Parece mentira, pero hubo una época en la que no había películas de superhéroes. Niños y adolescentes, como ahora ávidos de aventuras sobre naturales, debían conformarse con los así llamados «héroes» como Eneas o Perseo (a los que hoy preferiríamos denominar como «superhéroes sin superpoderes») y sobre todo los dioses, que hacían todo un despliegue de transformismos, lanzamiento de rayos y viajes por las estrellas para mayor deleite de sus mortales fans. Claro que tampoco había varias cadenas de televisión emitiendo series de animación japonesas noche y día, ni múltiples efectos especiales generados por ordenador en el cine, pero al menos ya estaba inventada la palabra electricidad, que algo es algo. El éxito que tuvo una serie como Ulises 31 se enmarca en ese contexto de transición entre aquellos tiempos de las aventuras mitológicas y los años de las dos cadenas de televisión en España, antes del advenimiento del mundo del entretenimiento masivo juvenil actual dominado por el manga, películas de superhéroes y videojuegos.
Ulises 31 permitía disfrutar de la mitología griega y las aventuras (a veces más bien desventuras) en el espacio por igual. Supongo que si el universo está lleno de plutones, saturnos y nereidas, no era muy descabellado concebir en un futuro siglo XXXI viajes espaciales por mundos de lo más diverso basándose en historias de la Odisea, la célebre road movie griega supuestamente compuesta por el poeta Homero unos cuantos siglos antes.
El estilo de la serie estaba entre el manga y la animación europea, lo cual fue todo un acierto, no solo porque les salió más barato a sus productores franceses (Japón era la meca de la animación low cost en aquellos años), sino porque además pudieron incorporarse ciertos elementos que aportaban gran valor visual y dramático como los saltos gigantes de varios minutos (ya saben, la ingravidez del espacio es un paraíso para los ninjas) o los momentos de intensidad trágica sin límites acompañados de una boca abierta inmóvil por parte del personaje en cuestión, merecedores de un haraquiri en serie como mínimo y que tan bien combinaban con la refinada crueldad de los dioses fustigadores de Ulises y los suyos.
Y es que si algo no cambió entre la historia original y la versión de Ulises 31 es la mala leche de los simpáticos habitantes del Olimpo. Todo comenzó cuando Ulises salva de la amenaza del Cíclope a Telémaco (su hijo), Thais (la niña azul con poderes telepáticos, no sabemos si fruto de alguna intoxicación) y Numaios (hermano de Thais y también azul, así que la cosa viene de familia). De este modo se granjea la ira de los dioses que hibernan a toda su tripulación condenándolo a vagar por el espacio y olvidar la ruta de regreso a la Tierra (aquí la culpa la tuvo Shirka, el ordenador central de la nave, que era como un juego de «Simón dice» pero mucho más grande). Si hubiera esperado unos añitos podría haber coincidido con la tripulación de la serie Galactica y haber matado dos pájaros de un tiro, pero ¡hasta en eso fueron crueles los dioses!
Supongo que también fueron despiadados con los guionistas de la serie, hasta el punto de hacerles tener insufribles pesadillas, porque muchos de los episodios parecían salir directamente de sus peores sueños. Ejemplos como cuando aparecen una falsa Thais y un falso Ulises que pretenden asesinar a Telémaco, cuando Thais y Telémaco son condenados a caminar sin fin por una cinta de Moebius gigante o cuando Sísifo trata de destruir las máquinas de la fábrica que lo condenan a su eterno trabajo sin sentido y estas se autorreparan de inmediato, ¡¡pero qué niño no queda traumatizado con historias como estas!!
A pesar de todo esto, la serie tenía unos guiones muy bien elaborados por lo general aunque después no nos sirvieran de mucho para poder aprobar un examen de mitología griega, un doblaje al castellano que contaba con un equipo excepcional en España (solo por mencionar a uno de los actores, inolvidable Constantino Romero poniéndole voz a Zeus) y, sobre todo, una banda sonora de primera que con sus toques de rock electrónico daba una fuerza especial a las escenas de acción y que aún hoy día sigue siendo una de las sintonías de series de televisión ochenteras más recordadas y celebradas.
