Esta es la historia de una ruptura grandilocuente, de una ruptura que puede situarse en el sector de las catástrofes que no tienen explicación lógica, de una ruptura sin elementos suficientes para romper un nexo sólidamente establecido, sancionado no solo por sus dos componentes, sino por su entorno más cercano; sus familiares, amigos y compañeros de trabajo. Enumeraremos los hitos más representativos del proceso, no necesariamente en orden cronológico, intercalando, cuando sea indispensable, algunas aclaraciones o complementos.
Sinopsis
Una sinopsis no apresurada podríamos componerla diciendo que hablaron de una mujer muy alta, y fui a verla. Con las mujeres altas se baila bien, se viaja bien, quedan bien, te hacen quedar bien. A veces, sin embargo, se trata de seres deslucidos, de naturaleza olvidada, que solo son buenos si se ven por detrás, vestidos. Pero aquí el material era de calidad; una hembra cómplice, divertida, proclive a la perplejidad espontánea y un aspecto general barcelonés que hubiera complacido a mis queridos padres. Pero se malogró pronto. Sería su relación con Blatta, sería la ingesta desaforada de taxina o serían las secuelas de aquel atropello por una Berlingo, pero la cuestión es que la perdí. ¡Pero, ojo, me olvidaba!, contrajimos matrimonio, una boda relámpago, muy oportuna, que me ha permitido disfrutar de los pingües beneficios del negocio familiar: un moderno taller dedicado a la fabricación de Bupis, esas braguitas de espuma coloreadas, velcradas, de carácter superficial.
Blatta (del latín blatta, ‘cucaracha’) es un género de insectos blatodeos de la familia Blattidae (cucarachas). En él se incluye la especie Blatta orientalis, una de las cucarachas domésticas más comunes y más difundidas por todo el mundo.
Taxina es el nombre de un tóxico que se encuentra en diversas especies de tejo. El tóxico se localiza en varias partes del árbol, pero la mayor cantidad está en las semillas.
Bupis, denominados inicialmente Boopies, son unas braguitas decorativas que se sujetan mediante velcro sobre pantalones y leggins. Se comercializan en pequeños paquetes de siete unidades, recordando los siete días de la semana y que las braguitas convencionales se acostumbran a cambiar a diario. Bupis es una marca registrada por el filólogo, escritor y ornitólogo Francisco Ferrer Lerín.
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Daré ahora, como ya he anunciado, una relación de episodios que resulten significativos para delimitar el campo de actuación, las coordenadas que enmarquen los, a veces extraños, movimientos que cualquier relación sentimental acarrea y que, en este caso, cobran gran protagonismo no exento incluso de singular virulencia.
Invito a Minerva
Invito a Minerva Zafiro Olcina a un fin de semana en el cementerio de Canfrán Quemado. La animo explicándole que he adquirido el nicho contiguo y que así el espacio resulta confortable. Pero obtengo una negativa, una excusa que parecería extraña si uno no tuviera buena memoria y recordara lo que fue motivo de controversia en los inicios de nuestra relación. Las blattas. Su incompatibilidad con ellas. Así formula la queja: «Debe haber mucha blatta por allí ahora». Quizá, después de todo, no se cierre en banda; «ahora» abre la esperanza, por ejemplo, a una cita en el marco de un otoño fresco sin acompañantes.
