Los españoles nos sentimos, en muchos ámbitos, miembros de la periferia global, lejos de los lugares donde se deciden y discuten las cuestiones que aparentemente deciden el rumbo de las cosas. A menudo, al situarnos en el mundo nos vemos reflejados entre dos espejos. A un lado está el espejo de la dominación cultural anglosajona, del racionalismo del beneficio y el progreso, empirista, digital, y utilitarista; de matemáticas sin física. Enfrente, está el otro espejo, el de la crítica relativista de la postmodernidad, donde lo real es solo lo subjetivo.
Me fui de España hace más de treinta años, y desarrollo mi carrera en la física, como tantos científicos españoles, en el mundo anglosajón (llevo en Oxford veinte años). Sin embargo, mi corazón sigue resistiendo a mirarse en esos espejos fabricados con las cenizas de los imperios europeos del siglo XIX, de las guerras mundiales y de los campos de exterminio nazis. No me veo ni en la racionalización de la filosofía «analítica» que propugnaban Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, ni en el utilitarismo de Derek Parfit en Oxford (o su versión moderna del Altruismo Efectivo). Tampoco me encuentro en el espejo «continental», ni en Sartre, ni Foucault, ni Adorno. Y como mujer científica eso importa, no es verdad que la ciencia sea una cosa aparte de la historia o de la sociedad; la tradición, en la ciencia, pesa. Darwin solo pudo salir en Inglaterra, y en su clase social, y Bohr solo pudo dar su interpretación de la mecánica cuántica por venir del país de Kierkegaard, no hay mecánica cuántica sin Hegel. Ramón y Cajal leyó a Fichte, a Darwin y a Forel, pero fue también el Quijote de Cervantes el que le empujó a creer que «toda obra grande, en arte como en ciencia, es el resultado de una gran pasión puesta al servicio de una gran idea». Su revolucionario descubrimiento de la plasticidad del cerebro tiene mucho que ver con su propia historia personal de superación, y con la España en la que vivió desde su nacimiento en Petilla de Aragón, a su Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1906, y al sentimiento de profunda decepción con la ciencia que le sobrevino durante la Primera Guerra Mundial.
En el mundo académico contemporáneo siguen compitiendo las dos tendencias: por un lado, están los utilitaristas, que imponen métricas en todo y que han hecho muy difícil pensar, ser original y libre. Nuestras carreras científicas se deciden mediante métricas que nos obligan a ajustarnos a los parámetros que deciden las instituciones y nuestros colegas más influyentes. Esas métricas, además, son internacionales, homogeneizan el pensamiento globalmente y crean un marco y un proceso «objetivo» para decidir qué es lo mejor, lo más útil.
La meritocracia, como la entendemos dentro de este marco, crea académicos y científicos aislados, (en la física, abrumadoramente hombres) que compiten por los fondos de investigación, que no siguen tradiciones, sino modas globales alentadas por los lucrativos negocios de las publicaciones científicas.
Este sistema ha creado el ambiente cerrado, deprimente, cínico y casi irrespirable en mucha parte de la academia, que requiere del investigador horas interminables dedicadas a la burocracia y a la producción de resultados para sobrevivir en una competencia deshumanizada.
Todo esto ya se veía venir. En ambientes científicos circula tímidamente un relato del gran físico húngaro Leo Szilard, uno de los científicos más influyentes del siglo XX. Szilard fue el que, a finales de 1939, escribió la famosa carta que firmó Albert Einstein y que dio lugar al Proyecto Manhattan.
Su libro La voz de los delfines contiene un relato titulado «La Fundación Mark Gable», fechado en su versión original en 1948. En el relato, se describe la creación de una fundación con el propósito específico de frenar el ritmo del progreso científico. El método para alcanzar este objetivo consiste en crear, para cada uno de los principales campos de investigación científica, un grupo de científicos distinguidos que se reúne mensualmente para conceder premios y subvenciones a los mejores trabajos científicos recientes. Esta táctica mantendría a los mejores científicos alejados de sus laboratorios, ocupados en reuniones y viajes improductivos, y haría que los científicos más jóvenes necesitados de fondos se decantaran por lo «seguro», lo publicable, lo de moda y lo obvio. De esta manera la ciencia se alejaría de las innovaciones más arriesgadas y de la búsqueda de avances en las fronteras del conocimiento.
