El Camino de los Faros, conocido en la lengua vernácula como O Camiño dos Faros, es una ruta que bordea la Costa da Morte en la terra dos riquiños. Aunque este camino no es tan antiguo como otros recorridos del Camino de Santiago, su historia y su concepción están impregnadas de un misticismo y una belleza que remontan a tiempos inmemoriales. Las primeras menciones formales del Camino de los Faros como una ruta específica son relativamente recientes, datando de principios de este siglo. Sin embargo, los senderos que lo componen han sido utilizados durante siglos por los pescadores, marineros y lugareños que recorrían estas tierras para conectar las numerosas aldeas pesqueras y faros que jalonan la costa. Estos caminos ancestrales eran vitales para la supervivencia y la comunicación en una región conocida por su dureza y aislamiento.
Recorrer la Costa da Morte, cuyo nombre evoca la peligrosidad de sus aguas y la cantidad de naufragios ocurridos en sus costas, es un viaje cultural, gastronómico y espiritual. En esta tierra de leyendas, los romanos, al llegar a este extremo del mundo conocido, lo consideraban el «finis terrae», el fin de la tierra. Los celtas, antes que ellos, ya veían esta región como un lugar sagrado, donde el sol se hundía en el océano y las almas se aventuraban hacia el más allá. Esta atmósfera de misticismo y peligro se ha mantenido viva en la conciencia de los gallegos y se refleja en el recorrido del Camino de los Faros. A diferencia de otros caminos jacobeos, el Camino de los Faros no es una ruta de peregrinación religiosa oficial, sino una experiencia que fusiona la naturaleza salvaje con la historia y la cultura local. La ruta recorre unos 200 kilómetros desde Malpica hasta Finisterre, llevando a los caminantes por senderos escarpados, playas solitarias y acantilados impresionantes. Cada faro que se encuentra en el camino, desde el Faro de Punta Nariga hasta el Faro Fisterra, actúa como un hito, no solo geográfico sino también espiritual.
El establecimiento del Camino de los Faros como una ruta reconocida se debe en gran parte a los esfuerzos de asociaciones locales y amantes de la naturaleza que, en 2012, comenzaron a promoverla como una forma de redescubrir y preservar el patrimonio natural y cultural de la Costa da Morte. Desde entonces, la ruta ha ganado popularidad y ha atraído a aventureros de todo el mundo. Entre los famosos que han recorrido los 200 kilómetros del Camino de los Faros se encuentra el célebre escritor Manuel Rivas, quien ha elogiado la ruta por su capacidad de conectar al caminante con la esencia de Galicia, con su naturaleza indómita y su historia milenaria. Rivas ha señalado en varias entrevistas que caminar por el Camino de los Faros es una forma de «volver a las raíces» y experimentar la Galicia profunda.
Una de las anécdotas más interesantes del Camino de los Faros se refiere a los tesoros ocultos y naufragios. En las costas de la Costa da Morte se han encontrado restos de innumerables barcos que datan de diferentes épocas. Uno de los más famosos es el naufragio del buque británico The Serpent en 1890, donde murieron 173 marinos y cuya tragedia se recuerda aún hoy en la región. Los faros de la ruta no solo servían para guiar a los marineros, sino también como puntos de referencia para aquellos que buscaban rescatar las riquezas perdidas en las profundidades del océano. El Camino de los Faros se distingue de otras rutas no solo por su carácter no religioso, sino también por la naturaleza de su desafío. La ruta exige una gran resistencia física y mental, debido a su terreno accidentado y su clima impredecible. Los caminantes deben estar preparados para enfrentarse a fuertes vientos, lluvias repentinas y largas jornadas sin apenas señales de civilización. Esta dificultad añade una pátina adicional de respeto y admiración hacia aquellos que completan el camino.
Una gran diferencia de esta ruta con respecto a los itinerarios clásicos radica en la conexión íntima con el mar. Mientras que otros caminos de Santiago pueden llevar a los peregrinos a través de montañas, mesetas y campos, el Camino de los Faros se adhiere férreamente a la costa, ofreciendo vistas inigualables del Atlántico y una experiencia continua del entorno marino. Los caminantes no solo atraviesan paisajes naturales impresionantes, sino que también interactúan con la rica vida marina y aviar de la región. El Camino de los Faros, aunque joven en su reconocimiento formal, se ha convertido en un símbolo de la resiliencia y la belleza de Galicia. Es una ruta que ofrece no solo una aventura física, sino también un viaje espiritual y cultural. Para aquellos que buscan una experiencia auténtica y desafiante, el Camino de los Faros es un tesoro escondido esperando ser descubierto.
Este camino, que ciertamente está ganando en popularidad, es el fruto del empeño de unos jóvenes de Carballo, capital de la comarca de Bergantiños, a la cual pertenece Malpica de Bergantiños, y de otros de la localidad marinera, que un día, reunidos en la terraza Da’Roda, un local de Malpica, se propusieron medio en broma medio en serio realizar la dicha ruta, por donde ciertamente no había nada o casi nada de infraestructura para acoger a los caminantes. Hoy es una ruta hermosa, pero solo para los meses de julio y agosto, porque no es un camino para recorrer con las inclemencias del tiempo gallego, máxime cuando su trazado va en paralelo a la costa, sorteando parajes bellos pero no aptos para todos los caminantes.