Entrevistas

Montero Glez: «La sociedad del espectáculo es ese circo falso que te obliga a dejar de lado valores como la amistad, como si fuera un valor de cambio en el arte»

Montero Glez para Jot Down

Montero Glez se quedó flaco de pronto y pandemia. Sigue plantando semillas en los márgenes. Sabe bien que, mirando por ahí, su pluma sacará esos personajes que son más de hampa que de estampa. Tiene la mirada cansada pero no borra su curiosidad. Qué sería esto de escribir si uno perdiera la capacidad de sorprenderse, de ganarse otra pulla que pique, o lo de romper en carcajadas porque nunca se acostumbrará a todo.

Nos vemos en el Viajero de La Latina, que es como toparse con Madrid a golpe de cielo. Acaba de publicar La vida secreta de Roberto Bolaño (Navona, 2024), un conjunto de cuentos que hacen del viaje imaginario una forma de vida, la suya, la que se adueña de mitos y momentos que han sucedido dentro de su cabeza, que es como vivirlos dos veces. Comenzó su carrera literaria con Al sur de tu cintura (1995), y un recopilatorio de artículos llamado Vivir de milagro (1998). Después escribió eso de «Charolito solo se fiaba de su polla. Era lo único en el mundo que jamás le daría por el culo», y comenzaba así su carrera literaria esperpéntica y de tiro a quemarropa. Era Sed de champán, (1999). Una primera frase que dejaba claro que esa voz no iba de broma y que tendría como eje principal, las afueras; las de la moral, claro.

Siete novelas después, premios como el Azorín o el Ateneo de Sevilla, reportajes, biografías, cuentos y otros libros de viajes, Montero Glez vuelve para seguir escribiendo a zarpazos, con lija de tinta; esa forma de sacar poesía hasta de lo que a uno le da un poco de vergüenza. O de miedo. Ya no bebe porque no le dejan. Y pregunta por la variedad de tés que ofrecen. Se nota que le duele la vida, aunque trate de esquivar lo inevitable. Vive en Galicia mientras construye la siguiente historia. Es de los que necesitan mirar para después contarlo. Madrid también le apena un poco porque se parece, pero no tanto. Y lo bien que lo pasaron. Los dos queremos a Ray Loriga

¿Cómo se encuentra?

Saliendo adelante. Me agarró el bicho y llegué a pesar cuarenta kilos. Los médicos me dicen que se ha convertido en algo crónico; cosa chunga. Ya no bebo alcohol, no como de más, en fin; alimentación muy cuidada, de hospital casi. Mi páncreas está hecho polvo. Pero estudiando el tema llegué a Oriente, estudiando desde aquí claro, y gracias a la acupuntura y a los combinados de la medicina oriental, he conseguido empezar a producir las enzimas que necesito. Llevo una vida muy estricta y espero que dentro de un año o así ya pueda estar en mejores condiciones. Pero lo de beber y fumar y tal, de momento se acabó. 

¿Y este tratamiento para volver lo paga usted, claro?

Pues macho, lo tengo que apoquinar yo. De hecho, sin no pudiera gastármelo estaría mucho peor. Lo que antes gastaba en otras cosas, como en hachís, por ejemplo, pues ahora lo dedico a acupuntura y demás rollos. La Seguridad Social no cubre estas cosas, así que, si lo pensamos fríamente, soy un privilegiado porque me lo puedo pagar. Siempre se puede ir a peor, tío.

Montero Glez para Jot Down

Montero, La vida secreta de Roberto Bolaño es como un viaje metafísico en la vida de otros. ¿Está hecho un poco de todos ellos?

En realidad, lo que estoy contando es la vida secreta de Montero Glez. Cuando nos ponemos a escribir, lo que estamos haciendo es poner encima de la mesa todo eso que llevamos dentro. Cuando escribimos lo hacemos en el fondo y la forma sobre nosotros mismos. Ahí hay un punto en el que ya no somos iguales, porque en cierta medida, nunca regresamos.

Entonces, ¿se aferra al pasado para escribir?

