Ciencias

Carta abierta a Elma Saiz, Ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones

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La ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz, en los jardines de La Moncloa. Pool Moncloa/Fernando Calvo. La Moncloa, Madrid 22.11.2023

Allá por el principio de los dos mil escribí una carta a El País Semanal. Relataba en unas pocas líneas, no sin cierta amargura, la precaria situación que vivíamos los becarios de investigación de aquella época. En ella contaba que tuve que ir a una oficina de la Seguridad Social para hacer unos trámites, pero el funcionario de turno me dijo que no me los podía hacer porque yo no trabajaba. Le respondí que sí trabajaba, y mucho. Lo que no hacía era cotizar, por decisión de mi empleador entonces, el Ministerio de Educación y Cultura del Gobierno de España.

Por una razón sobrevenida ese vívido recuerdo ha vuelto a mí en los últimos días.

En aquel momento yo trabajaba en uno de los centros de investigación más prestigiosos del panorama nacional, pero para poder recibir atención médica tenía que seguir estando como beneficiario de la tarjeta de la Seguridad Social de mi padre. Pero me sentía afortunado, en ese momento «disfrutaba» de una de las becas de investigación más difíciles de conseguir, una FPU (de Formación de Profesorado Universitario y Personal Investigador), y que me había permitido salir de mi pueblo, prometiéndome un futuro mejor que el que me hubiera correspondido por ascendencia. Mi padre era soldador en los Altos Hornos del Mediterráneo, que fueron desmantelados a principios de los ochenta, condenando a los hijos de aquellos obreros a un futuro incierto. Pero nuestros padres y nuestras madres apretaron los dientes, lucharon frente a una decisión que condenaba el porvenir de toda una generación. Ellos no tenían formación alguna, pero sabían a ciencia cierta que la única manera de mitigar los riesgos era estudiar, salir de allí, buscar un destino que no nos correspondía.

Y eso hicimos. Estudiamos, y apretamos los dientes como solo ellos nos habían enseñado a hacerlo, en medio de la confusión y de la incertidumbre de una familia donde peligra su único ingreso. Y aquel esfuerzo, suyo y nuestro, nos convirtió en excelentes. Y tan excelentes fuimos que llegamos a trascender a aquel futuro que no contaba con nosotros.

Y ahora, ya en las últimas etapas de nuestra carrera, muchos de aquellos científicos miramos hacia atrás, y coincidimos en que el camino no ha sido fácil. Somos conscientes de que hemos tenido que hacer muchas concesiones: encadenar contrato temporal tras contrato temporal hasta una estabilización muchas veces más allá de los cincuenta, salir de nuestro país o de nuestra ciudad, desarraigarnos y reinventarnos muchas veces, ver cómo los sueños de los que disfrutaban nuestros amigos más cercanos se retrasaban irremediablemente para nosotros; la compra de un coche, la temida hipoteca para la que tuvimos que pedir ayuda, los hijos en la edad que ya no corresponde…

Pero durante todo este tiempo hemos apretado los dientes y hemos seguido haciendo, hemos continuado poniendo ilusión, horas, esfuerzo, intensidad, dedicación, sacrificio…

Y por el camino hemos mejorado el mundo, hemos hecho descubrimientos relevantes, hemos comprendido los mecanismos más íntimos de ciertas enfermedades, hemos desarrollado vacunas y nuevos sistemas de diagnóstico, hemos descubierto nuevos planetas, hemos descrito nuevas formas geométricas, y hemos inventado y hemos generado riqueza, tal y como nos pidieron. En esencia, hemos mejorado el mundo que nos legaron nuestros padres. Y lo hemos mejorado mucho. Solo hay que levantar la mirada y ver las diferencias.

Y durante ese trayecto nos han vendido lo importante que somos los científicos, o que éramos, lo relevante de nuestro trabajo, hasta alcanzar las más altas cuotas de responsabilidad en las etapas más oscuras de la pandemia, de la que decían que íbamos a salir mejores.

Y ese espejismo se ha vuelto a romper en mil pedazos el pasado 1 de mayo de 2024 (día del trabajador, para más sorna). El futuro que nos habíamos ganado con nuestro esfuerzo se ha vuelto a desgarrar de nuevo, otra vez, por enésima vez.

La señora Elma Saiz nos comunicaba a aquellos científicos de finales de los noventa y principios de los dos mil que de nuevo íbamos a tener nuestra ración de palo y zanahoria.

La propuesta del ministerio que dirige es que regularicemos nosotros las cuotas no pagadas por nuestro empleador, a la sazón, el Gobierno de España, en la mayoría de los casos. Nos pide que aquellos becarios que trabajábamos duramente (pero sin seguridad social) hace veinte años paguemos no solo la cuota que nos correspondería como trabajadores sino la de nuestro empleador, y con un máximo de tiempo a reconocer de cinco años (cuando muchos de nosotros estuvimos muchos más años), y a precio de 2024, no de la época en la que debimos cotizar.

En mi convocatoria de beca FPU del año 1997 el sueldo mensual (de 12 pagas) era de 100.000 pesetas brutas (600€), con obligación de realizar el IRPF, pero sin derecho a seguridad social, maternidad o vacaciones. La propuesta del ministerio ahora es que devolvamos 290€ al mes hasta 5 años, 17.400€ en total, una cantidad que muchos de nosotros o no tenemos o no estamos dispuestos a pagar en un horizonte siempre incierto.

