Cine y TV

‘Star Wars: The Acolyte’. De presentes, pasados y samuráis (y 2)

Star Wars The Acolyte 2
The Acolyte. Imagen Disney+.

«Infeliz… solo ahora, al final, es cuando lo entiendes». Son palabras del emperador Palpatine a Luke Skywalker en El retorno del jedi. Y si es de justicia admitir que el lord Sith nunca ha sido nada parecido a una brújula moral o un espejo en el que mirarse, no es menos cierto que, como decía ese otro sabio llamado Edward D. Wood Jr., hasta un reloj parado acierta dos veces al día. En este caso, el velo de mentiras constante que rodea al emperador deja entrever por un instante una verdad fundamental: para comprender una historia, hay que seguirla hasta alcanzar su fin. Porque mientras tanto la moneda está en el aire, y tanto podría aterrizar de cara como de cruz.

Ahí reside uno de los grandes dilemas de la (aún escasa) teoría crítica sobre las series de televisión. Porque, ¿se puede juzgar verdaderamente una obra que aún no está acabada? Y, sin embargo, en esta era de celeridad nos apresuramos a lanzar evaluaciones constantes, episodio a episodio, semana tras semana, sobre historias de las que todavía no podemos conocer su más profundo discurso. Las mil y una vueltas que dio sobre sí misma Juego de tronos podían haber acabado de muchas formas distintas, y solo en sus últimos compases se reveló que toda la serie era una refutación frontal de la monarquía (o, si se quiere, de cualquier tipo de poder dinástico), culminando en la potentísima imagen simbólica de un dragón destruyendo un trono con sus llamas. Sin embargo, las señales estaban ahí desde el principio para quien supiera verlas. En realidad, casi siempre lo están. Esa es la magia de la narración: su capacidad de sembrar el camino con pequeñas pinceladas que, como en un cuadro puntillista, cobran sentido inequívoco cuando el espectador da un paso atrás y contemplar por primera vez la imagen completa. Para ello, eso sí, el pintor ha tenido que organizar previamente los elementos que compondrán su obra y tener en mente todo el tiempo esa estructura esencial.

Desde su primer episodio, The Acolyte ha sido un prodigio de estructura. Cada uno de los ocho capítulos ha funcionado como un engranaje de una máquina perfectamente diseñada, como esos puzles mecánicos que pueblan las películas de Guillermo del Toro, y que solo revelan su contenido cuando se da con la llave adecuada. En este caso, dicha llave es la idea motriz que ha impulsado toda la serie: la idea de dualidad. La showrunner Leslye Headland se ha lanzado de cabeza a explorar, hasta sus últimas consecuencias, la dicotomía entre la luz y la oscuridad que permea toda la saga de Star Wars. Cada episodio, por tanto, era dual (incluso desde su mismo título: hemos tenido «Perdida/Encontrada», «Venganza/Justicia», «Enseñar/Corromper»), o bien parte de una dualidad (al capítulo «Día», le siguió una semana después «Noche», de duración exactamente igual). Por eso cuando en su tercer capítulo la serie frenó en seco para mostrar un flashback de cuarenta minutos que planteaba numerosas preguntas («Destino»), cabía imaginar que poco antes del final de la temporada se nos ofrecerían otros cuarenta con las respuestas. Incluso podía adivinarse ya su título («Elección»), a poco que el espectador hubiera estado atento.

Ahora bien, ¿todo esto, para qué? Porque estas decisiones estructurales solo tienen sentido en la medida en que revelan una verdad subyacente. En este caso, The Acolyte adopta la forma perfecta para responder a esa indagación sobre la luz y la oscuridad, al mostrar que lo que parece una oposición de elementos irreconciliables es en realidad una imparable pulsión de complementariedad. Igual que les sucede a las protagonistas, Mae y Osha (no por casualidad dos caras de la misma moneda), o a las lunas de su planeta natal, o incluso al propio logo de la serie, la luz y la oscuridad no se excluyen sino que se complementan. En el último episodio, la directora Hanelle Culpepper muestra esto de forma brillantemente visual a través del color, la composición e incluso el montaje, construyendo un continuo yin-yang de imágenes y ritmos. 