Yo no he perdido ni un gramo la capacidad de asombro ni la curiosidad. El día que uno pierda esa capacidad, amigo, está muerto. Lo que sí que he apartado ya es la vida salvaje. Fui muy feliz durante todos esos años. De hecho, si me preguntas cuál ha sido la época más feliz de mi vida, te diría que cuando viví en Tarifa a finales del siglo XX. Me fui allí a vivir y era pobre, joven y feliz, como Hemingway en París. Era una libertad absoluta. Recuerdo lo de no tener una peseta. Llevaba unas zapatillas de un inmigrante que había llegado en patera. Yo no era Montero Glez, tío. Vivía en un garaje, sobre unas ruedas de camión, y dormía del tirón. Era una vida salvaje de verdad. No medía el tiempo ni la plata. Yo de verdad recomiendo a los que quieren vivir de este oficio que se vayan lejos y sin nada. Al poco tiempo de estar ahí conocí a un tipo, a José Luis Muñoz, que se portó muy muy bien conmigo. Nunca nos faltó ya no un cuenco de sopa, sino un plato de buen jamón. Después me presentó a Quintero y «este tirillas», que me decían, poco a poco fue ganándose cierto respeto y algo de dinero. Porque el respeto llega cuando la gente se empieza a pispar de que salgo en la tele y demás. Por decirlo en Guy Debord, quien hace una crítica de la vida cotidiana, la sociedad es un enjambre de relaciones falsificadas donde todos vamos con máscara. La sociedad del espectáculo es ese circo falso que te obliga a dejar de lado valores como la amistad, como si fuera un «valor de cambio» en el arte. Se pegan a ti. A mí me pasó. Y yo, influenciado por él, hago un cuento en el que comienzo a admirar más, por ejemplo, a Barceló que a Ceesepe, que era un colega. Por eso hago ese relato de París en el libro. Un relato en el que dejo de ver a un amigo por ver a un pintor que vende más cuadros y es más famoso, como si eso me aportara algo. Con nuestro mundo, el literario, ocurre. De pronto si una persona vende muchísimos libros es mucho más admirada que otra que venda pocos, cuando en realidad, no solo es la calidad, sino que depende de la industria que la apoya. 

¿Y este comportamiento es humano? ¿O se agrava más según en una zona que en otra? ¿Lo ha visto en Tarifa, igual que en Madrid o ahora en Galicia?

Es distinto, la verdad. En Galicia, por ejemplo, he notado que la gente vive de puertas para dentro. En todo el norte en general. En el sur, sin embargo, hay más expansión porque se vive de puertas para fuera. El sol nos condiciona la manera de ser y de relacionarse. Pero como todo está globalizado, esas relaciones están todas falsificadas. El ocio es una prolongación del trabajo y los fines de semana la gente pone la mano de obra. Vivimos en bucle para las grandes empresas. Fíjate que el sábado, la gente se va a Ikea y cosas así, y el domingo lo dedican a montar el mueble de turno. Por eso te digo que los fines de semana son la prolongación del trabajo. La relación de las personas se basa en el dinero y todo es una mercancía. Y así nos va. 

Quizá, por ese motivo, los personajes que elige para este libro son menos convencionales, son personajes que, en cierto modo, provocan.

Claro que lo son. Provocar es preguntar. A mí me gusta la provocación porque yo soy un provocador. Cuando cojo una hoja en blanco, lo primero que hago es provocarme a mí mismo, preguntarme. Por eso me gusta mirar la literatura que hay en los escombros de una ciudad, mucho más que en un campo de golf. Eso lo hizo Scott Fitzgerald, verdad, metiéndose hasta dentro de la crítica capitalista, pero desde el punto de vista de la alta sociedad, que era la suya. Yo no vivo en eso, al contrario, lo hago en los márgenes y de ahí saco la literatura. 

¿Qué le pasó con Chet Baker?

