A menudo, por lo que sea, no tiene uno ocasión de dar las gracias a gente que ha sido importante en su vida, y como los años corren que se las pelan, lo mejor es aprovechar cualquier excusa para eso, para dar las gracias.
Así que, dado que acaba de publicarse, aunque yo he comprado ya la segunda edición, The Best?, libro de José Luis Garci, en el que devanea sobre la presunta mejor película de la historia del cine, aprovecharé para darle las gracias por unas cuantas cosas que le debo. Por ejemplo, el tanto por ciento que le corresponda de La cabina, la primera vez que sentí angustia y extrañeza y desasosiego ante una pantalla. Por ejemplo, por sus cuentos fantásticos, que leí siendo chaval. Por ejemplo, por El abuelo, que me parece una gran película a pesar de estar basada en una de las obras menores de Pérez Galdós (¿será verdad eso de que sólo se pueden hacer buenas películas de novelas u obras teatrales regulares o malas?). Por ejemplo, por tantas y tantas noches de Qué grande es el cine, por la de obras maestras que ahí se vieron —Strangers when we meet, por favor, la única vez que he soportado a Kim Novak en mi vida, Sweet smell to success, con esa lucha de malos entre un Lancaster gélido y un Tony Curtis pasado de revoluciones, una película que responde de alguna forma a tantas otras que tratan de hacer del periodismo «el oficio más bello del mundo», hay que joderse— y la de tabaco que se fumaba en ese plató y Miguel Marías tan sabio siempre, y Eduardo Torres Dulce y Juan Cobos, que se atrancaba tanto y sabía más, y tantos otros, la televisión convertida en charla de gente que sabía sin necesidad de pararse cada quince segundos a injertar recursos. Y sus libros, claro que sí, Morir, beber, latir, querer de cine, y prosas sobre fútbol, y el libro sobre películas malas. Y la primera parte de El crack donde sale una niña que es idéntica, pero idéntica, a mi mujer cuando tenía su edad, claro (y me estremece cada vez que veo estallar la bomba en el coche de Alfredo Landa que acaba con ella). En fin, que tengo muchas cosas que agradecerle a Garci y nunca he tenido oportunidad y ahora que he leído The Best? quiero empezar así, dándole las gracias. Porque si le pasa como a mí, que me pone más contento que alguien me diga que gracias a algún escrito mío descubrió Risa en la oscuridad o los cuentos de Gonzalo Suárez que me diga que le ha gustado mi último libro, le gustará sin duda saber que no creo que haya nadie sobre este planeta al que yo le deba más obras maestras que a él —también una cabalgata de obras que a él le encantan y a mí ni fu ni fa, pero es lo que tiene fiarse de alguien con criterio tan abierto y generoso, capacitado para ver esplendidez en el costumbrismo y en el experimentalismo con idéntica solvencia.
La revista Sight and Sound hace una encuesta, desde 1952, cada diez años. Le pregunta a decenas de profesionales por las mejores películas de la historia del cine. La primera vez que la hizo ganó Ladrón de bicicletas, que en 1962 fue superada por Ciudadano Kane. Durante cuatro décadas el filme de Welles parecía indestronable, pero en 2012 las puntuaciones calificaron como mejor película de la historia a Vértigo (ese trabalenguas, ese jeroglífico) al que el reinado solo le ha durado diez años: en 2022 la ganadora fue una película insólita belga dirigida por Chantal Akerman y titulada Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles. Sin que, por lo visto, hubieran dado desde la revista ningún tipo de pauta a los electores, estos parecían haberse puesto de acuerdo en que tenía que ganar una mujer con una película que retratara, aunque fuera con una metáfora excesiva, el espeso aburrimiento de una ama de casa, madre de un adolescente, atractiva y sola, que se prostituye a ratos y al final, sosegadamente, clava unas tijeras asesinas al cliente (el telegramático resumen lo hago de la descripción minuciosa del propio Garci en su libro porque he de reconocer que yo no he sido capaz de llegar a la segunda hora de la película). Todo ello en tres horas de planos lentos —diapositivas las llama Garci en algún momento— que para los valedores de la cinta llegaban a ser hipnóticos y para el común de los mortales son, en efecto, un himno al sopor. Garci examina con exhaustividad la película de Akerman tratando de entender por qué la encuesta de Sight and Sound la ha nombrado la mejor película de la historia —si se trataba de ascender al podio a una realizadora lo tenían bastante fácil con Leni Riefenstahl, y si no querían que una nazi liderara la lista podían haber acudido a Agnes Varda (Cleo de 5 a 7)—.
