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Suburbia en el CCCB

Suburbia
Suburbia. Imagen: CCCB.

Es una estampa que está firmemente asentada en nuestra memoria colectiva como meta: una casa propia de un par de plantas, con un jardín inmaculado, una piscina y un garaje que da cobijo a un par de cochazos. El ideal de vida norteamericano. El cómodo y artificial paso intermedio entre la insalubridad de la vida urbanita y la incomodidad de la vida rural. Edificaciones unifamiliares plantadas en la periferia y habitadas por simpáticos vecinos que hornean tartas de manzana a los recién llegados. Una imagen que se ha convertido en la más eficiente exportación de USA gracias a décadas de consumo masivo de películas, series, publicidad, literatura y todo tipo de obras populares en donde ese tipo de vivienda ha hecho acto de presencia. El escenario en el que ansía anidar todo esclavo del capitalismo. Los suburbios. Un fenómeno que el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) ha tomado como objeto de estudio en una exhibición convenientemente bautizada Suburbia, comisariada por el periodista Phillip Engel, con una sección final asesorada por el geógrafo Francesc Muñoz, y disponible para recibir las visitas del público hasta el ocho de septiembre.

El sueño americano convertido en propiedad privada, una estructura en apariencia lustrosa donde residen cientos de contradicciones.

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Untitled #52, de la serie Traces , 2015-2017. Imagen: Weronika Gęsicka. Cortesía de la artista y de la Galeria Jednostka, Varsovia.

El sueño americano

En 1931, un caballero de Brooklyn llamado James Truslow Adams con un árbol familiar cuyas ramas acogían a venezolanos, guipuzcoanos, ingleses y sevillanos, publicó un libro llamado The epic of America. Un tomo de cuatrocientas páginas dedicadas a repasar minuciosamente la herencia histórica de los Estados Unidos, examinando cómo se había moldeado a través de los siglos la idiosincrasia del país. Ocurría que Adams era algo más que un exótico cóctel de genes o un aficionado a la historia, porque se trataba de un escritor con una capacidad investigadora y analítica extraordinaria. Un hombre que ya había sido galardonado con un Pulitzer por The founding of New England, el primer volumen de su trilogía sobre Nueva Inglaterra. The epic of America no solo se convirtió en un best seller internacional y fue etiquetado como uno de los libros más importantes de su época. Sino que además fue el texto donde se alumbró por primera vez una idea reconocible de manera universal, incluso por aquellos que no sabrían determinar cuantos estados conforman la Tierra de la Libertad sin tirar de Wikipedia: el concepto del sueño americano. The american dream

En las páginas de su estudio, Adams acotaba y definía el sueño americano como «ese sueño de una tierra en la que la vida debería ser mejor, más rica y más plena para todos, con oportunidades para cada uno según sus competencias o sus logros […] No se trata solo de un sueño de automóviles y salarios elevados, sino de un sueño de orden social en el que cada hombre y cada mujer puedan alcanzar el máximo de sí mismos, aquello de lo que son innatamente capaces, y ser reconocidos por los demás, cualesquiera que sean sean las fortuitas circunstancias de su nacimiento o cargo». Aquel principio caló fuerte y todas esas aspiraciones no tardaron en convertirse en objetivo de quienes habitaban el país, y también de quienes desembarcaban en él. Curiosamente, el triunfo del sueño americano adquirió una forma física al equipararse en las cabezas con la posesión de una residencia en los vecindarios de las afueras. Algo que no dejaba de resultar irónico porque lo que Adams había tratado de predicar era la importancia de los valores morales, las riquezas espirituales y búsqueda de una buena calidad de vida por encima del materialismo y el amasar pasta gansa. 

Con el tiempo, el sueño americano se convirtió en el eslogan de toda una nación habitada por seres que, al sentirse desdichados en las grandes ciudades, se trasladaban a las afueras para acomodarse en urbanizaciones prediseñadas. En la actualidad, más de la mitad de la población estadounidense vive en esos suburbios y el mismo modelo se ha imitado en el resto de continentes del planeta. 

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Berwyn, Illinois, 2023
Impresión digital. Imagen: Benjamin Grant.

