Sería a principios de los noventa (time fugit). Solíamos reunirnos en el Gato Pardo, el café de moda en el campus de Harvard, no lejos de la famosa estatua de las tres mentiras. En nuestras tertulias se hablaba de todo, aunque el tema favorito, dado que casi todos nos dedicábamos a la física o las matemáticas, era la ciencia. Cada uno de nosotros se esforzaba en explicarle su trabajo al resto del grupo. Raman nos hablaba de la teoría de super cuerdas y Lisa de las dimensiones extra del universo. Alin nos contaba como las supernovas, al morir, vomitaban la materia prima de la que estamos hechos todos. Yo daba la vara con mis neutrinos. Antoine habla de inteligencia artificial y Roxanne de modelos de selección natural. Cada día aprendíamos algo nuevo y disfrutábamos con ello.
También nos divertíamos contando los inevitables chistes de matemáticos y físicos y los no menos inevitables chascarrillos de Harvard versus Princeton. Uno muy famoso era: ¿Cuántos profesores de Harvard se necesitan para instalar una bombilla? Respuesta: Uno. El profesor sitúa la bombilla en la rosca, el mundo gira a su alrededor y la bombilla se enciende. ¿Y cuántos profesores de Princenton? Dos. El primero, hace lo mismo que el profesor de Harvard. El segundo, sirve los Martinis.
Y aquel otro: «¿Cómo se sabe que un profesor de Harvard ha mandado a sus hijos a la Universidad?» Respuesta: porque escribe un libro de divulgación científica para pagarles la matrícula. ¿Y un profesor de Princenton? Igual, pero además escribe una obra de teatro.
El chiste no era del todo un chiste. Era y sigue siendo corriente, entre los profesores universitarios de las universidades de la Liga de la Hiedra (y muchas otras), escribir libros de divulgación científica en algún momento de su carrera, a menudo cuando ya están bien establecidos. Y, en muchos casos, los beneficios de las ventas permitirían costear unos estudios en un país donde la matrícula universitaria es un robo a mano armada.
Lisa (Randall), sin ir más lejos. Escribió su primer libro, Warped Passages en 2005, unos diez años más tarde de aquellas tertulias en El Gato Pardo, cuando ya era catedrática en Harvard y se había hecho famosa en nuestro campo por sus trabajos sobre dimensiones extra con Raman (Sundrum). Warped Passages, que podríamos traducir, muy libremente al español como «Dimensiones ocultas» no es, por cierto, un libro fácil. Lisa habla de mecánica cuántica, relatividad, partículas elementales, mundos-membrana, simetrías, origen de las masas y un sinfín de otros conceptos no aptos para pusilánimes. Y sin embargo, Warped Passages fue un pelotazo editorial que catapultó a Lisa a la lista de las cien personas más influyentes del mundo. Y, por cierto, hubo obra de teatro, a pesar de que Lisa es profesora en Harvard y no en Princenton. Sus otros dos libros Knocking on Heaven’s Door y Dark Matter and the Dinosaurs fueron también grandes éxitos de crítica y ventas.
Conviene insistir aquí en un punto importante. Lisa Randall no es una divulgadora científica, como por ejemplo Michio Kaku, cuyo principal negocio es popularizar la ciencia. En el mercado sajón no faltan autores que se dedican a escribir libros de «ciencia popular», con pluma versátil que lo mismo se ocupa de un roto que de un descosido. Algunos títulos de Kaku, para hacernos a la idea: Quantum Supremacy, The God Equation, The Future Mind, o Hyperspace. Se trata de libros amenos, simpáticos y que se venden muy bien, pero hay una gran diferencia entre Warped Passages, donde Lisa explica de primera mano sus teorías y Hyperspace, donde Kaku «populariza» esas mismas ideas. Ambos libros pueden considerarse «divulgación científica», pero Hyperspace es un “derivado», por decirlo así, de Warped Passages. Ambos libros son importantes, pero la influencia del libro de Randall en la cultura científica de una sociedad es mucho mayor.
Harvard no es el único lugar del mundo donde hay excelentes físicos teóricos. De hecho, podría argumentarse que el Instituto de Física Teórica (IFT) de la UAM de Madrid, no tiene mucho que envidiarle a ningún departamento de física de las universidades de la Liga de la Hiedra. Uno de sus mejores investigadores es Alberto Casas, profesor de investigación del CSIC y una autoridad mundial en el campo de la Materia Oscura. Pues bien, Alberto ha escrito (entre otros) un apasionante texto llamado El Lado Oscuro del Universo, hablando de un tema en el que destaca como primera espada. Si Alberto trabajara en Estados Unidos me atrevo a asegurar que su libro habría tenido un excelente recorrido. En España, sin embargo, lo publica el sello del CSIC, una editorial académica con escasa, por no decir nula, capacidad de promoción y difusión. ¿El resultado? El Lado Oscuro del Universo es un libro desconocido en nuestro país, más allá del reducido círculo de sospechosos habituales y, por supuesto, no se ha traducido a otros idiomas. El caso de Alberto no es único, de hecho, un gran mérito de la colección del CSIC es que nos ofrece un catálogo de magníficos libros científicos escritos por expertos en la materia. Desgraciadamente, el impacto de todos ellos en la sociedad española (por no decir fuera de España) es escasísimo.
