Arte y Letras Filosofía La querella española

Filosofía española por el mundo

Filosofía española por el mundo

Desde 1984, el Ministerio de Cultura (en sus distintas reencarnaciones) concede ayudas anuales para editar en lenguas extranjeras obras publicadas en España. Llevamos ya unas ochenta traducciones subvencionadas de ensayo filosófico español contemporáneo. ¿Para qué ha servido? A la filosofía española le va mejor cuando se escribe directamente en inglés. Eso voy a defender aquí, respondiendo a un artículo reciente de Víctor Gómez Pin en esta misma serie, donde sugería que existe un prejuicio sobre el español entre nuestros vecinos. «Los ensayos escritos en alemán o en francés se traducen a otras lenguas del continente, mientras que tal no es el caso de los escritos en español». Discrepo de Gómez Pin. Esas ochenta traducciones subvencionadas hubieran debido bastar para romper cualquier prejuicio. Como vamos a ver aquí, analizando la fortuna de algunas de ellas, deberíamos considerar más bien la explicación alternativa que sugería Antonio Valdecantos en estas mismas páginas. El problema de muchos de nuestros ensayos no es la lengua, sino su carencia de interés. Pero, a diferencia de Valdecantos, yo soy optimista: vivimos hoy una edad de oro para esa filosofía española que no se conforma con comentar ideas ajenas, sino que dialoga directamente en inglés con quienes las proponen.

Empecemos con los datos, con el aviso de que van a ser imperfectos. Desde 1984 a 2016, las ayudas ministeriales a la traducción se convocaban en el Boletín Oficial del Estado, pero fui incapaz de encontrar todas las resoluciones donde se concedían: de treinta y dos años me faltan cinco. En las veintisiete que encontré me concentré en obras publicadas después de 1975 —excluyendo numerosas traducciones de Ortega, Zambrano o Unamuno. Y di con ochenta y cuatro subvenciones a filósofos, entendiendo como tales autores que suelen presentarse así en público1. Creo que el gremio no puede quejarse. Después de la literatura, diría que la filosofía es el género más subvencionado —si lo comparamos con otras humanidades o ciencias sociales. 

Según el profesor Luis Pablo Núñez, el mecanismo de concesión es el siguiente. Una editorial extranjera propone la traducción de la obra a su lengua, adquiere los derechos y contrata la traducción para concurrir después a la convocatoria. Una comisión nombrada anualmente seleccionará las propuestas, considerando varios criterios, entre ellos «la relevancia del autor y del título para los que se solicita la subvención dentro de la cultura nacional». De las ochenta y cuatro subvenciones otorgadas a filósofos, los cuatro autores más agraciados han sido Savater (veintiséis), Trías (nueve), Innerarity (ocho) y Marina (siete)2. Pablo Núñez nos advierte, además, de que el objetivo del Ministerio es lograr una presencia equilibrada de la cultura española entre lenguas mayoritarias y minoritarias. Si lo juzgamos por la distribución de las ochenta y cuatro ayudas concedidas, el equilibrio sería el siguiente: veintiuna traducciones al portugués; once al francés, nueve al inglés, ocho al italiano, seis al alemán y veintinueve a otras lenguas. Las ochenta y cuatro obras se tradujeron del castellano —el análisis se complicaría aquí puesto que también hay ayudas ministeriales para la traducción entre nuestras lenguas cooficiales, pero esta parte me la saltaré aquí.

Concentrémonos en las traducciones al inglés, la lengua franca de la filosofía según el propio Gómez Pin, en la que hoy se decide el prestigio de cualquier idea. Tenemos aquí obras de Fernández Buey, Innerarity (dos), Lafont, Mate, Muguerza, Rubert de Ventós, Sacristán y Savater. Posiblemente el Ministerio subvencionara algunas más que se me han escapado, pero creo pocos discutirán la pertinencia de promover esta selección si el criterio es «la relevancia del autor y del título para los que se solicita la subvención dentro de la cultura nacional».

¿Han contribuido estas nueve traducciones a prestigiar el español como lengua filosófica? Como la pregunta es complicada, mejor ir por partes. Para empezar, podemos empezar preguntándonos por su recepción: ¿cuántas reseñas obtuvieron en revistas académicas? Si las buscamos en una base de datos de referencia como JSTOR, La razón como lenguaje, de Cristina Lafont, fue la obra más reseñada: tuvo tres recensiones. La mayoría de las restantes no tuvo ninguna. Si buscamos sus citas en Google Scholar, la base de datos más general, de nuevo la obra de Lafont es la más citada (trescientas cuarenta y tres veces); la traducción de El futuro y sus enemigos tuvo ciento cinco; ninguna de las demás pasó de veinte. Si buscamos citas de estas traducciones en que es hoy la obra de referencia en la filosofía angloparlante, la Stanford Encyclopedia of Philosophy, veremos que la obra de Lafont es ampliamente discutida en la entrada sobre Jürgen Habermas. Ninguna de las otras ocho traducciones aparece siquiera citada. 

