He vuelto a ver La gran belleza de Paolo Sorrentino después de diez años, desde que se estrenó en 2013, y me ha sorprendido la diferencia de perspectiva entre una visualización y otra. Diez años de por medio. La recordaba como una gran película, pero no como la obra maestra que me ha parecido ahora.
Normalmente no apruebo y no disfruto los personajes y las obras que son machistas, que defienden con grandes y cultos argumentos un uso sexualizado y objetivizado de la mujer y que resguardan un placer estético (femenino) y un placer físico (masculino) con tanta ligereza y alegría como vacío político. Qué asco todo. Esa fue la crítica que le hice a La gran belleza hace diez años y que le sigo haciendo a la obra cinematográfica de Sorrentino, donde no paran de salir tetas gratuitamente por la simple contemplación de la belleza. Vaffanculo, tío. Pero. Ahora viene el pero.
La he vuelto a ver ahora después de diez años y me doy cuenta de que no había entendido toda su profundidad. No por falta de análisis, sino por falta de conocimiento empírico. Diez son muchos años y con veintipico no había tenido la experiencia de la edad, no había tenido los sentimientos necesarios para implicarme en ella, para sentirme identificada con el miedo a la muerte y la búsqueda del sentido de la vida. La veintena es una esperanza, es el futuro por delante y todo el tiempo, todas las posibilidades. En las décadas posteriores también, esto es una convicción, pero te empiezas a plantear si no ha sido todo inútil, si tu vida ha tenido realmente valor o al menos el valor que esperabas. No te habías enfrentado a la decepción de la vida planeada. Con veinte años no podía entender la aceptación de una vida resignada, de una vida corrupta cuando ya no hay esperanza.
En La gran belleza, vemos a Jep, un reconocido escritor que se dedica al periodismo y que, hace años, publicó una sola novela de mucho éxito. Asistimos a la celebración de su 65º cumpleaños y ahí se nos presenta el personaje, que al principio de la peli narra en voz en off: «Estaba destinado a la sensibilidad». Esto choca frontalmente con la imagen que hemos visto durante diez minutos de un hombre canoso, frívolo y acicalado en una fiesta con vistas al Vaticano. Una narración interna que dice: yo estaba destinado a grandes cosas, a grandes acciones artísticas; ahora soy esto. Vemos a un hombre resignado.
Pero Jep cumple sesenta y cinco años y empieza a ver la muerte como algo más cercano. «Se muere todo a mi alrededor. Personas más jóvenes que yo, cosas. Se mueren ante mí y yo…», a lo que le responden: «Y tú sufres y no entiendes nada». Todo el hedonismo, toda esa búsqueda del placer, toda esa superficialidad y aesthetic es la belleza objetiva a la que aspira la sociedad de consumo: el lujo, la moda, la riqueza, los cócteles, las esculturas de mármol italianas, el sexo. La belleza que, a pesar de estar rodeado de belleza, ha perdido.
Y, entonces, ante la decepción de sí mismo, la resignación de lo que eres. Has visto pasar el tiempo, tienes la perspectiva de los años, que es una cosa muy difusa y muy abstracta que solo se entiende cuando se ha vivido, y aun así no puedes concebir que hayan pasado diez, veinte, treinta. En la madurez, cuando no alcanzas el ideal de juventud y comprendes el desengaño, tan solo te queda disfrutar, como el drogadicto acorralado que se da a la aguja. Te resignas, aceptas en quién te has convertido porque ya no vale la pena esforzarse, te conviertes en un cínico rico y egoísta que se torna a los placeres que puede agarrar de la vida, aunque al final esos mismos placeres te lleven a la infelicidad de lo superficial. El sociólogo polaco Zygmunt Bauman afirma en Miedo líquido que «la muerte seguirá siempre siendo incomprensible para los vivos. […] Lo único que no podemos (ni podremos jamás) visualizar es un mundo que no nos contenga a nosotros mismos visualizándolo». Es curioso que, sin embargo, sí concibamos una vida que no queremos vivir.
En La gran belleza, el personaje se encuentra en conflicto, no entiende qué sentido tiene la vida al mismo tiempo que vive con un profundo miedo a la muerte. Es lógico que en medio de esta crisis y con el background que nos plantean nos encontremos ante un personaje decadente que vive en la ostentación y se deja absorber por ella, que no le hace ninguna crítica porque prefiere el hedonismo a la lucha, prefiere el placer al riesgo de la mediocridad. La resignación. Ahí tiene sentido, ahí se entiende el personaje en ese entorno de superficialidad rica romana. Lo que me preocupa es que Sorrentino repita los mismos estereotipos de la mujer como el culmen de la belleza en todas sus obras, que lo utilice como una captación de un público y como base de su estilo porque es que es muy italiano, es que Fellini, es que la dolce vita. Mira, no. Eso tiene un nombre y se llama machismo.