¿Y qué podemos decir de los equivalentes españoles a un Michio Kaku? Lo primero es que, en España hay muchos y muy buenos divulgadores. Lo segundo, es que, con escasas excepciones, todos ellos se las ven y se las desean para vender un exiguo número de ejemplares y muy rara vez se les traduce. Ciertamente pocos podrían mandar a estudiar a sus hijos a la universidad con las ganancias de sus libros.
¿De quién es la culpa? Los primeros sospechosos, son, naturalmente, las grandes editoriales. Una de las leyes inexorables del mercado editorial asegura que invertir fuertemente en un libro no garantiza que sea un éxito, pero también advierte que una inversión cicatera garantiza, excepto raras excepciones (mucho más raras de lo que la leyenda urbana asegura) que no lo sea. Los sellos españoles, de hecho, no tienen complejos en invertir en aquellos libros a los que ven potencial. Y esto nos lleva al interés del público español por la ciencia.
¿Cuáles son los libros más vendidos de no ficción en, por ejemplo, la editorial Planeta, a mediados de agosto del 2024? Los títulos lo dicen todo: Hábitos atómicos, Como hacer que te pasen cosas buenas, Espiritualidad para humanos, El arte de comer bien. Al lector español, la materia oscura y las dimensiones ocultas, le tienen sin cuidado.
Si la ciencia no interesa en nuestro país, no hay que esperar que las grandes editoriales apuesten por ellas. Los editores de Harper & Collins no son más devotos de la ciencia que los de Planeta o Espasa. Simplemente, sus estudios de mercado les indican que hay determinados riesgos que sale rentable correr. Invertir en el libro de Lisa Randall, por ejemplo. En España, ese riesgo es impensable. Y si las editoriales grandes no venden ciencia, es imposible que los autores españoles se traduzcan, porque las editoriales extranjeras no ven razón alguna para publicar a desconocidos, contando, como lo hacen, con excelentes divulgadores en su propia lengua.
En toda nuestra historia solo un científico español (trabajando en España) ha ganado el premio Nobel, mientras que el número de científicos de Harvard que ha obtenido el preciado galardón es de ciento cincuenta. En Estados Unidos es frecuente que los premios Nobel escriban excelentes libros sobre ciencia que se convierten en best-sellers (por ejemplo The first three minutes of the Universe, de S. Weimberg, o The double helix de J. Watson), así que no es de extrañar que las grandes editoriales consideren un buen negocio publicar a científicos punteros. Esas obras seminales generan a su vez una «avalancha» de libros que podríamos llamar «ciencia popular», escritos por divulgadores profesionales, que también se vende bien y contribuye a que la curiosidad por la ciencia sea cada vez mayor y la fracción de los ciudadanos científicamente ilustrados sea cada vez más alta, lo que a su vez genera más ciencia y más difusión de la ciencia. Un círculo virtuoso.
En nuestro país, por el contrario, el círculo es vicioso. Al público español no le interesa la ciencia y en consecuencia las editoriales españolas ignoran a los científicos. Y como las grandes editoriales no apoyan la ciencia, es muy difícil que el público español se interese por esta.
Pero, ¿por qué la ciencia no interesa en España?
En un artículo en El Mundo de 2017[1], tres reputados científicos y académicos, J.A. de Azcárraga, J. Jiménez-Barbero y F. Marcellán (AJM en lo sucesivo) apuntan algunas explicaciones. En concreto, dicen:
Una causa escondida que contribuye al escaso apoyo que la ciencia tiene en España es el bajo lugar que ocupa en la estima de los ciudadano. Es verdad que científicos y docentes están muy bien considerados en las encuestas de aprecio social, pero eso no refleja la realidad. La actividad científica es poco conocida y no importa gran cosa, quizá porque es más difícil valorar lo que no se comprende del todo. Como consecuencia,el apoyo de la ciudadanía a la ciencia es más retórico que real y, al considerar erróneamente que no afecta a su vida diaria, no figura entre sus preocupaciones ni demandas.