La mayoría de los científicos actuales se reconoce en este relato. Aunque es exagerado decir que toda la ciencia moderna se rige por modas (hay excepciones muy notables), la ciencia académica, de muchas maneras, se ha convertido en un «juego de salón» en el que es muy difícil proponer ideas que se salgan del marco.
La alternativa a este proyecto de racionalización utilitarista, la ponen los que miran a la academia, más o menos, desde la perspectiva crítica que empezó la Escuela de Fráncfort, Adorno, Horkheimer y su Dialéctica de la ilustración. El caso más conocido es el del movimiento «DEI» (diversidad, equidad e inclusión) en EE. UU., que intenta incluir voces tradicionalmente excluidas en la academia occidental, es decir, las de representantes del mundo no-blanco, no-masculino y no-«neurotípico».
Incluido en esta corriente, está el conocido movimiento de descolonización, que pone el énfasis en la historia colonial del pensamiento europeo, la deconstrucción de las relaciones de Occidente con el resto del mundo desde el eje colonizadores-colonizados. El movimiento intenta crear un nuevo statu quo que incluya la versión del mundo periférico, siguiendo la senda que tan inteligentemente trazó Edward Said, descubriendo la construcción del orientalismo: Los colonizados o los orientales son marginados de la periferia ya que se les considera inferiores y carentes de las virtudes que definen a Occidente. Se les percibe como violentos, irracionales, acientíficos, exóticos, hipersexualizados y ajenos a los valores de respeto a la vida inherentes a Occidente.
El problema que yo veo como española, es que esta dialéctica, planteada en términos del siglo XXI, me deja fuera. Yo soy periférica, pero no como lo explica Edward Said, pertenezco a otra periferia que la narrativa actual ha invisibilizado, ha cancelado. Hace unos meses, una académica amiga mía japonesa, me invitó a un «taller» en la Universidad de Aarhus donde ella es profesora. El taller investigaba narrativas «multiespecies» en la historia de la ciencia. Es decir, se centraba en explorar cómo los humanos siempre han usado a los animales como referente para encontrar su posición en el mundo. En el congreso subyacía la ideología de la «descolonización». Los colegas holandeses, daneses e ingleses estaban encantados con su teoría crítica, hablando de cómo los imperios ponían al hombre blanco en el centro de todo, destruían la naturaleza y borraban todo lo nativo, etc. En una de las charlas, que se centraba en cómo los colonizadores borraban el conocimiento nativo, les dije que los códices de la América española del siglo XIV, por ejemplo, el Códice Florentino, que surgió de la colaboración entre españoles y nativos y estaba escrito en náhuatl, no respondían a esos criterios. Un participante colombiano, botánico, se unió a mi queja. Esta descolonización no nos incluía ni a él ni a mí, ni a la historia que nos unía a los dos. Nuestra experiencia no encajaba, no importaba.
Mi colega japonesa enseguida lo entendió, porque en esta narrativa tampoco encaja Japón, que siendo «Oriente», no solo no fue colonizado, sino que construyó un imperio basado en la tecnología, y se modernizó sin necesidad de invasión extranjera. Ellos mismos a veces se describen como el Lejano Occidente para escaparse de la categorización orientalista. Ni el utilitarismo, ni la teoría crítica incluyen las voces del sur de Europa, ni de los países eslavos, ni de Japón, ni de China, ni de los que hablan español o portugués… Y esto, de muchas maneras, por ejemplo, es lo que subyace en la psicología de confrontación de China con occidente, la falta de reconocimiento de China como un país moderno.
