Aun arriesgándome a que me equivoque, doy por supuesto que todo amable lector de estas líneas habrá oído hablar en algún momento de historiadores como Juan Pablo Fusi, Paul Preston, Santos Juliá, Stanley Payne, Javier Tusell o Ángel Viñas, todos ellos expertos reconocidos desde hace décadas en la historiografía española del siglo XX y que han influido de forma decisiva en los debates públicos sobre la historia reciente del país.
En Alemania, sin embargo, no será fácil encontrar a alguien, incluso entre los profesionales de la historia, que haya oído de ellos o incluso sepa ubicar a estas personas en sus campos de investigación, a excepción, naturalmente, de aquellos especializados en la historia contemporánea española. No existe prácticamente ni una sola monografía de estos autores traducida al alemán dentro de la impresionante gama de estudios que ha ido publicando cada uno de ellos. Como historiador especializado en la historia de España y afincado en Alemania desde hace décadas, solo tengo constancia de la edición de un libro de Paul Preston sobre la transición, si bien en una pequeña editorial sin gran alcance, además del ensayo biográfico sobre Franco de Juan Pablo Fusi, así como de un estudio de Stanley Payne, si bien este sobre la historia del fascismo europeo y con ello sin tener el foco de atención en España.
En casos contados, algún que otro historiador español ha logrado la traducción al alemán de alguna de sus publicaciones, aunque sea en editoriales especializadas y sin gran difusión; por lo general, además, con el aporte de ayudas financieras y como fruto del propio esfuerzo del autor para conseguir la publicación. En el caso de la biografía de Fusi fue debido al empeño del traductor en dar a conocer esta obra a un público alemán logrando convencer a la editorial.
¿A qué se debe esta situación de invisibilidad de los historiadores españoles?
Es evidente que a la falta de una demanda, circunstancia que se muestra, a modo de ejemplo, en que desde la publicación, en 1985, del ensayo de Fusi, no haya surgido hasta el momento más que una biografía de Franco en el año 2015. Aun así, esto no explica la circunstancia que para aquellos pocos temas de la historia contemporánea española que suscitan un cierto interés más allá de los círculos académicos especializados, tampoco se cuente con historiadores españoles. El caso más relevante es el de la guerra civil, cuyo interés en Alemania radica en la implicación militar del Tercer Reich, así como en la presencia de miles de alemanes encuadrados en las Brigadas Internacionales, además de la consideración de esta guerra como reflejo de las pugnas entre las ideologías predominantes en la Europa de entreguerras y como preludio de la Segunda Guerra Mundial.
Con motivo del 70 aniversario del estallido de esta guerra, se publicaron cerca de media docena de monografías al respecto, también en editoriales de divulgación. Todas ellas, sin embargo, fueron o bien obras de historiadores alemanes, o se trataba de traducciones del inglés. Lo mismo ocurre en relación con la memoria histórica, un tema que debido a la relevancia social de la memoria de los horrores perpetrados durante el Tercer Reich también suscita cierto interés en Alemania. No menos sorprendente es que editoriales dirigidas a un público general tampoco hayan contado con especialistas arraigados en España para las pocas visiones de conjunto existentes sobre la historia de este país.
Un factor adicional de singular relevancia es que, sobre todo en lo que respecta el mundo académico, se parte del supuesto que aquellos que están interesados en la historia de España dominan la lengua española lo suficiente para poder prescindir de traducciones. Baste como ejemplos: Vervuert, la editorial alemana especializada en temas que abarcan el mundo hispano, publica casi exclusivamente títulos en español. Lo mismo ocurre con Iberoamericana, la revista de referencia para estudios culturales sobre el ámbito hispanohablante y lusófono, editada por el Instituto Iberoamericano en Berlín, al no aceptar artículos o reseñas redactadas en alemán. Otro tanto cabe decir de la gran mayoría de los tomos colectivos y las actas de congresos, además de la circunstancia que la lengua habitual en los congresos de hispanistas alemanes es el español.