Parte del problema viene de la percepción, compartida también por los poderes políticos de que la investigación debe producir de inmediato resultados prácticos. Este punto de vista lleva implícito un corolario muy peligroso: no vale la pena investigar en ciencia básica «que no sirve para nada» y que sólo pueden permitirse los países ricos, mientras que países como España deben centrarse en investigación aplicada. A ese respecto, AJM apuntan que:
Minusvalorar la investigación fundamental dificulta la aparición de aplicaciones de verdadera importancia, casi siempre imprevistas, que impulsen decisivamente la economía y la calidad de vida de los ciudadanos. Las matemáticas están en la base de las sociedades modernas; los avances de la medicina no serían posibles sin la investigación básica en biología y química; la física cuántica, una curiosidad en los albores del siglo XX, es hoy la base de buena parte de la tecnología actual y lo será aún más de la futura.
Este desprecio por la investigación fundamental se puso de manifiesto, por ejemplo, durante las legislaturas que siguieron a la crisis económica de 2011. Durante el periodo que abarcó entre 2012 y 2018, el gobierno de España suprimió el Ministerio de Ciencia, reemplazándolo por tres secretarías de Estado dentro del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad. Más claro, agua. La Ciencia dejó de tener valor por sí misma y se convirtió en un apéndice de la actividad económica. El argumento del momento era que la crisis obligaba a «optimizar» recursos. En cambio, en países como Japón o Finlandia, en épocas de crisis, se ha aumentado el gasto en I+D. La implicación subyacente es que la inversión en ciencia es optativa, un «lujo» del que, llegado el caso, puede prescindirse.
En 2020, el Ministerio de Ciencia reaparece de nuevo, pero sigue manejando presupuestos muy modestos y lo que es peor, una parte muy considerable de estos se malgasta por culpa de la obsesión de invertir en “ciencia práctica». Volviendo al artículo de AJM.
Estas son las cifras de la I+D española para 2016 según los Presupuestos Generales del Estado, Política de Gasto PG46: 2.675 millones de euros para operaciones no financieras y 3.754 millones para las financieras (es decir, préstamos que hay que devolver). La primeras han crecido un 11,21% respecto de 2015, y las segundas han bajado el 6,16%. Obvio es decir que las no financieras son especialmente importantes, pues con esos fondos se financian principalmente las ayudas a proyectos de investigación, los salarios de los investigadores, las cuotas de España a organismos internacionales y el funcionamiento de los organismos e infraestructuras de investigación, incluida la construcción de otras nuevas. Pero incluso esas cifras, extraordinariamente reducidas si se comparan con las de nuestro entorno desarrollado, pueden además ser engañosas, pues no reflejan los altos porcentajes finalmente no utilizados; por ejemplo, en 2011 no se ejecutó un 11% de los gastos no financieros y un 54% de los financieros.
No se ejecutó un 54% del presupuesto financiero. Es decir, más de la mitad del dinero disponible en créditos no encontró quién los pidiera. ¿Por qué? Aunque hay razones de varios tipos, la más importante es que las empresas españolas tienen poca capacidad de innovación y por tanto no les beneficia pedir préstamos (que luego tienen que devolver) por muy ventajosas que sean las condiciones. Es decir, nos encontramos con la paradoja de que la investigación fundamental (un área donde somos bastante competitivos comparados con nuestro entorno) no obtiene suficiente financiación, a expensas de unas inversiones fallidas en innovación. Es literalmente, pegarse dos tiros en el pie.
Hay otros factores que contribuyen a dificultar el desarrollo de la Ciencia en España. La insufrible burocracia es una de ellas. La falta de respeto de la administración hacia los científicos es otra. Esa falta de respeto se manifiesta en todo tipo de agresiones, que van desde auditorías donde se exigen justificaciones descabelladas[2], hasta dietas exiguas que no permiten, por poner un ejemplo, pernoctar en un hotel decente de cualquier gran ciudad cuando se asiste a un congreso. Tampoco ayuda la poca competitividad de nuestras universidades, enfermas desde tiempo inmemorial de las epidemias de clientelismo y endogamia.
El análisis de AJM, siendo completamente acertado puede que se quede corto. En mi opinión, el desprecio de la ciencia por parte de la sociedad española tiene profundas raíces históricas. España empezó a perder el tren de la ciencia probablemente ya en el Renacimiento, cuando esta florecía en Italia, Inglaterra, Alemania y Países bajos. Llegó tarde a la revolución industrial y ha sido un país agrario durante mucho más tiempo que sus vecinos del norte. Los grandes avances tecnológicos del XIX se hicieron fuera y los grandes avances científicos del XX también. No nos beneficiamos del plan Marshal y tuvimos que sufrir una dictadura que se prolongó hasta bien entrado el siglo XX. Cuando yo empecé mi carrera como investigador, hace «solo» cuarenta años, la investigación en España era casi inexistente.
