Ciencias

Voces del silencio: la historia de la comunicación entre simios y humanos

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Kanzi, el bonobo, entre flores. ©Ape Cognition and Conservation Initiative

Esa mañana decidimos llevar a Washoe a dar un paseo por los terrenos, algo que disfrutaba mucho. Mientras caminábamos, nos acercamos a un pequeño estanque que era el hogar de varias aves acuáticas. Washoe siempre había mostrado una gran curiosidad por todo tipo de criaturas y objetos, y ese día no fue una excepción. Al llegar al estanque, un cisne majestuoso se deslizó por el agua, con su cuello arqueado y sus plumas brillando al sol. Washoe se quedó mirándolo fijamente, sus ojos seguían cada movimiento con una atención intensa.

Después de unos momentos, se volvió hacia mí y, con una expresión de concentración, comenzó a hacer signos. Primero, extendió tres dedos de la mano (el pulgar, el índice y el medio) tocando la boca con la punta del pulgar un par de veces: «agua». A continuación, colocó la punta de sus dedos índice y pulgar juntos, mientras que los otros dedos permanecían extendidos, llevándose la mano a la boca para abrir y cerrar el índice y el pulgar imitando el movimiento del pico de un pájaro abriéndose y cerrándose: «pájaro».

Era la primera vez que veía a un cisne, y no tenía un signo específico para él, pero eso no la detuvo. Con su ingenio característico, combinó los dos signos para crear una nueva etiqueta que capturaba la esencia de la criatura ante nosotros: un pájaro del agua. Nos quedamos asombrados. Washoe había usado su conocimiento del lenguaje de signos de una manera que nunca habíamos anticipado. No solo había observado y reconocido al cisne como algo distinto, sino que había encontrado una forma de compartir esa observación conmigo. En ese momento, supimos que estábamos presenciando algo más que un simple acto de imitación o la ejecución de una tarea aprendida; estábamos viendo una mente en acción, utilizando las herramientas de la comunicación para expresar un pensamiento genuino.

Washoe fue una chimpancé hembra nacida en libertad en África Occidental en 1965. Tras ser capturada, fue llevada a los Estados Unidos para ser utilizada en investigaciones por la Fuerza Aérea de EE.UU. relacionadas con el programa espacial. Sin embargo, su destino cambió cuando fue adoptada por el matrimonio de psicólogos R. Allen Gardner y Beatrix Gardner en 1967. Ellos iniciaron un innovador proyecto en la Universidad de Nevada, Reno, con el objetivo de enseñarle a Washoe la Lengua de Signos Americana (ASL). Los Gardner crearon un entorno doméstico para Washoe, similar al de un niño humano, donde ella aprendió aproximadamente 350 signos de ASL. Este aprendizaje no solo incluía la imitación de gestos, sino también la capacidad de usarlos de manera contextual y creativa.

Koko, una gorila nacida en el zoológico de San Francisco en 1971, también aprendió a comunicarse utilizando el lenguaje de signos. Entrenada por Francine Patterson y su equipo en la Universidad de Stanford desde 1972, Koko aprendió a comunicarse usando la Lengua de Signos Americana (ASL), dominando más de 1,000 signos y comprendiendo más de 2,000 palabras en inglés hablado. Su capacidad para crear combinaciones de signos novedosas y contextualmente apropiadas, como «pulsera de dedo» para describir un anillo, desafió las concepciones tradicionales sobre la comunicación animal y la inteligencia de los primates. Francine Patterson defendía la tesis de que los grandes simios son capaces de aprender y utilizar lenguaje humano a un nivel significativo y complejo. Estas capacidades, como la demostrada por Koko, desafiaban las nociones tradicionales de que solo los seres humanos pueden usar el lenguaje de forma compleja, y apoyaba la idea de que los primates no humanos pueden participar en formas de comunicación que tienen características clave del lenguaje humano.

Sin embargo, Herbert Terrace, que intentó enseñar ASL al chimpancé Nim Chimsky, criticó estos estudios, argumentando que eran metodológicamente defectuosos debido a la posible señalización inadvertida de los entrenadores y la sobreinterpretación de las acciones de los simios por parte de los mismos, influidos por su empatía. Según Terrace, observadores más objetivos hubieran concluido que los simios como Washoe y Koko no comprendían realmente los signos, sino que respondían a pistas contextuales. Además, indicó que ni Washoe ni Koko utilizaron el orden de palabras para transmitir significados diferentes, un aspecto esperado en el aprendizaje incluso de versiones rudimentarias de lenguajes humanos. Quizás, usando como pista el nombre que le puso al chimpacé podemos inferir que Terrace iba a hacer un cherry picking de manual para defender sus posiciones.