Pero el personaje en sí no se esfuerza y tiene sentido, porque para no ser machista, superficial, consumista, capitalista, materialista, irresponsable, hay que esforzarse; la sociedad y la publicidad nos tragan y es difícil remar a contracorriente, qué fácil dejarse llevar. Si aún no has acabado con los cínicos y los resignados, hay que esforzarse y romper con eso es un esfuerzo porque proviene de la autocrítica y de bajarse del privilegio y Jep se monta en el privilegio con un sombrero de cowboy. Cuando no tienes ningún respeto por ti mismo, para qué vas a esforzarte por nada. Es un símil de autodestrucción y de destrucción del mundo.
Me resulta contradictorio identificarme con un personaje tan frívolo que se oculta tras su frivolidad, pero frívolo, al fin y al cabo. No hay atenuante para ser cómplice de nada, pero me identifico porque comprendo su naturaleza corrupta, reconozco de dónde viene, la seducción de la riqueza grotesca y el esparcimiento continuo. Qué tentador.
En este mismo desencanto hacia la vida, me ha recordado, en una versión mucho más proletaria y castiza, a la reciente Cerrar los ojos de Víctor Erice, en la que también hace una reflexión sobre el envejecimiento y sobre cómo se vive una vida, y es que la vida se vive como se puede, pero la falta de deseo marca su fin, aunque no llegue la muerte.
Miguel Garay, protagonista de Cerrar los ojos, es un director de cine que ya en sus setenta años busca a un amigo durante muchos años desaparecido. Vemos cómo rememora el pasado intentando comprender lo que pasó, el significado de los hechos que dieron forma a su vida, como si la vida le hubiera pasado por encima y él no hubiera podido hacer nada al respecto. Revisa su antigua película, visita a amantes pasadas, encuentra el libro que escribió hace décadas, son pinceladas de la vida que tuvo y que ya no; ahora lleva una existencia vacía y tranquila, se resigna a la falta de deseo, en la que solo deja pasar el tiempo entreteniéndose, ya no aspira a nada, ya no escribe, no tiene ningún anhelo de ambición ni de placer como si en la vejez lo único que hubiera que hacer fuera matar el tiempo hasta que el tiempo te mate a ti. Cerrar los ojos ante la vida más que cerrar los ojos a causa de la muerte.
La falta de deseo y la resignación. Eso parece más la muerte que la muerte en sí misma. Foucault hablaba del poder del Estado sobre la vida y que ese poder acaba con la muerte, pero ¿y nuestro poder sobre nuestra propia vida? La muerte nos oprime porque nos deja exentos de acciones, ya es tarde para actuar y hacer ese algo mejor. Tenemos fecha de caducidad.
Pero Jep aún cuenta con algo de chispa, aún le quedan fuerzas para luchar. Es capaz de reconciliarse con la belleza, de reconciliarse con la vida en ciertos pequeños momentos de lucidez que le recuerdan quién era, en la contemplación de unos pájaros que vuelan y en la idealización de su primer recuerdo erótico. Me tienta hacer el juicio, porque todo pasado lo idealizamos, pero quizás eso sea lo que nos haga avanzar para continuar la búsqueda de la belleza, saber que un día la vivimos, esa «gran belleza», esa ansia, ese ímpetu, esa fuerza para darle un bocado a la vida y luchar por que valga la pena. Que la vida la hagamos nosotros, que no nos haga ella.
Porque es fácil dejar que nos haga. La opulencia, el lujo, la comodidad de la abundancia, parecen algo desorbitado, algo de otra clase social a la que una parte del grupo envidia y a otra le da asco. Pero creo que esa necrosis es mucho más cercana a nosotros. El poder sobre nuestra propia vida a veces se basa en evitar vivirla. La forma superficial en la que vivimos, con esta rapidez, con esta falta de concentración causada por la saturación de estímulos. Ya no somos capaces de leer un libro durante una hora, necesitamos el descanso de la lectura en las redes sociales, necesitamos lo inmediato y lo vacío de una imagen o un vídeo de treinta segundos, de gente peleándose en Telecinco, de mirar el móvil y la tele a la vez. Es una sociedad vacía en la que escondemos nuestras vidas igual que Sorrentino esconde el sufrimiento de los ricos en el hedonismo.