Además de todos los factores que ya hemos mencionado, la propia cultura le da la espalda a la ciencia. Los programas de radio y televisión se ocupan minuciosamente de ámbitos tales como el teatro, la danza, el cine, la literatura, la música moderna sin olvidar la clásica y la ópera… Las entrevistas a autores, bailarines, actores, cantantes, directores de cine etc., son frecuentes e interesan (y en ninguna de ellas se le pregunta el entrevistado para qué sirve escribir novelas, representar teatro clásico o cantar ópera). De ciencia se habla poco y a menudo con poco rigor. Y si bien es cierto que en los últimos tiempos ha aumentado el número de medios que publican «boletines de ciencia», no lo es menos que el número de científicos españoles que contribuya a esos boletines es muy limitado.
¿Hay forma de romper el círculo vicioso al que me refería antes? AJM abogan por Pactos de Estado para rescatar a la ciencia de las dimensiones ocultas donde la hemos secuestrado. Esos pactos deberían empezar por lo más básico, invertir más en ciencia[3], aunque conviene recordar que no todas las autonomías invierten lo mismo en España. Por ejemplo, Euskadi invierte un 2.3% de su PIB en ciencia, tanto como la media europea. De hecho, me atrevo a afirmar que la sociedad vasca valora la ciencia más de lo que se valora en el resto del país. Esa transformación, sin embargo, se ha realizado en las últimas décadas, a principios de los ochenta la inversión en ciencia en Euskadi era casi inexistente. Si los vacos pueden, ¿por qué no los demás?
Volviendo al tema que nos ocupa, quizás esos hipotéticos pactos de estado podrían incluir detalles tales como «motivar»[4] a las editoriales a apostar por (colecciones de) libros de ciencia, escritos por científicos punteros, dando visibilidad a la investigación y promocionando más programas de contenido científico. ¿Sería concebible que en España triunfara, además de Master Chef, Master Scientist?
Tampoco nos vendría mal ganar algún que otro premio Nobel más. Pero para eso, haría falta creérnoslo, cosa nada fácil. Parte del problema es la noción, arraigada no sólo entre los políticos sino también entre los científicos, de que la ciencia «tope» sólo puede hacerse fuera de España. Este pesimismo histórico, que entre otras cosas contribuye a que muchos investigadores españoles desarrollen buena parte (o la totalidad) de su labor en el extranjero, ya que en España no sólo carecerían de recursos, sino que se arriesgarían, como le ha ocurrido alguna vez al que suscribe, a que sus propios colegas le metieran algún palo entre las ruedas[5]. Así que, a los problemas que ya he citado hay que añadir el de la fuga de cerebros, un fenómeno que, si no me equivoco, va a aumentar en los próximos años (aunque no por igual en todas las autonomías).
Se cita a menudo a Severo Ochoa como un premio Nobel español, olvidando que realizó toda su investigación en Estados Unidos. Por el contrario, a nadie se le pasa por la cabeza, lanzar un programa, con una horquilla temporal, digamos de veinte años, al que podríamos llamar, «Objetivo Nobel» que se propusiera identificar y apoyar enérgicamente aquellas áreas y/o líneas de investigación donde nuestro país pueda competir en primera división. No está garantizado que ese programa nos diera un Nobel, pero ciertamente contribuiría a mejorar nuestro juego en la liga internacional de la ciencia y quizás nos ayudaría a escapar, de una vez por todas, de la maldición que, cien años después de que don Miguel de Unamuno la concibiera (a su pesar), nos sigue persiguiendo. ¡Qué inventen ellos!
Juan José Gómez Cadenas es profesor Ikerbasque en el Donostia International Physics Center (DIPC) y dirige el experimento NEXT en el Laboratorio Subterráneo de Canfranc (LSC). Escritor de segundo oficio ha publicado cinco novelas: Materia extraña, Spartana, Los saltimbanquis, Ciudad sin sueño y Nación neandertal, esta ultima en 2024. En el ámbito de la divulgación ha escrito dos libros de ensayo: El ecologista nuclear y Virus: la guerra de los mil millones de años. Colabora asiduamente con Jotdown donde escribe artículos sobre ciencia y poesía y entrevista a científicos (y poetas).
Ensayistas, filósofos, historiadores e intelectuales abordan uno de los grandes enigmas de la cultura española: el motivo por el cual permanece apartada del fecundo diálogo de los pensadores europeos.
- «Un terco y doloso complejo», por Basilio Baltasar.
- «La lengua de Ortega y Gasset», por Víctor Gómez Pin.
- «Sin asiento en la Gran Jerga», por Miguel Herrero de Jáuregui.