Muchos, no solo los españoles, nos hemos quedado sin espacio, y sin voz: los racionalistas/utilitaristas suelen estar influidos por prejuicios históricos y nos apartan. A mí, en los congresos, me suelen preguntar si soy de Israel, porque no les encaja que una española sea física y esté en Oxford. Los utilitaristas «orientalizan» lo español, que queda fuera de la ciencia, exotizado, como lugar de vacaciones, museo al aire libre.
Y los descolonizadores, por una parte, nos sitúan en el Occidente imperial y colonizador, pero por otra nos cancelan cuando se dan cuenta de que no ajustamos en su marco. Esta tendencia a «la cancelación» expone los aspectos más oscuros y totalitarios de algunos de los que siguen estas ideologías. Con la excusa de la diversificación, cancelan las voces complejas que se salen de su cuadro, y revelan que, en realidad, no son más que otra élite intentando suplantar a la anterior y mantener sus privilegios a través de narrativas que controlan.
A los españoles nos cuesta encontrar nuestro lugar, y tampoco hemos sabido crear, desde la transición, una narrativa propia de la modernidad. Muchos de mis colegas científicos españoles y de las élites de clase media alta mandan a sus hijos a colegios británicos y universidades americanas para que se adapten mejor al sistema utilitario, mientras otros optan por una descolonización-DEI importada que no es necesariamente relevante en nuestro contexto.
Y no estamos solos en sentirnos descolocados: China abandonó su tradición y cortó los lazos con su historia en la Revolución Cultural y nunca ha sabido encontrar el espacio entre Occidente y un «Oriente» creado por occidentales. Tampoco Japón o Corea, incapaces de trazar su historia dentro del relato anglosajón orientalizador, que los pinta como países exóticos e incomprensibles, útiles para vivir fantasías culturales, sexuales, futuristas u orientalistas, según la situación.
Pero las cosas están cambiando. El cambio climático altera las condiciones de contorno del problema intelectual global. La Escuela de Fráncfort y la teoría crítica tenían razón en una cosa: racionalizar y controlar la naturaleza para extraer su valor termina en una catástrofe. Pero, por otra parte, el calentamiento global supone también el fin del relativismo que subyace a las teorías descolonizadoras. No hay relativismo en el apocalipsis del ecosistema planetario.
Se abren nuevas perspectivas: el capitalismo ya no es eterno, ni puede expandirse infinitamente. Esta finitud abre caminos que van hacia atrás en el tiempo, ya que las catástrofes (o los grandes éxitos) solo se explican desde el punto de vista de las causas ocultas que los provocaron, y que solo se entienden a toro pasado. Solo sabemos el valor del pase inicial que finalmente lleva al gol de la victoria en la final de la Eurocopa, cuando el balón toca la red en el fondo de la portería.
Los hechos, lugares, animales, virus o personas que explicarán el futuro no tienen por qué ser los que ahora consideramos relevantes. Quizá la única opción para evitar la catástrofe que todos presentimos en el siglo XXI sea encontrar caminos que emergen en las periferias, con trayectorias que evitan la catástrofe y llevan a la salvación, y que ahora, metidos en un marco en el que no encajamos, no podemos ver.
Sonia Contera es catedrática de Física en la Universidad de Oxford, Reino Unido. Estudió en Madrid, Moscú, Praga, Beijing y obtuvo su doctorado en la Universidad de Osaka, Japón. Su tema de investigación es la física de los sistemas vivos y la inteligencia biológica. Es madre de dos hijos.
Ensayistas, filósofos, historiadores e intelectuales abordan uno de los grandes enigmas de la cultura española: el motivo por el cual permanece apartada del fecundo diálogo de los pensadores europeos.
- «Un terco y doloso complejo», por Basilio Baltasar.
- «La lengua de Ortega y Gasset», por Víctor Gómez Pin.
- «Sin asiento en la Gran Jerga», por Miguel Herrero de Jáuregui.
- «Debilidad y fortaleza de la filosofía en España», por Norbert Bilbeny.
- «Por qué no existe la «Spanish Theory»», por Antonio Valdecantos.
- «Pensar no es cualquier cosa», por José Enrique Ruiz—Domènec.
- «Un asunto delicado», por Anna Caballé.
