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Bridgerton: tacitas en la ucronía (y 2)

Los Bridgerton. Imagen: Netflix.
Los Bridgerton. Imagen: Netflix.

Viene de «Bridgerton: tacitas en la ucronía (1)»

Te doy mi corazón audiencia

En Hollywood siempre ha existido la idea de que los productos orientados a consumo femenino son menos rentables que los que se preparan explícitamente para el masculino. La idea es que las mujeres siempre consumirán, más o menos, algo destinado a hombres, pero esto nunca pasará a la inversa. Sin embargo, en Estados Unidos, un 18 % de los lectores de novela romántica son hombres, un género que, además, ha experimentado crecimientos de en torno al 50 % en los últimos años. El éxito de Los Bridgerton es a la vez un ejemplo de esta «burbuja del romanticismo» y un refuerzo para la misma. 

Durante las tres primeras semanas del estreno de sus temporadas, la serie ha ocupado consistentemente el primer puesto en cerca de un centenar de países. La primera temporada, además, catapultó a su protagonista masculino, el hasta ese momento poco relevante Regé-Jean Page, a las apuestas para encarnar el próximo James Bond. —Su abandono de la serie, sin embargo, no le ha reportado el éxito que esperaba—. Maravillosamente divertida, brillante, suntuosa… Por una vez, la crítica avaló el gusto del público y la consagró como el prototipo para las series de época británicas… en las que, además, los personajes racializados participaban sin ser sirvientes o esclavos. 

La repercusión cultural también fue enorme. Por ejemplo, una de las escenas —en la que Daphne fuerza a Simon a eyacular en su interior para forzar su embarazo— aún resulta polémica, al representar un acto sexual no consentido, sufrido en esta ocasión por un varón. Aunque no se abordó en su momento, en posteriores entregas y muy en especial en la tercera, el consentimiento se ha llevado a un primer plano en todas las relaciones que se han mostrado.

En la segunda temporada, estrenada en marzo de 2022 se adaptó El vizconde que me amó, uno de los títulos más queridos para las lectoras. Descontada la sorpresa inicial, la recepción fue ligeramente más tibia entre los fans, aunque todas las críticas apuntan a que las dinámicas en la relación entre Anthony y Kate resultan más inteligentes y emocionalmente complejas que las equivalentes de la temporada previa, suscribiendo un fenómeno que se asentaba más allá de su impacto inicial. También se destacó que la carga sexual, siendo aun relevante y explícita se había relajado respecto a su predecesora.

Existe un chascarrillo que afirma que Shonda Rhimes es la reina Carlota, tanto en el sentido figurado como en el auténtico, ya que el personaje no tiene la relevancia en la obra escrita que tiene en la serie. Todo el mundo la interpresa como una especie de avatar suyo en medio del sofisticado mundo la Regencia. No es de extrañar que estuviera interesada en desarrollar al máximo su figura, cosa que hizo a través de una novela coescrita con la misma Julia Quinn, que inmediatamente se adaptó a la pantalla como spin-off con el nada engañoso título de La reina Carlota: una historia de los Bridgerton —2023—.

La precuela cuenta las visicitudes del matrimonio acordado entre Carlota —India Amarteifio— y Jorge III —Corey Mylchreest— y, simultáneamente, los problemas contemporáneos a la serie principal que la reina tiene con sus hijos de cara a disponer de un heredero —heredera en último término—. Fue recibida con entusiasmo, ocupando puestos privilegiados entre lo más visto del año y funciona perfectamente como complemento a Los Bridgerton.  Aquí, la misma Rhimes actúa como showrunner y profundiza tanto en temas tan humanos como la enfermedad mental como sociales, al mostrar una sociedad en transformación hacia la diversidad multicultural y multirracial, un relato tan emocionante como alejado de la triste realidad histórica.

Seduciendo a Mr. Thompson Bridgerton

Siguiendo la lógica, la tercera entrega de Los Bridgerton debía haber adaptado el tercer libro —Te doy mi corazón, 2001—. Pero en abril de 2021 ya se había anunciado que habría al menos cuatro temporadas y la inexorable dinámica de las plataformas decidieron a Shondaland a forzar una renovación sorpresa. Así, se cambió al showrunner y guionista principal, puesto que ahora ocupa Jess Brownell —responsable de otro de los títulos de la productora, la miniserie ¿Quién es Anna?, 2022— y el foco se desplazó a la historia del cuarto miembro de la familia, Colin… O, para ser más exactos, en el personaje con más fuerza del elenco: la magnífica y entrañable Penélope Featherington, el alter ego de lady Whistledown.

Desde el principio de la serie, la imponente Julie Andrews, —con quien Rhimes trabó amistad mientras rodaba su guion para Princesa por sorpresa 2— da voz a lady Whistledown, cuyo poder entre la sociedad solo es comparable a la de la mismísima reina. Poco se imaginan que la persona tras el simultáneamente temido y amado boletín de cotilleos es la hija menor de los Featherington, cuyo físico la aparta de toda posibilidad de un matrimonio provechoso. La temporada anterior la dejamos tras perder su mejor apoyo, Eloise Bridgerton —Claudia Jessie—, quien descubrió su secreto y, tras malinterpretar el intento de aquella por salvarla, rompió su amistad.