- «Debilidad y fortaleza de la filosofía en España», por Norbert Bilbeny.
- «Por qué no existe la «Spanish Theory»», por Antonio Valdecantos.
- «Pensar no es cualquier cosa», por José Enrique Ruiz—Domènec.
- «Un asunto delicado», por Anna Caballé.
- «Una cultura que se desprecia a sí misma», por Ignacio Gómez de Liaño.
- «Una cuestión de fe», por Ana Rosa Gómez Rosal.
- «Las voces de las diversas periferias», por Sonia Contera.
- «Las dimensiones ocultas y el lado oscuro de la ciencia en España (que inventen ellos)», por Juan José Gómez Cadenas.
- «La obstinada singularidad ibérica», por Carlos Collado Seidel.
- «En las orillas del Sena», por Almudena Blasco Vallés.
- «La España de la insignificancia tecnológica», por Pablo Artal.
- «La excepción baladí», por Jorge Freire.
- «La periferia del imperio», por Raffaele Simone.
- «La quimera del oro: museo y campus universitarios», por Enric Bou.
- «¡Pinchemos la burbuja del español!», por David Fernández Vítores.
- «Complejo y melancolía quijotesca», por Carlos Varona Narvión.
- «A vueltas con la filosofía española y la filosofía en español», por Carlos M. Madrid Casado.
Réplicas a La querella española
- «Filosofía española por el mundo», por David Teira.
- «La situación actual de la filosofía española en el contexto internacional», por Antonio Diéguez.
Notas
[1] https://www.elmundo.es/opinion/2017/01/04/586be9a0468aeb09308b461d.html
[2] Un ejemplo es la exigencia de presentar un extracto bancario para justificar que se ha pagado un billete de avión, a pesar de haberse presentado como prueba de pago la factura de dicho billete extendida a nombre del investigador.
[3] En concreto, 1.44% del PNB, menos que Grecia que invierte un 1.48% y que Portugal que invierte un 1.46%, mucho menos que Francia, con un 2.11%, Dinamarca con un 2.89%, Alemania, con un 3.13% y Suecia, con un 3.4%. Por no hablar de Estados Unidos (3.46%), Japón (3.44%) o Corea del Sur (4.93%). Un dato importante es que no todas las autonomías invierten lo mismo en España. Por ejemplo, Euskadi invierte un 2.3% de su PIB en ciencia, tanto como la media europea.
[4] Por ejemplo, vía subvenciones, o incentivos fiscales.
[5] En el año 2011, el proyecto que presenté a la Agencia Nacional de Investigación para financiar el experimento NEXT, fue desestimado. Afortunadamente, el European Research Council (ERC) no compartía ese punto de vista y sólo un año más tarde obtuve un Advanced Grant/ERC financiando generosamente ese mismo proyecto. Curiosamente, los argumentos de ERC para apoyar NEXT eran casi los mismos que los de la AEI para negarse a hacerlo. Se trataba de un proyecto muy arriesgado y ambicioso.
Gracias por el artículo.
Por aportar una anécdota divertida (o penosa, según se mire): como investigador principal de un proyecto de investigación, en física, dentro del plan nacional de investigación, hube de justificar en una auditoría la compra de un rotulador para pizarra blanca que había costado 2,13€. Hubo que generar varios informes, con firmas y participación de diversas personas, para justificar esos dichosos 2,13€ de un presupuesto total de 140.000€. Sin duda, costó más la justificación que el gasto de un rotulador que, al parecer, no se podía pagar con esos fondos, que el propio rotulador. ¡Ah! Nadie dijo nada sobre los resultados científicos, ni una palabra.
Otrosí: el argumento del Nobel como una especie de medalla olímpica, algo ligado a la imagen, no acabo de verlo. Es más importante que la población haga deporte que el país tenga muchas medallas, ¿no?. Invertir específicamente para conseguir un Nobel, como objetivo nacional, no me parece demasiado interesante. Hay otros premios (mucho menos mediáticos) y no son pocos los científicos y científicas españoles que aparecen entre los ganadores. En los premios, como bien sabes, hay mucha política porque los premios son una herramienta política.
Aquí no se respeta el conocimiento. El conocimiento racional al menos (y el que no es racional no es conocimiento, claro).
Muchos abogados (o filólogos o historiadores) y con abogados no hablo solo de graduados en Derecho, hablo de toda la faramalla profesional de gente que no se sabe muy bien qué es: asesores, gestores, promotores, coordinadores, intermediarios, diseñadores, formadores…
Para ser ingeniero, investigador científico hay que trabajar mucho, no tiene prestigio social y está mal pagado. No luce.
