Cine y TV

‘Romper el círculo’: luces y sombras de la primera persona

Romper el círculo. Imagen: Sony Pictures.
Romper el círculo. Imagen: Sony Pictures..

Romper el círculo es una de esas películas destinadas a dar mucho que hablar, incluso antes de que se haya visto. Porque el film de Justin Baldoni adapta la novela romántica homónima de Colleen Hoover, un bestseller mundial traducido a más de veinte idiomas que se ha convertido en todo un fenómeno de ventas: nada más y nada menos que siete millones de ejemplares vendidos en todo el planeta. Una novela que, a pesar de condición de superventas, aborda la cuestión del maltrato desde una postura algo naif, superficial, carente de responsabilidad incluso para con sus víctimas. Pero las cifras, claro está, ya predisponían a la curiosidad ante el nuevo trabajo de un cineasta que tampoco es desconocido para el gran público. Justin Baldoni, además de dirigir, tiene una sólida trayectoria como actor en la que destaca su papel como Rafael Solano en la ficción televisiva Jane, the Virgin, y es el cofundador de la productora de cine independiente Wayfarer Studios. Pero también es el autor del libro Lo suficientemente hombre, una exploración sobre la masculinidad desde una perspectiva muy Íntima y autobiográfica que busca redefinir lo que significa ser hombre hoy. El último de los atractivos del proyecto es la elección de su protagonista, el icono de la moda Blake Lively, también productora de la cinta. Y luego está el tema, la gran cuestión de la historia: la violencia machista. Y así, con todos estos elementos sobre el papel, llega a las pantallas Romper el círculo. Surgen entonces todo tipo de preguntas, y una inevitable cuando se trata de adaptaciones literarias: ¿puede una película ser mejor que el libro en el que se basa? Y si es así, ¿puede serlo apartándose de su referente, liberándose de él? 

Resulta del todo imposible abstraerse y dejar a un lado toda esta información, un bagaje que de alguna forma acompaña, condiciona y complementa el visionado de la cinta. Pero es quizá precisamente gracias a ello el motivo de que Romper el círculo acabe siendo mucho más interesante (y mejor) que la novela. En los primeros minutos de metraje, una frase de la protagonista Lily Bloom (Lively) revela el gran cambio que hay entre ambas obras y que es, en realidad, lo más valioso del film. Así, cuando la joven protagonista declara que no es una narradora fiable, está anticipando una cuestión clave que tiene que ver con el punto de vista, con la subjetividad del narrador, con esas distorsiones cognitivas que moldean la realidad y la interpretan con el fin de sobrevivir a situaciones devastadoras. Esta es la historia de Lily, de lo que vive y lo que siente, pero sus contradicciones y su proceso personal son mucho más complejas en su construcción fílmica que en la novela: frente a la primera persona en que está narrado el libro, aquí los pensamientos de Lily se plasman en imágenes. No hay sobreexplicaciones ni argumentos, tan solo lo que se puede visualizar: el proceso de aceptación de una joven que antes de ser consciente de su realidad, reacciona con incredulidad ante unos hechos terribles de los que le resulta inconcebible estar siendo víctima. No se trata de un engaño para el espectador, ni de una visión romantizada del maltrato, sino de un hábil manejo de las perspectivas, de los procesos psicológicos que operan bajo la interpretación de la realidad.