El argumento aducido al respecto es que, ante la falta de interés por temas hispanos en el ámbito alemán, publicar en español al menos ofrece la posibilidad de ganar visibilidad en el mundo hispanohablante. Se trata sin duda alguna de un aspecto a tener en consideración, pero que en consecuencia acentúa aún más la falta de libros para un público no especializado en la materia, además de limitar seriamente la difusión de las corrientes y los resultados de la investigación españoles en ámbitos historiográficos o de estudios culturales no hispanos.
Esto se muestra ejemplarmente en los debates acerca de las características y las teorías sobre el fascismo, de las que se desprende un amplio desconocimiento de los resultados de las investigaciones sobre el caso joseantoniano, mientras que las controversias en la historiografía española acerca de las bases ideológicas del Régimen no tienen, si acaso, más que un reflejo marginal. El fascismo español es considerado como meramente secundario. Así, el reconocido experto en la materia, Ernst Nolte, en su estudio pionero sobre los fascismos europeos del año 1963 que fue reeditado por última vez en el 2000, no le dedica a la Falange más que unos muy breves renglones. Lo mismo cabe decir de publicaciones posteriores como la del prestigioso Institut für Zeitgeschichte de Múnich de 2014, en la que incluso se prescinde completamente de la vertiente española del fascismo. Tal apreciación es lamentable, pues una ampliación de la perspectiva comparativa que incluya precisamente a aquellos regímenes que como el español no fueron impuestos o no existieron a merced de los países del Eje, permitiría entender mejor tanto las características como las contradicciones ideológicas inherentes a todos, incluidos los casos italiano y alemán.
No menos sigue predominando la percepción de la singularidad del caso alemán, así como la apreciación que la diferencia básica entre la dictadura de Franco —considerada como autoritaria— y las de Hitler y Stalin —calificadas como totalitarias— radica en la falta de un programa de exterminio premeditado. Así, la dictadura de Franco es minimizada al atribuírsele una flexibilidad y sobre todo una ligereza doctrinal, supuestamente característica de los países románicos —una interpretación injustamente benévola y arraigada en Alemania desde los años del conservadurismo durante los mandatos del canciller Adenauer.
Es sin duda cierto que ante el interés que suscitan los temas relacionados con la memoria histórica, se ha ido abriendo brecha lo que es considerado hoy en día como un exterminio premeditado del adversario ideológico durante la guerra civil, una apreciación que historiadores reconocidos como Paul Preston han llegado a denominar como el «holocausto español». Sin embargo, hablando hace unos años con un experto en el fascismo italiano, este constató que, comparándolo con el caso español, la gran diferencia inherente al nazismo y al fascismo italiano radica en que estos condujeron a una hecatombe. Visto de esta manera, no existe de entrada una base común para el análisis comparativo.
La visibilidad altamente reducida de la historia contemporánea española se plasma no menos en la falta de una institucionalización universitaria.
Los problemas para ilusionar a estudiantes por temas de la historia española arrancan de entrada en una oferta muy reducida en la docencia universitaria. Esto es debido, en parte, a la escasez de historiadores especializados, pero no menos lo es en vista de la falta de conocimientos de la lengua española, imprescindibles para poder profundizar en los debates historiográficos sobre los respectivos temas históricos.
A lo largo del último cuarto de siglo, el aprendizaje del español en los centros de enseñanza secundaria ha ido aumentando continuamente, si bien sigue ocupando el cuarto lugar detrás del inglés, francés e incluso del latín, llegando actualmente a un seis por ciento del alumnado. En lo que respecta el ámbito universitario, este creciente interés por el ámbito cultural y lingüístico tanto español como latinoamericano se plasma sin embargo casi exclusivamente en la filología románica, donde el número de estudiantes que se dedican a la lengua española ha llegado a igualar al de la lengua gala —una circunstancia debida sobre todo a la creciente demanda de profesores de español en la enseñanza escolar.
En lo que respecta la historiografía, la falta de conocimientos lingüísticos es flagrante, imposibilitando en buena medida una oferta de temas españoles en la docencia, a excepción de aquellos como la guerra civil sobre los que existe literatura adecuada no solo en inglés, sino que también en alemán.
Así, las investigaciones históricas emprendidas en el marco de tesis doctorales son habitualmente fruto del interés o empeño personal de doctorandos y de la disposición de sus directores a aceptarlas, no estando éstos, en la mayoría de los casos, familiarizados con la historia de este ámbito geográfico.