Un artículo muy interesante, pero hay una premisa que no entiendo (no digo que no sea cierta, sólo que no es obvia). Dices de los libros de Randall y Kaku: «Ambos libros son importantes, pero la influencia del primero en la cultura científica de una sociedad es mucho mayor. » No entiendo cuál sea esa influencia ni cómo la mides. Si eliminas la distinción, y miras simplemente las ventas de libros de divulgación científica, ¿no está mejor hoy España que hace veinte años? ¿Es tan distinta de cualquier otro país de la Europa continental? Gracias por anticipado
Hola David: Tanto el libro de Randall como el de Kaku se vendieron bien, pero el libro de Randall es seminal, es decir, el de Kaku se «inspirara» en su trabajo… así que «cuenta doble» :) En cuanto a las ventas de libros de divulgación científica en España, cierto que estamos mejor que hace 20 años, pero es que hace 20 años era un desierto. Muy por debajo de Francia e Italia, por ejemplo.
Hola Eugenio, yo tengo varias anécdotas, pero la del borrador es insuperable. En cuanto a lo de la «Olimpiada del Nobel», por supuesto lo que cuenta es el deporte y no las medallas, pero a menudo (así somos los humanos) los programas para ganar muchas medallas elevan el nivel del deporte (que les pregunten a los franceses). En todo caso era un argumento «retórico», obviamente lo que importa es tomarse la ciencia (más) en serio.
Para revertir nuestra histórica y proverbial anemia científica habría que empezar porque existiera la voluntad política de acometer reformas educativas esenciales para que la cantera de futuros científicos y tecnólogos fuera capaz de competir con los rivales extranjeros. Se necesitaría un acuerdo de Estado para que, a un par de generaciones vista, se pudieran alcanzar esos objetivos. Ello exigiría que la instrucción escolar fuera de naturaleza académica y no ideológica, se alzaprimara el esfuerzo y se seleccionaran a los mejores alumnos, exactamente lo contrario de lo que ahora se fomenta; la necesidad es obvia considerando el lugar ocupado por los escolares españoles: a la cola de cualquier índice académico que se consulte con la excepción de los de Castilla y León, punteros en España y que pueden codearse con los mejores; estudiar por qué esa región da los mejores alumnos y reproducir sus métodos docentes debería ser una prioridad para las Consejerías de Educación de las demás Comunidades Autónomas. Solventado ese problema no menor sería preciso que las macilentas universidades españolas dejaran de ser un coto privado de clientelismo y endogamia, tan candentemente actuales por la chuscada de que la mujer del presidente del gobierno funja de ‘’catedrática’’ sin haber pisado en su vida una aula universitaria. No creo necesario insistir que nuestro tétrico presente político descarta totalmente un acuerdo de esa naturaleza entre los dos principales partidos políticos sin cuya voluntad de reforma cualquier mejora es quimérica.
Ayuso como Alumna Ilustre de la Complutense, con un expediente oculto, tampoco es que tenga credibilidad, por no hablar de los máster de la Rey Juan Carlos. El modelo universitario con Bolonia de fondo y con la sola idea de convertir al alumno en engranaje del «mercado laboral» apesta.
No sé que pinta este artículo en las opiniones de por qué no hay realmente filosofía española, sino sólo mala literatura.
En lo relativo a las ciencias, si echas un vistazo a cualquier serie estadounidense verás el orden social atribuido a España: atletas, deportistas y empollones. Ser empollón no está bien visto en ninguna parte. No creo que el mayor científico de USA tenga la misma cuenta bancaria que las Kardashian o Lebron. El empollón triunfante es Smithers, siempre por encima del obrero y siempre en las inmediaciones del poder, pero marginado. Los que tomas la decisiones son otros. Nadie en su sano juicio desea ser un Smithers, marginado y subalterno.
Hay un término inglés vinculado a científico, “weird”. El filósofo es más bien un “otaku”, un tipo inofensivo, habitante de las nubes. El filósofo no posee las pretensiones de un “weird”. “Weird” es “raro” y “resentido”. En “Macbeth” a las tres brujas se las describe como “the weird sisters”. No por casualidad Kamala tildó semanas atrás a Trump de “weird”. El problema con los científicos es parecido al de los economistas. Quien cree poder predecir las subidas y bajadas de los mercados debería ser millonario, no economista. Análogamente, si los científicos son tan listos, su panlogismo no los obligaría a trabajar por cuenta ajena.
Algo huele a podrido en Dinamarca.
@Armando Robles.
Durante un tiempo anduve en el sector educativo de CyL y mi impresión fue que se perseguía a los profesores de manera mucho más sistemática, sibilina y eficaz que en otras comunidades. Todo por el PP, que lleva gobernando y desocupando la CCAA desde hace décadas.