Ya puestos Garci aprovecha para divagar sobre el sentido de las listas, la imposibilidad de registrar con un mínimo de seriedad y rigor nada parecido a las «diez mejores películas» dado que el cine ha pasado de ser el séptimo arte a ser el primero (¿a quién se le va a ocurrir hacer un listado de diez mejores cuadros de la historia?, se pregunta Garci, y me temo que aún hay gente a la que se le ocurren ese tipo de pamplinas que trata de convertir, deportivamente, a las obras de arte, las novelas, los ensayos, en caballos de carrera: estamos a medio centímetro de que se elijan, si no se han elegido ya, las diez mujeres más bonitas de la historia, los diez hombres más bonitos, en fin, ese tipo de competiciones que tienen sentido si se hacen en tertulias pequeñas y con una mesa llena de gin tonics).
Ahora bien, es indudable que la revista Sight and Sound (S & S), preparara o no el terreno para obtener el resultado que desbancaba a la película de Hichtcock no para devolverle el trono a Welles, sino para sentar a Akerman, consiguió el único propósito que hace pertinente a una lista de mejores obras —ya sean edificios o murales o libros de poemas—: que se hable de ella, que aliente la polémica, que haga que muchos se echen las manos a la cabeza, que Garci se vea empujado a escribir un libro. Dice bien Guillermo Balmori que lo mejor de la victoria del filme difícilmente soportable de Akerman es precisamente esto último: que ha empujado a Garci a escribir The Best? Completamente de acuerdo con él.
Ese tipo de listas vienen a ser útiles para decir algo de la época en que se hacen sin llegar a decir mucho de los elementos que se utilizan para confeccionarla. Por ejemplo, la lista de S & S —que no deja de ser incongruente con la época TikTok en que se publica, pues destaca como la mejor película una interminable colección de planos fijos y largos que tratan de contar el aburrimiento de una vida aburriendo al espectador, de donde se entiende que American Psycho debió proponerse meternos dentro la espídica locura violenta y misógina de un psicópata, o sea, se publica en un momento en que la máxima expresión del aburrimiento existencial es alguien viendo vídeos de diez segundos uno tras otro durante horas hasta necesitar una pastilla para dormir y despertar fresco para poder seguir viendo videos chorras— define nuestra época: una época donde las apariencias no es que engañen, es que lo dicen todo, lo son todo, sin importar que puedan ser engañosas, porque la verdad ha dejado de ser cosa esencial y los programas de televisión contratan a supuestos especialistas en lenguaje no verbal para que estudien qué temperatura moral hay en alguien por cómo se encoge de hombros, cómo da la mano o cómo mira al suelo. Por eso me parece que el empeño de Garci, que al parecer ha visto tres veces la película de Akerman, lo que son nueve horas de metraje, y ha dedicado muchas páginas a contar la película puntualizando sus desganas, es heroico pero infructuoso por otro signo de la época: nadie se cree lo que dictamine S & S, se puede llegar a dar por bueno porque da igual, es un qué más da en toda regla, vale, resulta que según los especialistas consultados una película belga de tres horas que cuenta el aburrimiento de una mujer madre de adolescente y prostituta de vez en cuando es la mejor película de la historia hasta 2032 en que una nueva generación de cinéfilos y críticos vuelva a ser consultada, ¿y qué?
Pues nada. Garci ha aprovechado el balón botando para chutar su incansable lista de predilecciones. Hay un momento en su libro en que, este tipo de rotundidades siempre tienen algo de equívocas pero también mucho de verdad, citando a Hitchcock, que decía que el cine se propone contar vidas extirpándoles sus ratos de aburrimiento para centrarse en lo excepcional, comenta Garci que a esa definición que valdría para resumir los propósitos de cualquier película de la edad dorada de Hollywood, el cine europeo pareció querer contestarle en los sesenta produciendo películas que se centraran precisamente en el aburrimiento de las vidas, prohibiéndose lo excepcional, rodando lo cotidiano porque el cine estaba no para imprimir un ritmo distinto que hiciera caber en hora y media un drama o una comedia, sino para reflejar pudorosamente el ritmo de la cotidianeidad en la que vamos matándonos o nos vamos muriendo. Y una generación de críticos amparados en revistas prestigiosas lo dio por bueno y clásicos intocables del cine de Hollywood empezaron a caer como paracaidistas y empezaron a ensalzarse pestiños donde, según el tópico, se podía ver cómo crecía la hierba.