El círculo de estos investigadores es, además, muy reducido. Hace unos veinte años se crearon encuentros para jóvenes historiadores del ámbito de la lengua germana —es decir Alemania, Austria y Suiza— con la intención de aglutinar a todos aquellos se dedicaban a temas españoles. Aun a pesar de que las convocatorias estuvieron abiertas a todas las épocas, partiendo de la Edad Media, el número de comunicantes invitados rara vez pasó de los quince. La falta de proyectos de investigación en curso hizo que dichas reuniones se celebraran finalmente bianualmente, repitiéndose, además, a falta de alternativas, la presencia de algunos de los comunicantes que de esta forma tuvieron la ocasión de presentar los avances en sus investigaciones. Hace unos diez años, finalmente se dejaron de convocar y a partir de entonces solo se celebraron de forma esporádica por algún profesor o profesora que, entre otros campos, se dedica a la historia de España.
No menos significativo es que todo joven investigador que se haya centrado en un tema español y que aspire a una carrera académica se vea ante el imperativo marcado por el mercado laboral universitario de no poder dar continuidad y profundización a sus investigaciones, al verse obligado a compaginar esta área con otra que tenga como referente un ámbito cultural considerado más cercano al «mainstream» prevaleciente. Una dedicación en exclusiva a la historia de España, considerada como un campo un tanto exótico, se convierte inevitablemente en un callejón sin salida con vistas a la consecución de una permanencia en la Universidad.
Hablando hace unos treinta años con un reconocido hispanista alemán, aún partía yo del convencimiento que con una España que finalmente había aterrizado en Europa, la situación iba a cambiar. Este colega no compartía mi optimismo. Lamento tener que constatar que tuvo razón.
Este desinterés generalizado tiene sin duda que ver con la intensidad de una experiencia histórica incomparablemente mayor, al menos en la época contemporánea, en las relaciones de Alemania con otras naciones de referencia como Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Rusia o incluso Italia.
Mientras que la historia de los países del este de Europa está presente en la gran mayoría de los departamentos de Historia, bien sea por medio de una cátedra o incluso de institutos que forman áreas propias de investigación y docencia, la historiografía sobre la península ibérica no está anclada lo más mínimo en las universidades alemanas. De hecho, no existe una única plaza dedicada explícitamente a la historia contemporánea española. Y eso a pesar de la existencia de un buen número de cátedras y titularidades dedicadas a la historia de Europa occidental. Todas ellas, sin excepción alguna, lo son o bien para la historia de Francia o de Reino Unido. De Latinoamérica, por su parte, existen una decena que como añadidura tratan en ocasiones de temas españoles, al menos en lo que se refiere a la docencia.
En este contexto, me permito relatar una peculiar experiencia personal que considero sintomática: hace unos quince años concursé por una plaza recién creada en una universidad bávara con un perfil centrado en el ámbito de la historia española y latinoamericana, aun sin que yo tuviera experiencia alguna como investigador en temas latinoamericanos. Al comentar la cuestión con un miembro del jurado, este me comentó que tal circunstancia no importaba lo más mínimo, pues al dominar el español como lengua materna, eso equivalía a poder cubrir todo el ámbito hispanohablante. Como colofón, la plaza finalmente ni siquiera fue adjudicada después de que el rector de dicha universidad llegara a la consideración que tal ampliación temática del departamento era innecesaria.
No menos significativo es que la prestigiosa revista Francia, un anuario de historia para el ámbito francófono creado en 1973 y editado por el Instituto Histórico Alemán en París, tenga el subtítulo: «Investigaciones sobre Europa occidental» —como si el continente europeo acabara en los Pirineos.
