Cine y TV

‘El abismo negro’, un pequeño (y maldito) clásico

El abismo negro. Imagen Walt Disney Pictures.
El abismo negro. Imagen: Walt Disney Pictures.

Cuesta creer que El abismo negro no aparezca continuamente en las (sempiternas) listas de las mejores películas de ciencia ficción de todos los tiempos. En la estela humanista de La fuga de Logan o Cuando el destino nos alcance, este filme de Disney (sí, de Disney) se adelantaba tres décadas a dos filmes tan distintos como Interstellar u Horizonte final, con un precepto que ahora hasta resulta familiar: ¿qué hay al otro lado de un agujero negro? 

Con una música francamente inquietante (por sinuosa) del mítico John Barry, esta película de Gary Nelson cuenta las peripecias de una expedición especial que va a dar por casualidad con una gigantesca nave que se creía perdida, justo al borde de un agujero negro. A partir de ahí, pizcas de comedia, momentos de terror y un interesantísimo fresco sobre la perdida absoluta de la humanidad en pos del milagro definitivo y la apabullante oscuridad que acecha tras la soledad del creador. 

El reparto —de excepción— era más sólido que las garras de Lobezno: Robert Foster, Anthony Perkins, Ernest Borgnine y sobre todo Maximilian Schell le daban al filme el punto clásico que necesitaba mientras que un afinadísimo diseño de producción (que, créanlo o no, sigue funcionando como un reloj treinta y cinco años después) y unos efectos especiales magníficos aportaban ese aspecto de epopeya espacial que necesitaba la película. 

Maximilian Schell configuraba el norte del filme creando uno de los mejores villanos de la historia del cine: megalómano, sociópata y brillante a partes iguales. Su retrato del científico enloquecido (un mad doctor de manual) cuyos delirios han traspasado todas las líneas rojas es de una exquisitez interpretativa pocas veces vista: el equilibrio entre el ser humano perdido en sus propias arenas movedizas y el monstruo que no dudaría en sacrificar a sus hijos por una nave más grande prueba el inmenso talento de Schell, un actorazo de estatura mayúscula.

Luego está su creación, esa criatura con piel de robot y alma de asesino en serie llamada Maximus. La visualización de este liquidador es poco menos que perfecta: la forma en que se desliza en el aire y su estructura le convierten en algo aterrador, y Sherman es tan sumamente listo que contrapone su presencia a la del robot de la nave. Un bicho pequeño y cachondo que aporta el toque Disney a un filme insólito en la historia de la compañía. Hay algo clave en El abismo negro y que influye sobremanera en la consideración de la película como título de culto, y es el modo de abordar una historia terrorífica hasta convertirla en un relato de aventuras. La historia del hombre devenido en dios no es nueva, pero el filme es lo suficiente mente inteligente como para construir alrededor de la metáfora una historia casi familiar, que roza y en ocasiones abraza el territorio de la serie B: la competición entre el robot de la nave y sus congéneres «malvados» (un videojuego de cuando los videojuegos eran un residuo cultural); la dinámica entre los distintos miembros de la nave, unos a favor y otros en contra de la extraña misión que se ha propuesto Schell o la contemplación de la fuerza más letal del universo (ese agujero negro que embiste cada segundo de la acción como si fuera un extra que reclama más minutos) como si se tratara de un cuadro hambriento que en cualquier momento acabara devorando al artista, son buenos ejemplos de ello. Por si fuera poco, el final, sumergido en una psicodelia desarmante que parece querer emparentarse con aquel hit de los Beatles llamado «Lucy in the Sky with Diamonds» acaba demostrando que El abismo negro se enfrentó con uñas y dientes a los convencionalismos para acabar convertida en un título maldito, olvidado y finalmente reivindicado por varias generaciones de cinéfilos con memoria. 

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2 Comentarios

  1. No es para tanto, una película despareja, con un final bíblico y absurdo, más unos robotitos insufribles, está bien que se olvidé.

  2. Oliver Melendez

    Es una muy buena obra. Tanto o igual que con Blade Runner, no fueron taquilleras pero dejó legado. Su polémico final, fue producto de la presión de los ejecutivos en una maniobra de último minuto, se improvisó un final abierto a temas interpretativos, ya que segun los actores lo ultimo en el script era «y entraron al abismo…»

    Su producción y despliegue técnico para lograr el efecto fotorrealista tanto de las naves como la profundidad del espacio fueron de alto nivel. Fue la primera película de la historia en incluir una secuencia puramente CGI (y la mas larga) en su film, la intro para ser preciso.

    Asimismo tambien fue la primera de Disney en ser calificada como PG y en remover su logo del film, ya que para la epoca, su mercado estaba orientado a público infantil, así es que se apoyó en Buena Vista para su publicación, como parte de su división de películas no animadas. Esta decisión generó un innecesario hate de la gente que intentsron hacer boicot con este film, ya que exigían que el contenido de Disney debía ser estrictamente para niños. Curioso que tebgan los mismos problemas mas de 49 años despyes, ¿verdad?

    Como dato de color la banda sonora de El Abismo Negro, creada por el excepcional John Barry, fue la ultima en albergar una Obertura. Esto marcó el fin de una era. Puede haber sido muchas cosas, pero calificar de mala a la película, dice mas de quien opina, que del film mismo. Buen día.

    P.D.: hay dos correcciones que resamto
    1. El robot antagonista se llama Maximillian, no Maximus.
    2. Ninguno de los robots «buenos» se llama Sherman. Uno es V.I.N.Cent. (Vital Information Necessary Centralized) y el otro el ‘viejo’ B.O.B. (BiO-sanitation Batallion)

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