Cine y TV

‘Star Wars: The Acolyte’. De samuráis pasados y presentes (1)

The Acolyte. Imagen Disney+.
The Acolyte. Imagen Disney+.

La guerra de las galaxias nunca fue una película futurista. Ya, ya sé, puede parecer una obviedad (o no), pero no está de más recordarlo. Porque la saga que transcurre en ese indeterminado «Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana» no está constituida como utopía (Star Trek), distopía (Black Mirror) o ucronía (Para toda la humanidad), sino como colección de mitos y leyendas. Más cercana, en realidad, a la Tierra Media de Tolkien o al Poniente de Juego de Tronos que a la ciencia ficción pura. Aunque, en realidad, ¿qué importa eso?, se preguntarán ustedes (o tampoco). Pues ante el estreno de The Acolyte, la nueva serie de Star Wars situada un siglo antes de La amenaza fantasma, esta diferencia entre futuro y pasado resulta fundamental.

La galaxia de George Lucas siempre ha sido un terreno fértil para el juego genérico: aventura, fantasía y ciencia ficción se han dado la mano con el wéstern (The Mandalorian), el thriller político (la novela Linajes), el cine bélico (Rogue One) o el melodrama (casi siempre). ¡Si hasta el viejo universo expandido se permitió una novela canónica de zombis en medio de una prisión espacial! Pero hay dos géneros narrativos que han marcado a la saga desde su misma concepción: la space opera al más puro estilo Flash Gordon y el jidaigeki, o cine de época japonés. En concreto, Lucas se nutrió del subgénero de este último conocido como chanbara. En otras palabras, las películas de samuráis. Tanto es así que se podría describir a La guerra de las galaxias (1977) como la improbable hija posmoderna de Alex Raymond y Akira Kurosawa. Y créanme que no se trata de una crítica, sino del más alto elogio que este cronista podría conceder.

Pero lo cierto es que, como era de esperar, a base de secuelas y expansiones sucesivas, la galaxia creada por Lucas fue cobrando vida y desarrollando una identidad propia más allá del pastiche; y, en el camino, la sombra de Kurosawa (y de otros como Kenji Misumi, Shintaro Katsu o Masaki Kobayashi) se fue diluyendo poco a poco al tiempo que se incorporaban esas otras influencias antes mencionadas (a veces, todo hay que decirlo, con notable fortuna). Sin embargo, hace un par de años el cortometraje animado The Duel y la novela Ronin, situados fuera de la cronología oficial, demostraron que había aún muchas posibilidades en la exploración de aquella fórmula original de samuráis espaciales.

Es en ese terreno de tono y género donde Leslye Headland ubica The Acolyte. Al situarse un siglo antes de la primera película, la creadora lanza una mirada retrospectiva dentro de la narración, pero también fuera de ella. Al fin y al cabo, también hace casi medio siglo del estreno de La guerra de las galaxias, y solo con la perspectiva que concede la distancia se pueden apreciar los cambios y evoluciones que ha experimentado la franquicia. Con esto en mente, ¿qué mejor forma de mostrar el pasado ficticio de Star Wars que bebiendo del pasado extradiegético de la misma? Por decirlo de otra forma: ¿qué aspecto y qué tono iba a tener la prehistoria de la saga sino el de las propias películas que ayudaron a inspirarla? Así pues, sí: The Acolyte late y respira como una película de samuráis de Akira Kurosawa. Bastarda y mestiza, quizá (hay en ella tanto de wuxia, o cine chino de artes marciales, como de chanbara; hay, si me apuran, hasta un poquito de murder mystery en los primeros compases de esta primera temporada), pero no por ello menos sincera y estimulante. Personajes como el maestro Sol (Lee Yung-Jae) o la padawan Jecki Lon (Dafne Keen) podrían haberse escapado sin más de La fortaleza escondida (Kurosawa, 1958); y, pese a las hipertecnológicas naves espaciales y las espadas de luz, hay en la atmósfera del planeta Olega o incluso del ya conocido templo Jedi de Coruscant un indescriptible aire de pasado, gracias a una feliz conjunción entre el diseño de producción, la fotografía y la música de Michael Abels, que suena más a John Williams que casi cualquier otro compositor de la franquicia (con permiso de Kevin Kiner).

¿Se trata, entonces, de algún tipo de retorno a las esencias, o de ejercicio de nostalgia como tantos de los que pueblan ahora las plataformas de streaming? A juzgar por los dos primeros episodios, no lo parece. Al contrario, Headland utiliza este pasado para liberarse de ataduras y servidumbres: ni cameos fáciles, ni guiños indiscriminados, ni esa constante y a veces molesta tendencia de tantas precuelas a atar cabos de manera compulsiva. Y, desde luego, no parece que la showrunner esté por la labor de hacer concesiones a ese molesto fandom retrógrado que clama por una visión conservadora, reaccionaria y fosilizada de la saga. The Acolyte narra su propia historia, o eso parece de momento. Una historia de venganzas, misterios del pasado y secretos del presente. De afectos reprimidos y sentimientos traicionados. Y la cuenta a su modo, sin buscar el guiño cómplice y sin penalizar al espectador neófito, por más que uno pueda intuir que lo que se siembre ahora lo cosecharán, de forma directa o indirecta, los héroes y villanos de La amenaza fantasma cien años después. Aquí nada tiene que rimar (a diferencia del gran poema épico que suponían las nueve películas de la saga Skywalker y su estructura de eternos retornos), y eso significa que cualquier cosa puede suceder. Por eso, la serie protagonizada por una enigmática Amandla Stenberg se siente como un soplo de aire fresco, un nuevo comienzo en el mejor de los sentidos, cargado de promesas, misterios y posibilidades. Si tan solo un puñado de ellos acaban dando su fruto, el viaje habrá merecido la pena.