Suburbia propone transitar por estas urbanizaciones creadas en los márgenes, examinar la historia cultural de la nueva masa de residentes dispersos que conforman aquella ciudad difusa que apodó el urbanista italiano Francesco Indovina. Pero también invita a analizar la percepción de las ciudades como ambientes personales, ambivalentes y contradictorios, defendibles por estar cargados de memoria y experiencias. Para ello, Suburbia divide su itinerario en cinco grandes paradas: «La planificación de un sueño», «El boom de Suburbia», «La pesadilla residencial», «¿Postsuburbia?» y «La dispersión llega a casa».

La planificación de un sueño

A finales del siglo XIX, la Revolución industrial convirtió las ciudades de EE.UU. en eje principal del progreso al mismo tiempo que contaminó su ambiente, transformándolas en territorios inseguros y peligrosos. La aparición de nuevos medios de transporte como ferrocarril a vapor, el tranvía eléctrico y el automóvil (con el popular Ford T a la cabeza), propició que aquellos ciudadanos con el deseo de morar en prados más verdes comenzasen a colonizar los campos circundantes, transformándolos en nuevas urbanizaciones. De manera paralela, la cultura popular reflejó aquel nuevo fenómeno de emigrantes hacía los aledaños asimilándolo en las películas cómicas de la época.

La planificación de un sueño, la primera parte de la exhibición, estudia las raíces de los suburbios, desde las comunidades burguesas creadas por las élites adineradas del país para escapar de las sucias metrópolis, hasta la espantada en masa del ciudadano medio al volante de su propio coche. En este apartado se presentan los numerosos elementos que colaboraron en la suburbanización de la vida diaria: la publicación del primer libro de paisajismo en Estados Unidos, A treatise on the theory and practice of landscape gardening (1841) de Andrew Jackson; la histórica casa de campo Sunnyside que habitó Washington Irvin (padre de La leyenda de Sleepy hollow y de Rip van Winkle); las primeras comunidades cerradas diseñadas por gente como A. J. Davis, Calvert Vaux o Frederick Law Olmstead; la importancia del ferri de Brooklyn; la biblia del «feminismo doméstico» publicada por Catherine Beecher bajo el título The american women’s home para instruir a las damas en el cuestionable arte de ser una espléndida ama de casa de campo; la fiebre por las casas prefabricadas y los céspedes perfectos; la proliferación de personajazos como el promotor urbanístico Samuel E. Gross; las presiones del sector automovilístico para extender autopistas a lo largo de todo el país; o las fallidas supermanzanas ideadas por Henry Wright y Clarence Stein, unos espacios residenciales concebidos para que peatones y coches nunca llegaran a cruzarse.

La planificación de un sueño también incluye material histórico como la litografía original Vista de Nueva York (1836) de John William Hill (1836), un Ford T Touring (1923) de la General motors y segmentos de películas de Harold Lloyd o Buster Keaton junto all film The suburbanite de 1908. Una breve comedia en celuloide donde se utilizaba como premisa el traslado de una familia a los suburbios en busca de la tranquilidad que no hallaban en la urbe, algo que, como dictan las normas del humor, tampoco ocurría en la periferia.

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Annunciation, óleo sobre panel de aluminio, 2023. Imagen: Alberto Ortega.

El boom de Suburbia

Tras la Segunda Guerra Mundial, los soldados norteamericanos regresaron a su país con ganas de acurrucarse junto a sus esposas, formar familias y vivir cómodos en sus propias casas de las lindes sin molestias a la vista. Financiadas por el Estado, las nuevas familias se gestaron sobre las camas de unas residencias edificadas en aquellos suburbios lejanos, con todas las comodidades y lujos de la vida moderna: electrodomésticos, jardines, terrazas con barbacoas y unos televisores repletos de sitcoms protagonizadas por versiones idealizadas de gente muy blanca con ese mismo estilo de vida. El baby-boom resultante se tradujo en millones de viviendas unifamiliares extendiéndose por Estados Unidos, vetadas a quienes no tenían aspecto caucásico. En los años cincuenta y sesenta, los suburbios se abrieron a las minorías raciales, produciendo una estampida de los blancos más prejuiciosos en lo que se conoció como la Fuga blanca.