Como reflejo de los planteamientos germanos de política cultural e historiográfica baste con mencionar por orden de su creación los institutos históricos alemanes existentes en otros países: el de Roma, fundado en 1888, fruto de una pasión romántica por la Roma clásica; el de París en 1958, como reflejo de la reconciliación franco-alemana después de la Segunda Guerra Mundial; el de Londres, establecido en 1976 en pleno proceso de integración europea, y el de Washington en 1987 como reverencia a la potencia mundial líder de la alianza occidental. A finales de los años 80, marcados por el entendimiento entre el canciller Helmut Kohl y Felipe González, se rumoreó acerca de la creación en Madrid de un instituto para la investigación histórica. La caída del muro de Berlín, sin embargo, abrió nuevas perspectivas que marcaron las prioridades con lo que la opción española se dejó caer a favor de Varsovia, en 1993, y de Moscú, en 2005.
No es de extrañar, pues, que en las sesiones del Historikertag, las prestigiosas jornadas de intercambio profesional que reúnen bienalmente a la historiografía alemana con el cometido de presentar nuevas tendencias, establecer balances y entablar debates, muy rara vez surjan ponencias sobre temas españoles, enmarcados entonces, además, en corrientes historiográficas de actualidad como lo son las investigaciones sobre el (post)colonialismo.
¿Es posible afrontar esta situación ciertamente decepcionante?
Hace un tiempo abordé la cuestión de la invisibilidad de historiadores españoles en una conversación mantenida con el director de una de las grandes editoriales alemanas especializada en temas de historia. El argumento esgrimido por mi interlocutor fue que el enfoque español de aquellos temas que podrían de interés para su editorial, como lo es la guerra civil, no son aptos para lectores alemanes al estar orientados hacia un público español y al ser fruto debates polarizados en España. Lo mismo ocurre en relación con la memoria histórica, cuyo interés para un público germano radica precisamente en la posibilidad de enlazar con la asimilación del propio pasado. En este contexto es sintomático el gran interés que suscitó Jorge Semprún con sus memorias marcadamente personales sobre sus experiencias en el campo de concentración nazi de Buchenwald, debido precisamente a que los lectores alemanes podían empalmar con la memoria del Holocausto.
Otro factor, no de menor relevancia, es que la historia de España del siglo XX no parece ser precisamente compaginable con la alemana o incluso la europea. La historiografía alemana parte del concepto de un dilatado siglo XIX que comprende el periodo entre 1789 —la Revolución francesa— y 1914 —el comienzo de la Primera Guerra Mundial—, mientras que, desde una perspectiva historiográfica, el siglo XX abarca habitualmente el periodo entre esta guerra y la caída del muro de Berlín en 1989 o la disolución de la Unión Soviética dos años más tarde, y con ello el final de la confrontación entre las ideologías que dominaron dicho siglo, tal y como constató Eric Hobsbawm en su afamado estudio The Age of Extremes.
En España, el punto de partida de referencia para definir el siglo XX es el desastre del 98 que, al contrario del auge del imperialismo europeo de la época, marcó además el final de la etapa colonial española; el punto final de este siglo se correspondería, por su parte, con el restablecimiento de la democracia en 1977 o la entrada de España en la Unión Europea a comienzos de 1986. Queda claro que se trata de cesuras que tuvieron un significado histórico y político hartamente distinto de las alemanas y europeas. Por su parte, la no implicación bélica de España tanto en la primera guerra mundial como en la segunda, así como la larga duración de la dictadura franquista, son aspectos adicionales que parecen excluir que se hable de una experiencia europea compartida, convirtiendo a la historia española en un caso anómalo o sobradamente singular.
Sin duda alguna, estos argumentos tienen su razón de ser. No obstante, la historia de España puede ser considerada con no menos razón como una historia netamente europea. A este respecto existen de sobra aspectos en común, aunque no hayan transcurrido de forma simultánea, como lo son los debates sobre la modernidad, la Iglesia como factor social y político, la abolición de la monarquía, la pugna entre las ideologías, la mentalidad militarista, las experiencias democráticas tanto frustradas como exitosas, la irrupción del fascismo, los procesos de industrialización o los avances en cuestiones sociales. Todos ellos marcaron la historia de las sociedades europeas del siglo XX. Una perspectiva adicional se abre con el resurgir de regímenes autoritarios y antidemocráticos en Europa, teniendo además en consideración las experiencias dictatoriales en otros países europeos de postguerra como Grecia o Portugal.