Visita accidentada
Sonó el timbre, abrí la puerta y, aunque el rellano estaba a oscuras, supe que era Minerva Zafiro. Muy elegante, zapatos rojos de lamé, abrigo ceñido blanco de España, entró en el salón luminoso admirando ciertos cuadros y, segura de sí misma, hizo una leve reverencia ante la menorá de cobre. Descubrí entonces un segundo perro. Ambos atados a la misma correa que sujetaba con la punta de los dedos de su mano derecha enguantada. Dijo que era salchicha, pero divertido, descubrí que no se trataba de un perro salchicha, sino de una salchicha, como esas grandes de queso alemanas que venden en Mercadona; eso sí, provista de minúsculas patas que apenas utilizaba dada su condición reptante. Minerva, apoyada en la mesa granadina, habló de Amorim mientras yo, cautivado por la salchicha, recordaba el ejemplar de eslizón ibérico, Chalcides bedriagai, ese cilíndrico reptil que encontré muerto, el pasado martes, en el barranco de Atarés. Y unas cosas y otras me llevaron a pensar en aquel manuscrito de Enrique Amorim, quizá Horizontes y bocacalles, lleno de tachaduras, que hallé en la biblioteca de mi abuelo, y en la duda suscitada ante los atropellos de culebras de Esculapio. Minerva se dio cuenta de que no le prestaba la atención que merecía y me abofeteó con un enema que extrajo del bolso de Prada.
Argumentum herpetologicum. Nunca sé si el hecho de encontrar culebras de Esculapio atropelladas debe ser motivo de alegría o de tristeza. Cada accidente permite comprobar que aún existen ejemplares de esta rara especie, pero supone un tributo excesivo para el mantenimiento de una población viable. (Culebra de Esculapio: Elaphe longissima).
Mi jefa
Parece ser que conducía Minerva Zafiro y yo iba, absorto, en el peligroso asiento del copiloto. Dice que se le nubló la vista y, ante la perspectiva de chocar contra un fresno, pisó el freno con tanta fuerza que el pedal perforó el suelo y salió rodando por la carretera hasta caer dentro de la madriguera de unas comadrejas —Mustela nivalis—. Nadie cuenta lo que fue de mí. La condición de absorto no invalida la posibilidad de tener buenos reflejos. Quiero decir que pude abrir la puerta y saltar antes de que se produjera el fatal desenlace. Porque no fue un fresno lo que se interpuso en nuestra trayectoria sino una tienda de las que compran oro. La tienda en la que yo trabajaba como dependiente. Y de la que Minerva era la propietaria. Regresábamos de una excursión por los cementerios de la provincia. De arrancar muelas y algunos puentes.
Estrangulación de Minerva Zafiro; maniobra denominada la Niña Bonita
Llevaba cuarenta años sin apretar un cuello. Me refiero a un cuello joven femenino con resultado de asfixia. Fue pues un día grande este domingo cuando se lo propuse a Minerva y contestó alborozada que lo llevaba esperando desde hacía mucho tiempo. No hubo problemas en la elección del escenario y tampoco en la elección de la postura. A ambos nos pareció de perlas la catedral de Jaén, en concreto la sacristía. Y en cuanto a cómo colocarnos, quiso algo tradicional, sentada, y yo detrás de ella, situados frente a la cornucopia de la derecha, la que utilizan para contemplarse de cuerpo entero. Todo fue estupendamente. Yo no había perdido el tino. Cuando se amorató en exceso disminuí la presión hasta que, ya muy relajada, se me quedó dormida. Di al sacristán, un anciano muy amable, una propina generosa, y lo invité, aunque rehusó, a acompañarnos a Chotaza, en la vecina Martos, a tomarnos unos churros, que a Minerva es que le encantan.
M. Z. O.
Aparecías sin aparecer. No te veía, pero sabía que eras tú quien estaba allí. Era feliz sabiendo que compartías mi vida. Aunque nunca fuéramos a convivir. Quizá eran los grandes problemas familiares de los que se hablaba en voz baja y que no podías desatender. O quizá la imposibilidad que tú conocías. Mi imposibilidad genésica que pese a todo te asustaba. O te apartaba inconscientemente. Quiero decir que nunca hablábamos de ello. Que no era algo importante. Que a nosotros no nos incumbía. Que eran asuntos de otra clase de personas. Clase baja. Gente de aluvión. Como la que se veía en los veranos. Y fue en esos años cuando ya no quise publicar más. No solo por las presentaciones y demás actos sociales. Es que me molestaba el hecho mismo de que se divulgaran nuestras cosas. Porque entonces todo lo que yo escribía era sobre ti. Era gracias a ti.
(Continúa)