- «Una cultura que se desprecia a sí misma», por Ignacio Gómez de Liaño.
- «Una cuestión de fe», por Ana Rosa Gómez Rosal.
- «Las voces de las diversas periferias», por Sonia Contera.
- «Las dimensiones ocultas y el lado oscuro de la ciencia en España (que inventen ellos)», por Juan José Gómez Cadenas.
- «La obstinada singularidad ibérica», por Carlos Collado Seidel.
- «En las orillas del Sena», por Almudena Blasco Vallés.
- «La España de la insignificancia tecnológica», por Pablo Artal.
- «La excepción baladí», por Jorge Freire.
- «La periferia del imperio», por Raffaele Simone.
- «La quimera del oro: museo y campus universitarios», por Enric Bou.
- «¡Pinchemos la burbuja del español!», por David Fernández Vítores.
- «Complejo y melancolía quijotesca», por Carlos Varona Narvión.
- «A vueltas con la filosofía española y la filosofía en español», por Carlos M. Madrid Casado.
Réplicas a La querella española
- «Filosofía española por el mundo», por David Teira.
- «La situación actual de la filosofía española en el contexto internacional», por Antonio Diéguez.
De toda la serie, este es el articulo que mas me ha llegado al corazón y con el que me he sentido mas identificada.
Gracias Jot Down por descubrirme a la autora y por abrir este muy importante espacio de debate.
Reflexiones muy importantes. La autora hace una meditación lúcida y profunda por un tema que debería preocupar a los intelectuales y académicos de españistán.
Sonia, te felicito
Como explorador del mundo y viviendo experiencias similares me siento cerca de todo lo que decís. Hay que aprender a vivir y a pensar distinto. Ahí está nuestra inteligencia y sabiduría como especie. Muchas gracias por el artículo!
Plas, plas, plas.
Muy bueno.
P. S. Escocés errante, la pastilla.
Con todos mis respetos, no entiendo como que alguien de la inteligencia de la autora, quien además ha leído a Edward Said, puede despachar la idea de la descolonización tan alegremente, por mucho que se refiere a ciertas códices americanas, como si la todo el enorme imperio español de tres siglos se quedase allí.
Solo con mirar un poco la trata de esclavos por el Atlántico, vemos que España es uno de los países que más involucrado estaba, solo detrás de Portugal y Reino Unido en millones de esclavos africanos traficados, con Cuba y Buenas Aires lugares cuya riqueza en gran parte venía de dicha terrible actividad…
Además, el hecho es que el Estado moderno europeo se forma a la par con la colonización en territorios de ultramar, y las actitudes, ideologías, técnicas y métodos ejecutados allí no tardan en aplicarse a la población nativa en el país colonizador. Resultado? Somos todos un poco colonizados. Eso hecho por si solo explica el racismo.
Pero dos casos que se me vienen a la cabeza:
En España, sabemos que Franco y el ejército de África imponía una campaña de terror en camino a Madrid que se había ensayaba en Marruecos, en el Rif. Una lectura del primer franquismo sería que puede entenderse como una especie de colonización interno masivo de la población española. En ese aspecto, lo que ha hecho Sánchez en el Valle de los Caídos, quitando la momia, se podría enmarcar como acto descolonizador…
En el Reino Unido, la población celta, gaélica-parlante de las Tierras Altas de Escocia, la tercera parte de la población, los clanes, fueron echados de sus tierras a la fuerza, y metidos en barcos destinados a Norteamérica en cadenas en muchos casos, su idioma, el gaélico escocés prohibido, su vestido y costumbres proscritos con el afán de «civilizar» que se consideraba una gente «racialmente» inferior al escocés protestante de las Tierras Bajas, un proceso que empieza en la segunda parte del siglo XVIII y sigue durante casi un siglo y que está en «Das Kapital» de Marx…El Estado Británico lleva desde fundación en 1603 empeñado en erradicar a los pueblos celtas gaélico-parlantes de las islas igual como ha hecho en ciertas colonias cuando ha querido la tierra…
En cuanto al utilitarismo inglés, Dickens lo satiriza de forma memorable en «Hard Times» / «Tiempos Difíciles»… Inglaterra es un país para mi imposible debido a su muy jerarquizado sistema de clases, con un elite abiertamente racista, como Boris Johnson, así que tiene mi simpatía la autora, no debe de ser fácil ser una científica española en Oxford,
Han empezado ya a cosechar los frutos de su Brexit con las decenas de disturbios racistas masivos de este verano, y no es casualidad que en Escocia, que votó en contra del Brexit, no ha habido ni uno…
En fin, aunque la descolonización será, casi seguro, algo llevado a cabo por universidades y museos en todo caso, no ya ciudades enteras mucho menos Estados como España o el Reino Unido, no significa que no valga la pena… Es importante para todos yo creo y fundamental en la lucha contra el racismo… un reparación simbólica es mejor que nada…
No se la tomó.
