Almenara da título a la primera novela de Miguel Ángel Ruiz, periodista medioambiental ante todo o quizá periodista de animales y plantas como le gusta contarle a sus hijas. Conocido por su pluma arriesgada cuando la situación lo requiere, reflexiva cuando el entorno lo necesita y, sobre todo, objetiva ante ese complejo encuentro del ser humano y sus actividades con el entorno natural que compartimos, de espacios y especies, y que requiere de un periodismo que contribuya a formar una opinión pública crítica y bien informada. Por esto y por tantas otras cosas, el autor ha sido reconocido con importantes distinciones como el premio fundación BBVA a la conservación de la biodiversidad, por su trabajo durante más de tres décadas informando y sensibilizando sobre la riqueza natural del sureste peninsular y sobre sus principales amenazas.
Inquieto por naturaleza, Miguel Ángel Ruiz ha dado un paso, un salto quizá, con esta obra que como el mismo reconoce es fruto de la llamada de atención que en ocasiones nos hace el propio devenir de la vida. Y de esa necesidad, el autor nos ofrece una obra íntima novelada, un diario sobre la naturaleza y la familia, una ficción real que en ocasiones recuerda un ensayo, quizá una biografía pero, en cualquier caso, nos ofrece un viaje interior a través de un compendio de vivencias, de reflexiones, de preocupaciones, de aceptación, en un privilegiado escenario que, desde las primeras líneas, destila que no es fruto de una profunda documentación, que lo es también, sino de un conocimiento arraigado, acrisolado en las propias raíces del autor, quien sabe si en el propio ADN, y que ha ido creciendo a través de la propia experiencia vital.
Una obra que discurre en poco mas de un año pero de naturaleza atemporal. Un viaje personal constructivo, en ocasiones dulce y en ocasiones amargo, que va mucho mas allá de rehabilitar una vivienda en ruinas. Una búsqueda, como si de un unicornio azul se tratara, que está mucho mas cerca de lo que en ocasiones creemos.
Porque la Almenara de la obra de Miguel Ángel Ruiz hace referencia a una sierra que el autor conoce palmo a palmo y que, junto a las sierra de las Moreras y Cabo Cope forman un conjunto único catalogado como Zona de Especial Protección para las Aves y un lugar con una biodiversidad única. Salpicada de viejas fortificaciones del medievo, con especies singulares como el águila perdicera o la tortuga mora, y también de acebuches y algarrobos. Un lugar, Almenara, que no entiende de límites y que da continuidad a la Región de Murcia con su vecina Andalucía.
Pero Almenara es también una llamada de atención, de auxilio, como el viejo nombre Almenara nos señala. Escribía Luis del Marmol Carvajal, ese viajero granadino del siglo XV, «Hizo poner atalayas que se descubriesen vnas a otras desde Lorca a Moxácar, y los de Moxácar hizieron lo mismo hasta Vera, para que de día con ahumadas y de noche con almenaras de fuego se correspondiesen y auisasen».
Porque al igual que los fuegos encendidos en la oscuridad de la noche servían para comunicar y alertar ante un riesgo inminente, la obra Almenara nos pone a todos en aviso ante la necesidad imperiosa de encontrar ese espacio en el que las actividades del ser humano sean compatibles con la necesidad de preservar nuestro patrimonio natural con el que estamos obligados.
En Almenara discurren historias entrelazadas que mantendrán al lector atento hasta el final. De amigos, de compañeros de trabajo, de artesanos, de conocidos y también de desconocidos, de hermanos, de abuelos y padres, de esposa y de hijas. También de animales, de plantas, de especies y de espacios. De acebuches mediterráneos pero también del tejo del pacífico. Y, sobre todo, los lectores recorrerán junto al autor lugares y experiencias que transmiten verdad hasta el último poro de la obra. De esa verdad que ahonda en las raíces personales y familiares en su localidad, Águilas, y que ha marcado la vida del escritor, como se deduce desde las primeras páginas cuando escribe sobre «el confortable regreso a las raíces» que supone volver a su localidad natal. Una obra escrita con el corazón abierto, de par en par. Una vuelta al pasado para entender su presente y proyectar el futuro en ese horizonte utópico de Galeano que nos sirve para caminar. Esas Montañas azules de la niñez de Miguel Ángel Ruiz que siempre estaban en el horizonte y que aun le acompañan.
Almenara evoca respeto por los que estuvieron y por los que estarán compartiendo un espacio singular que es atemporal; evoca paisaje, único, singular, agreste, árido, duro; evoca preocupación por la pérdida de valores naturales pero también por situaciones personales desde la esperanza que el conocimiento, la ciencia y la investigación son los principales instrumentos de los que disponemos y con los que debemos estar permanentemente comprometidos; evoca amor por la familia, como naturaleza personal del autor; amor también por su tierra y sus raíces; evoca encuentros y reencuentros.
Porque Almenara es un viaje interior al pasado del autor y también a su presente. Un volver a su casa. Por eso Almenara son encuentros. Del autor con su pasado y con un presente rico de matices, alegres y tristes que rebasan el hecho de reconstruir unas viejas ruinas ancladas en las profundidades de la sierra; un encuentro del lector con el autor, cuya experiencia vital se proyecta sobre un paisaje agreste y que nos devuelve a un estado primigenio, de esencias, liberados de lo accesorio de una sociedad cada vez más compleja donde el tiempo siempre es pasado y el presente no deja de ser más que un efímero suspiro que fue. El tiempo, el paisaje y la reflexión se dan cita en este libro.
Escribía Azorín «Las dos velas se van haciendo cada vez más pequeñas. De la almenara del promontorio se eleva una columna de humo. Nada turba la serenidad del paisaje. Más adentro en la costa, sobre otra colina se eleva otro penacho de humo».
Y con un verso de Virgilio, el autor, el Titiro de la Sierra de Almenara como el mismo se define, se despide de su obra, de su refugio, sin turbar la serenidad del paisaje, mientras vemos alejarse lo cotidiano como las velas de Azorín convencido que Almenara es uno de esos libros que llegan para perdurar, para perpetuarse en el corazón de los lectores. Así que, busquen el lugar, el momento y disfruten de una lectura que, a buen seguro, no les va a dejar indiferentes.