Pues tío, yo conocí a Chet Baker. Era en los tiempos del San Juan Evangelista. Yo estaba con el grupo de estudiantes que organizaba conciertos a finales de los ochenta. Y resulta que Chet Baker aparece por ahí, por el San Juan, de punta en blanco, pero con unas zapatillas de estas de piscina con sus calcetines y tal. Él iba con un colega guitarrista que estaba un poco enganchado, ya sabes, y el tipo le debía pasta a un camello de la calle Montera y al final acabé yendo en un taxi con Chet a ver al tío ese porque, claro, como comprenderás, el guitarrista no podía aparecer por ahí con la pella. Entonces fuimos Chet y yo en el taxi y llamé al timbre, y el camello todo rallado quería dejar a Chet fuera porque no se fiaba de las caras nuevas. Entonces, yo le dije que era un músico colega y nos volvimos de vuelta al San Juan con la mandanga. Yo nunca había escuchado a Chet Baker. Me molaba Charly Parker, Miles Davis, Chick Corea y tal. Pero no tenía ni puta idea de quién era Chet Baker y después de ver ese concierto, de haber vivido eso con él y tal, pues imagínate. ¿Sabes cómo muere Chet Baker? Mira, fue la historia de un tipo que de repente va a tocar y no tiene la trompeta porque se la había dejado en el hotel. Escaló por la fachada para recuperarla y se resbaló y se mató, tío. Se me quedó en el trastero la historia, fue acojonante. Es una de esas cosas que me han pasado que no se me olvidarán nunca. Menudo paseo en taxi, pero quién me iba a decir a mí que ese paseo en taxi por Madrid, con uno de los grandes trompetistas de la música… Se me pone la piel de gallina tío. 

Montero Glez para Jot Down

¿Quiénes son sus maestros?

Pues igual de importante que Quevedo o Cervantes son Camarón de Isla o Juan Carlos Onetti, Alberto García Alix, que además es un colega, Ceesepe, Rubén Dantas, Shakspeare, Barceló, Luis Claramund… 

 ¿Quién es el gran novelista de nuestro tiempo en España?

Probablemente Juan Marsé. Aunque todos ellos, todos nosotros mamamos de un gran pezón que fue Josep María de Sagarra. Su Vida privada es la gran novela contemporánea. De ahí salen Montalbán, Mendoza, Marsé… Aunque probablemente Juan Marsé fue el que me cambia la vida. Aunque también para mí es muy importante la línea norteamericana de William Faulkner que, sin duda, el que mejor recogió su legado fue Onetti. Otro maestro es, sin duda, Hemingway. Es la limpieza, la perfección. 

¿Cuáles fueron sus primeras lecturas? 

Yo soy un chico de tebeo. Los tebeos son las pelis de los pobres, y claro, me flipaban de niño. Después, si hablamos de literatura, lo más importante para mí ha sido Valle Inclán. Es el barroco cuando llega el modernismo. Cuando Madrid se hace plural y se convierte en los madriles. Pero toda esa época, la de la bohemia, es muy importante para mí. Después la americana, Hemingway, Fitzgerald y Faulkner. También la latinoamericana, el llamado «boom», desde Juan Rulfo, Onetti, García Márquez, Vargas Llosa, Alejo, Pepe Donoso; todos ellos nos han dado una lección de cómo usar el lenguaje. Nosotros les impusimos el idioma, pero ellos lo mueven. Tú te lees una página de Fernando Vallejo, colombiano, y te das cuenta de la maestría al manejar un idioma. Aquí está muerto, quieto, estático. Allí saben muy bien cómo mantenerlo vivo. 

¿Y Capote?

Con Capote me pasa pues que inició el rollo del nuevo periodismo aportándole literatura. Eso me pasa por ejemplo con esta revista, con Jot Down. Ha sido la pionera en España de ese tipo de crónica periodística y España le debe mucho a esta publicación. Muchos de los que están hoy destacando se dieron a conocer gracias a Jot Down. Desde Jabois, Tallón, Nacho Carretero; yo mismo he trabajado mucho con ellos. Ese nuevo periodismo fundacional es Truman Capote, pero me quedo con los tres que te he dicho antes, que además le deben todo a Joseph Conrad. Ese tío es la base de todos ellos. Siempre me ha fascinado ese escritor. En El corazón de las tinieblas, mira cómo juega con las personas. Cómo va haciendo esa galería de espejos, desde una voz te cuenta otros personajes. Joseph Conrad es el padre de la literatura americana. Sus frases son otra cosa. Siempre dándole la vuelta a las expresiones, a los párrafos, a las descripciones. Su manera de frasear es de una complejidad que nadie ha alcanzado. Es otra liga. 