Es más fácil no enfrentarse. Es mas fácil no luchar por lo que quieres, no intentarlo si quiera, ampararse en miles de excusas que ratifiquen que sí, es muy difícil. Si no lo intentas, al menos habrás eludido el rechazo. Vivir según unos valores, unas creencias, requiere esfuerzo, hay que ser muy consciente para hacerlo. Es más fácil comprar aguacates que pensar que están secando las tierras, es más fácil reírse de chistes que plantarse ante un amigo y ser el «aguafiestas», ceder para no molestar al otro. Los principios cuestan, pero nos cuestan sobre todo a nosotros mismos. Y nos cuesta aceptar la desilusión. Es cómodo no hacer nada ante el miedo de resultar mediocres. La gran belleza nos ofrece un rayo de esperanza, la inspiración en «la vergüenza de estar vivos».
Hacer ese algo más ahora que podemos porque el único momento en que con seguridad será demasiado tarde es cuando llegue la muerte, somos jóvenes hasta que morimos. Como eso que decía Machado, que «la muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos». Lo más difícil es vivir sin miedo y quizás haya que vivir con toda la fuerza con que nos sea posible, aunque a veces la perdamos, ya que al final siempre nos espera el mismo desenlace. Más que distraerte hasta la muerte, ¿no es esencial entonces aprovechar cada minuto? O, como dicen Silvia Pérez Cruz y Lau Noah en la canción «Que pasen cosas», ¿no es esencial entonces vivir como queremos?
Si hay que terminarse yendo
de este mundo paraíso
¿no es vivir como uno quiso
la fortuna más dichosa?con los años más aprendo
que el destino más profundo
que hay que desearle al mundo
es que ni por un segundo
dejen de pasarle cosas
Y esa es la conclusión de Jep al final de La gran belleza: «Siempre se termina así, con la muerte. Pero primero ha habido una vida».
Gran escena.
https://youtu.be/oORva4fYHTw
En ocasiones … veo machistas
Sinceramente, que el personaje protagonista con toda la superficialidad que emana en pos de la tragedia a contar, no fuese machista, seria absurdo. Más aun en un pais como Italia donde la mujer tiene historicamente una posicion muy sometida (que no sumisa) y donde se hace gala de dicho machismo como galantería/halago/gracieta…
Osea que si, que el personaje es machista, y la vision mostrada en las peliculas de Sorrentino, que son muy personales y suelen en torno a un personaje masculino, son machistas. Pero en el contexto en el que las cuenta, casi que no mostrar a la mujer desde ese angulo sería engañar un poco…
Lo que sí se puede valorar es el mensaje: al final de la pelicula el mensaje es machista? Ha sido una herramienta para contar la historia? El machismo no tiene cabida en el mensaje final porque la pelicula no iba de eso?
Como siempre, es importante hacer las preguntas adecuadas.
De acuerdo contigo. Iba a responder sobre el machismo (¿Sorrentino o la sociedad italiana?), pero ya lo has hecho tú muy bien. Gracias
Creo que habría que distinguir entre masculinismo y machismo. Y, por otra parte, presentar a un personaje frívolo y decadente atrapado en sus contradicciones puede ser la más eficaz manera de impugnar la frivolidad. En ese sentido, es muy oportuna la referencia al maestro Fellini. Por no mencionar a Oscar Wilde.
Yo he visto la película varias veces y lo del machismo…En fin supongo que va con los tiempos.
Lo que sí puedo decir es que cada vez que la veo me quedo hiptonizado.
Pues espera a ver la nueva de Sorentino, Iris, que la han puesto a parir en Cannes por machista…
Si quieres ver el contrario, alguien que rueda el cuerpo feminino con poesia y respeto, echa un vistazo a «Je Vous Salue, Marie» de JL Godard…un himno al misterio y belleza de la vida…
En todo caso, Iris, si viste la de Sorentino hace diez con veinte pocos, ahora tendras treinta y pocos, o sea estas en la flor de la vida. No te pierdas el tiempo reflexionando sobre la edad ahora mujer, ya te llegara el momento mas adelante cuando se imponga la realidad: el cuerpo no el mismo con 30 que con 50… hay que joderse….
Me gusta el cine de Sorentino, y es un poco machista, pero no creo que sea un tipo malintencionado.. es un poco baboso el hombre acaso… pero lo somos millones de hombres en algun momento de nuestras vidas…
Ha cambiado todo tanto en los ultimos 30 años con respecto a la mujer, los avances son grandes, muy grandes…. Sorentino ha hecho con la mujer exactamente lo que siempre se hacia en el cine de Holywood…pero ahora resulta ofensivo o discutible, antes no se comentaba, se daba por hecho, es solo eso….
