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Interstellar: una oda a la metafísica a través de la ciencia

Interstellar. Imagen Warner Bros.
Interstellar. Imagen: Warner Bros.

Interstellar es una película cinematográfica estrenada en 2014, dirigida por Chistopher Nolan, premiada con un Óscar a los mejores efectos especiales, y dotada de una fotografía y banda sonora memorables. Las interpretaciones, también excelentes, contaron con Matthew McConaughey y Jessica Chastain, entre otros grandes actores. El dúo protagonista, padre e hija en la ficción, son quienes marcan en realidad el tema del filme, muy humano y sentido, pese a que, a priori, la presentación de los acontecimientos sea de naturaleza apocalíptica y científica. 

En un mundo futuro en el que la humanidad ha desgastado profundamente al planeta y la capacidad de este para producir suministros se acaba, resulta preciso buscar en el universo un nuevo hogar que le permita al ser humano no desaparecer para siempre. En esta tarea, la NASA quiere contar Joseph Cooper (McConaughey), antes trabajador suyo, quien vive en una granja con su hija y el padre de su esposa, que había fallecido. La empresa que se le quiere encargar va a implicar para él dejar atrás, y sin conocimiento de hasta cuándo, quizá para siempre, a sus seres queridos. Mientras tanto, en la habitación de su hija ocurren acontecimientos inexplicables, como sonidos, caídas de libros sin razón aparente o sutiles voces procedentes de detrás de la estantería. Cooper abandona su casa y emprende el viaje interestelar, en que el factor tiempo es determinante. Ha de dirigirse, junto con sus compañeros, a un agujero negro para atravesar el universo y llegar a un planeta que al parecer es compatible con la vida humana. Tras varios intentos e intrigas entre los viajeros, el pliegue del espacio-tiempo produce sus efectos, y una hora en aquel planeta implica el paso de años en la Tierra. La hija de Cooper dio por perdida la posibilidad de volver a ver a su padre y, ya adulta, convertida en científica, siguió en esa búsqueda de la supervivencia. 

El extremo más relevante de la película, desde mi punto de vista, no se encuentra tanto en el efectivo descubrimiento de un planeta, como así ocurre, que permita a la humanidad existir allí y abandonar la que fue nuestra casa, ya agónica, sino en la revelación de que, a través del plano temporal, Cooper, más allá de aquel agujero negro, llegó a otra dimensión de la realidad, retrocedió al pasado en el que su hija, entonces pequeña, se estaba despidiendo de él, y era el propio Cooper quien enviaba los mensajes a su hija a través de aquellas señales presuntamente paranormales, al punto de poder trasladarle, por medio de una conexión indudablemente emocional entre padre e hija, pues ella supo identificar que era su padre quien le estaba hablando, las pautas y coordenadas precisas para que ella pudiera ejecutarlas en su tiempo, en su realidad, y así salvar la humanidad. Como sabemos, la película acaba con el emotivo encuentro, tras una proyección de Cooper al plano físico, entre padre e hija: él, un hombre joven, tal y como se había ido, y ella una mujer ya anciana, en su lecho de muerte, pero muy reconocida por haber sido la salvadora de la civilización humana. 

Este planteamiento me lleva a considerar el importante mensaje del filme, y que se adentra en la verdadera naturaleza del ser humano, no limitada al aspecto científico, por muy desarrollado que esté. Es más: una conclusión relevante de la película es que esa ciencia, imprescindible para la existencia y evolución de la especie humana, a medida que avanza, va a conseguir dar respuesta, evidenciar o sacar a la luz aspectos esenciales de nuestra naturaleza, que, aunque no sean materiales, nos definen como seres. Lo que hoy es inexplicable, e incluso calificamos de paranormal, mañana será un hecho irrefutable. El control de las dimensiones, el manejo del tiempo, el descubrimiento de que la vida es susceptible de manifestarse en diversos planos, será incontrovertido al contar con evidencia científica; en efecto, comenzamos a verlo por medio de la teoría de la relatividad de Albert Einstein y el desarrollo a marchas forzadas de la física cuántica. La obra de Julio Verne también es significativo de ello: el paso de la ciencia ficción a la realidad con el devenir del factor tiempo. Y, sobre todo, el aspecto emocional funcionará como un elemento no solo básico del ser humano, sino de cohesión entre todos aquellos planos que a día de la fecha no podemos entender, por cuanto no existe verificación científica plena, pero sin que ello signifique que no sea tan real como lo que percibimos por el solo hecho de no poder comprenderlo en el momento presente. 

Se puede concluir perfectamente, desde una consideración filosófica, que esta película es una oda a la metafísica, y por ello tiene un componente rebelde. No se trata de quedarnos en la superficie, solo con el argumento del viaje espacial y el descubrimiento de nuevos mundos, en una especie de reedición de la travesía de Cristóbal Colón. La película nos habla de un viaje, así es, pero de otro tipo y mucho más importante: hacia el verdadero conocimiento del valor del ser humano para saber quiénes somos realmente, y darnos la definición perfecta. Cuando nos adentramos en estas cuestiones, buscando el concepto de ser y de esencia, y descubrimos otras vías intelectuales para llegar a conocernos, estamos en el terreno, propiamente, de la metafísica. Por ello, Interstellar cuenta con un componente revolucionario en unos tiempos como los actuales en los que se tiende a la simplificación, a lo material, a lo que sucede al minuto, a la inmediatez, y a no ver, ni preguntarse, si detrás del velo de lo cotidiano no habrá una verdadera realidad, mucho más profunda y diversa. 

