Rock and Roll Hall of Fame es una empresa dedicada a preservar el legado del rock con un museo, un archivo, una biblioteca y una ceremonia anual donde se concede a una serie de artistas el honor de ser incorporados en dicho panteón de la memoria roquera. Habitualmente se celebra en el Waldorf Astoria neoyorquino y no se sabe muy bien cuáles son los criterios de selección, pero sí que los jueces no son músicos ni fans, sino veteranos de la industria y los medios. En 2010 le tocó el turno a los Sex Pistols.
El fundador de la revista Rolling Stone tuvo que leer el comunicado del grupo: «Al lado de los Sex Pistols el rock and roll y ese salón de la fama es una mancha de orina. Tu museo. Orina en vino. No vamos a ir. No somos vuestros monos, ¿qué pasa? Fama a 25 000 dólares si pagamos por una mesa, o 15 000 dólares por apretujarnos en la galería, que irán a parar a una organización sin ánimo de lucro que nos vende un montón de viejos famosos. (…) Como jueces sois anónimos, pero seguís siendo gente de la industria musical. No vamos a ir. (…) Fuera del sistemierda hay un verdadero SEX PISTOL».1
Consecuentes con su historia y con lo que sus fans esperan de ellos, Steve Jones, Paul Cook, John Lydon y Glen Matlock no fueron al Waldorf Astoria.
Pero una vez fueron a la playa.
En verano de 1977. Con Sid Vicious.
Fueron unas vacaciones muy cortas. No se libraron de las miradas de los curiosos y se sintieron incómodos y acorralados. El grupo escapó rápidamente a Berlín, donde pasarían dos semanas. «Holidays in the Sun», tema que abre su primer y único álbum, Never Mind the Bollocks, Here’s the Sex Pistols, es el fruto musical de aquellos días de asueto.
Con una estructura convencional de canción pop bastante trabajada, con una introducción hablada y una despedida ad libitum de Johnny Rotten, declamando contra todo por medio de las vacaciones playeras y el Muro de Berlín. El conjunto de la canción es una difícil metáfora que le sirve para arramblar contra todos los tópicos y, de paso, dejar caer sutilmente algún lamento contra la persecución mediática de la que eran objeto.
Entre los sencillos power chords de la guitarra de Steve Jones, la frase de una pintada de mayo 68 sirve de pistoletazo de salida. «Vacaciones baratas en la miseria de los demás». En el francés original: «Club Med2, des vacances bon marché dans la misère des autres», una denuncia de esa nueva forma de colonialismo que ya entonces era el turismo masivo. «No quiero vacaciones al sol», grita Rotten con voz de rata pero con una pronunciación clarísima, porque quiere que se entiendan sus provocaciones. Es el autor de casi todas las letras de los Pistols y aquí se dedica a despreciar sin matices los convencionalismos. El deseado paraíso playero pequeñoburgués es para él una versión 77 de los campos de concentración nazis: «Quiero ir al nuevo Belsen, quiero ver un poco de historia» continúa enrabiado.
Vámonos pues a aquel verano de 1977 cuando, después de una larga sucesión de actuaciones en clubs y universidades, más de una pelea minuciosamente retransmitida por los medios, un par de broncas con casas discográficas y sonadas desavenencias con la censura3, Paul Cook, Steve Jones, John Simon Ritchie y John Lydon (alias Vicious y Rotten respectivamente) se habían convertido en primeras figuras musicales y podían tranquilamente declarar lo que constituye el siguiente verso de la canción: «ahora tengo una economía razonable». No nos olvidemos de que el sencillo «God Save the Queen» —su respuesta a las celebraciones por el aniversario de Isabel II en el trono— había llegado al segundo puesto en las listas. Es un buen momento para los Pistols pero, como Rotten ya explicaba entonces, no pueden disfrutar el dinero que están ganando perseguidos por la desconfianza que generan sus continuos escándalos.