El boom de Suburbia, la segunda parada que propone el CCCB, inspecciona el fenómeno de las edificaciones en serie comandado por constructores superestrella como William Levitt y encabezadas por las «comunidades planificadas» de Levittown en la Costa Este, Lakewood en la Costa Oeste y Park forest en la zona de Chicago. También indaga en las dificultades iniciales de colectivos minoritarios como el de los afroamericanos, a quienes se les negaron los préstamos hipotecarios y las facilidades para acceder a las flamantes nuevas urbanizaciones, forzándolos a residir en guetos urbanos. La sección también explorar cómo la cultura se empapó de ese nuevo modo de vida norteamericano, reflejándolo en la literatura, en los relatos de prensa como El nadador de John Cheever publicado en The New yorker, o en las telecomedias que comenzaron a ampliar el espectro racial, de género y clase al mismo tiempo que el modelo suburbial se abría a ello. Mientras unos ansiaban por entrar en aquel paraíso artificial y preconstruido, otras luchaban por escapar de él: las mujeres que habían sido adoctrinadas para convertirse en sumisas amas de casa de campo comenzaron a sentirse encarceladas en unas viviendas alejadas del centro. Fue un malestar generalizado que se reflejó en libros como el ensayo La mística de la feminidad (1963) de Betty Friedan, o en Las poseidas de Stepford (1972) de Ira Levin, una novela donde las mujeres de una urbanización pudiente eran sustituidas por réplicas robóticas a modo de dóciles vasallas. La sección también incluye la famosa ilustración «New kids in the neighborhood» del ilustrador Norman Rockwell y una selección de fotografías extraídas de Suburbia (1972) de Bill Owens, el primer libro fotográfico que documentó este modelo de vida.

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Suburbia en el CCCB. Imagen: Alice Brazzit.

La pesadilla residencial

Al igual que ocurrió en las grandes ciudades con la Revolución industrial, la masificación de los asentamientos en las afueras llegó acompañada de nuevos miedos y nuevas sensaciones de inseguridad. La ficción lo reflejó en el cine y la literatura creando el «gótico suburbano», un nuevo subgénero que trasteaba con los terrores emplazándose en casas idílicas aisladas en la noche. Los psicólogos Richard y Katherine Gordon acuñaron el término «disturbia» para recopilar en él todas las ansiedades y miedos de los habitantes de los perímetros. Los pavores también caminaron por otro ámbito menos enfocado en lo doméstico y más pendiente de las fisiones y fusiones, el pánico nuclear. Porque tras un fallido proyecto de los años cuarenta denominado «Atomturbia», que proponía dispersar a los estadounidenses ante la amenaza de una guerra nuclear, lo del temor a los bombazos con hongo se volvió a poner de moda durante los sesenta: avivados por un llamamiento de J. F. Kennedy, miles (quizás millones) de hogares norteamericanos aprovecharon que la ley lo permitía para construir en sus patios y jardines sus propios refugios antinucleares. Otros recurrieron a las tradiciones norteamericanas y optaron por armarse hasta los dientes.

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Joel, Lynne, Paige y Joshua (44, 43, 5 y 11 años) – Centro de Texas, 2021. Impresión digital. Imagen: Gabriele Galimberti.

La pesadilla residencial se presenta en Suburbia acompañada de numerosos materiales históricos de la era atómica y fotografías de los suburbios más oscuros pertenecientes a los trabajos de gente como Todd Hido (House hunting), Amy Stein (Domesticated), Angela Strassheim, Gregory Crewdson (Dream house), o Gabriele Galimberti. Esta sección también acoge la instalación de Kate Wagner McMansionHell, una simpática mirada a las viviendas unifamiliares absurdamente ornamentadas de la era Reagan, y dos obras del pintor Alberto Ortega presentadas en primicia en el CCCB.

¿Postsuburbia?

Tras los años noventa, se comenzó a predicar la muerte de Suburbia como consecuencia del supuesto agotamiento del petróleo y la insostenibilidad a largo plazo del proyecto. Pero hoy en día ocho de cada diez estadounidenses viven en las afueras, las residencias unifamiliares representan el 75% de las zonas pobladas y tan solo un 6,8% de la población vive en áreas urbanizadas con distancias salvables a pie. Los suburbios son ahora mucho más abiertos y accesibles, pero también más desiguales y retorcidos. Las nuevas generaciones de estadounidenses, por cierto, siguen aspirando a adoptar en algún momento ese estilo de vida, a alcanzar la gran meta del sueño americano.