[Se nota que lo ha pasado canutas. Me lo imagino un poco más vulnerable, como si de pronto fuera un tipo normal, que lo es, pero que tras muchos años con la chupa puesta, Montero Glez no miraba atrás si no era para hurgar sacando brillo a la resaca. Le imagino en la Cueva del El Candela, con la risa pícara, flaco como un tallo de maíz y los ojos en todas partes. Parece invencible allí con la guasa y el toque. Como si no le pasara factura la priva ni la china, ni lo otro. Ahora tiene la mirada un poco cansada, más sabia, más vieja. Le sobran los motivos para dolerse de esta manera porque al final de eso se trata. De escribir de lo que uno lleva dentro, de su recuerdo, de su cicatriz, de esa pena cada vez más larga, pero guiñándole un ojo a la vida que, al fin y al cabo, es lo que rellena el folio y el alma, N. de R.]

¿Ahora está inmerso en la segunda parte de Carne de sirena?

Bueno, estoy mirando, experimentando, sintiendo, escribiendo; viviendo, en definitiva. No sé todavía por dónde va a salir el asunto. Ahora necesito dibujarlo. Me llevo la libreta, paseo y me dejo llevar. Yo necesito que lo escriba huela, y para eso necesito vivirlo. Eso se transmite después a tus lectores, pero no se hace de la misma manera. Yo pienso que uno tiene que escribir lo que vive. Aunque hagas, no sé, una novela histórica, debes implicarte de alguna forma en el paisaje, en el ambiente, en el escenario donde suceden las cosas. Una recreación histórica, pues, obviamente es más complicado, pero si lo que quieres es hacer algo actual, el camino más fácil es tocarlo, sentirlo, olerlo. De ahí nace la literatura de verdad. Lo demás son ensayos con un intento de ficción, pero no hay un subconsciente que te ayuda a crear la verdadera historia. 

Montero Glez para Jot Down

¿Hay algo de lo que se arrepienta?

Con Ceesepe tenía un proyecto que no terminamos de hacer nunca y me duele cada vez que lo pienso. Él fue un amigo, un maestro, que me abrió las puertas de su casa, de su estudio. Yo me quedaba mirándole mientras pintaba y mientras experimentaba. La idea era que nos intercambiáramos los papeles y que él escribiera mientras yo dibujara. Yo perdía el tiempo, que es otra forma de ganarlo, imaginando y creando mis primeras historias. Estando ahí, yo le empiezo a contar historias y él empezaba a flipar. Y de esa nada comencé a crear La imagen secreta. Fue gracias a él, a su estudio. Muchas veces, Alfonso, nos creemos que somos inmortales y luego la vida te arranca esa percepción. 

¿Qué autores le parece hoy en día que merezcan la pena?

Merecer la pena no merece nada en esta vida. Lo que merece es pasar un buen rato, un buen viaje leyendo literatura de verdad. De tu generación, por ejemplo, hay pocos novelistas. Hay muchos ensayistas, pero novelistas de verdad no tantos. Me gustas tú, aunque no sé si podemos decirlo, me gusta Laura Fernández, me gusta Andrea Abreu con su Panza de burro, también me gusta Carolina Saavedra, una chica que hace unos relatos cojonudos. Últimamente lo que veo es mucho ensayo y poca novela de verdad. Toda la crónica que hace, por ejemplo, Libros del KO, me gusta mucho, como lo que escribió Andrós Lozano en el libro Costo. De hecho, el tipo me llamó para que le ayudara con la documentación del libro. Creo que ha sido muy valiente y está muy bien escrito. 

