Levan Akin nació en Suecia en 1979, pero sus raíces se hunden profundamente en Georgia, país que su familia abandonó durante la era soviética. Formado en la televisión sueca, alcanzó notoriedad internacional gracias a Solo nos queda bailar —And then we danced, 2019—, película que guioniza y dirige y que recibió el espaldarazo del exigente público de la Quincena de Realizadores de Cannes.
Esta historia de descubrimiento de la homosexualidad por parte de un estudiante de danza tradicional georgiana, encajada en un entorno profundamente homofóbico, llegó a desencadenar revueltas en Tbilisi y Batumi, propiciadas por la muy conservadora Iglesia ortodoxa. También puso el foco sobre Akin, que se convirtió en adalid del nuevo cine queer.
Nos refugiamos del imprevisto verano que ha asaltado el abril madrileño en una librería cercana al cine en el que se ha presentado Crossing, su película más reciente. Allí, rodeados de libros dedicados al arte de contar historias con imágenes en movimiento, hablamos de ella y profundizamos en su oficio a través de la serena mirada del director.
Al preparar esta entrevista, me descubrí pensando en Crossing en términos de comparación con Solo nos queda bailar. ¿Te preocupa que la película se juzgue no por sí misma, sino en función de su predecesora?
No, no creo que sea un problema. Al menos, no me lo planteo en esos términos. Quizá si fuera más joven, sí me hubiera preocupado. Cuando se estrenó Solo nos queda bailar tenía 35 años, ahora tengo 39, casi 40. Si hubiera sido mi primera película, la que hice cuando tenía 25, hubiera sido más complicado superar las expectativas. Además, creo que está bien comparar películas, especialmente las que están hechas por la misma persona.
Entonces entenderás la siguiente pregunta: ¿Te ha resultado más fácil hacer Crossing que la anterior o esas expectativas te han producido alguna preocupación?
Interesante pregunta. Sin duda, financieramente ha sido más fácil obtener el dinero… Creo que me resultó más fácil, pero de una manera diferente. Porque en Solo nos queda bailar casi no tenía presupuesto y en Crossing… Pues tenía muy poco presupuesto… Lo positivo de la situación es que cuando no tienes casi dinero, nadie se fija en lo que haces. Si tienes un presupuesto mayor un montón de gente empieza a tener opinión… Hacer estas películas siempre es difícil desde el punto de vista de producción. En Crossing tenemos tres actores protagonistas, todos maravillosos, y todos esos roles menores, todos esos personajes trans… Hay tantos personajes en la película y resulta tan difícil encontrar gente. La mayoría de ellos no son ni siquiera actores. Hacer esta película ha sido todo un desafío.
La película se inicia en Georgia, pero enseguida nos movemos a Turquía. ¿Esas localizaciones han incrementado la dificultad de la película?
Sí, desde un punto de vista de producción ha sido muy complicado. Todo lo que se ve en la película se basa en investigaciones que he hecho personalmente. En reuniones que he tenido con gente que sale en la película. He estado en esas habitaciones… Lo que vemos en la oficina del médico, cuando Evrim está tratando de arreglar sus papeles, por ejemplo. Yo no sabía cómo era en la vida real y tuve que ir, estar con ellos, verlo con mis propios ojos. Es una película muy, muy basada en la investigación.
En Crossing seguimos a la extraña pareja formada por Lia (Mzia Arabuli) y Achi (Lucas Kanvaka) en su viaje para busca a Tekla, la sobrina trans de Lia que ha desaparecido en Estambul. ¿De dónde ha surgido esta idea? Suena a caso real…
No, no es un caso real. Es un recurso que inventé para sostener mi estructura narrativa, para poder llegar a este mundo, mostrar este mundo. También añadí cosas que estaba interesado en contar, como las relaciones intergeneracionales, la generación soviética enfrente de la generación postsoviética. Hay un montón de cosas en esta película que estaba deseando contar.
Aunque es una película bastante coral, tiene tres claros protagonistas, que a primera vista son muy distintos. Lia es una maestra jubilada, Achi es un joven sin futuro y a ellos se le une en Estambul Evrim (Deniz Dumanli), una activista trans turca…
En realidad, los tres personajes protagonistas sí que tienen una cosa en común, algo que los vincula: todos están limitados por las expectativas de las normas patriarcales. Lo que se espera de ellos. Y eso es algo que yo quería explorar. También quería explorar el mundo LGTBIQ+ desde la perspectiva de persona de familia y cómo afecta a esa familia y a su vida.