Y «Paris, Texas» de Wenders? Pelicula de lo mas cool de finales de los 80… es la historia de un maltratador de mujeres, el prota que hace Harry Dean Stanton ha maltratado a su mujer («la ato a la estufa»… «la puso un cencerro») que le ha huido y es la historia de como el vuelve a encontrarse con ella….
…en defensa de Wim Wenders, no es guion suyo…pero no recuerdo que nadie se quejara del discurso super machista de Harry Dean Stanton al final, ningun hombre pero tampoco ninguna mujer…
Hoy en dia seria imposible ese final, ese discurso…
Kilgore, perdon, no era mi intencion responder a tu comentario, sino dejar un comentario aparte..
…con toda la publicidad de Jot, habre dado al boton equivocado…
Leyéndote me he acordado de esa otra gran reflexión sobre la vida y el conocimiento de su finitud cercana que es «Vivir»(1952) del maestro Kurosawa. Basado en la Muerte de Iván Illich de Lev Tolstói, el miedo a la muerte es el miedo a no haber vivido la vida querida, que no es la vida frívola y egoísta de un privilegiado, o la de una persona anestesiada ante el drama de la vida. La solución que encuentra el funcionario japonés a ese miedo a irse sin haber vivido es hacer algo positivo por los demás, salir del individualismo y el egoísmo, encontrando así la belleza. Bien y belleza son lo mismo, como en Platón. Lo que da sentido a la vida es el conocimiento de la muerte, la finitud, y aliviar la carga a los demás. Por éso el gran miedo a la muerte y su ocultación/fascinación en una sociedad hiperconsumista, materialista y nihilista como la nuestra.
Señal típica de la edad adulta es distinguir entre realidad y ficción, el autor y su obra. Si no lo hacemos, vamos a creer, lógicamente, que Sorrentino, en casa, sectoriza el cuerpo de su esposa, le impone constructos de género y está en contra de que sus hijas estudien en la universidad. Come on!
«La grande bellezza» es una obra maestra desde la primera escena. Me cuesta siquiera dar crédito a los argumentos de antaño del autor de este artículo, supongo que, tal como anuncia, le faltaba experiencia vital y, añado yo, le sobraba dogmatismo. Creo que con los años la entenderá aún más y mejor: cuando se le vaya apagando el ímpetu y vea que se le pasó una parte importante de la vida, cuando amados y amigos sean memoria, se verá un día rodeado de conocidos, en una terraza y dirá algo así como «miraros, somos sólo un grupo de desesperados al borde de un precipicio»… y entonces entenderá más y mejor. Le deseo que ese día tarde en llegar, y que viva lo suficiente para que le llegue.
Lo que tienen que ver ‘Paris, Texas’ y el cine de Sorentino es ese concepto de la vida romantica en la que la mujer tiene el papel de maximo adorno… es asi…
‘Paris, Texas’ es una muy mala pelicula muy bien rodada y interpretada, no se me ocurre otra forma de decirlo…. aquel entonces, en los 80, decada muy extraña, se consideraba que un hombre que ataba a su mujer a una estufa era cosa noble y romantico, je je je…!!!
Un hombre que pasa 4 años vagabondeando por el desierto immerso en el mas total silencio, no solo con el corazon roto, que nos pasa a todos en algun momento, sino con los sesos fundidos porque su mujer ha podido escaparse de el, a pesar del cencerro… para trabajar en un triste y barato puticlub…
El romanticismo, cuidado con el. Es muy facil dejarse llevar. Por eso prefiero el cine mas cerebral de Godard.
‘Je Vous Salue, Marie» es una obra maestra, una especie de milagro de pelicula…
Lo que a mi me gusta hacer, y pienso hacerlo cada vez mas, es, despues de ver una peli, ponerla otra vez un par de dias despues, pero sin sonido… solo imagen…
Es como una segunda lectura mas nitida, sin las manipulaciones de la banda sonora y los dialogos..
Solo imagen… asi se llega a entender como se ha hecho la peli…
impresionante película cada vez que la veo: una vez al año como mínimo. y si me quedo dormido viéndola, por cansancio, aún mejor… en los cascos resuenan escenas o retazos de escenas, y la sigo en duermevela.
el tiempo que nos queda… desde hace mesos que casi solo escucho discos d’autechre… a la primera escucha no los «entiendo» (no los gozo»), pero poco a poco descubro esquinas, algún sonido, un no sé qué… y me hace vivir siempre… como leer grandes libros que me llegan: septología, de jon fosse, por ejemplo: un de los últimos que me han llegado y que seguro que hace unos años lo hubiese dejado prostrado… como me paso con el quadern gris, de josep pla.
bueno, resumiendo: seguimos buscando la (grande) belleza y los rescoldos que aún nos quedan.