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4 Comentarios

  1. El comentario de turno defendiendo al discurso progre metido con calzador, acusando al resto de conservador y reaccionario. De manual

  2. Transeunte

    Ayer vi el primer episodio de la serie. Y hoy he leido esta critica, con bastante interes por ver si mis impresiones se veian reflejadas. Y las sensaciones son dispares.
    Voy camino de los 49, y me enorgullezco de haber visto en el cine las nueve peliculas principales, incluyendo el «Ep. IV: Una nueva esperanza», cuando aun era «La guerra de las Galaxias» a secas, y yo era un bebe que llamaba a gritos «mira, los teleñecos!» a los músicos de la cantina de Mose Isley (verídico, por lo que cuenta mi madre). Esto lo cuento para que me ubiquen como parte del «Fandom tradicional» de STAR WARS: un fandom exigente y gruñón (a Jar Jar Binks todavia le tienen que pitar los oidos, y a Lucas con el), pero hambriento de nuevos contenidos que amplien ese universo maravilloso con el que crecimos, y por los que siempre acabamos perdonando «esas otras cosas» que nos cuelan. En la trilogia de las precuelas fue la sobredosis de politica, y las explicaciones peregrinas sobre algo inexplicable como es la Fuerza (los midiclorianos, recuerdan?). Todo aquello se protesto en aquellos foros donde se podia protestar, y luego.. pues bueno, se termino asimilando y ahora vemos las precuelas con nostalgia, como si fueran mejores de lo que siempre han sido.
    Los episodios VII, VIII y IX ya introdujeron «esas otras cosas» otra vez, pero las «otras cosas» eran de otro tipo: ahora se empeñaron en inventar personajes femeninos fuertes y protagonistas, porque se ve que en los 70 y 80 no existían ese tipo de personajes (hola Ripley, hola Leia, hola Sarah Connor). Y lo molesto -creo yo- no fue que introdujeran esos personajes, sino que pretendieran inventar la rueda con ello, adoptando un papel mesianico, de abanderados de no-se-que causas, que nadie en el Fandom de Star Wars -cre0- necesitaba ni entendia.
    Esto se ha acentuado con las series. A medida que avanza esta tercera década de siglo, la inclusion se ha vuelto tan inclusiva que las cuotas no dejan respirar. En este primer capitulo de «The Acolyte» no hay ningun hombre blanco (salvo un tipo que resulta ser un delincuente peligroso y ademas traidor). Pero bueno, hasta aqui bien. No me molesta que la protagonista sea una chica (ademas, la actriz elegida inspira cierta simpatia natural, asi que puede que la serie este bien despues de todo), ni muchisimo menos que sea negra. Ni que todos los puestos de poder los ocupen mujeres…. ni siquiera puedo decir que me haya molestado el breve comentario sobre el pasado de la protagonista, «cuyas dos madres murieron en un incendio…». No, no me molesta ni creo que le moleste a nadie normal. Pero creo que a estas alturas resulta ridiculo tanto calzador. Obviando el hecho de que la directora de la serie es gay (con lo que podemos ser un poquito malos y pensar que no solo le mueve el interés de la trama) Cuando escuche lo de las dos madres pense que estaba escuchando la parodia de South Park sobre los programas woke, me hizo mas gracia que otra cosa.

    En resumen, que la serie puede que este bien. Que la vere entera, porque sigo amando Star Wars «A PESAR DE», y no «GRACIAS A» lo que nos meten entre medias, y eso no me convierte en un retrogrado ni nada por el estilo. Yo no hago de mi vida un acto politico, y me resulta facil ver estos programas sin enfadarme o sentirme molesto. Pero al menos, permitan que me ria un poquito de tanto ridículo.

  3. bartleby heredia

    Vamos a ver, oiga, cronista, los mitos que ha creado La Guerra de las Galaxias son reaccionarios por definición puesto que son pilares fundacionales de todo el fandom de esta saga. Su renovación es imposible y su revisión un anatema. No entiendo esa obsesión con el revisionismo woke de esta showrunner. A no ser que el negociete se esté tambaleando. Entonces sí que podría entenderlo.

  4. Pingback: ‘Star Wars: The Acolyte’. De presentes, pasados y samuráis (y 2) - Jot Down Cultural Magazine

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