¿Te consideras un autor político? ¿Crees que el cine puede ser una herramienta para cambiar las cosas, la sociedad?
Sí echas una mirada a la Historia, cuando los fascistas toman el poder, lo primero que hacen es estrangular el arte. Y lo hacen porque el arte le da ideas a la gente. En ese sentido, creo que todas las películas, todas las imágenes, son, por supuesto, políticas. Yo no pretendo exponer situaciones políticas, pero está claro que Solo nos queda bailar se convirtió en acto muy político. Pero no es algo en lo que yo pretenda… Yo solo quiero contar historias y enseñar situaciones que creo que son interesantes y gente que creo que es interesante.
Pero sí que quieres dar visibilidad a estas situaciones, enseñarnos cómo son…
No, no pretendo enseñar nada, pero como mis películas están localizadas en sitios que no suelen verse, es cierto que te llevas un montón de información de mis películas. Yo me limito a mostrar el mundo que habitamos. No pretendo que mis películas sean didácticas, no quiero dar ningún tipo de lección… pero sí espero que aprendas un montón cuando las veas.
Desde luego, tus películas tienen un claro sabor documental.
Sí, me encanta eso. Me encanta el cinéma vérité y el neorrealismo… y también me encanta capturar esa sensación de que estás presente en el momento que se desarrolla en pantalla, que las cosas simplemente están sucediendo. Cuando no sientes que es una actuación, que estás viviéndolo. Eso es que has atrapado el comportamiento. Me encanta el comportamiento
¿Por eso muchos de tus actores son recién llegados, actores sin experiencia?
Quizá en esta película es así, porque la mayoría no están asociados a otra película… Gracias a eso, te garantizas una mirada limpia de los que la ven. Cuando aparecen rostros desconocidos, se refuerza esa sensación documental. Pero también hay que tener en cuenta que es muy difícil encontrar actores trans… Así que necesariamente tenía que hacerlo con caras nuevas… En cualquier caso, estoy más interesado en gente que vive su papel más que en actores famosos interpretando. Creo que es algo más interesante de mostrar
En todo caso, estas actuaciones noveles no se ven en absoluto amateur, ¿tienes alguna técnica especial con ellos para lograr esa naturalidad?
Aunque suene irónico, para ser espontáneo necesitas muchos ensayos y ejercicios de actuación. Practico con ellos para que se escuchen unos a otros cuando actúan, para que las reacciones se sientan reales… En ocasiones uso un zoom, intento que la cámara no esté muy cerca de sus caras. Si filmo desde la distancia, dejan de pensar en las cámaras…
He notado que raramente los personajes están solos, que a menudo los vemos con otros personajes en primer plano, invadiendo su espacio.
Siempre me gusta poner a mis personajes en un contexto mayor. También quiero mostrar como en Turquía o en Georgia no existe ningún tipo de privacidad, que es algo que damos por descontado entre nosotros. Son formas de enfatizar la importancia de tener personajes reales.
La actuación de Mzia Arabuli como Lia es brillante. Transmite simultáneamente una enorme severidad y una tremenda vitalidad.
Ella es una actriz de teatro muy conocida en Georgia. Y sí, envía un mensaje de vitalidad. Pienso en Crossing como una especie de película del oeste y en Lia como una vaquera con una misión, alguien que no tiene nada que perder. Sí, tiene esa vitalidad en ella y creo que a medida que la película avanza tiene más y más, porque creo que Achi, el chico, la despierta en ella.
La película muestra la construcción de una relación entre ambos personajes. ¿Quizá una relación madre-hijo?
Más que de madre hijo, creo que es una relación de maestra y alumno. Achi no tiene modelos de conducta adultos y ella nunca ha tenido hijos. Ella era maestra y ha continuado con ese papel más allá de su jubilación. Definitivamente, quería explorar esta dinámica intergeneracional.
Aunque la película muestra realidades muy duras, hay alegría en todos los personajes.
Bueno, todos tienen problemas, pero incluso cuando tienes dificultades no te pasas la vida sufriendo todo el tiempo. Intentas vivir tu vida lo mejor que puedes. Eso es lo que yo viví mientras estuve en Turquía. La gente tiene problemas continuamente, claro, pero lo que he visto y lo que he querido enseñar es su enorme resiliencia, esa fortaleza que les caracteriza.
