Arte y Letras Filosofía La querella española

La situación actual de la filosofía española en el contexto internacional

La situación actual de la filosofía española en el contexto internacional
DP.

La filosofía, además de un ámbito de la cultura con una larga historia y con vocación de influencia en los demás ámbitos, incluyendo el arte, la política y la ciencia, es también, desde hace más de un siglo, una disciplina desarrollada casi exclusivamente por profesionales, como tantas otras disciplinas académicas, ya sea en las ciencias o en las humanidades. En ambos aspectos, en el de referente cultural y en el profesional, ha cambiado mucho en los últimos años, pero quizás lo más notable con respecto al pasado ha sido la introducción de una inevitable especialización, que ha contribuido a modificar también el modo en que la filosofía es vista por la sociedad. Algunos lamentan esto. Piensan que en el fondo es una devaluación de los propósitos que han animado siempre a la filosofía, que a lo largo de su historia fue hecha con mayor ambición intelectual que la de añadir argumentos y matices en alguna disputa escolar. No es este lugar para entrar en esa discusión, así que la dejaré aquí de lado, aunque me parece difícil negar que esta filosofía académica que hoy predomina ha contribuido enormemente a crear y clarificar conceptos, a elaborar ideas y a proporcionar una mejor comprensión de diversos aspectos de la realidad, tareas que han sido siempre centrales para la filosofía.

Esta necesidad de especialización ha hecho que en la práctica haya desaparecido la figura del filósofo que se siente capaz de abordar cualquier tema con la ayuda de un sistema de pensamiento omniabarcador, o, como decía Machado de Kant, capaz de llegar a saberlo todo con el puño en la mejilla. Cuando ocasionalmente se presenta alguien así, ya no es tan atendido dentro de la filosofía como lo podía haber sido hace solo medio siglo, aunque no es infrecuente que encuentre público en otras partes. En diversas áreas de la filosofía el modo de proceder empieza a parecerse cada vez más al de las ciencias. Se afrontan problemas bien acotados, se discuten ampliamente las propuestas en diversas publicaciones y, si bien el consenso es raro, se puede decir que los análisis y la discusión consiguen eliminar las propuestas menos sólidas o peor articuladas. Incluso comienzan a incrementarse los artículos o libros filosóficos firmados por más de un autor. Y esto no ocurre solo en la así llamada «filosofía analítica», como a veces se cree, sino en otras orientaciones filosóficas. 

Quizás pueda pensarse que esta forma de proceder no puede dar lugar a genuinas creaciones intelectuales capaces de darle la vuelta al pensamiento anterior y mostrarnos la realidad a una nueva luz. Se dice que algunos de los mejores filósofos del pasado reciente, como Wittgenstein o Heidegger, precisamente por su radicalidad y su originalidad, no habrían pasado por la criba de la revisión por pares que hoy es preceptiva en las revistas o en las editoriales de calidad. Esto último no podemos saberlo con seguridad, pero lo que sí creo que cabe afirmar es que los grandes cambios intelectuales no quedan excluidos a priori por este modo de proceder, puesto que hemos visto la aparición de nuevas corrientes filosóficas, incluso con gran influencia política y social, en los últimos cincuenta años. Algunas de las mejores ideas de la filosofía actual han surgido en estos artículos y algunos de los mejores libros de la filosofía actual son recopilaciones de dichos artículos hechas por sus autores o por editores interesados. Baste recordar los ejemplos de Hilary Putnam, Richard Rorty, Patricia Churchland o Susan Haak. Aunque hay que admitir que el libro monográfico o el ensayo de alto nivel es el que sigue dando en todas partes prestigio filosófico. 

Por todo ello, para que la discusión sobre la influencia de la filosofía hecha en España ofrezca un panorama más completo, habría que distinguir y dar respuesta al menos a cuatro preguntas distintas, y eso es lo que me propongo hacer ahora.

La primera pregunta pertinente es si se lee a filósofos españoles fuera de España, y la respuesta es sí, cada vez más, sobre todo desde comienzos de este siglo. En las revistas de filosofía internacionales la proporción de nombres españoles es similar a las de otros países europeos, con la excepción quizá de Reino Unido, dado que estas revistas publican en su gran mayoría en inglés, y esto proporciona una ventaja expresiva a los que tienen esa lengua materna. Los investigadores en distintas ramas de la filosofía actual vienen haciendo desde entonces un trabajo muy brillante, con propuestas originales que son debatidas por otros investigadores de diversos países. 

