Ciencias

Eurocopa, Dani Olmo y un anticuerpo. Cuando fuimos campeones

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Dani Olmo durante la Euro 2024. (Photo by Spada/LaPresse) (Credit Image: © Spada/LaPresse via ZUMA Press)

Aproximadamente a las once menos diez del catorce de julio pasado quizá usted contuvo la respiración. Ese gesto involuntario, compartido por muchos en nuestro país, tuvo por gatillo el arco descrito por una esfera que iba dirigida con cierta inquina hacia un rectángulo formado por tres palos. En el centro del mismo, un chaval rubio ofrecía su frente al peculiar proyectil al tiempo que cerraba los ojos. Dejar de respirar y párpados caídos como punto de inflexión. El éxito y fracaso llevando al terreno de los hechos la física teórica del tiempo y el espacio. Ahí, en ese preciso instante, fue cuando recordé que soy pediatra. Se me hizo tiempo bala la vida, una excusa como cualquier otra para buscar un lugar tranquilo. Me dio por pensar en un virus, nuestro país y el significado de ser campeones de Europa.

El virus quizá le suene como esa canción que uno escucha en los altavoces de un coche al pasar y piensa que ahora todo parece reguetón. Por desgracia después de la pandemia somos una generación de virólogos con título obtenido en la escuela de la vida. Se trata del virus respiratorio sincitial (VRS para los amigos). Un virus que se autoexplica, como la palabra desayuno si nos detenemos a pensarlo. Este agente microbiológico provoca un cuadro fundamentado en la ocupación y conquista de las vías respiratorias. Desde la nariz hasta los bronquiolos, como si estuviera haciendo inventario de nuestra inspiración. Un poco de fiebre, un mucho de moco y a veces bastante de tos. Eso a usted y a mí, que somos jóvenes y lozanos, nos genera pequeña molestia. Nada que no se solvente con autocuidado y sentido común. El típico cuadro que con homeopatía dura una semana y sin ella nos molesta siete días (no olvidemos que la homeopatía es la medicina perfecta tanto para el sano y para lo que se cura solo). Pero claro, este virus no se vive igual ni desde la enfermedad ni desde las edades extremas. Y en una de esas fronteras, en la infancia en sus primeros meses, este amigo de ARN se luce con su apellido. A veces lo que uno trae de serie después del nombre no es solo aderezo.

Sincitial deriva de una palabra de origen griego (sincitio) que nos habla de unirse y compartir. En el caso de las células la formación de un sincitio nos indica que unas se han diluido en otras. El VRS, puesto que urbaniza la vía respiratoria, compacta las células que tapizan la autopista del aire. Tiene por objetivo crear una amalgama interesante para nadie salvo para los que buscan el mal. Como el Joker, pero en microscópico. Esto no solo provoca una alteración de la función, también deriva en una ocupación de espacio que obstruye y dificulta el paso del aire. Se sufre un atrapamiento progresivo de lo que se inspira hasta convertir los pulmones en globos que no cesan de hincharse. En el caso de los más pequeños se añade a esto la relación entre la edad y el calibre de la vía aérea. Los recién nacidos y lactantes se manejan con milímetros de tubería pulmonar. Así, esa suma de obstrucción y destrucción, no es que pueda ser una enfermedad grave para los lactantes, sino que puede convertirse en una enfermedad peor.

Si es causado por VRS a este primer episodio de dificultad respiratoria se le denomina bronquiolitis aguda por VRS. Sencillo. La región terminal de la vía respiratoria inflamada, el bronquiolo, sufre un despeño que convierte la respiración en un ejercicio complejo. Es tal esa complejidad que el bebé afectado debe elegir de forma inconsciente entre actos fundamentales como el respirar y el comer. Y suele elegir lo primero cuando lo segundo es insostenible. La parte buena es que esta perversa evolución se observa en una inmensa minoría de casos. La parte mala es que a pesar de ello es una de las principales causas de ingreso hospitalario en menores de dos años. Podríamos resumirlo en tres puntos:

  • Uno de cada diez lactantes infectados por VRS necesitarán acudir a un pediatra o a un servicio de urgencias pediátricas para valoración.
  • Uno de cada diez lactantes que acuden al pediatra o a urgencias requerirán ingreso hospitalario.
  • Unos de cada diez ingresados terminarán en cuidados intensivos pediátricos o neonatales según el caso.

Esto se repite todos los años dado que el VRS es un experto en epidemias (en los años de pandemia hubo una excepción provocada por las distintas medidas tomadas para mitigar el contagio de ese otro virus del que usted me habla). Así miles de bebés ingresan anualmente para recibir soporte mientras superan la enfermedad. El tratamiento es sintomático. Si lo que se compromete es el respirar esto se suple y complementa. Si se añaden otros problemas estos se solventan y soportan. Cuanto más complejo sea el requerimiento más cerca estará el enfermo de requerir cuidados intensivos. Es probable que si bien usted hubiera oído hablar del virus no hubiera leído jamás sobre su impacto en los más pequeños. Lo no se padece no se valora si el que lo sufre además no lo puede contar porque lleva chupete, ¿verdad? Imagínese la maravilla que sería disponer de algún medio para evitar que el VRS infectara y produjera enfermedad en lactantes.