¿Y cómo te las arreglas para encontrar estos actores desconocidos?
Oh, dios mío. Lleva mucho tiempo. Tres años, en este caso. La preparación de esta película fue una locura. Además, estábamos en plena pandemia y resultaba terriblemente difícil hacer cualquier tipo de investigación, castings… Tuvimos que aplazar el rodaje un año, porque Estambul estaba confinado. En cada película que haces te dices, bueno ya he aprendido y para lo próxima esto no me pasará, pero continuamente surgen situaciones completamente nuevas.
Aunque los vemos pronto en pantalla, los personajes tardan mucho en encontrase…
Claro. Porque la película no es acerca de su encuentro. Sabíamos que eventualmente terminarían encontrándose. Lo sabes en cuanto los ves, pero Crossing trata de otras cosas… Es acerca de su viaje, no sobre su objetivo sino sobre lo que están haciendo en el camino.
Pues tanto Solo nos queda bailar como Crossing tienen finales muy potentes. ¿No construyes tus películas conociendo esos finales, yendo hacia ellos?
No, no para nada. Cuando empiezo un guion, suelo tener dos o tres escenas claras ante mí y quizá una idea vaga acerca del final… pero esta siempre está cambiando. Porque cuando los personajes empiezan a definirse, a medida que hago nuevas investigaciones… Ahora que pienso acerca del final de Crossing… Teníamos una versión anterior del guion, previa a saber que teníamos que posponer el rodaje, y el final era completamente distinto en aquella versión. El final actual es mucho mejor que aquel.
Es cierto que creo que una película es tan buena como su final. En definitiva, es con lo que dejas a la audiencia. En muchas ocasiones ves una película que es realmente buena, pero que notas que no sabe cómo terminar. Creo que eso es un problema que se da en muchas de las películas actuales.
Además, me parece que las películas de hoy en día son demasiado largas. Al menos les sobran 20 o 30 minutos… Para mí, la duración perfecta está entre 1:45 y 1:52. Eso es perfecto. Si puedes contar tu historia en ese tiempo, será fuerte, será una buena película. ¿Cómo es posible que una película dure tres horas? No lo comprendo… Eso es una serie de televisión de tres episodios… Sí, pensándolo bien, creo que me gustan los finales.
Entiendo que todos los personajes trans que aparecen en la película forman parte de la comunidad trans de Estambul. ¿Cómo fue trabajar con este grupo?
Sí, todos son trans, personas reales de la comunidad trans de Estambul. Fue muy divertido, pero también complicado. Porque la mayoría de ellas pertenecen a un grupo marginalizado, con terribles problemas económicos y problemas de drogas… Es una posición muy difícil para mí, como realizador de cine, porque yo me acerco mucho cuando investigo… Intenté poner a todo el mundo en la película lo más posible, pero claro, muchas creían que iban a ser estrellas y tuve algunas conversaciones difíciles… Es duro.
Pero trajimos a todos los que pudimos a la première y tuvimos unos momentos muy divertidos juntos… Y ahora voy a Estambul, esta semana —por la semana pasada— para la gran première allí. Todas las mujeres van a venir y va a ser algo muy loco. Va a haber lágrimas, risas, alguna que otra pelea…
¿Hubo algún problema con el régimen de Erdogan?
No, no tuvimos problemas. Nos dejaron hacer lo que quisimos.
Con respecto a la première, parece que te estás acostumbrando a estrenar en Festivales de prestigio: primero Cannes, Crossing en la sección Panorama de la Berlinale…
Creo que los Festivales aún juegan un gran papel. Solo nos queda bailar no hubiera tenido un viaje como el que tuvo si no hubiera estado en uno de esos grandes festivales. Y también es importante para mí… Hago películas queer y esto las hace salir del nicho y convertirse en grandes películas al alcance de todo el mundo. Pero también creo que el papel tradicional de los festivales está, no sé, desdibujándose. Quizá porque con el fenómeno del streaming las películas están encontrando otros caminos de salida…
Ya que lo mencionas, ¿el fenómeno del streaming ha facilitado las cosas a los cineastas independientes como tú?
Creo que el mundo del streaming es un desarrollo, una evolución lógica. Lo cierto es que la burbuja del streaming ya ha reventado y ahora es algo más difícil hacer cosas, pero nos ha dejado plataformas muy interesantes que nos permiten acercar al público películas que de otro modo sería muy difícil, como Mubi, Criterion…
Nosotros tenemos la suerte de contar en España con Filmin, que es donde se ven tus películas…
Me alegra mucho.