El estribillo se dispara como una andanada: «Ahora tengo un motivo (en inglés reason)», se desgañita Rotten. Seguramente se refiere a las miradas de desaprobación con que los veraneantes recibieron a los cuatro londinenses esmirriados y paliduchos. Los Sex Pistols no habían logrado pasar desapercibidos en la apacible playa familiar de la isla de Jersey donde, por supuesto, habían llegado los ecos de sus broncas, provocaciones y escándalos. «Ahora tengo un motivo y sigo esperando», continua «Holidays in the Sun» mientras el oyente sospecha que sigue hablando del paraíso playero que no pudieron disfrutar. Pero la respuesta es otra: «Now I got a reason, now I got a reason to be waiting. The Berlin Wall», palabras malditas que reflejaban —entonces y ahora— el fracaso del statu quo internacional establecido después de 1945.
Como urbanita que era, tal vez Rotten esperaba encontrarse a gusto en el paraíso estival, pero se sintió vigilado en la playa como los ciudadanos del Berlín Oriental detrás del Muro y quizás no sea casualidad que, huyendo de la playa, decidieran visitar dicho enclave. Una vez allí, la complicada mente del cantante le hace percibir como si fuera un espectáculo cinematográfico en Sensurround —penúltima tecnología del aquel entonces4— aquella ciudad dividida por un muro que le parece minúsculo, de un escaso par de pulgadas. Podemos interpretar que Rotten intuye que, en aquel preciso momento histórico, la única razón para que se mantuviera en pie era la voluntad de los gobiernos involucrados en la guerra fría.
«I was waiting for the communist call», continúa. Tal vez esperaba constatar alguno de los horrores y persecuciones que, habiendo crecido en plena guerra fría, tenía metidos en el cerebro. «Yo no había pedido sol y recibí la Tercera Guerra Mundial»: ahora explica su visión de las vacaciones convencionales frente a su elección de irse a descansar a una ciudad que le pareció «divertida de una manera rara». En el episodio sobre Never Mind the Bollocks en la serie Classic Albums de la televisión inglesa, el cantante reconoce que Berlín le gustó y «automáticamente surgió una canción», sin olvidarse de señalar la «paranoia of the place».
En la tercera estrofa —«Estoy mirando por encima del muro y ellos están mirándome a mí»—. El oyente entiende que hay una reacción en el otro lado del muro: la respuesta de los pobladores del Berlín Oriental cuando vislumbran a los cuatro punks londinenses con sus cámaras, sus pelos y sus andrajos de alta costura. Podría referirse igualmente a los veraneantes en Jersey y, en general, a la respuesta de medios y público a sus provocaciones y gamberradas. Es una manera de revivir la sensación de estar controlado vivida en la playa.
«I had no reason to be here at all and now I got a reason, it’s no real reason» continúa. Una cadena de pensamientos caóticos y contradictorios («no tengo motivo, tengo un motivo, no es un motivo real») y tal vez una toma de conciencia de que no debería estar haciendo lo que hace: visitar lugares ajenos a su forma de vida como son la playa o la ciudad dividida tras la derrota militar de 1945. Es posible que solo quiera provocar a los burgueses y la gente convencional o que se trate nada más de las sílabas que necesita para cantar el estribillo. Nunca lo sabremos. Puede ser válida cualquier interpretación de estos versos cargados de fuerza indiscutible pero herméticos.
El tercer estribillo hace avanzar la canción casi de forma argumental: «Tengo que saltar el Muro de Berlín». ¿Huir de una situación que no le gusta? ¿Inspeccionar aquel mundo paralelo sometido a la influencia soviética? Y luego: «No entiendo nada de esto». ¿Qué no entiende? ¿Que les miren? ¿Que se mantenga el muro? «I’m gonna go over and over the Berlin Wall. I gotta go over the Berlin Wall», sigue repitiendo obsesivo con la fijación típica de los estribillos roqueros. No sabemos si se está poniendo en el lugar de los berlineses orientales que desean huir al oeste o habla de sus propias ganas de escapar de la sociedad en que vive para pasar a las antípodas, es decir, al mundo comunista.