Al igual, cuestiones que demuestran supuestamente la singularidad de la historia española, como lo son los debates sobre el eterno tema de las «dos Españas» o sobre la conveniencia de considerar el estallido de la guerra civil y el establecimiento de la dictadura franquista como consecuencia inevitable de la confrontación política durante la Segunda República, resultan también perfectamente compatibles con las experiencias de otros países europeos, y no en última instancia de Francia y Alemania.
La historia de España puede ser interpretada como un «Sonderweg», un término que fue acuñado para tipificar la peculiar singularidad de la historia de Alemania en vista del militarismo prusiano bajo Guillermo II que no solo originaría la Primera Guerra Mundial, sino que tendría una continuidad y culminaría en el nazismo. El reconocido historiador alemán Hans-Ulrich Wehler resaltó al respecto como rasgo principal «una peculiar relación de tensión entre la tradición y la modernidad», así como un «déficit estructural de modernización». De por sí, esta afirmación es sin duda aplicable a la historia contemporánea española.
La tesis del «Sonderweg» alemán, sin embargo, ha sido refutada en los últimos años sobre la base de perspectivas transnacionales. Heinrich August Winkler, otro de los grandes historiadores germanos, resumiría la cuestión afirmando que no quedan argumentos válidos para afirmar que Alemania se haya diferenciado de las grandes naciones europeas en una medida que justifique hablar de un «Sonderweg», añadiendo, además, que ningún país del mundo ofrece lo que podría denominarse como una «trayectoria histórica normal».
No cabe duda que la historia de España, aun con todas sus peculiaridades, también debería ser reconsiderada en este sentido. Es hora de emprender una europeización de la historiografía española.
Carlos Collado Seidel es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Marburg (Alemania). Autor de diversos libros sobre historia de España y las relaciones hispano-alemanas contemporáneas.
Ensayistas, filósofos, historiadores e intelectuales abordan uno de los grandes enigmas de la cultura española: el motivo por el cual permanece apartada del fecundo diálogo de los pensadores europeos.
- «Un terco y doloso complejo», por Basilio Baltasar.
- «La lengua de Ortega y Gasset», por Víctor Gómez Pin.
- «Sin asiento en la Gran Jerga», por Miguel Herrero de Jáuregui.
- «Debilidad y fortaleza de la filosofía en España», por Norbert Bilbeny.
- «Por qué no existe la «Spanish Theory»», por Antonio Valdecantos.
- «Pensar no es cualquier cosa», por José Enrique Ruiz—Domènec.
- «Un asunto delicado», por Anna Caballé.
- «Una cultura que se desprecia a sí misma», por Ignacio Gómez de Liaño.
- «Una cuestión de fe», por Ana Rosa Gómez Rosal.
- «Las voces de las diversas periferias», por Sonia Contera.
- «Las dimensiones ocultas y el lado oscuro de la ciencia en España (que inventen ellos)», por Juan José Gómez Cadenas.
- «La obstinada singularidad ibérica», por Carlos Collado Seidel.
- «En las orillas del Sena», por Almudena Blasco Vallés.
- «La España de la insignificancia tecnológica», por Pablo Artal.
- «La excepción baladí», por Jorge Freire.
- «La periferia del imperio», por Raffaele Simone.
- «La quimera del oro: museo y campus universitarios», por Enric Bou.
- «¡Pinchemos la burbuja del español!», por David Fernández Vítores.
- «Complejo y melancolía quijotesca», por Carlos Varona Narvión.
- «A vueltas con la filosofía española y la filosofía en español», por Carlos M. Madrid Casado.
Réplicas a La querella española
- «Filosofía española por el mundo», por David Teira.
- «La situación actual de la filosofía española en el contexto internacional», por Antonio Diéguez.
La no implicación de España en la Revolución Francesa es un aspecto adicionales que parece excluir que se hable de una experiencia europea compartida, convirtiendo a la historia española en un caso anómalo o sobradamente singular.
No tiene nada de extraño el desinterés alemán por España. Cada país se interesa por sus vecinos, o por aquellos con los que ha tenido una estrecha relación (sea cordial o bélica) a lo largo de su historia, y se interesa poco por el resto.