Puede que haya otros indicadores que arrojen un resultado distinto, pero, si se trataba de prestigiar el español como lengua filosófica, mi conclusión provisional es que la mejor inversión del Ministerio fue subvencionar la traducción del libro de Lafont. La pregunta que muchos de ustedes se harán, me imagino, es: ¿y quién es Lafont? Nuestra autora, efectivamente, no es una habitual de la prensa o los medios de comunicación españoles —solo encuentro un artículo suyo en la base de datos de El País; Innerarity o Savater tienen cientos. La clave del éxito de Lafont es que fue a doctorarse con Habermas y discutió con él de tú a tú, cosa que siguió haciendo durante toda su carrera. La razón como lenguaje no bastó para que la contratase el CSIC, por donde pasó brevemente después de publicarlo, pero sí para encontrar un puesto en la Northwestern University, donde hoy es catedrática. Sus citas y su presencia en la enciclopedia Stanford reconocen que sus ideas, aunque originalmente expresadas en español, fueron apreciadas por la comunidad filosófica internacional.

¿Qué podemos aprender del caso para esta serie de la querella española? En primer lugar, y como ha sucedido en muchas otras disciplinas, si queremos que la filosofía española participe de la conversación internacional, hay que entrar en ella y para eso no es necesaria una subvención ministerial: basta con aprender idiomas. Para bien o para mal, el inglés es el que hará hoy la conversación más amplia. Habrá un momento en que los editores internacionales inviertan en traducirnos, pero, hoy por hoy, no queda más remedio que ser nuestros propios traductores. De hecho, como ya expliqué en otro artículo, hay toda una generación filosófica que ya lo ha hecho con éxito. 

Por un lado, tenemos autores que cursan su licenciatura en España para después doctorarse y hacer carrera con éxito en el extranjero. Compañero de Lafont en Northwestern es José Medina, uno de los pioneros en combinar teoría del conocimiento y teoría de la justicia (lo que hoy se conoce como epistemología social). En clave más ensayística, piensen en Paul Preciado, a cuyo doctorado en Princeton siguió una carrera inclasificable entre la estética y la teoría queer. Podríamos seguir con esta lista, que se haría larga. Pero hay que hablar también de lo que tenemos ya en España. Por un lado, el Barcelona Institute for Analytic Philosophy, un centro de excelencia en filosofía reconocido y financiado como tal por el Ministerio de Ciencia como el Instituto de Astrofísica de Canarias, el CNIO y otros buques insignia de la investigación española. Desde allí, autores como Manuel García-Carpintero y Genoveva Martí protagonizan el debate internacional en filosofía del lenguaje. En coordenadas filosóficas completamente distintas, piensen, todavía en Barcelona, en los trabajos de hermenéutica de Santiago Zabala. ¿Y qué decir del éxito en múltiples lenguas de Planta sapiens, el originalísimo ensayo sobre inteligencia vegetal del profesor murciano Paco Calvo? Podría seguir, pero creo que como ejemplo esta muestra basta. Con independencia de su diversidad intelectual, todos estos autores participan de la conversación global y contribuyen a definirla con su obra. 

Obviamente, ni los periodistas, ni el público en general, ni siquiera muchos de mis colegas perciben tal éxito, por las mismas razones por las que no sabían quién es Cristina Lafont. Todavía hoy en España el éxito filosófico consiste, para muchos, en aparecer con frecuencia en medios de comunicación y escribir ensayos divulgativos sobre temas de interés general. Muchos de las traducciones subvencionadas por el Ministerio responden a esa percepción de «la relevancia» en nuestra «cultura nacional». Treinta años de subvenciones demuestran, me temo, que ese no es el camino si se trata de prestigiar internacionalmente el pensamiento español: nuestra tradición ensayística tendrá sus méritos, pero no despierta demasiado interés académico más allá de nuestras fronteras. Gómez Pin ponía una y otra vez ejemplos del desinterés de sus profesores franceses, y los ejemplos se podrían multiplicar en otras lenguas. Si el pensamiento español ha de ser relevante, debe captar la atención, ante todo, de la comunidad universitaria internacional.