En esta película, además de escribir y dirigir, realizas tareas de montaje. ¿Eres muy controlador en tus trabajos?
No, creo que no. Se debe más a cierta practicidad… Siempre quise ser director, pero cuando era joven y quise estudiar cine, no había institutos que ofrecieran contenidos sobre realización en donde yo vivía, así que en su lugar estudié actuación. Creo que eso fue muy útil para mí, porque así sé lo que hacen los actores. Cuando quise seguir estudios superiores, no conseguí entrar en la universidad de cine en Estocolmo.
Me presenté un par de veces: tienes que esperar tres o cuatro años entre cada solicitud y el segundo rechazo me puso tremendamente triste… Algo tenía que hacer, así que me centré en estudios más técnicos. Fue en una ciudad apartada de Suecia, donde no había nada más que hacer, pero donde había cámaras y una sala de montaje. Así que mis amigos y yo nos dedicamos a filmar películas y montarlas… Creo que fue una experiencia mucho mejor que ir a la universidad. Además, estoy contento porque no acumulé mucha deuda estudiantil, así que tuve mucha suerte.
Y naturalmente, tenía que escribir guiones, porque cuando eres un director joven, nadie te da su guion para que lo ruedes, tienes que escribirlo tú… Ahora, cuando hago series de televisión, tengo montadores, y es estupendo porque me puedo relajar… Pero en mis propias películas, especialmente cuando trabajas en Georgia o en Turquía, es más fácil estar en la sala de montaje, porque sé cómo hacerlo. Es mucho mejor que sentarte detrás de alguien, contándole qué es lo que quiero… Prefiero coger el ratón y hacerlo yo mismo.
Es decir, creo que no soy controlador, pero depende un poco de a quién preguntes. Si preguntas a mi productor, seguramente te dirá que sí.
¿Eres una persona de equipos estables o te gusta incorporar nuevas caras?
He trabajado con parte del equipo de Solo nos queda bailar de nuevo. Por ejemplo, tengo el mismo director de fotografía (Lisabi Fridell), pero también me gusta cambiar. Depende mucho del tipo de proyecto
Hablando de fotografía, se nota mucho el cambio de luz desde el principio de la película en Georgia a su parte principal en Estambul.
Sí, son muy diferentes. Desde luego, la luz cambia porque estamos en Turquía, pero posiblemente tiene algo que ver con la estación del año. Rodamos en Georgia primero y tuvimos una pausa de al menos un mes. Creo que cuando llegamos era noviembre y el sol estaba bastante más bajo… Creo que es lo que se nota… Es como más naranja…
has trabajado mucho para televisión. Tienes una serie a la que apodan «la Breaking Bad escandinava», titulada Masa…
Sí, la hice durante la pandemia con mis amigos, porque quería hacer algo y nadie estaba trabajando. Así que escribí esta serie y la rodamos… En realidad, comencé a hacer televisión en 2006 y en 2012 participé en una serie que tuvo mucho impacto, titulada Real humans —Äkta människor, 20 episodios—, protagonizada por gente que eran robots, androides… Se hizo una adaptación británica —Humans, 2015-2018, 24 episodios—. Entonces hice «Certain People», una pequeña película de la que estoy muy orgulloso. La rodamos en Gotland y la estrenamos en Tribeca, en Nueva York. Tuvo muy buenas críticas, pero es difícil de encontrar en Europa, porque ya no tenemos los derechos de la música… Creo que se puede ver en algún sitio sueco. Debería haberme traído un DVD… Ahora que lo pienso, esos DVD son muy valiosos ahora. Quizá podría hacer negocio en mercados de segunda mano…
Después hice otra película, que tuvo un mayor presupuesto y que estaba basada en un libro —El círculo, 2015—, que aunque fue una experiencia muy divertida, no era mi bebé…. Solo nos queda bailar es la que considero mi primera película. Creo que hasta que no la rodé no empecé realmente a hacer mis propias cosas.
También has tenido una experiencia en Norteamérica, donde has dirigido varios episodios de Entrevista con el vampiro, la serie de Rolin Jones. ¿Qué tal la experiencia?
