una serie de conclusiones de gran relevancia y contiene un mensaje que no pierde vigencia, al contrario: con el paso de los años se vivifica y demuestra que solo desde un despertar intelectual, y por lo tanto incómodo y revolucionario a los ojos del poder, podrá desenmascararse su verdadera cara y evitar una deriva siniestra. 

El arte y la cultura son las únicas cosas que nos separan de la bestia.

Recuerda que este gobierno necesita todo el poder y no dejará de crecer hasta que sea el dios omnipresente y omnisciente.

La gente debería no tener miedo de su gobierno; el gobierno debería tener miedo de su gente.

El cambio solo puede ser impulsado por aquellos que se atreven a luchar por él.

La rebelión puede ser dolorosa, pero también es necesaria para detener la tiranía.

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4 Comentarios

  1. «El arte y la cultura son las únicas cosas que nos separan de la bestia.»

    Toma ya! Y se queda tan ancho.
    Esa frase (que podría ser un slogan facilon del partido de John Hurt en la susodicha película) es una prueba más de que la cultura no nos ayuda a entender mejor lo que nos rodea.

    • «El mito de la cultura», ya lo apuntó Gustavo Bueno.
      Es una lástima que este autor esté vetado en esta revista; o los redactores no tengan el pundonor suficiente para enfrentarse a sus escritos.
      Ya lo dijo Gabriel Albiac:
      «Si Gustavo Bueno hubiera nacido en Francia, sería Dios».
      En España, los mandarines intelectuales (afrancesados y anglófilos) no dan ni para las tajadas…

  2. No mencionar a Alan Moore, autor de V de Vendertta, desligitima coda palabra escrita en ese artículo

  3. José Antonio

    Recuerdo que cuando estrenaron la película recibió críticas de todo tipo. No es que las leyera todas, obviamente, pero sí tengo la impresión general que se centraban más en lo meramente cinematográfico que en el mensaje. Tantas películas se hacen con una intención y se quedan a mitad de camino. Hay gente que piensa que Star Wars es ciencia ficción, cuando solo es pura fantasía. Todo lo que comenta el autor de este artículo está muy bien, mientras lo lees, pero me temo que es como el final de El show de Truman, que el protagonista desaparece del inmenso plató por una puerta al fondo, y los espectadores solo se preguntan ¿Y qué ponen ahora?

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