Desde que introduje a Matata al teclado de lexigramas, he tenido dificultades para captar su interés y compromiso. A pesar de mis esfuerzos, ella ha mostrado poco entusiasmo por aprender los símbolos que podrían ayudarla a comunicarse de manera más efectiva con nosotros. Sin embargo, Kanzi, su hijo adoptivo de seis meses, siempre ha estado en el laboratorio durante estas sesiones. Jugando y explorando, parecía solo periféricamente consciente de lo que estábamos haciendo. O eso pensaba.

Con la ausencia de Matata, Kanzi ha estado inquieto, buscándola por todas partes. Después de tres días de búsqueda infructuosa, su comportamiento cambió drásticamente. Esta tarde, en un momento de aparente frustración, se acercó al teclado de lexigramas. Lo que sucedió a continuación fue asombroso: comenzó a usar los símbolos de manera apropiada. Seleccionó «manzana» y luego «persecución», mirándome directamente a los ojos antes de tomar una manzana del suelo y correr, invitándome a jugar. En ese instante, supe que había estado aprendiendo todo este tiempo, absorbiendo cada sesión como una esponja, sin necesidad de instrucción directa.

Este descubrimiento es monumental. No solo muestra que Kanzi ha adquirido la capacidad de usar los lexigramas por su cuenta, sino que también sugiere que los bonobos pueden aprender observacionalmente, una habilidad que pensábamos estaba reservada principalmente para los humanos. Kanzi podría tener la clave para desbloquear muchos misterios sobre la cognición de los primates.

En respuesta a estas críticas, la primatóloga y psicóloga Sue Savage-Rumbaugh desarrolló métodos más rigurosos para estudiar la capacidad lingüística de los simios, especialmente con Kanzi, un bonobo que mostró una notable habilidad para usar lexigramas, una forma de comunicación basada en símbolos. A diferencia de Koko y Washoe, Kanzi utilizó un teclado de lexigramas para comunicarse, aprendiendo más de 3,000 palabras y demostrando la capacidad de comprender y formular frases complejas. Los experimentos con Kanzi incluyeron pruebas en las que las instrucciones se daban sin pistas visuales o contextuales, asegurando que su respuesta no fuera simplemente una reacción a señales inadvertidas.

A pesar de estos avances, figuras prominentes como Steven Pinker y Noam Chomsky mostraron un escepticismo considerable, argumentando que, aunque los simios pueden aprender signos y símbolos, esto no equivale a una comprensión del lenguaje comparable a la humana. Pinker comparó las habilidades de Kanzi con las de osos de circo entrenados, mientras que Chomsky comparó la comunicación de los simios con el lenguaje humano a la capacidad de los humanos para «volar» en las pruebas de salto de longitud, sugiriendo que, aunque hay un parecido, no es lo mismo que el vuelo real.  Chomsky sostiene que los sistemas de comunicación de los animales no exhiben la complejidad y la estructura sintáctica que define a los lenguajes humanos, y que los intentos de enseñar a los animales el lenguaje humano son limitados en su éxito porque les falta el «órgano del lenguaje» necesario para procesar y producir lenguaje de la manera en que lo hacen los humanos.

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Algunos lexigramas que se utilizan con los bonobos. ©Ape Cognition and Conservation Initiative