Para reivindicar el gran cine que produjo Hollywood, Garci hace listas: hay seis o siete páginas en las que enumera año por año las obras maestras que produjo Hollywood. Si uno leyera este libro parándose a ver las películas que no recuerda haber visto de entre las que cita Garci tardaría cuatro o cinco años en terminarlo. Pero después de soltar su sabia reflexión sobre el cine europeo, añade más listas de películas producidas aquí que mandarían, esta cita es casi literal aunque yo siempre cito de memoria, al cuarto de las escobas a la de Akerman. Y no conforme con eso añade otras cuatro o cinco páginas con películas destacadas por países, casi no se deja cinematografía sin recordar las obras maestras que ha producido —solo es un poco estreñido con España, de la que cita tres nada más, Plácido, El extraño viaje y Arrebato, cosa con la que de ninguna manera puedo estar de acuerdo porque he defendido siempre que Atraco a las tres, por muy versión de Rififí de Jules Dassin que sea, la firma Woody Allen, y no se cae de ninguna lista de las diez mejores comedias de todos los tiempos—, o sea, que para poner en solfa la lista de S & S (en la que por cierto participó Garci y el libro trae entre sus cromos el manuscrito de su lista de mejores películas enviado a la revista), Garci contraataca con un montón de listas. Listas de obras maestras del cine mudo —al que él llama silente siempre—, listas de obras maestras producidas en Hollywood, listas de grandes películas divididas por países, lista de películas cuya importancia estriba no en lo que son por sí solas sino en las puertas que abrieron para la propia narrativa del cine. Se sale del libro de Garci con una sensación de que a uno le falta un montón de grandes películas por ver que acaba resultando agobiante, la verdad.
Termina Garci su libro, en el que abundan las collejas, muy educadas todas pero collejas al fin y al cabo, con alguna de ellas no puede uno estar de acuerdo como la que le da a Wong Kar Wai, con una proposición para hacer listas. En vez de apostar por acabar con ellas y exterminarlas de una buena vez —no las listas personales, que definen a quien las hace, sino las democráticas, que juntando las distintas personalidades que participan en una lista unánime produce algo tan ficticio como «la persona normal», mediante un uso de la estadística que nos diría que la persona normal en España hoy es la que paga X de teléfono, mide tanto, pesa cuanto, pasa Y horas ante una pantalla, mira Z veces su móvil en un día, duerme H horas por jornada, gana R euros al mes…produciendo una criatura que no existe, que no hay en ninguna parte, que no cumple todos los requisitos de la lista que la ha producido—, propone que las listas se hagan teniendo en cuenta que el cine en su corta historia ya tiene, dada la potencia de su producción, tantas obras imborrables como la literatura o el arte. A nadie con dos dedos de frente se le ocurriría hacer una lista de libros de poemas inevitables y prescindir del Poema del Mío Cid, no por su calidad o grandeza sino por su importancia y significación, y tal vez se colara en esa lista un libro de Gonzalo de Berceo al que nadie lee si no es por obligación académica y cuyos Milagros de Nuestra Señora no se imagina uno en ninguna lista de mejores libros de poemas de la literatura española. Por lo tanto, Garci reconoce en una primera época algo así como la Edad Media del cine, luego el Renacimiento, luego los Siglos de Oro —que se corresponden con las décadas fulgurantes de Hollywood—, luego la contemporaneidad. Y para él, una lista sensata —esto no lo dice así— sería la que tuviera en cuenta las épocas en que se produjeron las películas. Se le ve ahí la afición al boxeo: es tontería enfrentar al mejor peso ligero del mundo con un mediocre púgil de peso pesado. Según Garci así se obtendrían listas más sensatas que la última de S & S, cosa de la que no estoy yo muy seguro, toda vez que me temo que hasta que en reseñas, recuentos, ensayos y demás no desterremos entorchados como «la mejor» o «el mejor» no sabremos librarnos de una obviedad: las películas no se enfrentan entre ellas como dos equipos de fútbol o los ocho finalistas de los 1500 metros en los Juegos Olímpicos o las decenas de ciclistas que pedalean el Tour de Francia o los candidatos a presidente de gobierno. Y todos sabemos que las listas de mejores libros o mejores películas son tan poco fiables que cualquiera que haga una sabe de verdad que si tuviera que hacer otra al día siguiente no le saldrían los mismos títulos ni el mismo orden. Esto lo dice alguien que desde hace años se tiene prohibido hacer listas pero en la última que hizo puso como mejor película de la historia —cosa que mantendría hoy— Kill Bill (volumen I y II).