Y en el caso de Alemania y España, han tenido poco contacto a lo largo de la historia. Tan sólo los intentos de Carlos I por proclamarse emperador del Sacro Imperio, o la intervención española en la Guerra de los Treinta Años, bastante menor que la que tuvieron los suecos o franceses, por ejemplo. En cuanto al siglo XX, Alemania fue crucial pero los asuntos españoles les parecerán de tercera división, al mismo nivel que Yugoslavia o Bielorrusia, así que es normal que no tengan mucho interés por ellos.
Se olvida de Pío Moa. Superior a la mayoría de charlatanes nombrados por usted, excepto por supuesto Stanley Paine.
Radicalmente de acuerdo. Los citados, sobre todo Preston y Viñas, no son más que izquierdistas nacidos tarde, sin más bagaje histórico que el reciclaje de lo ya dicho por veinte anteriores, entre ellos Semprún, de cuya estancia en los campos de exterminio queda únicamente su confesión de haber sido, él y los otros comunistas españoles, los utilizados por los nazis como delatores de sus compañeros judíos internados en los campos. Personajes todos ellos moralmente deleznables e intelectualmente nulos.
Demasiado enfoque en diferencias; generaliza y estereotipa.
Me parece muy triste en estudiosos del tema que al tratar de las diferencias entre el fascismo español y el alemán e italiano, no se haga ni una mención de soslayo a la auténticarazón determinante que fundamenta esa diferencia. La única razón por la que Hitler y Mussolini acabaron como acabaron y Franco no, es porque aquellos no creían en Dios, y Franco sí.
Un holocausto mental que duró cuarenta años y aún se ve en muchos cerebros
Totalmente!
Yo lo flipo ! En una revista donde a la más mínima discrepancia te llaman fascista, tenemos aquí un cónclave de auténticos y verdaderos fascistas (¡Pío Moa!) y nadie les llama fascistas. Cada vez entiendo menos.
Deje sus prejuicios y difamaciones ad homnen a un lado; refute, si puede, los datos y hechos expuestos por Pío Moa.
Los de Preston y Viñas ya han sido refutados incontables veces, pero, siguen siendo considerados «mandarines ecuánimes»…
Ni que decir tiene, que, Pío Moa sufre agresiones verbales y físicas allí por donde va y es totalmente apartado del debate público en los «grandes medios»; todo lo contrario que Viñas y Preston; es lo que tiene el Pensamiento Único Hegemónico.
«Por mucho que lo llaméis no saldrá del agujero»
Te debe estar esperando todavía Lucas… si te quieres tirar un triple en latín, por lo menos hazlo bien para no hacer demasiado el ridículo.
Tienes razón. Yo lo he dicho (que fachas no), pero o me he equivocado y no he posteado bien o ha habido algún problema.
Pío Moa no es un historiador, es un facha y antiguo terrorista de extrema izquierda que escribe. No pasa de ahí.
Lo de que Franco triunfó por creer en dios es sencillamente un tío haciendo bromas de trol.
Hablar de pensamiento único aquí es muy apropiado: pensamiento único de fachas, dos ideas: rojos malos y Franco bueno.
Esto queda en un tú facha/tú rojo propio de besugos.
Solo queda leer y estudiar, pero no panfletos excrementicios de Moa, sino obras rigurosas de historia. Cojan los textos de Eduardo González Calleja y cuando acaben, hablamos.
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=26813
Estás siendo muy condescendiente, no son capaces de terminar la típica novela de verano… como para sugerirles que abran un libro de historia.
Eduardo González Calleja es otro paniaguado del Régimen Socialdemócrata contemporáneo (los tontos útiles del Globalismo Capitalista).
Pío Moa es un historiador condenado al ostracismo, y repito: amenazado de muerte, agredido verbal y físicamente por la Extrama Izquierda Fascista (la que Ovejero llama: «Izquierda Reaccionaria»).
González Calleja es uno de los catedráticos «bienpagaos» del régimen que se dedica a repetir las lindezas ensoñaciones de la Seguenda República Española, un despropósito violeneto y corrupto de principio a fin.
Repito, para que le quede a usted claro:
A Moa se le agrede y condena, a Calleja se le premia y aplaude; aquí hablamos de intolerancia y violencia, denigración personal y física; la Extrema Izquierda sabe que al debate pierde, por eso solomante se dedica a DESHUMANIZAR al interlocutor: «facha, fascista, nazzi».