Tristemente, el no tener la capacidad para plantearse estas cuestiones conlleva, sin duda, a un conocimiento muy limitado y abre la vía a la posibilidad de manipulaciones permanentes de la especie humana, dormida en un sueño dogmático, del que algunos pensadores sí quisieron despertar, como Kant

Si esta perspectiva se lleva al derecho, nos encontramos con que la consideración de esta materia restringida al tenor literal de las normas escritas lleva a un concepto de lo jurídico tan sumamente simplificado que, siendo una verdad a medias, resulta incierto. 

De la misma manera que la ciencia es el instrumento esencial para conocer la realidad, y llegar a la verdad, el derecho positivo es la herramienta de la justicia verdadera. No un fin en sí mismo, sino el medio para llegar a la solución de la controversia, a la reparación del daño o al castigo del culpable. La norma positiva, escrita, por sí sola, no es suficiente para conseguir esos resultados. Cualquier ley que no se base en principios supranormativos, que se encuentran en un ámbito filosófico, ético, será el medio para producir un efecto que no podremos calificar como justo, pues responderá a otro tipo de motivaciones. No debe olvidarse que cuestiones tan esenciales como los derechos humanos, los derechos fundamentales, antes de plasmarse en una norma escrita, en cualquier constitución y desde ahí en las normas que fluyen en el ordenamiento jurídico, han nacido de movimientos filosóficos, intelectuales, propiciados por las circunstancias de cada momento histórico. Es posible la existencia de leyes que propugnen como legítimos ciertos hechos, siéndolo así superficialmente, pero bajo el prisma ético, resultan ser todo lo contrario. De ahí las normas que llevan a consecuencias prácticas incomprensibles, y a la necesaria intervención de las tareas interpretativas de la ley por parte de quienes han de realizar dicha función, que no tiene sino por objeto permitir que la justicia verdaderamente se produzca. 

La desunión entre ética y derecho positivo nos lleva a una perspectiva irreal de lo jurídico, en cuanto que fragmentaria, incompleta. El derecho es la combinación de ley y ética, de derecho positivo y derecho natural. Cuando ambos planos jurídicos se desvinculan su consecuencia es notable: la injusticia, en forma de efectos que no pueden explicarse sino desde un origen que no obedece a motivos desinteresados ni responde al interés general, produciendo un daño social difícilmente reparable. 

Si Interstellar mostró que la realidad está compuesta por algo que trasciende a lo material, y que solo siendo conscientes de ello la explicación de la propia condición humana y de los hechos del mundo puede ser plena, la misma enseñanza debe aplicarse a la materia jurídica: el derecho es mucho más que la norma escrita. Es un reflejo de la propia naturaleza humana y de la sociedad, la combinación de principios y valores trascendentes en un cuerpo normativo que les dota de eficacia. Y un cuerpo sin alma nunca será un ser humano. 

Tenemos que ir más allá de nuestra propia existencia. No podemos pensar como individuos, sino como especie.

 Siempre nos hemos definido por la capacidad de superar lo imposible. Y contamos estos momentos. Estos momentos cuando nos atrevemos a apuntar más alto, para romper las barreras, para alcanzar las estrellas, para hacer lo desconocido, conocido.

Cuando naciste, tu madre me dijo algo que nunca entendí. Me dijo: «ahora estamos aquí para ser los recuerdos de nuestros hijos. Creo que por fin entiendo lo que quería decir. Cuando eres padre, eres el fantasma del futuro de tus hijos.

El amor es lo único que somos capaces de percibir que trasciende las dimensiones del tiempo y del espacio. A lo mejor debíamos creer en eso aunque no alcancemos a entenderlo aún.                                                                         

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3 Comments

  1. Me quedó grande la analogía entre la metafísica de Interstellar y la metafísica del Derecho…Confieso que no soy capaz de comprender cómo la ciencia ficción puede dar pie a la ciencia jurídica o, dicho de otra manera, qué elementos contenidos en la primera pueden dan lugar a una concepción ética de la segunda. Agradecería ser esclarecido por el autor o por alguien en este punto.

    • A mí la impresión que me dio es que el Derecho es el área de mayor conocimiento o interés del autor, por eso su disquisición derivó hacia allí. La otra forma de decirlo es que trajo a colación el Derecho porque le dio la gana.

  2. La relación entre Interestellar y la apología del supremacismo de los jueces que predica el autor es tan exigua que no cuela. No, los jueces a aplicar las leyes en su literalidad. Si una ley exige múltiples interpretaciones la ley está mal hecha. Pero las leyes, la política y la filosofía, en democracia, las hace la ciudadanía, o sus representantes políticos, no los jueces. Demasiados jueces con ánimo de Salvador de la patria estamos sufriendo hoy en día, y demasiado lawfare.

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