Fue maravilloso. Cuando era niño adoraba los libros de Ann Rice. Era un gran fan… Así que cuando vi en Variety o en algún sitio similar que se iba a hacer una serie, escribí de inmediato a mi agente, diciéndole que quería participar. Por suerte, Rolin (Jones) había visto Solo nos queda bailar y me dijo que perfecto, vente. Fue una locura… Realmente muy divertido, y también he participado en la segunda temporada, que se estrenará el 12 de mayo. Hice cuatro de los ocho episodios.
¿Qué diferencias encuentras al trabajar para la televisión o para el cine?
En última instancia, todo se reduce a lo que ves en la caja, en el monitor… Tú intentas que todo encaje, que todo funcione… Si ves Entrevista con el vampiro notarás que tanto visualmente como narrativamente, el resultado es muy distinto de lo que aparece en mis películas. Es más como un film noir, antiguo, del Hollywood clásico. Es hermoso, es un estilo muy diferente… Me gustó mucho la experiencia. Es como entrenar otro músculo. Lo que más me gusta es que es la mise en scene es totalmente distinta… Y además, que no tengo toda la responsabilidad sobre mis espaldas… En la serie había alguien por encima de mí, el showrunner, y yo me limito a intentar plasmar su visión lo mejor posible. Y me gusta esa sensación, me gusta tenerla de vez en cuando… O sea que no soy un maniático del control (risas).
Entonces, vas a repetir la experiencia, quizá con una película…
Después de Solo nos queda bailar me llegaron muchos guiones desde Norteamérica. Algunas películas ya se han hecho y lo cierto es que parecían interesantes sobre el papel, pero notaba que antes aún tenía que hacer algo en idioma inglés. Soy una persona muy cuidadosa, me gusta tomarme tiempo y creo que tenía que hacer algo que… quizá no fuera totalmente mío. La adaptación de Rice ha resultado perfecta para esto. Ahora creo que sí quiero hacer una película en Norteamérica y ahora me veo capaz porque puedo manejarme solo, por mí mismo, en un set norteamericano y estoy convencido de que puedo plasmar mi visión.
¿La televisión también es un medio válido para dar visibilidad a contenido queer?
Sin duda. Creo que Entrevista con el vampiro realmente lo hace. Es super queer. Creo que es incluso más queer que Crossing. Entrevista con el vampiro es una serie muy cinemática. También lo he intentado con mi serie Masa… Pero esta tiene un acercamiento más divertido. Creo que es curioso ver Suecia con esa perspectiva. Suecia es un sitio tan extraño… Me gusta mucho la protagonista y la relación con su hijo. Es a la vez triste y dulce. Los dos son tan buenos amigos…
Pero en realidad yo no intento empujar mensajes: quiero contar cosas que me excitan y me parecen interesantes.
¿Conoces el cine español? ¿Algo que te guste especialmente?
Lo conozco, pero tengo que confesar que quizá aún estoy limitado a las cosas muy mainstream. Pero sí que conozco algo de la televisión y te puedo decir que me encanta Veneno —la serie de 2020 de Javier Ambrossi y Javier Calvo—. Para mí es la mejor película que he visto en mucho tiempo. Algo increíble.
Con respecto a la situación del colectivo LGTBIQ+, desde nuestra perspectiva parece que está habiendo un cierto retroceso. ¿Qué opinas tú, que tienes una visión más global?
Sí, es algo que está pasando en todo el mundo. También en Suecia. Por eso soy muy nihilista en mi propia vida. Creo que mis películas son una especie de terapia para mí, para recordarme a mí mismo y a la gente que podemos ser buenos unos con otros, ser solidarios…
Entonces, en el fondo eres un optimista…
Claro. Tengo que serlo. Es todo lo que nos queda. Y lo normal es que la gente sea buena unos con otros. Tenemos una capacidad tan grande para ser amables… Y yo pienso que las películas nos recuerdan que podemos ser buenos unos con los otros, como los grandes neorrealistas. Nos enseñan prostitutas y miseria, sí, pero también vida, amabilidad
Lo cierto es que el cine actual en ocasiones tiende a subrayar la fealdad…
Sí, estoy de acuerdo. Y estoy cansado de ello. Cuando alguien me recomienda una película, lo primero que hago es preguntar: ¿pasa algo horrible en ella? Y si me dice que sí, le pregunto qué es. Y me dice, por ejemplo: unos skins apalean a un chaval… Y yo pienso para mí: no sé si estoy interesado en ver esa película. Puede ser maravillosa, pero no quiero tener esas imágenes en mi cabeza, estoy cansado de ellas. Quiero otro tipo de imágenes. Quiero la imagen del protagonista de Solo nos queda bailar y de su hermano abrazados en lugar de pegándose. Esas son las imágenes que quiero. Es lo importante para mí.