Ya lo dijo el famoso meme-troll: «con HECHOS y DATOS OBJETIVOS no se convence a un progre».
Bota, rebota y en tu culo explota.
Amigo Andrés, es que no pasas de ahí y de insultar a la izquierda como una taladradora.
Por cierto, mezclar a Félix Ovejero (pensador estrictamente de izquierda) con tu discurso fascista (sin insultar, solo describo) es, como poco, intelectualmente indecente y demuestra que no sabes de lo que hablas.
Tienes un Dunning-Kruger político-ideológico que tira de espaldas.
En el fondo lo que yo sostengo es que Pio Moa es el pseudónimo de Alfred J. Kwak, quien después de luchar en contra del cuervo malvadote se dio cuenta de que en realidad él no era Alfred, ni J. ni Kwak, sino Bob Esponja y llevaba toda su existencia en Fondo de Bikini por lo que pasó a denunciar «salpica y chapotea» como una canción porno, en absoluto apta para una programación infantil.
Esos son mis HECHOS y DATOS OBJETIVOS, y añado más: el único objetivo de mi vida es obtener la licencia de conducción de barcos en la escuela de navegación de la Sra. Puff. Pero, ¿cómo voy a poder concentrarme lo suficiente si Plankton no deja de poner en el Krusty Krab «Deutschland, Deutschland über alles, über alles in der Welt»? En vez de estudiar, me entran ganas de invadir Polonia.
Da bastante pena que esta revista se esté inundando de trolls dispuestos a insultar, atacar a la persona sin importar su argumentación o, directamente, tratar de hacer propaganda política.
Para los que tengan dificultades en leer, el texto es sobre lo escaso de la investigación de la historia de España (este país) en Alemania a pesar de ciertos puntos en común. Curioso que pase esto cuando he hablado con alemanes y austriacos interesados en España por su historia y no por las playas y bien parece que haya más interés en el mundo sajón, Reino Unido y Estados Unidos en particular, pero también en Francia, es como si les quedáramos muy lejos no ya en lo geográfico sino en lo idiosincrasico o algo parecido.
Por lo demás, ni franco fue tan malo ni la república tan buena. Lo único cierto es que la guerra fue brutal. La historia nos enseña cómo hemos llegado hasta aquí y que deberíamos aprovechar. Puestos a hacer revisionismo histórico, no quedará títere con cabeza.
Dejen ya de insultar; hay mejores redes sociales para eso.
El artículo muy por encima de los comentarios. Una cosa que me ha llamado la atención (y no tiene nada que ver con la historia) es el queísmo continuado del autor …
@Carlos Collado Seidel (autor de este artículo y profesor español en Alemania).
Lo tiene usted muy fácil, si quiere revertir la situación de la perspectiva hispana en la Academia germana; simplemente con traducir y difundir el libro de Gustavo Bueno «España frente a Europa» (1999), con su correspondiente introducción-prólogo actualizado, lo tiene hecho.
Otra recomendación personal, extendida a todo experto en el mundo hispano: evitar el término «Latinoamérica» y usar «Hispanoamérica» (Spanisch-Amerika) o «Iberoamérica». El primero fue una imposición de los intelectuales franceses de Napoleón III para legitimar su intento de conquista de México y negar el legado español en América. Por lo menos, a nivel académico hay que ser muy rigurosos con la terminología usada.
Un cordial saludo.