La adaptación de Seduciendo a Mister Bridgerton, cuarta novela, se inicia con la soledad de Penélope y el terrible destino que la aguarda al tener que consagrarse al cuidado de su madre —la histriónica, pero siempre eficaz Polly Walker—. Soledad que no encuentra solaz ante el regreso de su amor secreto, Colin Bridgerton. Este llega a ofrecerse a ayudarla en un último intento por encontrar un marido para ella, descartando el amor como factor relevante. En ese proceso, Colin va lentamente descubriendo que la mujer inteligente, sensible y valiente que considera una hermana más puede despertar en él un inesperado tipo de sentimientos…

El principal reproche a esta temporada es que es en exceso dispersa, ya que abre muchísimas líneas argumentales, que restan mucho aire al desarrollo de la principal. Así, asistimos a los matrimonios de las otras dos hermanas de Penélope, que actúan como alivio cómico en su empeño por engendrar al siguiente lord Featherington; a los eróticos encuentros de Benedict Bridgerton —Luke Thompson—, que le harán ampliar su concepto de la sexualidad y que, sin duda, es la trama más extemporánea y menos apreciada; a los esfuerzos de dos recién llegados, los Modrich, para encajar en su nuevo mundo; al fulgurante compromiso de Francesca Bridgerton; a los intentos de la propia Penélope por restablecer su amistad con Eloise, y alejarla de la temible Cressida Cowper —Jessica Madsen—; y, por supuesto, a los planes para descubrir a lady Whistledown por parte de la reina Carlota, que considera que aquella cuestiona su poder.

Si Brownell, la showrunner, es capaz de sostener todos estos platos danzando en el aire es en parte gracias a la poderosa química que se desarrolla entre Luke Newton y Nicola Coughlan. En todo momento, la pareja consigue transmitir tal grado de complicidad, afecto y, cuando llega el momento, pasión, que inmediatamente se ganan toda la atención del espectador. Coughlan recibió numerosos ataques durante las primeras temporadas debido a su físico pero, lejos de amedrentarse, decidió incluir su desnudez como una reivindicación de la belleza de su cuerpo, muy superior a los estrechos parámetros de algunos.

Dos escenas de sexo protagonizadas por Colin y Penélope constituyen sendos clímax en las dos partes en las que Netflix ha decidido últimamente entregar sus contenidos. La primera, la famosa escena del coche de caballos, en la que el erotismo de la caricia que Nicola dedica al cabello de su compañero supera al avance de Newton a lo más recóndito de la anatomía de ella. Y la segunda, una de las escenas de sexo más largas de la historia de la televisión —seis minutos reloj en mano—. Una escena vital para entender la trayectoria de ambos, una escena romántica y tierna, pero totalmente cargada de pasión. 

No es de extrañar que, tras semejante derroche, la que iba a ser la gran revelación de la historia, la auténtica identidad de Penélope como lady Whistledown resulte un tanto anticlimática. Este es el otro gran tema de la temporada —el poder de la palabra escrita, materializado en Penélope y envidiado por Colin— que queda irremediablemente diluido. El nuevo diseño de vestuario y escenario propiciado por Brownell también ha recibido críticas, ya que es mucho más artificial y alejado de la época —solo hay que pensar en las pelucas de la reina Carlota—, pero lo cierto es que acentúa para bien el aire fantástico que rodea la producción.

Hay una cierta polémica sobre cambios de última hora y escenas eliminadas que afectan la relación Penélope-Colin —«Polin» en las redes sociales—, incluyendo una en la que Colin da sexo oral a su compañera. Hasta se ha creado una iniciativa en change.org para restituir dichas escenas. Es cierto que el montaje del octavo capítulo es peculiar y las escenas de Benedict parecen forzadas, pero todo parece obedecer más a expectativas frustradas que a otra cosa.

A sir Philip Netflix, con amor

Aunque, para tranquilidad de todos los fans, sabemos que la cuarta temporada va a ocurrir —no antes de 2026, eso sí—, no se tiene idea alguna de qué Bridgerton va a ocupar los focos, una vez la secuencia de los libros se ha roto. «Si se nos permite hacer ocho temporadas, como esperamos, sé en qué orden me gustaría llegar hasta la temporada 8», dijo Brownell.

Hace tiempo, se descubrió que el nombre de pila de lady Cowper, la madre de Cressida, es Araminta, lo que hace que cualquier fan de Quinn la sitúe perfectamente como parte relevante de la historia de Benedict. ¿Y qué hablar de Eloise y sir Phillip Crane —a quien ya hemos visto, encarnado por Chris Fulton? ¿Comenzará a hacer honor al título de la novela que se centra en ella  y escribirá A sir Philip, con amor? En todo caso, todo apunta que los Bridgerton más jóvenes, Hyacinth y Gregory van a tener que esperar a una hipotética quinta temporada, al menos.

La mayoría de las especulaciones giran, en todo caso, alrededor de la relación entre Francesca Bridgerton y lord Kilmartin, una de las que más tiempo abarca en la obra literaria y de las que más giros presenta. Francesca es interpretada por Hanna Dodd, tras haber sido encarnada en temporadas anteriores por Ruby Stokes —que suponemos lamentará haber marchado a la malhadada Agencia Lockwood—.  La presentación en los minutos finales del último episodio de Michaela Stirling (Masali Baduza) ha causado una fuerte impresión y cierto rechazo entre los fans acérrimos. El personaje juega un importante papel en el relato de Francesca y, esto es lo más relevante, en las novelas es un hombre. 

No nos queda otro remedio que esperar dos años, desear que Shondaland siga aplicando con eficacia su fórmula y que Netflix nos asegure nuevas temporadas de Los Bridgerton. Porque, como sabiamente sentencia la reina Carlota, ¿qué sería de la vida sin un poco de cotilleo?

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