Los índices académicos pueden ser signos de muchas cosas. No tengo a CyL por referente de nada, aparte de en lo relativo a la emigración y el totalitarismo.
¿Totalitarismo castellano-leonés?
¿Como en Alemania años 30?
Es maravilloso. Dos formas de ranciedad: don Armando y don javibaz.
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@Simplicísimo
Como en la España del 36. CyL ha sido la primera CCAA que sentó a un manifiesto exponente de la ultraderecha como vicepresidente de un parlamento que el angelito ha aspirado en todo momento a eliminar.
Lea las noticias para variar.
@Federiker
Para ranciedad esta lista de artículos de JD que pueden ser descritos con un único termino: «chauvinismo». Chauvinismo decimonónico del todo vomitivo.
Leo noticias a diario y alguna otra cosilla. Por eso precisamente me guardo de usar palabras gruesas y juicios rotundísimos.
Me suena que ha habido un vicepresidente de gobierno autonómico (no de parlamento) con trazas de presuntuoso y bastante alicorto; por fortuna y por azares de la política desde hace unas semanas ya no está en el puesto. Por semejante circunstancia tildar en 2024 de totalitaria a toda la Comunidad autónoma me parece excesivo.
Por tal regla de tres, hasta hace unos años el País Vasco habría sido un país lleno de municipios terroristas, y digo yo que no.
Hará unos veinte años un cura gordo y enterado me soltó la tremenda chorrada de que el sindicato al que pertenecía (yo) era totalitario. Desde entonces me carga bastante que se use de modo banal ese concepto. Y me da igual si el cura lleva sotana o no.
Creo que en España tenemos un problema de fondo de que tradicionalmente se ha leído poco, ya no hablemos de ciencia. Creo también que en el político la cuestión científica ni aparece en los debates, cuando no se opone directamente a lo que dice el consenso científico del que las vacunas o el cambio climático son dos ejemplos paradigmáticos. Añadir que con unos medios en manos privadas que buscan el morbo, y una pública que en prime time le da por imitarlos, la aproximación y la curiosidad difícil las veo. Por cierto masterchef me parece todo menos cocina. No le deseo lo mismo para la ciencia, ni que inculque valores de esclavitud ante lo que digan los jefes, que bastantes problemas de acoso han surgido también en laboratorios.
Algo bueno es la apuesta de la editorial Acantilado traduciendo los libros de Randall al castellano, y se puede encontrar buena, y no tan buena ,divulgacion en las plataformas. No todo está perdido
@Simplicísimo
El primer gobierno de una CCAA en el que haya entrado un elemento de Vox ha sido CyL.
¿Qué talante tiene Vox? A los partidos totalitarios no les agradan tal caracterización hasta que se aúpan al poder. Mala publicidad. Lea su programa y saque sus conclusiones.
Puede usted mantener el uso privado del lenguaje que le dé la gana, a condición de que no dicte su uso privado a los demás.
El totalitarismo es una forma de gobierno, el terrorismo no. Su ejemplo es ejemplo, pero de otra cosa.
En cualquier caso no era el tema del que yo he venido hablando.
Castilla y León es una región totalitaria porque ha tenido durante unos meses al necio de Vox García-Gallardo como vicepresidente del gobierno autonómico (que no del parlamento).
Eso es lo que ha dicho y es una estupidez como un templo. Todo lo demás es palabrería para no admitir que tiene la zapata de la dialéctica un pelín gastada.
Con su pan se lo coma y que le aproveche.
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Interesante y triste artículo. Las cifras de inversión en I+D son muy claras pero no especialmente sorprendentes. España nunca ha gastado más del 1.5% del PIB en I+D, aunque es cierto que en el año 2000, cuando Aznar creó con mucho bombo su ministerio de Ciencia, la cifra era del 1%. Hace años ya que China, aun un país muy atrasado y con muy baja productividad, supera el 2% del PIB en I+D.
Hay que tener en cuenta que, desde el Plan de Estabilización de 1959, el modelo productivo español está basado sobre todo en turismo y construcción. Industria hay poca (y cada vez menos) y está en manos extranjeras: España es un país periférico donde filiales de grandes multinacionales ensamblan cosas. Esto es muy evidente en la industria automovilística, por ejemplo. Las exportaciones de bienes españolas tienen un nivel tecnológico medio-bajo y las de servicios son sobre todo turismo. La dependencia tecnológica del extranjero es total. España compite internacionalmente por precio, no por tecnología, diseño o calidad. Las grandes empresas del IBEX no son compañías industriales sino bancos, constructoras y empresas de servicios (electricidad, sobre todo). En este contexto, es difícil que la inversión en I+D sea muy elevada y que haya una apuesta a largo plazo, de Estado, por la ciencia, básica y aplicada. ¿Para qué?