España no interesa en Alemania porque las relaciones entre estos dos países en la época contemporánea han sido escasas. Tampoco parece que existan demasiados historiadores españoles preocupados por Alemania (con excepciones, por supuesto; por ejemplo, la magnífica germanista Rosa Sala Rose ha publicado libros excelentes sobre la cultura alemana y el nazismo; el mismo Carlos Collado Seidel; o Xosé Manoel Núñez Seixas; y, por supuesto, el gran trabajo pionero, se publicó en 1974, de Ángel Viñas sobre la Alemania nazi y el 18 de julio). Una pequeña observación. Los buenos historiadores, españoles o de cualquier otra nacionalidad, no se valoran por ser de izquierda o derecha sino por su profesionalidad. Esto último significa un cierto rigor en las interpretaciones, manejar fuentes nuevas y no caer en el vicio del presentismo, retrotrayendo abusivamente al pasado los problemas que se dirimen en el presente. Pío Moa ha sido últimamente traducido al francés. Mis felicitaciones. Ahora bien: traducida o sin traducir, su obra es sencillamente una mierda. Claro que hay gentes a quienes les gusta Pío Moa, al igual que existen coprófagos. Qué se le va a hacer. En cuanto al fallecido Gustavo Bueno y sus discípulos, efectivamente necesitan ser traducidos, pero al español, porque escriben de una manera que es casi ininteligible para cualquiera que no sea, para su fortuna, buenista. Así que las patrioterías de Buenos y los buenistas y los panfletos de Moa pueden y deben ser traducidos para honra y prez de los tontos que se los toman en serio, dentro o fuera de España, aunque, con un poco de buen gusto, su mejor destino sería tirarlos directamente a la basura. En fin, que ni en chino valen un chavo.
«Una pequeña observación. Los buenos historiadores, españoles o de cualquier otra nacionalidad, no se valoran por ser de izquierda o derecha sino por su profesionalidad. Esto último significa un cierto rigor en las interpretaciones, manejar fuentes nuevas y no caer en el vicio del presentismo, retrotrayendo abusivamente al pasado los problemas que se dirimen en el presente.»
Está claro que usted «no se aplica el cuento»; “consejos doy, que para mí no tengo”…
Seguimos con las falacias ad hominem, insultando/difamando a Pío Moa sin aportar ni atisbo de argumentación histórica, ni datos objetivos; calificándolo como «mierda/basura», desde su subjetivismo pueril, por no decir desde su ignorancia supina.
La germanista Rosa Sala Rose es de lo mejor que hay en cuanto a la divulgación sobre la Kultur Germana, como también lo es Isidoro Reguera Pérez, estudioso y especialista de la obra de Peter Sloterdijk, referente en la actualidad de la filosofía alemana. Ambos intelectuales NO son historiadores y por ende, quizá, no «se meten en camisas de once varas» ideológicas; como sí lo hace Pío Moa o Ángel Viñas; el primero amenazado de muerte y agredido en numerosas ocasiones por la Extrema Izquierda Española (de la que usted forma parte, tratando al historiador de «basura/mierda»); el segundo, protegido (y “bienpagado”) por el establishment político y el Pensamiento Hegemónico.
En cuanto a su dejadez cognitiva a la hora de «entender» el Sistema Filosófico de Gustavo Bueno, poco que añadir, se define usted mismo; ya lo decía Machado: «la ignorancia despreciativa» es muy dañina. O como decía Unamuno: “cuanto menos lees, más daño te haces”.
Bien pagado, no bienpagado.
Ya, el sonderweg de este pais o aquello es tal que al final queda en nada…
La historia de Alemania es distina a los demas paises por esa razon y la española por esta otra…
Tom Nairn, el intelectual escoces, sostiene que es Gran Btetaña que tiene su sonderweg ya que la revolucion burguesa de 1688 fue prematura, antes del inicio de capitalismo a diferencia del resto de Eutopa, y ademas de caracter religiosa mas que politica, lo cual ha marcado el trayectorio del pais y explica lo que Nairn llama «el glamur del retraso» que se evidencis en rasgos como la obsesion inglesa por la monarquia, tanto protocolo trasnochado, y la entelequia de «la corona en parlamento» / soberania absoluta del parlamento y ausencia de una Constitucion por escrito…
Los britanicos somos sujetos no ciudadanos y estricto sentido no tenemos derechos sino vivimos en cierta libertad gracias la costumbre y precedencia, a la marcha de las decisiones legales de este juez o aquello…
Es el pais de la contra-revolucion contra Napoleon y el Estado modeno… el pais de la reaccion menos algunos escoceses y sobre todo los irlandeses que sobre todo han liderado el republicanismo en las islas…
James Connolly, el lider revolucionario de Semana Ssnta 1916 era escoces, pero dio su vida por Irlanda, ojo…
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