La moraleja de este escrito es bien distinta de la de otros que leo en esta serie. No hay ninguna maldición secular. El pensamiento de autores españoles que escriben en inglés atraviesa una edad dorada. Además, España tampoco en esto es diferente: lo mismo está pasando con autores de otras muchas lenguas y culturas que se han sumado a la koiné anglófona, y articulan hoy con éxito la conversación filosófica internacional. Algunos objetarán que, por usar el inglés, sus contribuciones no deberían contar como pensamiento español. Otros replicarán que a quién le importa el éxito del especialista, si su obra es «un muermo». Sigan entonces llorando nuestros males, les responderé. Porque, después de treinta años de subvenciones ministeriales y más de ochenta obras traducidas, quizá solo les quede lamentarse de que no se aprecia nuestra originalidad filosófica en las mejores universidades del mundo. Prefiero seguir el ejemplo de Cristina Lafont y discutir con Habermas directamente, qué quieren que les diga…


David Teira se doctoró en el University College London y es catedrático de Filosofía de la Ciencia en la UNED –lo fue también en Sorbonne Université. Ha publicado en las principales revistas internacionales de su especialidad, principalmente sobre temas de filosofía de las ciencias sociales y de la medicina. Su página personal es esta.

La querella española 

Ensayistas, filósofos, historiadores e intelectuales abordan uno de los grandes enigmas de la cultura española: el motivo por el cual permanece apartada del fecundo diálogo de los pensadores europeos.

  1. «Un terco y doloso complejo», por Basilio Baltasar.
  2. «La lengua de Ortega y Gasset», por Víctor Gómez Pin.
  3. «Sin asiento en la Gran Jerga», por Miguel Herrero de Jáuregui.
  4. «Debilidad y fortaleza de la filosofía en España», por Norbert Bilbeny.
  5. «Por qué no existe la «Spanish Theory»», por Antonio Valdecantos.
  6.  «Pensar no es cualquier cosa», por José Enrique Ruiz-Domènec.
  7. «Un asunto delicado», por Anna Caballé.
  8. «Una cultura que se desprecia a sí misma», por Ignacio Gómez de Liaño.
  9. «Una cuestión de fe», por Ana Rosa Gómez Rosal.
  10. «Las voces de las diversas periferias», por Sonia Contera.
  11. «Las dimensiones ocultas y el lado oscuro de la ciencia en España (que inventen ellos)», por Juan José Gómez Cadenas.

Réplicas a La querella española

  1. «Filosofía española por el mundo», por David Teira.
  2. «La situación actual de la filosofía española en el contexto internacional», por Antonio Diéguez.

Notas

(1) De esas ochenta y cuatro, solo ocho fueron para filósofas: Amorós, Camps (por tres), Cortina, Lafont, Preciado (entonces Beatriz), Rodríguez Magda.

(2) He aquí la distribución de las lenguas subvencionadas:

Alemán Francés Inglés Italiano Portugués Otras
Savater 0 1 1 1 6 17
Trías 1 1 0 3 2 2
Innerarity 0 4 2 1 2 0
Marina 1 0 0 0 6 0

(3) Por orden alfabético de autor (entre paréntesis, la traducción): F. Fernández Buey, Leyendo a Gramsci (Brill, 2014); D. Innerarity, Transformación de la política (P. Lang, 2010); D. Innerarity, El futuro y sus enemigos (Stanford, 2012); C. Lafont, La razón como lenguaje (MIT, 1999); R. Mate, Memoria de Occidente (Rodopi, 2004); J. Muguerza, Desde la perplejidad (Rodopi, 2004); X. Rubert de Ventós, El laberinto de la hispanidad (Transaction, 1991); M. Sacristán, Selección de escritos (Brill, 2014): F. Savater, Las preguntas de la vida (Polity Press, 2002).

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13 Comentarios

  1. «De las ochenta y cuatro subvenciones otorgadas a filósofos, los cuatro autores más agraciados han sido Savater (veintiséis), Trías (nueve), Innerarity (ocho) y Marina (siete)».
    50 subvenciones para 4 personajes cuyo pensamiento es bueno para las galletas chinas.
    Despilfarro por un lado y después, por el otro, colas de hasta dos años de espera para personas que pagaron religiosamente sus cuotas a la seguridad social y han sido biopsiadas con cáncer. O los albañiles en sus andamios teniendo que esperar hasta los 65 años para acceder a una miserable pensión.
    La filosofía es basura. En inglés o en español. Alienación cultural en estado puro. Valores de mierda de la jet set.
    Si de mí dependiera no habría JJOO, convertiría los campos de fútbol en invernaderos, las dehesas en parque nacionales, mandaría a los toreros a trabajar para Nacho Cano y a Savater y demás eminencias de m* con ellos.