Hay nombres que podrían darse de investigadores veteranos que son referentes mundiales en alguno de los temas de su especialidad, pero lo más llamativo es la influencia que están consiguiendo en ciertos ámbitos los más jóvenes, frecuentemente con contratos precarios en sus universidades. Estos investigadores no tienen ningún complejo frente a sus colegas extranjeros, ni con el idioma, que dominan muy bien, ni con el manejo de los temas. Las nuevas generaciones han dejado eso atrás para siempre. Discuten con soltura y pleno dominio las cuestiones surgidas en la agenda filosófica internacional. Cuando se dice que en España se hace ya buena ciencia, no debe olvidarse que se hace en inglés y no en español. No se ve el motivo por el que esta filosofía hecha en inglés por españoles no pueda ser juzgada de la misma manera. Y, si se hace, el resultado es muy positivo.

No voy a mencionar ningún nombre concreto (los escatimaré, de hecho, en todo el artículo), porque cualquier olvido sería injusto, pero sí voy a citar los temas ligados a mi especialidad (la filosofía de la ciencia, la filosofía de la biología y la filosofía de la tecnología) en los que autores y autoras españoles han hecho contribuciones muy relevantes y bastante citadas. Todo el que trabaje en España en filosofía de la ciencia sabrá poner sin esfuerzo los nombres que hay detrás de ellos. Estos temas son los siguientes: uso de modelos y representaciones en la ciencia, origen y definición de la vida, el discurso de ficción, el concepto de función en biología y otras ciencias, problemas filosóficos acerca de la probabilidad, estructuralismo en filosofía de la ciencia, conceptos de verdad, teorías de la referencia, aplicación de modelos económicos en la explicación del funcionamiento de la ciencia, experimentación y ensayos clínicos en biomedicina, la ciencia y su público, la confianza en la ciencia, la mercantilización de la ciencia, evaluación de riesgos y regulación de la tecnología, cognición y consciencia animal, concepto de holobionte, concepto de affordance, cuestiones de ética aplicada (mejoramiento humano, ética de la IA, ética biomédica, envejecimiento, ética ecológica, obligaciones con generaciones futuras), etc. Si algún doctorando en cualquier parte del mundo quiere hacer una tesis sobre alguno de esos temas, se tropezará inevitablemente con los españoles. Insisto: menciono estos temas porque los conozco, pero me consta que en otras áreas de la filosofía podrían encontrarse ejemplos similares.

La segunda pregunta relevante sería si se traduce a filósofos españoles, especialmente sus ensayos en forma de libros, a otras lenguas, y la respuesta es que muy poco y no cabe esperar que la cosa mejore pronto. Pero hay algunos con ventas importantes que sí lo consiguen, y sobre todo hay bastantes filósofos españoles que en áreas concretas han publicado libros en inglés en editoriales académicas de prestigio. Unas veces esos libros han sido escritos antes en español y traducidos después y otras veces han sido escritos directamente en inglés. Las causas principales de que las editoriales extranjeras no busquen la traducción de libros de filosofía publicados en español son complejas y han sido señaladas en los artículos anteriores. Lo mismo sucede, por otra parte, con otras lenguas, como el portugués o el polaco, en las que hay una producción filosófica de notable interés pero que se difunde poco en otros países. Al inglés se traduce sobre todo desde el francés, algo desde el alemán y menos aún desde el italiano. Todas las demás lenguas europeas traducen sobre todo filosofía publicada en inglés.

La tercera pregunta que creo que debe hacerse, y es la que ha sido central hasta ahora en todo este debate, es la de si hay grandes figuras de influencia mundial en el panorama filosófico español, y la respuesta es un no rotundo. No tenemos nada comparable a un Habermas o a un Sloterdijk en Alemania, a un Eco o un Vattimo en Italia, o a un Foucault, Derrida o Deleuze en Francia, por citar solo a países no angloparlantes. Nadie goza entre nosotros de una influencia comparable en la comunidad filosófica general. Sí hay algunas figuras que son leídas en traducciones por un público amplio, e incluso hay filósofos que han dejado discípulos fuera de España, como es el caso de Zubiri, pero sin llegar al grado de influencia de los que acabo de mencionar. 

Si tuvimos alguna vez algo así, desde luego los nombres a mencionar serían Unamuno y Ortega, especialmente este último. Pero aquello no pudo germinar en nuestra tierra, como ya se ha explicado en los otros artículos, debido a la guerra civil, el exilio y la dictadura. Este olvido tiene, no obstante, algunos componentes de difícil explicación. Ortega, por ejemplo, fue un pionero en la reflexión filosófica sobre la tecnología. Esto ha sido reconocido por autores extranjeros, como Carl Mitcham y Patrick Dust. Sin embargo, el daño de lo que Gregorio Morán llamó «el erial» al prestigio del pensamiento español ha sido tal que Ortega no aparece mencionado ni una sola vez en el artículo sobre filosofía de la tecnología de la Stanford Encyclopedia of Philosophy, probablemente el recurso de internet más leído por los interesados en la filosofía. Incluso en España este papel de Ortega es poco conocido y casi todo el mundo considera que los verdaderos pioneros en la filosofía de la tecnología fueron Heidegger y Jacques Ellul, cuyos trabajos (La pregunta por la técnica y La técnica o la apuesta del siglo) aparecieron en 1954, en tanto que Meditación de la técnica de Ortega es de 1939. No deja de haber algo extraño en esto. 