¿Cómo es su método de trabajo?

Pues mira, ahora vivo en un sitio en el que no hay nada. Es una aldea en Fisterra, una docena de vecinos, sin panadería y sin nada. Vivo mucho al día, me levanto muy temprano, y lo primero que hago es algo de deporte. Hago flexiones, salgo a correr, y la verdad es que ahora mismo es mi único estímulo. Salgo de pesca, me enrolo con unos amigos que salen al pulpo y luego ya, tranquilamente, después de un buen paseo de medio día y tal, me siento y me pongo a trabajar. Pero fíjate que cuando estoy en el barco, o estoy paseando y ese rollo, es cuando más escribo. Voy haciendo en mi cabeza esquemas, historias, tramas. En el fondo estoy todo el día currando y cuando me siento a escribir ya tengo casi todo hecho en mi cabeza. Pero trabajo sentado de tarde, aunque ahora me acuesto temprano. Al día siguiente me levanto con la cabeza en donde lo dejé el día anterior. Tú sabes que cuando estamos escribiendo una novela no sale de nuestra cabeza y estamos permanentemente dentro de ella. 

¿Tiene algún lector cero?

Pues mira, desde que se murió mi querido Mario Muchnik, me he encontrado con un editor, en Navona, con un tipo fabuloso, joven, Ernest Folch, y que me ayuda a construir el libro. Es un tío estupendo que me permite enfrentarme a la novela. Es verdad que Mario fue mi padre literario, todo se lo debo a él. Pero ahora me siento muy agradecido por haberme encontrado con un editor como él, como Ernest. En las editoriales grandes las estructuras son muy rígidas, trabajan en el mundo editorial pero ya está. En cambio, las editoriales pequeñas te permiten encontrarte con gente como Folch, que puede leerse el libro y trabajar contigo codo con codo para sacar los mejor de ti mismo. 

Montero Glez para Jot Down

Mario, Dragó, Escohotado, parece como si nos quedáramos sin humanistas, sin referentes…

Prefiero pensar que no. Que hay una semilla que va a florecer en el momento menos pensado. Yo sigo siendo utópico. La verdad es que tengo la suerte de haber conocido a Dragó, por ejemplo, con el que daba gusto polemizar. Era un tipo con el que se generaba un discurso porque discutías. Yo discutía con él porque nuestros pensamientos políticos eran distintos, pero era una delicia hablar con él. La última vez que hablé con él fue cuando la moción de censura. Le llamé y le dije, mira Fernando, Vox es un invento del PSOE, porque al que realmente le interesa que exista es a ellos. Él me escuchaba en silencio, y cuando terminé de hablar, me dijo: «Todo eso, Monterito, ya lo sé. Yo ya tengo una edad y a mí todo esto lo que pasa es que me divierte». Fue el ideólogo de un espectáculo de dadaísmo puro. Pero Dragó era un fenómeno, hacía todo lo inadecuado, en sus programas cabían todos, de cualquier ideología, con cualquier cojera. Hoy en día, todo está lleno de sectarismos y de periodistas y escritores que son ideológicos antes que escritores. Dragó era inmenso. 

¿Y cómo se combate esta era de la cancelación?

Mira, yo ahí lo que veo son los discursos que son legítimos o no. La legitimidad viene de abajo. Cuando llega Maquiavelo se da la vuelta a todo eso. Ninguna lucha puede venir de arriba. Si el capital apoya el golpe, la lucha pierde toda legitimidad, pero todo lo que venga del pueblo, de la clase popular, sí que tiene opciones de cambiar las cosas. Aunque sea el capital el que manda. Desde arriba nos llevan pisando desde el principio de los tiempos. 