Y, mientras todo esto ocurre, en los pasillos de los centros de investigación y de las universidades de este pobre país nos miramos a los ojos, y nos preguntamos si todo este esfuerzo ha merecido la pena, mientras seguimos mejorando el mundo que le dejaremos a nuestros hijos, y tratamos de solucionar el enésimo problema científico con el que la sociedad nos interpela. Y nos decimos, muy por lo bajo, que este es un país pobre porque no cuida a sus científicos, aunque un día nos escribieron en un papel que éramos excelentes.

Y, de repente, somos conscientes de que seguimos apretando los dientes. De hecho, nunca los hemos dejado de apretar.

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12 Comentarios

  1. Que razón tienes .Ahora que nos hemos hecho mayores no tenemos cotizado suficiente para jubilarnos.

  2. Soy uno de esos. Tendré que ir a una gestoría para ver si me conviene pagar esos 17.400 euracos. Mi padre es zapatero remendón y sigue arreglando zapatos y haciéndolos en un pueblo de Badajoz a sus 90 años porque la pensión que le quedó de autónomo no le da para vivir. Y porque le gusta. Somos esclavos de nuestra vocación.

    • Sin saber cual es el caso de su padre, pero si el caso de muchos autonomos que tributaron al minimo ganando bastante más (« «mejor si me lo da en metálico, señora, y así no le cobro el iva…) y ahora van llorando por las esquinas porque la pensión que le queda es equivalente al montante por el que tributaron: el mínimo.

  3. Disfruten lo votado y lo vivido

    De todos modos, no hay obligación alguna en que pasen por caja. Si os parece bien, fenomenal. De lo contrario, ajo y agua.

    • Soberano

      Para decir una estupidez, y mostrar al mundo lo que se es realmente, es mejor permanecer callado.

  4. Un ciudadano que curra en ese ministerio

    Lo lamento. Lo leí ayer en un periódico digital, espero que no sea definitivo y que se solucione de otra forma.
    Este mundo está al revés, los que promueven el cáncer de esta sociedad (partidos políticos, políticos profesionales y demás acólitos profesionales o no) cobrando buena paste de papa estado y los que más habéis contribuido a mejorar este país y que los demás nos beneficiemos de ello con estas historias. Estamos perdidos, sin remisión :(
    Ánimo Javier.

  5. Un acto de cinismo desolador por parte de nuestra administración, y van …Me pregunto si hay ya organizada alguna forma mediante la que el resto de los ciudadanos podamos ayudar, aunque sea simbólicamente (petición, etc)

  6. Gracias Javier, por hacer una fotografía tan nítida del panorama investigador de la época en que éramos inocentes y nos sentíamos afortunados por poder investigar con becas. Pusimos todo nuestro empeño, esfuerzo, ilusión, entusiasmo, recursos y tiempoooo, mucho tiempo incontable, intangible, todas las horas diarias que hicieran falta… para encontrarnos ahora en esta situación que espero le den una solución honrosa, decente y justa. Mientras seguiremos con el bruxismo y la reivindicación. Gracias

  7. Ajo y Agua

    Disfruten lo votado.
    JotDown es puro «PSOE State of Mind».

  8. Yo tengo muy mala impresión de la universidad. Y de los organismos de investigación, peor. En tiempos de oposiciones se convocan ahí plazas, pero tengo la impresión de que llevan ya estampadas nombre y apellidos. Los tiempos cambian, pero la gente que por ahí pasa, aguanta toda clase de servidumbres para demostrar su pleitesía al «noble» de turno. Disculpa si no me apiado de ninguno de vosotros. Respeto mucho a alguien como Pepa Prieto Puy. Cuando se queda sin dinero, aparta los pinceles y se va a hacer limpieza. Una tía fantástica, pero me parece que vuestro temple es otro. No llegáis a la corrupción del mundo que desea el idiota de «Ajo y Agua», pero tampoco andáis lejos de ella. Y los que mandan saben que sois de los que pasan por el aro, así hacen aquello a lo que estáis habituados.

  9. Totalmente desproporcionado e injusto y tenéis que defenderos y hacer una denuncia al defensor del pueblo. En Facebook; periódicos, porque lo que mas les duele es la publicidad y no es justo que la parte encima correspondiente al estado lo paguéis vosotros.
    Lo que está claro es que todas las ayudas del estado luego cotizan en el IRPF al final y la tal ayuda es un engaño, pero pagar la parte correspondiente al estado ES CLARAMENTE UNA ESTAFA

  10. Maria Jose Carroquino Salto

    Después de aquella prestigiosas becas (una Fulbright entre ellas) estuve 17 años con contratos temporales en Organismos Públicos de Investigación, sin derecho a ser titular de proyectos por ejemplo (y por ende no poder decir el el CV que había tenido proyectos etc), si derecho a oposiciones restringidas, estabilización, nada. Es una tortura que genera muchisimo sufrimiento. Por fin acabó aquello y saque una oposición A1 en la Administración General de Estado (Min. Sanidad). Se han reído de nosotros.

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