Excelente análisis, retomando y actualizando «La disputa de la ciencia española», de larga tradición. Mucho puntos discutibles, evidentemente, pero la visión de la autora rezuma sinceridad y conocimiento. Enhorabuena.
Los que meten un tripi en el ColaCao todas las mañanas son los ultra nacionalistas españoles (y Británicas) que pretenden convencernos que el imperio fuese una especie de programa inter-cultural al estilo Erasmus…
¿Cuántas grandes fortunas españolas habrán radicado en Cuba, las plantaciones y sus esclavos? Media calle Serrano igual… el conde esto, el marques de aquello… y media Cámara de los Lores en Westminster…
Habría que limpiar nuestras ciudades y instituciones de todo aquello mobiliario urbano imperialista y colonialista. Tanto Madrid como Edimburgo están llenos de estatuas a militares asesinos que llevaron la muerte a miles de personas con el afán de «civilizarles».
En Edimburgo, en el recinto del Castillo, tenemos una al General Haig, el militar loco que mandó a la muerte cientos de miles de jóvenes de las islas en el fango y barro de la Somme y Ypres, dos batallas catastróficas, durante la primera guerra mundial.
En Madrid, seguimos con souvenirs Franquistas por todas partes y toda una Avenida de la División Azul (un ejercito directamente Nazi), el Retiro es un himno a las hazañas del ultimo imperio español sin mención alguna a los cientos de miles de esclavos que se murieron en Cuba…
En la Universidad de Oxford, donde la autora, sigue la estatua a Cecil Rhodes, el supremacista blanco quien dio su nombre a la Republica de Rodesia, hoy en día Zimbabue, y su sistema de apartheid…
Habría que quitar todo eso, ¿no? Meter estos estatuas en algún museo y poner otros acordes con los (supuestos) valores de nuestros tiempos…
Y ya puestos que borren de Italia y demás lugares todo vestigio de los romanos. Y en Méjico, a poder ser, que vuelvan a dar uso a la pirámide de los sacrificios humanos, etcétera, etcétera, etcétera.
No, hombre, se confunde usted de concepto: Franco mandó construir muchas presas y carreteras – con mano de obra esclavo republicano en muchos caso – pero nadie ha propuesto «borrarlos de la faz de la tierra».
Un monumento es otra cosa, y lo que he dicho es que se les cambie de lugar, que se les meta en un museo y si son demasiados grandes, como el Valle de los Caídos, que se cambie su significado, como se va a hacer en Cuelgamuros si entiendo bien.
Lo normal en una Unión Europea que va de faro de la democracia y los derechos humanos es que un proceso mínimo de descolonización fuese liderado por Bruselas o por el Parlamento Europeo, pues es un tema que toca bastantes países: Portugal, España, Reino Unido, Francia, Alemania, Bélgica, Holanda y Italia. Todos han tenido sus imperios de ultramar…
Es un artículo precioso para acabar hablando de lo mismo de siempre: España e Inglaterra malas, el imperialismo, Franco…
Si la autora lee estos comentarios, se va a poner triste. No se lo merece, la verdad.