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Lo de la cinta de Moebius se me ha quedado marcado de por vida… Lo sigo recordando 40 años después. Aquello efectivamente debió dejarme una huella psíquica tremenda
Pues a mí se me quedó grabada el otro capítulo que nombra el autor, el de Sísifo acarreando máquinas montaña arriba para deshacerse de ellas y descubriendo luego que se regeneraban y que por lo tanto el trabajo que estaba haciendo iba a ser eterno.
Para un pequeño heavy de los 80 como yo además molaba que Ulises llevara melenas.
Suscribo al 100% tu comentario: el capítulo de Sísifo me dejó marcado de niño y me viene a la mente a menudo desde que trabajo atendiendo incidencias que aparecen en el inbox de una aplicación: las resuelvo, las cierro y al rato aparecen otras casi idénticas, y así una y otra vez.
Hola José
Cuando dices «los años de las dos cadenas de televisión en España» se te olvida que, por un último empujón debido al MundialFutbolEspaña 82, la «UHF» -lo que hoy decimos «la 2»- se pudo ver en todo el territorio. Hasta ese momento en muchos sitios: Una, Enorme y ¿libre?
Debido a la «escasez» de alternativas, la «tele» dominaba todas las conversaciones; la conjunción de la superpopularidad de la serie y el mundo del fútbol hizo que Juan José -jugador del Cadiz CF y del R.Madrid- fuese conocido como Ulises. Tiempos de Odiseas.
Un saludo, Manuel.
Brillante banda sonora, la escuché hace poco de un tal Paralax, el rock duro en el ataque de los tridentes, las baladas, el tema de la maldición de los dioses… A mí me dejó alucinado el parecido de Ulises (creo que 1981) con el que posteriormente protagoniza La Cosa (1982) Kurt Russell XD. Siempre echo de menos que no llevaran al cine aquella serie, hubiera sido un bombazo. Los efectos visuales eran infinitamente mejores que las series anteriores, Mazinger Z y la batalla de los planetas. La nave de exploración que se podía dividir en 3 partes: la delantera triangular, la central circular y la parte de atrás que servía como todoterreno
Soy fan de «Ulises 31» y de muchas otras series de animación de la época que manejaban ideas, personajes y conceptos procedentes de la literatura universal, con lo que de educativo y formativo tenía ello… Pero una precisión, «parece mentira» y de hecho es mentira que antes no hubiera películas de superhéroes. Los superhéroes de cómic llevan en el cine y la televisión desde los seriales de Supermán, Batman o Capitán América de los años 30. No ha habido una década en la que no hubiera, incluyendo series estupendas como el Batman pop de los 60 o películas tan memorables como el «Supermán» de 1979, sus secuelas de Richard Lester o el «Batman» de Tim Burton del 89. Y antes teníamos series tanto animadas como en imagen real de Hulk, Spiderman, Superman, Batman, la Liga de la Justicia y muchos otros y otras. El problema no es ese, sino que el cine actual haya sido dominado por superproducciones superheroicas superpretenciosas e infladas que han arruinado el gusto de varias generaciones. Al fin y al cabo, los semidioses y héroes mitológicos, algunos de los cuales sí poseían superpoderes, por así decir, son la semilla de la que surgen los superhéroes del cómic (Hércules, Sigfrido… o Thor, literalmente). Es importante reivindicar el entretenimiento infantil y juvenil de antaño, que solía entrañar cierto reconocimiento y conocimiento de la literatura y la cultura universal que se transmitía así a las nuevas generaciones, pero no hace falta ni descalificar la cultura popular moderna ni, mucho menos, hacer afirmaciones no inciertas, sino falsas, como la de que hubo un tiempo en el que «no había» películas de superhéroes. Ese tiempo, que lo hubo, claro, fue el de los Lumiere y poco más.