Las ideas filosóficas no deberían tener patria; no deberían aceptarse o rechazarse o simplemente ignorarse solo por su procedencia nacional. Y, sin embargo, esto ocurre a menudo. Quizás se deba a que los académicos de habla inglesa no suelen leer en español y Meditación de la técnica se tradujo al inglés en 1941 bajo el título de «Man the Technician», pero casi escondido, como parte de un libro con otros trabajos suyos titulado History as a System and Other Essays toward a Philosophy of History. O quizás sea que de determinados países, e incluso de determinados ámbitos lingüísticos o culturales, no se esperan grandes pensadores. Se esperan otras cosas, deportistas, artistas, políticos, hasta místicos, pero no filósofos. La inercia del pasado es muy difícil de romper. En una excelente tesis doctoral sobre la filosofía de la técnica de Ortega defendida con los máximos honores en La Sorbona, Paris 1, en abril de 2022, su autor, David Uzal, escribe: «Es legítimo preguntarse cuál habría sido su destino filosófico si [Ortega] hubiera sido alemán y hubiera desarrollado la misma filosofía. Pero era ibérico, y allí [en Francia] los ibéricos no gozaban de ninguna reputación, ni favorable ni desfavorable, una ausencia total, lo que equivale a decir que era desfavorable, puesto que no existía». Lamentablemente, así seguimos en lo que al reconocimiento de Ortega se refiere.

Y finalmente, la cuarta pregunta a plantearse es si hay una tradición filosófica española o en español que sea original y característica (reciba o no la atención que merece), algo así como el idealismo alemán, o la Escuela de Frankfurt, o el estructuralismo y posestructuralismo francés. No me considero capacitado para dar una respuesta a esta pregunta, y en todo caso creo que es un asunto discutible. La Escuela de Madrid pudo serlo probablemente. Pero me atrevo a decir que hay indicios de que está surgiendo algo parecido a una tradición así en este momento y todavía no lo veamos con claridad; una nueva tradición de pensamiento en español, como la que existe en otras lenguas, y cuyos protagonistas están en diversos países. Aunque la diversidad en lo que se escribe y publica es demasiado grande como para esperar algo tan homogéneo como las corrientes de pensamiento que he citado generadas en otras tradiciones. 

Los jóvenes investigadores de habla hispana a ambos lados del Atlántico saben bien que la visibilidad internacional, guste o no, ha de conseguirse hoy publicando en una lengua que no es la nuestra. No obstante, sería bueno atender a lo que escribe Reyes Mate en su libro Pensar en español: «hay que relacionar la pregunta sobre el pensar en español con la voluntad de crear una comunidad de pensamiento iberoparlante». Una comunidad así haría que se conociera mejor y se apreciara el trabajo hecho dentro de ella, lo que a su vez ayudaría a su difusión externa. Ese es un reto ilusionante en el que se han hecho progresos, y las redes sociales, así como las publicaciones en abierto, pueden tener un papel importante en su desarrollo futuro. 

En la práctica, esta búsqueda de una comunidad filosófica que fomente el conocimiento y la colaboración entre profesionales de la filosofía de lengua española y portuguesa ha tomado cuerpo ya en diversas asociaciones, como la Asociación Iberoamericana de Filosofía Política (1991), la Asociación de Hispanismo Filosófico (2010), la Asociación Iberoamericana de Filosofía de la Biología (2012), la Asociación Iberoamericana de Filosofía Práctica (2012), la Red Iberoamericana de Filosofía (2018) y la Red Iberoamericana de Estudios en Filosofía Antigua (2019), entre otras. Y me consta que hay iniciativas encaminadas a crear asociaciones de filosofía aún más amplias. Por mi parte, conozco bien la labor de la Asociación Iberoamericana de Filosofía de la Biología (AIFIBI), que contribuí a fundar, y puedo decir que ha sido muy activa y ha tenido un éxito más que notable en la configuración de una comunidad iberoamericana de investigadores de este campo, fomentando el conocimiento de los trabajos de esta comunidad a través de la revista Ludus Vitalis, una de las primeras que empezó a publicarse en el campo de la filosofía de la biología en todo el mundo. En ella han publicado figuras muy importantes del panorama internacional.