No, hombre, la autora, una científica española de la Universidad de Oxford, sostiene que se encuentra o se siente en la periferia y afirma que la descolonización es algo que no le atañe por tanto, siendo algo para los del «centro» es de inferir (el mundo anglosajón / Pérfida Albión )…
Yo diría que si le atañe como nos atañe a cualquier persona pensante de los países colonizadores europeos y preguntaría que si una catedrática española de la Universidad de Oxford se puede considerar en la periferia, ¿Cuál es la palabra para una catedrática en el Sur, una mujer de color pongamos, en una universidad en África o Sur América?
En cuanto a los imperios, no se hablan lo suficiente, en Reino Unido desde hace muy poco, unos 10 o 20 años.
No se puede entender la modernidad sin la colonización. Escritores como Eric Williams en «Capitalism and Slavery» sostienen que es la esclavitud que crea la acumulación de capital necesario para todo el despegue capitalista y por tanto de la modernidad .
Y Hannah Arendt identifica en «»Los Orígenes del Totalitarismo» las raises del Holocausto y la Solución Final en el colonialismo occidental del siglo XIX…
Y si la UE no hace gran cosa al respecto, es porque sigue una política neo-colonialista con África y el mundo árabe día de hoy por ejemplo…
Por lo demás, si, es un articulo interesante…
La autora matiza bastante, no hace esa afirmación de manera plana.
Gracias en cualquier caso por confirmar mi comentario anterior: siempre Inglaterra y España malas, el imperialismo, Franco…
Usted hila demasiado fino para mi…
George Orwell, un inglés que detestaba Escocia, era descendiente de una familia de esclavistas escocesas dos o tres generaciones atrás en Jamaica. Su padre trabajaba en la India imperial, contribuyendo a la campaña de forzar opio a la población de China, una de las delicias de aquellos tiempos.
El primer trabajo de Orwell era de policía militar en Birmania, parte del imperio también. Era, en sus propios palabras, un clasista y un imperialista de joven, pero se rebeló contra todo aquello tras pocos años.
Dejó su trabajo en la policía militar y se hizo escritor, dedicando toda su vida posterior a luchar en contra del imperio británico, que comparó con los Nazis, y haciéndose tal vez el escritor más famosos del siglo XX (aunque no el mejor ni mucho menos).
Solo una persona con semejante entereza moral podía haber hecho lo que luego hizo en España: venir a luchar en contra el fascismo y volver denunciando los crímenes de Stalin y el Comunismo, cosa que le costó muchos enemigos en un momento en que Reino Unido y los Sovietices eran aliados en contra de Hitler…
Al final de su vida, hizo sus paces con Escocia también. Vino a instalarse en la isla de Jura en la costa oeste de Escocia, una isla con ni siquiera dos cientos habitantes, donde escribió «1984»,
El mundo está hecho de personas más que de países. Falta más gente como Orwell: gente que levanta la voz y denuncia los abusos de poder de sus propios paisanos y de su propia clase social y por supuesto siempre denunciaré a Franco y el imperio británico, por las mismas razones que George Orwell lo hacia…
Trotskista tenía que ser.
Que yo hilo fino? Pero si soy más simple que una rueda.
Solo he dicho que el discurso de la autora es mesurado y riguroso y no merece esas diatribas, pero cada uno tiene sus historias, qué le vamos a hacer.
Gracias, Ruy.
«Esas diatribas» no iban dirigidas a la autora en concreto, sino son comentarios en general. Creo que la descolonización es un tema pendiente que puede ser una liberación en muchos sentidos para varios grupos sociales históricamente marginados. Estoy de acuerdo con Sonia que necesitamos oír más voces de la periferia, creo que las dos ideas van juntos.
Pero suma y sigue. ¿Acaso es imaginable que se mueran bajo un bombardeo continuo de 10 meses 40,000 blancos occidentales sin sanciones o intervención militar de Occidente? Y sin embargo, eso es lo que está pasando en Gaza: colonialismo occidental a la vieja usanza…
En cuanto a Orwell, no era Trotskista, se alistaba al POUM como podía haber alistado a una división comunista. Al final de su vida, hizo una lista para los servicios secretos británicos de conocidos figuras de la sociedad británica susceptibles a tener simpatías comunistas. Solo se publicó en el 2003, a gran consternación de mucha gente en la izquierda en las islas.