La cuarta sección de la muestra llega entre interrogantes, ¿Postsuburbia?, y animando al visitante a sumergirse en la Suburbia moderna. Aquella que ha dejado atrás su elitismo blanco para afianzar un ecosistema propio, tan colorido, variado y contradictorio como el de las grandes ciudades a las que intenta no parecerse. Y aquella en donde es posible encontrar de todo. Donald Trump dirigiéndose a las suburban housewives para asegurarles que no recibirán en su entorno vecinos con pocos ingresos que devaluen sus propiedades. Nuevos núcleos impensables años atrás como Monterey Park, «el Beverly Hills chino», o una Atlanta reinventada como la «Meca negra». Centros comerciales abandonados y en ruinas, convertidos en espacios liminales como consecuencia de la omnipresencia de Amazon. Hipsters invadiendo poblaciones para practicar surf. El retrato subterráneo de estas nuevas junglas capturado en los fotogramas del cine de Todd Solondz y Larry Clark o en las viñetas de Peter Bagge, Jim Blanchard y Michael Dowers. Skaters de los suburbios aficionados a los Dead Kennedys reconvertidos en artistas urbanos. O la existencia de un lugar como Seaside, ejemplo definitivo del denominado Nuevo urbanismo, una comunidad regida por estrictas normas estéticas, tan artificiosa y almidonada como para haber sido elegida por Peter Weir como el set de rodaje perfecto para su película El show de Truman.

¿Postsuburbia? chapotea entre todo lo anterior a través de los trabajos de las fotógrafas Jessica Chou y Sheila Pree Bright, los bonsáis apocalípticos de Thomas Doyle, la obra del skater Ed Templeton, las espectaculares estampas atrapadas vía satélite de Benjamin Grant o las imágenes de la era Eisenhower manipuladas digitalmente con gracia por Weronika Gęsicka.

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Proxy (Haven Ln.), técnica mixta, 2012. Imagen: Thomas Doyle.

La dispersión llega a casa

En 1955, Estados Unidos participó en la XXIII Feria de Barcelona con un pabellón en cuyo exterior instaló una casa prefabricada unifamiliar, con su propio trocito de césped impoluto y un descapotable Ford thunderbird (el carro de Marilyn Monroe) aparcado en el garaje. De repente, la Suburbia acababa de cruzar el charco. En los sesenta, en Cataluña, comenzó a erigirse la primera avanzadilla suburbana adoptando el aspecto de edificaciones en las afueras, instalaciones destinadas a ejercer como segunda residencia durante los días ociosos en los que apetecía escapar de la ciudad. En los setenta, el arquitecto e ingeniero industrial Josep M. Bosch i Aymerich se asoció con la empresa estadounidense Levitt para crear una filial española que construiría urbanizaciones en las afueras de Madrid, convirtiéndose con ello en la primera persona que importó a España el modelo de casa deseado por el norteamericano medio.

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XXIII Feria internacional de muestras de Barcelona, 1955. Pabellón USA. OITF: Office of international trade fair. «House beautiful prefabricated». Imagen: Archivo histórico del Colegio de arquitectos de Cataluña.

La dispersión llega a casa, el quinto y último apartado de la exhibición, observa el impacto del suburbio USA al ser trasladado e instalado en nuestras tierras. La construcción masiva y desbocada a finales de los ochenta de nuevas viviendas a orillas de las ciudades, la reinterpretación del sueño americano como una idealización del mundo rural autóctono, la aparición de entornos marcianos como los polígonos industriales, el auge del chalet adosado como producto estrella y la urbanalización: esa percepción de un entorno clónico y sin alma, fabricado en serie y carente de encanto alguno o personalidad propia. La muestra se cierra con un reportaje fotográfico sobre el contexto suburbano catalán realizado en exclusiva para la presente expo por Christopher Willan, con la instalación «Alerta Mira-Sol» donde Blanca Munt muestra como el grupo de chat de su vecindario fue capaz de mutar en un delirio paranoico, y con una pieza audiovisual del cineasta León Siminiani.

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Suburbia en el CCCB. Imagen: Alice Brazzit.

Suburbia es una exposición del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (C/ Montalegre 5, Barcelona). La muestra, disponible hasta el 8 de septiembre de 2024, ha sido comisariada por el periodista Phillip Engel, con una sección final asesorada por el geógrafo Francesc Muñoz. Para más información, invitamos al lector a visitar la página oficial de la exhibición, a visitar las actividades paralelas y a curiosear entre el contenido relacionado que ofrece el CCCB.

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