No se puede dejar de mencionar en este sentido el empuje colaborativo que representó la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía, en sus 34 volúmenes, publicados desde 1992 hasta 2017 por la editorial Trotta. Como tampoco cabe olvidar la labor que hacen la Fundación Ortega-Marañón, la Fundación Ortega y Gasset Argentina y, más recientemente, la Cátedra Ortega de la UNED por difundir el pensamiento de Ortega, de la Escuela de Madrid y de discípulos posteriores cuyo trabajo fructificó en la América hispana. Y mencionaré para terminar a Javier Muguerza, quien hizo todos los esfuerzos posibles por estrechar estos lazos filosóficos dentro de la comunidad iberoamericana. Creo que se sentiría contento del camino emprendido. Estoy convencido de que este es el camino del futuro para el pensamiento en español. 


Antonio Javier Diéguez Lucena (Málaga, España, 1961) es un filósofo y epistemólogo español. Doctor en Filosofía por la Universidad de Málaga y catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en esa misma universidad. Sus investigaciones giran alrededor de la filosofía de la ciencia, el realismo científico y el transhumanismo.​ Se le considera un referente del transhumanismo en el mundo hispanohablante gracias a dos de sus libros: Transhumanismo (2017) y Cuerpos inadecuados (2021).

La querella española 

Ensayistas, filósofos, historiadores e intelectuales abordan uno de los grandes enigmas de la cultura española: el motivo por el cual permanece apartada del fecundo diálogo de los pensadores europeos.

  1. «Un terco y doloso complejo», por Basilio Baltasar.
  2. «La lengua de Ortega y Gasset», por Víctor Gómez Pin.
  3. «Sin asiento en la Gran Jerga», por Miguel Herrero de Jáuregui.
  4. «Debilidad y fortaleza de la filosofía en España», por Norbert Bilbeny.
  5. «Por qué no existe la «Spanish Theory»», por Antonio Valdecantos.
  6.  «Pensar no es cualquier cosa», por José Enrique Ruiz-Domènec.
  7. «Un asunto delicado», por Anna Caballé.
  8. «Una cultura que se desprecia a sí misma», por Ignacio Gómez de Liaño.
  9. «Una cuestión de fe», por Ana Rosa Gómez Rosal.
  10. «Las voces de las diversas periferias», por Sonia Contera.
  11. «Las dimensiones ocultas y el lado oscuro de la ciencia en España (que inventen ellos)», por Juan José Gómez Cadenas.

Réplicas a La querella española

  1. «Filosofía española por el mundo», por David Teira.
  2. «La situación actual de la filosofía española en el contexto internacional», por Antonio Diéguez.

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9 Comentarios

  1. Federiker

    Dice que hay filósofos españoles a los que se lee en el extranjero y que hay jóvenes autores de gran competencia en filosofía de la ciencia, de la biología y de la tecnología.

    ¡Será chovinista!

  2. Lucio Fulci

    Echo en falta un autor español, magno filósofo, traducido al inglés, el alemán y el chino.

  3. L’autor ja va deixar caure aquesta idea al curs d’Ortega de la UNED.

    A la Ciència, el supremacisme espanyol s’adona que l’espanyol no és una llengua per fer ciència ni competitiva.

    Em sap greu però el menyspreu a la filosofia espanyola a Europa és el mateix que tenen els filòsofs espanyols per la filosofia feta en català.

  4. ! Hay más de lo que parece !

  5. Un artículo muy interesante! Parece que aquí se mueven cosas y eso siempre es bueno. Sin embargo hecho en falta nombres de filósofas españolas en un artículo sobre filosofía española (aunque son de agradecer las dos que se nombran, a parte de los clásicos) que irónicamente contiene muchos nombres de otras filósofas fuera de España y del ámbito lingüístico del castellano. Pero he de decir que este es un problema que creo que se soluciona, al menos de manera parcial, al final cuando nombras distintas instituciones y alguna revista, puntos de partida muy buenos por los que empezar a rebuscar. Y digo parcialmente porque es un buen punto para aquellas que no vengan de la filosofía pero que estén acostumbradas a cómo se produce y difunde la ciencia en el ámbito académicos y saben, más o menos, manejarse por revistas y repositorios. Aún así creo que la decisión de no nombrar dificulta el poder entrar en este ámbito ya que que son los nombres, las autoras, la manera más fácil de empezar a buscar y llamar la atención (que le vamos a hacer, lo hegemónico en occidente es el individualismo) sobre todo para quienes no estén acostumbradas a navegar las revistas académicas y al buscar corrientes filosóficas en internet de manera normal vayan a encontrarse muchos textos, sí, pero probablemente que no sean de autoras españolas o hispanohablantes sino con toda probabilidad textos erudíticos cargados de referencias a autoras clásicas.

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