En realidad, era una lista para descartar posibles colaboradores de los servicios secretos, más bien que una lista de denuncia. Pero no deja de oler un poco a chivatazo.
Yo no puedo sino emparejarle con Chaves Nogales. Ambos tenían esa incapacidad casi fisiológica de soportar la mentira y la propaganda y el «fake news».
Lo de hilar fino era ironía… ; )
Un saludo
Pingback: Las dimensiones ocultas y el lado oscuro de la ciencia en España (que inventen ellos) - Jot Down Cultural Magazine
«You don’t have to take this crap
You don’t have to sit back and relax
You can actually try changing it
I know we’ve always been taught to rely
Upon those in authority
But you never know until you try
How things just might be
If we came together so strongly
Are you gonna try to make this work?
Or spend your days down in the dirt?
You see things can change
Yes and walls can come tumbling down
Governments crack and systems fall
‘Cause unity is powerful
Lights go out, walls come tumbling down
Yes they do, yes they do, yes they do, yes they do, hey)
The competition is a color TV
We’re on still pause with the video machine
That keep you slave to the H.P.—
Until the unity is threatened by
Those who have and who have not
Those who are with and those who are without
And dangle jobs like a donkey’s carrot
Until you don’t know who you are…
Are you gonna get to realize
The class war’s real and not mythologized
And like Jericho, you see walls can come tumbling down
Governments crack and systems fall
‘Cause unity is powerful
Lights go out, walls come tumbling
(Down) You’ll be to week to fight it
(Down) oh unless we’re united
(Down) oh will you deny it?
Ooh
Are you gonna be threatened by
The public enemies No. 10
Those who play the power game
They take the profits, you take the blame
When they tell you there’s no rise in pay
Are you gonna try and make this work?
Or spend your days down in the dirt?
You see things can change
Walls can come tumbling down
Governments crack and systems fall
‘Cause unity is powerful
Lights go out, walls come tumbling down
Governments crack and systems fall
‘Cause unity is powerful
Lights go out, walls come tumbling down
Governments crack and systems fall
‘Cause unity is powerful
Lights go out, walls come tumbling down
Governments crack and systems fall
‘Cause unity is powerful
Lights go out, walls come tumbling down!!!
Pingback: Pensar no es cualquier cosa - Jot Down Cultural Magazine
Hola Sonia, no se si conoces el libreo » HORIZONTES» del inglés, si inglés JAMES POSKETT, en la sipnósis dicen » La historia de la ciencia como nunca te la habían contado.
Solemos pensar que la ciencia moderna se inventó en Europa, producto de grandes mentes como Nicolás Copérnico, Isaac Newton, Charles Darwin o Albert Einstein. Pero esto es un error. La ciencia no es, ni ha sido nunca, un empeño exclusivamente europeo.
Copérnico se basó en técnicas matemáticas tomadas de textos árabes y persas. Cuando Newton estableció las leyes del movimiento, se basó en observaciones astronómicas realizadas en Asia y África. Cuando Darwin escribió El origen de las especies consultó una enciclopedia china del siglo XVI. Y cuando Einstein estudiaba la mecánica cuántica, se inspiró en el físico bengalí Satyendra Nath Bose.Horizontes va más allá de Europa, explorando las formas en que los científicos de África, América, Asia y el Pacífico encajan en la historia de la ciencia, que se entiende mejor como una historia de intercambio cultural global».
Yo lo he leído y está bastante bien desmitificando a la cultura Occidental como única elegida para la gloria, y si hay aporte patrio, africano, japoneses,…etc. Es muy interesante.
P.D: Disculpen mi atrevimiento, no entiendo esa obsesión con derivar las conversaciones a lo personal…
Pingback: La excepción baladí - Jot Down Cultural Magazine
Pingback: La obstinada singularidad ibérica - Jot Down Cultural Magazine