[Apago la grabadora y nos vamos caminando desde La Latina hasta mi casa, en Mariano de Cavia. Montero sigue escribiendo en su cabeza cada una de sus páginas. No puede dejar de hacerlo. Me impresiona ver que, al final, todos vamos colgando los guantes aunque él sea uno de los últimos, un fin de raza en esto de la literatura. Le pregunto si algo ha cambiado desde que escribió aquello de lo de Charolito. «Mira, Alfonso, yo no pude entrar en la literatura llamando a la puerta, así con los nudillos. Lo hice pegando una patada, porque treinta y tantos años después, todo esto sigue siendo así» 

Montero Glez es un escritor de Madrid, porque para él Madrid también es un género literario. La verdad es que me apadrinó cuando yo también empecé en esto y me gusta ver que, por mucha pandemia, edad, dolor o años que se le echen encima, sigue siendo ácido y puro, como si hubiera mejorado la fórmula de tanto que le han intentado joder por el camino. Es una sonrisa pícara, una mirada profunda y un sentido común los que manejan los hilos de su costumbrismo. Volverá a ensuciarse la mirada cada vez que necesite darnos un par de leches en forma de frase. Pero, sobre todo, Montero es un nexo entre el ayer y el hoy, un tipo que estuvo allí donde los otros sólo se lo imaginan, pero que todavía está aquí para recordarnos que la literatura es todo eso que baila entre nosotros, lo que se ve y lo que no, lo que nos llena, nos asusta, nos emociona y nos aterra: la vida misma].

Montero Glez para Jot Down

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7 Comentarios

  1. Manuel Queimaliños Rivera

    Echarle la culpa al PSOE por la existencia de VOX. A veces alucino con tales afirmaciones , pero supongo que es necesario una cierta forma de impresionar para parecer más interesantes a los personajes o ciertas circunstancias. Pero sigo alucinando con tales afirmaciones.
    Tiempo ha se echaba la culpa de todo a Zapatero. Por ahí andamos y así andamos desnortados. En fin…cosas de la vida.

    • Gutiérrez del Vasto

      Yo no pienso que Vox surgiera por el PSOE. Pero que Pedro Sánchez hace todo lo posible por polarizar y ahí tiene a Vox siempre presto a ayudar es una cosa que pensamos muchos.
      También lo hizo el PP con Podemos. No es una táctica política extraordinaria.

    • Don Manuel, su ingenuidad me conmueve. He sabido de un tal Alvise por Sánchez, al que le ha faltado tiempo para completar con éste último su trilogía del fango, en unión de un Vox en fase de desgaste y el desconcertado PP que no sabe como desembarazarse del trampantojo sanchista. Entre todos pergeñan el muermo nacional que nos pretende narcotizar… por lo demás, bien por todos los Montero Gzlez que se divierten desde los márgenes, salud aparte… que dure!

  2. Lucio Anneo

    La descripción de Dragó me parece justa. Se podría estar en desacuerdo con él en cantidad de cosas pero sus programas eran un ejemplo de debate plural y desprejuiciado.

  3. Pues es la pura verdad. Y lo que fue el PSOE es hoy una secta de abducidos por un psicópata, que ha destruido lo que fue un partido socialdemócrata. Y Zapatero fue aquel que decía que a ellos les convenía la tensión. Que siga en Venezuela tomando apuntes. Que a él le conviene.

  4. Pingback: La vida secreta de Roberto Bolaño / Montero Glez - Denmeunpapelillo

  5. Miguel Voxé

    Por supuesto que Vox fue una creación del PSOE. La gente no entiende como funciona la politica en este país. Aqui los partidos, los crean SIEMPRE, los de arriba. Despues nos los meten por los ojos en prensa y TV y asi se cosuma el artificio de democracia donde siempre votais a los que os proponen las elites.
    Vox en concreto, lo apoya el PSOE para dividir el voto del PP. Quien tenga dudas, que vea el programa donde Evole entrevista a Ivan Redondo. Este se niega de manera extraña a responder a las preguntas sobre Vox diciendo que las estrategias electorales, no pueden desvelarse. Y a la pregunta de porque el PSOE se niega a ir al debate electoral de TVE1, si no va Vox, tambien se niega a responder.
    Lo que dice Montero Glez y reconoce Dragó es asi.
    Pero la gente, los que votan en este pais no se enteran de nada.

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