Chomsky: Bueno, Steven, ¿has visto lo último? Ahora resulta que los simios pueden debatir sobre Shakespeare usando la Lengua de Signos Americana.
Pinker: Sí, Noam, y pronto nos estarán enseñando gramática generativa. Me pregunto cuándo comenzarán a corregir nuestras teorías.
Chomsky: Imagínate, un bonobo en el MIT. Aunque, pensándolo bien, quizás mejore nuestras juntas de facultad.
Pinker: Seguro que sí. Y qué me dices de Koko, esa gorila que supuestamente domina más inglés que algunos de nuestros estudiantes de primer año. ¿Crees que deberíamos ofrecerle una beca?
Chomsky: Solo si puede argumentar sobre el innatismo del lenguaje y pasar mis exámenes. Hasta entonces, soy escéptico.
Pinker: Hablando de escepticismo, ¿has oído hablar sobre Nim Chimsky? El pobre apenas podía pedir un plátano y ya le estaban haciendo tests de sintaxis.
Chomsky: Sí, y aún así logró más citas que algunos de mis artículos. Quizás deberíamos renombrarlo Steven Pimpsky para atraer más atención.
Pinker: No sería mala idea. Al menos la gente dejaría de preguntarme sobre reglas y excepciones en el lenguaje de los simios.
Chomsky: Claro, todos sabemos que el verdadero lenguaje trata de la recursividad y no de comunicar «más plátanos, por favor».
Pinker: Exacto. Pero en serio, Noam, es fascinante ver cómo estos estudios desafían nuestras concepciones. Aunque entre nosotros, estoy más interesado en ver si alguno de estos simios empieza a teorizar sobre la mente.
Chomsky: Ah, eso sería un espectáculo. Pero hasta entonces, mantendré mi teoría de que el lenguaje es una peculiaridad humana.
Pinker: Y yo seguiré explorando cómo esa peculiaridad se manifiesta. Al menos podemos estar de acuerdo en que, hasta ahora, ningún simio ha escrito una crítica sobre nuestras obras.
Chomsky: Eso sería realmente algo digno de ver. Pero hasta que un simio no me envíe un email argumentando en contra de la gramática universal, seguiré con mis dudas.

Savage-Rumbaugh trabajaba en el Great Ape Trust, un centro de investigación muy particular. Los bonobos vivían en habitaciones interconectadas por pasarelas y puertas que ellos mismos podían abrir y cerrar. El centro contaba con instalaciones como una sala de música, áreas para dibujar, y una cocina donde los bonobos podían participar en la preparación de alimentos. Además, disponían de un sistema de comunicación a través de un teclado de símbolos pictóricos que les permitía interactuar con los humanos. En 2013, después de una ausencia médica y tras algunos conflictos con la administración del centro, se le informó que no podía continuar trabajando en el Trust. Esto marcó el inicio de una batalla legal por la custodia de los bonobos y planteó preguntas éticas sobre la investigación con primates.

Savage-Rumbaugh se enfrentó con múltiples dificultades y controversias relacionadas con su investigación sobre la comunicación en bonobos. Uno de los principales problemas fue las acusaciones sobre su competencia y trato hacia el personal y los animales. Después de ser destituida, se cuestionó la validez ética de su enfoque, que mezclaba estrechamente la vida social y familiar con la ciencia rigurosa. Esto llevó a un debate sobre cómo deberían ser tratados y estudiados los animales en la investigación para equilibrar el bienestar animal con los objetivos científicos​. Además, Savage-Rumbaugh fue excluida del laboratorio que ayudó a crear y se le prohibió interactuar con los bonobos. Todo esto puso de manifiesto los límites en la investigación de la comunicación en grandes simios, que no solo incluyen el diseño y la implementación de estudios, sino también la gestión de relaciones éticas y personales en entornos de investigación complejos.

Después de Sue Savage-Rumbaugh, las investigaciones en el centro fueron retomadas por Jared Taglialatela, quien anteriormente había sido estudiante y coautor con Savage-Rumbaugh de varios papers científicos. Taglialatela tomó una dirección más tradicional en su enfoque de la investigación, optando por estudiar a los bonobos de manera más convencional, en línea con las prácticas aceptadas en la disciplina científica. Sin embargo, su trabajo ha sido descrito como «prometedor» aunque no espectacular, según los estándares de investigación establecidos​. En cuanto al estado actual del centro, ahora conocido como el Ape Initiative, se sigue realizando investigación sobre el uso de lexigramas por parte de los bonobos, aunque con enfoques posiblemente más convencionales y bajo un escrutinio ético riguroso para asegurar el bienestar de los animales.

Fuentes:

https://www.britannica.com/explore/savingearth/the-language-of-apes
https://www.smithsonianmag.com/science-nature/bonobos-teach-humans-about-nature-language-180975191/
https://www.nytimes.com/2007/11/01/science/01chimp.html

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