Aun así, uno le agradece a cosa tan superflua como las listas de mejores películas y libros haber encontrado en ellas películas y libros que no conocía. Y a partir de ahora también le tendrá que agradecer el libro que Garci le ha dedicado al deporte de hacer listas y a Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles, la mejor película de la historia según S & S hasta el año 2032.
Me encanta Garci, tengo un recuerdo buenísimo de «Qué grande es el cine», de las pelis y los coloquios posteriores. Garci transmite su pasión de una manera contagiosa, nunca he sido más cinéfilo que cuando veía su programa hace ya, madre mía, casi 30 años.
Magnifico y grandísimo tertuliano en el mundo del cine. Un placer oírle y leer.
Su programa era el ejemplo perfecto para definir TVE como servicio público. Siempre es un placer escucharle.
Tremendo despropósito , hortera pedante.Imperdonable contestador automático con mensaje de la deleznable María Casanova de 10 minutos a plano fijo….no has tenido tu la culpa….
No sé, pero si va a poner a parir a alguien, hágalo con más claridad, extiéndase en la diatriba. Dé más detalles, coño. Sus dos líneas han quedado confusas y chuchurrías, ¿o es que no lo ve? Ánimo y a intentarlo de nuevo, hombre…
Garci: mejor tertuliano que director de cine (sin decir que en ambas cosas pudiera sobresalir, ojo, ni siquiera tener un notable alto). «Qué grande es el cine» estaba bien, a veces muy bien, sí. Yo le debo haber descubierto más de una gran película. Las tertulias estaban bien a ratos, cuando no desbarraban en menudencias y conocimientos que era como si, al decirlos, miraran por encima del hombro al espectador. Por otra parte, el cine de Garci es completamente anacrónico (como él mismo, en suma: un hombre alejado de su tiempo: no utiliza ordenadores, ni móviles, ni sabe conducir, pero tiene su Olivetti siempre dispuesta para ser tecleada), de ritmo cansino, de un costumbrismo a veces rancio, a veces vergonzoso, con cosas «de puchero de la abuela» (no hay más que recordar los risibles diálogos de «Historia de un beso»: causa sonrojo oírlos en actores que tuvieron mejores desempeños como Agustín González o Alfredo Landa o, si me apuran, ese «actor» llamado Carlos Hipólito) que casarían perfectamente en la España de postguerra (moralmente hablando: esa sociedad pacata, gris y represiva pero eminentemente «familiar», que intentaba olvidar las heridas de la guerra con una dosis de «buenrollismo» condescendiente, un poco almibarado también, por parte de los vencedores para con los vencidos -esos diminutivos «cariñosos» en los nombres que tantas y tantas abuelas pronunciaban…: Angelito, Maruca, Luisito…-). Me gustó mínimamente (casi habría que escribir soporté mal que bien): «Luz de domingo» y «El crack cero». El resto («Historia de un beso», «Ninette y un señor de Murcia», «Historia de un beso», «Tiovivo 1950» -plagio absoluto de «La colmena», por otra parte-) olvido. Piadoso, cristiano y español, eso sí. Pero olvido.
En la segunda vez que escribí «Historia de un beso» quise poner «You’re the one», esa cosa aburridísima hasta la extenuación donde Garci quiso hacer su melodrama hollywoodiense de los años 40 pero en territorio español…
¿Ve? ¡Ahora sí que lo ha hecho bien, Carrillo! ¿Pero por qué se ha cambiado el nombre?
Coincido en que es mejor tertuliano que director. Creo (y me suena que lo ha reconocido él mismo) que nunca ha conseguido plasmar en una peli esas emociones que sí transmite cuando habla de cine. De lo poco suyo que he visto, me quedo con «El crack» aunque, es cierto, se le ven las costuras. El resto del análisis sociológico se me escapa …
me cae bastante bien Garci. fui fiel seguidor de «qué grande es el cine». sin embargo, sus películas me cuestan muchísimo. Habré intentado ver «El Abuelo» no sé cuántas veces, pero esa atmósfera tan rancia (lo siento, no se me ocurre otra manera de decirlo) me echa para atrás sin misericordia.
j
hostia, me había olvidado de Ninette! traigan antorchas y horcas y vayamos a por el muchacho!
j
Nadie ha rodado Madrid mejor que Garci y «El Crack» y «El Crack II» son hitos en el cine español, abren todo un camino para directores como Urbizu y otros del estilo…
En cuanto a promotor del cine, no se me ocurre nadie en las islas de la generosidad y pasion por el cine como la que tiene Garci. Es injusto denigrarle porque tiene su cota de fracasos, como muchos directores…
En cuanto a Sight & Sound y sus encuestas que son un herramiento de venta, son ustedes muy cerrados y provincianos por no decir catetos, porque esta claro nadie en el mundo de la cultura de España se molesta en leerlo, ni Bonilla ni Garci ni dios ( menos los de Caiman de Cine).