Después del solo de guitarra de Steve Jones, el cuarto estribillo añade diferentes comentarios sobre la situación en el Berlín dividido, la experiencia vivida en la playa y su propia relación con el éxito y la polémica: «Claustrophobia, there’s too much paranoia. There’s too many closets, so when will we fall? And now I got a reason, it’s no real reason to be waiting At Berlin Wall». Nos ha dejado claro que es un capricho momentáneo y que no tiene ningún motivo para aguardar. Pero ¿se trata de su reacción acerca del turismo playero en general, de su visita a la isla de Jersey, del Berlín dividido, de la persecución contra los Sex Pistols o de su situación personal fuese la que fuese? Hemos visto que sus pensamientos se contradicen y que lo único que expresa con claridad es la rabia. Rabia ante la vida adulta que se abre ante él al final de su juventud como una condena ineludible, rabia ante un mundo musical que no le gusta, rabia ante un sistema que percibe como fallido (recordemos que después de 1973, los precios de los combustibles fósiles se disparan y la economía de Occidente se ha desplomado), etc.
En el caótico ad lib del final repite las mismas ideas: no entiende y quiere saltar el muro pero con una pequeña novedad, la frase «esta película serie B de tercera, diálogo barato, puesta en escena barata» suena como un escupitajo para mostrarnos su desprecio y su constatación de que todo es una farsa y que la realidad es un espectáculo de poco nivel. Se trata de la reacción de un joven cargado de rabia y cinismo que deja salir el odio que le provoca la estupidez humana y los convencionalismos. «I wanna go over the Berlin Wall», dice después, «before they come over the Berlin Wall». Quiere escapar de la realidad que conoce y le persigue representada por los que quieren atravesar el muro para llegar al Berlín que les promete la supuesta libertad y librarse de la frugalidad comunista. ¿Busca acaso la protección detrás de aquella construcción, el Muro de Berlín, que aterroriza al mundo pero que también promete aquel universo ignoto (el comunista) que existe detrás? Rotten habla de la playa pero también de la situación entre las dos Alemanias, confunde y combina a propósito las dos experiencias, los dos extremos, como ha hecho a lo largo de la canción: el paraíso de los convencionalismos y un lugar del que la gente quiere huir que para Rotten son dos cosas semejantes. No encuentra ningún sentido a las dos situaciones y liquida limpiamente: «Please don’t be waiting for me». «No me esperéis».
Seguramente John Lydon habrá vuelto alguna vez a la playa, dado que vive en California. A Berlín volverá en 1996, en el Filthy Money Tour de su grupo. Los Sex Pistols no habían actuado en Alemania anteriormente. En enero de 1978 se había anunciado su actuación en Kant Kino, pero fue uno de los muchos conciertos que la caótica reputación del grupo obligó a suspender.
Notas
(1) Traducción literal del mensaje manuscrito y descuidado.
(2) Empresa inmobiliaria y turística francesa que había comenzado como club de vacaciones playeras para las clases populares.
(3) «God Save the Queen» fue prohibido tanto por la BBC como por diversas emisoras privadas y ha sido declarado el disco más censurado de la historia.
(4) Sensurround es un sistema de Universal Studios que, por medio de altavoces de subgraves instalados en distintos puntos de la sala de proyecciones, quería aportar una sensación realista a las escenas de bombardeos, terremotos, etc. Se implementó para la película Terremoto de 1974 pero diversas circunstancias técnicas y económicas dificultaron su utilización quedando en desuso en los ochenta.
Filthy Lucre Tour.
La de ‘Ven y ve’ de La Polla Records tiene mucha relación. https://youtu.be/ctP6kt8uf20?si=njPPNHD43zd0pxIL
Y en la de ‘Sun’ del disco que sacó Lydon en solitario en el 97 sale la playa: https://youtu.be/3pA8BfzdEiU?si=Wfg665RiI46iXPSK