En la escena de Evrim en el despacho, de la que hemos hablado antes, al marcharse, deja un toque amable a pesar de lo mal que la han tratado…
Y eso ocurrió de verdad. Yo presencié esa escena. Fui a ese despacho con la chica, en ese mismo hospital. Había gatos por todos lados… La tengo grabada en mi teléfono y el tipo no levantó la cabeza. Había una mujer junto a él, que era más amable. Yo veía como ambas se miraban una a la otra. Y entonces cuando estábamos a punto de marcharnos, ella se gira y le dice al hombre que le quedaba muy bien el pelo… Y nos reímos, porque era divertido. Aquel pelo era tan feo… Era lo peor… Y el abogado, el real, preguntó ¿qué, qué es lo que has dicho? Yo creo que ella lo dijo para que aquel individuo realmente la viera.
Ese es el espíritu de tu cine…
Ese es el espíritu de mi escritura, sí. Si es demasiado serio, tenemos que bromear. Si es demasiado divertido, tenemos que poner algo triste. Es lo salado, lo dulce, lo picante… Tienes que buscar la mezcla perfecta.
Me encantó que hubiera tantos gatos en pantalla…
Los gatos estaban ahí todo el tiempo, tenía que incluirlos. Creo que puedes saber tanto sobre una persona en su manera de relacionarse con los animales. Así que si muestro que un personaje es bueno con los animales, lo que estoy mostrando es la empatía del personaje.
¿Qué planes tienes de futuro? ¿Vas a hacer una trilogía?
No, no… Bueno, quizá alguna gente puede llegar a creer que es una trilogía… Igual sí es una trilogía. Porque mi siguiente película es sobre dos ingleses, de Londres, que van a Georgia… Y no puedo decir nada más. Pero podría ser el final del viaje. Comenzamos en Georgia, luego pasamos a Estambul, de este a oeste, y de ahí a Londres para regresar a Georgia. Un círculo completo. Quizá es una trilogía que termina y ya puedo pasar a hacer otras cosas.
Aún tenemos que esperar para ver tu película en España, será en septiembre, un poco tarde, ¿no?
Sí, es tarde, pero lo mismo pasó con Solo nos queda bailar. Recuerdo que vine como en septiembre y la película se estrenó en febrero. Ya se ha visto en el D’A Festival, en Barcelona.
Déjanos alguna recomendación…
Pues sin duda, Las noches de Cabiria —Federico Fellini, 1957— y un clásico más desconocido Amor y anarquía —Lina Wermüller, 1973—. Es una película maravillosa, una de mis favoritas. Hay una canción que canta una mujer en esa película que es tan bonita… Os va a hacer llorar.
La música es importante en tus películas…
Sí, es importante. En realidad, la música es importante en mi vida. Y también el baile. Me encanta bailar. Solo nos queda bailar es una película sobre el baile, pero también lo puedes ver en Crossing. En todo caso, creo que aún no he hecho la película definitiva sobre el baile. Y espero hacerla algún día.
Estoy viendo muchos clips de flamenco y me encantaría hacer algo en España. Esto es tan bonito, es precioso. Estuve en Madrid en el estreno de Solo nos queda bailar, pero solo fue un día y no pude captar ninguna sensación, pero ahora me está encantando Madrid. Es tan bonito. Y la gente me recuerda a la de Georgia o Turquía. Tengo la misma sensación de calidez.
Para mí, comparado con otras ciudades occidentales, como Londres o París, creo que aún tiene mucha autenticidad. He estado paseando por la ciudad y todo conserva un aire de los ochenta, es muy auténtico. No sé, quizá solo sea mi forma de ver las cosas…
Crossing llegará a nuestras pantallas en septiembre. Solo nos queda bailar y Masa se pueden ver en Filmin. La primera temporada de Entrevista con el vampiro está en Prime Video. Las noches de Cabiria se puede alquilar en Movistar. Amor y anarquía —la película, hay una serie sueca del mismo título— no está disponible en la actualidad, pero la escena a la que se refiere Akin está disponible aquí.
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