En el fondo, es sólo una cuestión de voluntad política a muy largo plazo. El ejemplo de Corea del Sur es interesante. Es un país que tenía en 1945 una tasa de analfabetismo del 80%, que experimentó como España una guerra civil, una dictadura militar y una política industrial desarrollista muy intervencionista. A principios de los años 60 era tan pobre como Ghana y exportaba textiles, pero los surcoreanos lo han hecho bastante mejor que los españoles, dado que ahora, además de una renta per capita superior a la española, tienen grandes multinacionales industriales muy competitivas, son un centro mundial de diseño y fabricación de microchips y su inversión en I+D supera desde hace años el 4.5% del PIB, la tasa más elevada del mundo desarrollado. Asia oriental no es perfecta, pero sí es una muestra de voluntad política.
¡Imagínense ustedes! Lloran por su ciencia en España que desde Colombia vemos como uno de los países del Primer Mundo. Si ese es el triste panorama por allá, en estas tierras estamos mucho, pero mucho peor. El gobierno de Gustavo Petro, que se eligió con la promesa del cambio, en su primer año (2024) redujo significativamente el presupuesto del Ministerio de Ciencia de nuestro país y para el año entrante pretende darle otro zarpazo más. Y eso que prometió convertir a Colombia en una «sociedad del conocimiento». Para aumentar nuestro dolor: Colciencias dio paso a al Ministerio, pero la antigua entidad recibía más recursos que la nueva. Y eso que no les cuento sobre la calidad de funcionarios que han estado al frente del Ministerio: un solo dato, alguna de ellas renegaba del método científico.
De España nos llegaban dos revistas de excelente divulgación científica que desafortunadamente desaparecieron: Investigación y Ciencia y la otra era Mundo Científico. También llegó hace años a nuestro país la colección de la Biblioteca Científica Salvat, con excelente títulos. Ahora lo que se ve más son libros y revistas que no aportan nada a la cultura científica de nuestros ciudadanos. Si en España hay lluvia de ignorancia, en Colombia hay tormenta de oscurantismo. De todas formas el Sol alguna vez tendrá que brillar para todos.
Cuando al terminar una cena hay que dividir la cuenta entre los comensales, siempre aparece el gracioso que dice «A ver, que divida alguien de ciencias, que yo soy de letras.». Entonces cojo la cuenta y le contesto «Ya lo hago yo, que soy de ciencias y también se leer y escribir.».
@Simplicísimo
Deje de leer sólo lo que quiere leer para variar. Elijo con bastante precisión mis palabras:
«No tengo a CyL por REFERENTE de nada, aparte de en lo relativo a la emigración y el totalitarismo.»
De la emigración porque es la CCAA de la que más han huido los ciudadanos hacia otras CCAA. Lidera el ranking negativo del crecimiento poblacional. La gente se marcha. Objetivamente comprobable.
Del totalitarismo, porque ha sido la primera región en la que Vox ha entrado en un gobierno autonómico.
Lea la prensa, Y si sale ahora con que la ideología de Vox es democrática será porque no ha leido su programa (mal por usted) o sí lo ha hecho y, por lo tanto, como se cuenta usted entre sus afiliados o simpatizantes sale con que no tienen nada que ver con el franquismo. Sí, lo mismo que los fratelli nada tienen que ver con el fascismo y al igual que AfD nada tiene que ver con el nazismo. Y no vayamos a creer que franquismo, fascismo y nazismo tienen algo que ver con el totalitarismo, no, qué va.
Lea a los demás un poco para variar.
CyL es referente…
«Del totalitarismo, porque ha sido la primera región en la que Vox ha entrado en un gobierno autonómico.»
Usted ha dicho esto literalmente.
Eso es una estupidez, como una catedral.
Eso es como decir que España es un referente del comunismo porque Yolanda Díaz es vicepresidenta del gobierno. Una idiotez mayúscula.
Para decirle esto no hay que ser de Vox, es más uno puede estar en sus antípodas.
Eso sí, uno no será un fanático como es usted (o un hater, cualquiera sabe, lo mismo una leonesa o un palentino le dio calabazas y de ahí las boberías).
Déjese de bullshit y bájese de su engreimiento o demostrará (otra vez) que prefiere escribir tonterías a guardar silencio.
En España se jactan muchos de no haber leído un libro en su vida. Un país cuya población, en general, da pena intelectualmente hablando. Vulgares , chabacanos, gritones, malhablados, incivicos, … No hay una base buena. Asi5no hay quien saque nada.
@Simplicísimo
Ya sabemos que hace honor a su nick, pero no es preciso que lo demuestre constantemente.
Nos hemos dado por enterados hace mucho tiempo.
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