Existe en la galaxia un culto pseudorreligioso tan bienintencionado como absolutamente dogmático que, bajo el pretexto del bien mayor, pretende imponer una única manera de ver las cosas y de actuar en consecuencia. Y todo ello amparándose en unos viejos y polvorientos escritos sagrados. Se trata de los acólitos de los sacrosantos manuales de guion cinematográfico, que rechazan cualquier libreto que no se acoja a los mandamientos de los tres actos, dos puntos de giro, detonante y clímax, todo ello sometido a la más estricta relación de causalidad. La serie de Leslye Headland también habla de cuestionar dogmatismos (¿qué es, si no, trascender la dicotomía bien-mal?), y por ello se rebela contra el encorsetamiento aristotélico del planteamiento, nudo y desenlace, desplegando una serie de rimas, de simbolismos en perpetua conexión, de pares, homólogos y ecos. Por eso, The Acolyte es una propuesta que va más allá de su superficie, que pone a dialogar el pasado con el presente no solo dentro de su propia narración (con los flashbacks antes mencionados) sino también con el resto de la saga. Las resonancias con las tres trilogías cinematográficas son constantes y sugerentes: el tema musical de Kylo Ren escondido en el de Qimir, el relato de la tragedia de Darth Plagueis en el Episodio III, o el concepto de «vergencia» en la Fuerza del Episodio I… Todo ello entretejido en una temporada de solidez diamantina en su propósito, que demuestra que el arte de la narración es mucho más que a un puñado de diálogos ingeniosos o de sucesiones causales diseñadas por y para mentes poco imaginativas. George Lucas siempre defendió que su saga, con sus muchos defectos y sus enormes virtudes, era en realidad un largo poema épico. Con su último verso, la primera temporada de The Acolyte se erige con orgullo como una de las más líricas y poderosas estrofas de ese inacabable cantar de gesta.

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8 Comentarios

  1. Es un pestiñazo horrible, lo mires por donde lo mires. Y si, me he tragado entera toda la temporada. Les habrá salido barata porque han rodado un capítulo y te lo han mostrado en diferentes puntos de vista nosecuantas veces. Cada vez que Disney toca algo de tronco de StarWars, llámese personajes principales o conceptos base, la caga, y además de la manera más horrible. Eso de que el papel (guión) lo aguanta todo, es para hacérselo mirar. Con lo bien que les ha salido Andor o The Mandalorian (El libro de Boba Fett totalmente innecesaria), van y se les ocurre tocar nada menos que el periodo previo a toda la saga…

  2. José Antonio

    Una serie algo aburrida, la verdad. Yo veo este tipo de cosas para evadirme, no para quedarme sopa en el sofá. De todas las series de la sagar, como dice el amigo antes, Andor y The Mandalorian, y un poco Obiwan, son las únicas que se salvan. Ah, y La remesa mala también.

  3. Arturo Sierra

    ¿Leí bien que a este amigo le gustó el final de Juego de tronos?

    • Di George

      Si, eso dice. Y que ademases un final con un mensaje sociopolítico.

      Pero viendo como habla de una serie que sí, estará hecha con tiralineas y perfectamente cuadrada, pero en cuanto le quitas los fuegos artificiales y el hecho de pertenecer a una saga mítica, pierde todo el interés…. Pues tampoco es de extrañar que le busque tres pies al gato con un final de una serie que fue un « sujetame el cubata » de manual…

  4. Caveat emptor

    Como (supuestamente) dijo Rafael el Gallo, «hay gente pa tó». Hasta para que «The Acolyte» les parezca una obra maestra, por lo visto.

  5. La serie está mal escrita, y mal actuada, y me parece increíble que alguien no solo la defienda, si no que la ponga por las nubes.

    En fin, supongo que la mano de Disney es alargada

  6. Miguel Ángel

    Jot Down, para mantener su calidad, debería indicar claramente cuando sus artículos están patrocinados.

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