Cuesta creo que son 50 euros al año…. y vale la pena, si solo por las fotos…
Utilizan el cuestionario de las mejores 10 pelis continuamente, en cada edicion, y de vez en cuando descubres una peli desconocida y muy interesante cuando ves la lista de ciertos particulares….
Por ejemplo, las mias serian:
1) Blue Velvet ( David Lynch)
2) El Dia de la Bestia (A. De la Iglesia)
3. El Angel Exterminador ( Luis Buñuel)
4. Broadway Danny Rose ( Woody Allen)
5. Gregory’s Girl ( Bill Forsyth)
6. Roma, Citta Aperta ( R. Rossellini)
7. Bodas de Sangre / Flamenco, Flamenco (Carlos Saura)
8. Andre Rubolov (Tarkovski)
9. Jules et Jim ( F. Truffaut)
10. Historias Extraordinarias ( Mariano Llinas)
Ninguna directora, terrible, pero si me llamasen de Sight & Sound, por supuesto tendria que incluir dos o tres. Lo cual explica el resultado de la la encuesta 2023….
Es decir, que «la» Akerman» y su «Jean Dielmann» haya salido número en la lista es un accidente estadística que viene de la casi total falta de directoras en el mundo del cine, eso multiplicado por el número de hombres que nos da vergüenza esta situación y quienes nos esforzaríamos a poner una directora, o dos en nuestro «top ten»…
Por que ¿cuántas directoras serían planteables para una lista así? La Agnes Varga, la Akerman, la Bigelow, una Claire Denis acaso y ya… No hay muchos nombres más. ¿Algún nombre que se me escapa?
Entonces, es un resultado un poco bizarro. No es la mejor peli de la Historia del Cine, pero me alegro que haya salido así, por lo menos pone el foco en la falta de directoras que es realmente escandaloso…
Y «la» Akerman era una mujer muy brillante. Si quieres ver como hacer una peli sin un duro, a echar un vistazo a «News From Home»… los buenos diris suelen encontrar una manera y «News From Home» me parece muy brillante, por muy pequeña que sea…
No se puede hacer la lista de las 10 mejores películas de la historia del cine, que no es un deporte de competición. A bote pronto, a mi me sale esta lista con algunas de las películas que más me gustan:
1. Ulises (Mario Camerini)
2. La strada (Fellini)
3. Bienvenido Míster Marshall (Berlanga)
4. El último metro (Trufaut)
5. El chico (Chaplin)
6. El maquinista de la general (Buster Keaton)
7. Cuentos de la luna pálida (Mizoguchi)
8. Con faldas y a lo loco (Wilder)
9. Rebeca (Hitichkock)
10. El sur (Erice)
Pues a bote pronto, diez como siete o quince:
Grupo salvaje
El tercer hombre
Los pájaros
Alien
Tener y no tener
Senderos de gloria
La gran belleza
El marido de la peluquera
La tía Tula
Muerte de un ciclista
Como director me interesa poco o nada. Aunque algunas de sus «últimas» películas sean comedias involuntarias (me reí mucho con el trailer de Sherlock en Madrid y ese personaje diciendo Guasón en vez de Watson).
Como tertuliano si que lo tolero más. Ciertamente que tiene sus ideas socio políticas y termina invitando a los de siempre, pero aun así, de cuando en cuando, como un reloj analógico estropeado, acierta, él o sus convidados.
Recuerdo una anécdota que leí cuando salía con la hija de Cuervo, pero no hemos venido aquí por la prensa rosa.
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José Luis Garci es sin duda un divulgador de cine extraordinario. Su QGEEC y otros formatos similares, sus programas de radio, sus libros, esa maravilla de revista que fue Nickel Odeón, se bastan por sí solos para definir un personaje muy grande.
Como director, con sus altibajos, estamos ante un cineasta con obras tan notables como los Cracks, Asignatura pendiente, tan teñidas de cinefilia como Sesión continua o tan valientes como La herida luminosa.
Las dos películas de » El Crack » donde también se hace un homenaje al boxeo.