No será esta la única herramienta cinematográfica empleada para la traslación a la pantalla de la obra de Hoover. Así, el uso de flashbacks para contar el romance juvenil de la protagonista sustituye a los diarios de la adolescencia de Lily (en forma de cartas no enviadas a Ellen DeGeneres) que, en el libro, ella misma relee en el presente: un recurso algo tosco y chapucero que la autora utiliza para introducir en el relato los recuerdos de su protagonista. En el film, las imágenes de ambos tiempos que permite el recurso del flashback establecen un continuo diálogo en el relato, un paralelismo visual y discursivo que pone en conversaciones a la Lily adolescente con la Lily adulta, y crea así una conexión directa entre los modos de violencia machista que se suceden en ambos momentos de su vida: antes como espectadora y ahora como víctima. Porque el film, al igual que la novela, reflexiona sobre lo que subyace detrás de los abusos que sufren las mujeres, o más bien, sobre la forma en que se convive con la violencia ejercida sobre ellas. Y llegamos a la cuestión relevante, a esa que divide a la audiencia y cuestiona si es posible una representación de la violencia machista que no la justifique o la romantice. Al fin y al cabo, el libro de Hoover no ha estado nunca exento de polémica por esa visión maniquea de un tema tan delicado. Son muchos y muy evidentes los puntos fuertes en que la película se aleja de su referente. Además de los reseñados, hay una notable reescritura de algunos de los diálogos que mejoran el original y, sobre todo, una revisión de los personajes que también juega en su favor. Quedan fuera del relato el acoso de manual y la insistencia sexual y voyerista del Ryle literario, así como las simplezas superficiales y romanticonas de una Lily literaria que antepone la idea del amor que vive a todo lo demás. 

Pero con todo y con eso, cuesta mucho dilucidar en el film un discurso que no haga aguas en algún momento… Lo que podría haberse convertido en una interesante reflexión sobre la masculinidad y su relación con la violencia, es en realidad una historia edulcorada de cómo el amor duele. Lo que podría haber sido un valioso tratado acerca de los patrones de conducta, de las consecuencias de la exposición a la violencia durante en la infancia, es en realidad una historia sobre cómo no se supera el primer amor. Pero lo que podría haber sido no es tampoco un criterio fiable a la hora de valorar ninguna obra, como tampoco lo son las buenas intenciones que pueden impulsar un proyecto. Lo que sí está claro es que Romper el círculo tiene muchos menos problemas ideológicos que su referente. Le falta profundidad; le falta, quizá, más dramatismo, más consciencia de estar ante uno de los males más arraigados en cualquier sociedad. Y le pesa un tanto ese aspecto de cuento de hadas, de fábula rosa… Pero al menos pone el foco en la víctima, le da voz para contar la historia como sea que quiera contarla, y también para reescribirla y cambiarla. Precisamente eso que es capaz de hacer el cine.

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5 Comentarios

  1. Estaria interesante una pelicula autocritica.Que indagara en los problemas psicologicos de las mujeres que ante el primer episodio violento no salen corriendo de esa relacion.
    En mi caso, tuve una relación con una chica que ante el primer acto en que vi que era una cabrona salí corriendo de la relación
    Mi pregunta es; estas mujeres son cortas? O sea, son casos de falta de inteligencia?

  2. Ocean1975

    No lo digo en plan mal…es que no lo entiendo,es un sinsentido absoluto,estas con una persona,te pega una vez o te trata mal….y continuas con esa persona?

  3. gilipollo

    Faltaría agregar, que la película se ha hecho famosa por la pésima campaña en medios que ha hecho Blake Lively, dejando entrever su ignorancia y desinterés en el tema, y los peleas con Justin por quien dirige la pelicular

  4. Pingback: Boletín #1 – Somos el lugar al que perteneces – TheLog.

  5. Hombre, parecen mentira estos comentarios, eso de dejarse pegar se llama identificación o comportamiento aprendido. Si tu madre se dejó pegar por tu padre, eso es lo que viviste, eso es lo que consideras «normal», por mucho que extrañe a los de fuera, y si además, te identificaste con tu madre, como es lo natural en una chica, pues ya tenemos el cuadro completo. Y no es que se dejen pegar, es que, en muchas ocasiones, si no en todas, buscan la pareja que lo haga, porque eso es lo que conocen, aunque ellas no lo sepan, lo hacen de una manera inconsciente. Por eso es tan difícil salir de ahí, porque es una «pauta» psicológica profundamente enraizada en el inconsciente. Que además satisface cierto «goce» de la mujer. En fin, es un tema complicado y sería largo, pero por ahí va a la cosa. Leer un poquito a Freud os vendría bien.
    Saludos.

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