Es por eso que en los últimos años este ha sido uno de los focos de investigación de mayor interés en pediatría. Detener al VRS una vez alcanza la nariz de los críos. Proporcionar al organismo naive (aquel que no se ha enfrentado nunca al virus) un arma para recibirlo, alicatarlo y así dar tiempo a que estructure su inmunidad. Debido a la naturaleza caprichosa del VRS, a su variabilidad antigénica, ha resultado complejo. Se dispone de experiencia con un anticuerpo capaz de disminuir la probabilidad de infección y formas graves (Palivizumab). Pero este requiere de administraciones repetidas y efectividad limitada. Esto hizo que su uso se restringiera a los más vulnerables (prematuros o niños con enfermedades de base). Era necesario un paso adelante y este tomó dos rumbos. Por un lado, se consideró la posibilidad de vacunar a las gestantes frente a VRS con la intención de que estas transfirieran sus anticuerpos a través de la placenta. Este enfoque, laborioso y complejo, ha mostrado resultados más que prometedores y está cerca de llegar al mundo real. El segundo camino era perfeccionar lo ya existente. Lograr un anticuerpo con mayor vida media, que no fuera necesario inyectar de forma repetida, y con una mayor capacidad para capturar al VRS. Si ya teníamos a Robin era lógico buscar a Batman para nuestro Joker.

De ese modo alcanzamos un nuevo anticuerpo llamado Nirsevimab. Una sola administración y, según los ensayos clínicos, una eficacia muy elevada para evitar tanto el ingreso hospitalario como las formas graves de enfermedad. Tras años de desarrollo se logró la aprobación para su uso el año pasado. Una vez disponible había que decidir si era adecuado comenzar a utilizarlo. Pocos verbos más complicados que el verbo «utilizar» cuando este se conjuga en pediatría. La coste-efectividad se ponía en duda. Finalmente, en una decisión no exenta de polémica, varias comunidades autónomas de nuestro país decidieron recomendarlo. Se inició así la administración del anticuerpo a recién nacidos en época epidémica (otoño e invierno) y a aquellos que habiendo nacido antes tendrían menos de seis meses durante la misma. Esta medida no fue replicada en nuestro entorno (Europa) y España se convirtió en ese mundo real en el que el Nirsevimab pasaría del dicho al hecho. Muchos ojos puestos sobre qué iba a ocurrir y gran cantidad de preguntas acerca de la medida. ¿Sería adecuada la inversión económica realizada? ¿Evitaría casos graves? Más preguntas que en el Trivial y las respuestas solo las tenía el tiempo y la observación. Y también sabemos que el verbo «observar» es uno de los más complejos en medicina.

De este modo se comenzó la administración del anticuerpo en España. Se lograron elevadas tasas de inmunización. Aproximadamente nueve de cada diez niños recibieron esta forma de inmunización pasiva. Al tiempo, los pediatras de primaria y hospitalaria, establecieron redes de investigación para comenzar un seguimiento epidemiológico en tiempo real de lo que ocurría. Primero con precaución, después con sorpresa y, finalmente, con alegría contenida al observar que algo bueno estaba sucediendo.

Tal y cómo se anticipaba en los ensayos clínicos el número de ingresos hospitalarios por VRS descendió. También las formas graves. En algunas series se alcanzó una efectividad de hasta el 80% en la prevención de estas últimas. Servicios de cuidados intensivos que en años prepandemia recibían en tres meses ciento veinte niños habían pasado a tratar veinticinco. Además, mostraban un patrón distinto. Ahora ingresaban críos no inmunizados, más mayores. Las complicaciones en la bronquiolitis aguda en ellos son menores y permiten un manejo más sencillo. Estos hechos tomaron rápidamente forma de artículos que desde distintos puntos de nuestro país comienzan a poblar las revistas científicas. España describiendo el futuro para una enfermedad invisible, compleja y dolorosa para muchos niños y sus familias.

Gritos de diferentes tonalidades y contenido me rescataron del modo pediátrico. Era necesario volver a la realidad. En ella el esférico, aún suspendido en el aire, continúo su camino hacia la portería hasta encontrarse con aquel chaval que ya describí en el primer párrafo. Daniel Olmo (Dani, para los amigos). El tipo prestó su frente y tensó su cuello. Evitó así que el balón cruzara la línea para convertir un triunfo en ciernes en una prórroga llena de posibilidades indeseables. Nunca hay que fiarse de los ingleses cuando hay un metal de por medio. Al finalizar esta secuencia es probable que usted, como muchos otros, gritara un poco para después volver a respirar. Dani cerró los puños mientras yo me sentaba en el sofá y saboreaba su perfectamente ejecutada función de anticuerpo. La pelota un virus y su frente inmunidad ante una derrota. Terminó el partido y en la calle la gente comenzó a explicarse entre abrazos la victoria. Desde la ventana observé a mis hijos correr a la piscina mientras celebraban ser otra vez campeones de Europa. De alguna forma ya lo habíamos sido antes, ellos lo ignoraban, y saboreé la suerte de saber que aquella noche de julio estábamos celebrando en realidad algo más que una victoria.

Conflicto de intereses: no tengo ningún conflicto de interés con ninguna entidad o empresa farmacéutica.

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2 Comentarios

  1. Entiendo que este artículo es una respuesta al desafío de escribir un texto con las palabras virus, Dani Olmo y batman. Buen trabajo!

  2. Fantástico artículo, lo he leído encantado.
    Mi sobri fue uno de los que necesitó respirador «del espacio» en una de tantas ucis infantiles.

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