    • Nihilismo de mierda.

      • No llega ni a eso. Es solo un filisteo inculto con ínfulas…
        Qué pena que en un artículo tan interesante el primer comentario fuera ese…

        • Pues a mí el de javibaz me parece un comentario muy interesante. Yo también opino que la filosofía contemporánea, española o no, suele ser basura, en el mejor de los casos simple relaciones públicas de la ciencia (normalmente muy mal entendida), en el peor pura charlatanería ininteligible manufacturada en serie por estafadores (pseudo)intelectuales (los franceses de los últimos 75 años han sido, con mucho, los peores).
          De hecho, la historia de la filosofía occidental desde el fin de la Ilustración (desde Hegel, vaya) no es más que una cada vez más enloquecida (y sangrienta) galería de los horrores intelectual: que, por ejemplo, Nietzsche o Heidegger sigan teniendo cierto prestigio en ciertos círculos me parece tan incomprensible como alarmante. No es de extrañar que mucha gente abomine de la filosofía y su ridícula retórica.
          No sería una mala idea cerrar todas las facultades de filosofía en todo el mundo. El planeta no notaría la diferencia, eso es más que evidente.

          • Si cerraran las universidades en general y solo dejaran abiertos Institutos generales o Altas escuelas, ni le cuento lo que íbamos a ganar.
            Pero la cuestión no era esa. Es el punto demagógico de para qué estudiar a Epicuro, Hobbes y Comte, si hay gente con cáncer sin la necesaria atención. Eso es una falacia.
            Y también la cuestión es esa actitud de sólo hay cuatro (o dos o siete) pensadores que merezcan la pena y si no pensáis igual sois unos paletos. Actitud, por cierto, bastante propia de filósofo pedante, actitud de filósofo pedestre.
            «Valores de mierda de la jet set», dijo aquel. Es que hay que reírse.
            En resumen, un caso de elitismo inverso, debe pasarlo mal.

            • El tema era la “filosofía española”, sintagma que es una contradicción de términos como “desarrollo sostenible”: si es desarrollo no es sostenible y si es sostenible, no es desarrollo.
              La filosofía está vinculada con la libertad de pensamiento y expresión, mientras que España está relacionada más bien con el ruido de sables, los dictadores, la monarquía, la teocracia, el ruido de sables, el clientelismo, el caciquismo, abogados cristianos, hazte oír y manos limpias.
              Spinoza, Kant, Hegel, Schopenhaer, Marx, Nietzsche, Husserl o Heidegger son filósofos. Savater, no. Es como comparar a un fórmula uno con un patinete, porque, vaya también hay accidentes con los patinetes.
              Gastar dinero en Spinoza, Kant, Hegel, Schopenhaer, Marx, Nietzsche, Husserl o Heidegger tuvo sentido. Gastar un céntimo en Savater y la morralla de profesores-doctores-académicos españoles es tirar el dinero, dinero que no cae del cielo, aunque Carmen Calvo creyera que “no es de nadie” y llegara a vicepresidenta diciendo burradas. El pato lo paga alguien. Con unas listas kilométricas en la sanidad española no estamos para subvencionar a costa de la mayoría la mala literatura, ni para regar con dinero público las federaciones de deporte, que por cierto son asociaciones tan privadas como JD, ni para subvencionar los festivales taurinos… ni, en general, para financiar los valores de los señoritos.

  2. Gutiérrez del Vasto

    Muy interesante. Gracias.

  3. gonzalo samaniego bordiu

    Echo de menos comnetarios sibre bunge mosterin y ferrater mora.

  4. Lucio Fulci

    Echo en falta un autor español, magno filósofo, traducido al inglés, el alemán y el chino.

  5. Se intenta organizar la filosofía de España de algún modo, y eligen al más gilipollas para dar nombre a una fundación, el gilipollas Gustavo Bueno.

  6. Luis Rodríguez

    La tesis doctoral de Ernesto Castro ha sido publicada, en inglés, por una prestigiosa editorial alemana: https://ernestocastro.com/libro/postcontinental-realism-ontology-and-epistemology-for-the-twenty-first-century/

    • Comentarista

      Yo diría más bien: una fundación española ha pagado para que se traduzca y se publique en abierto la tesis doctoral de Ernesto Castro. Veremos qué exito tiene, porque es la típica tesis complutense resumiendo ideas ajenas, que en inglés eran ya accesibles…

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