El reportaje que vas a leer en varias entregas ha consumido más agua de la que tú y yo usaremos a lo largo de una semana. Es una cantidad estimada que suma el trabajo de investigación, lo que supuso generar y digitalizar la documentación consultada, y su búsqueda; el contacto con las fuentes; la edición, publicación, difusión en redes sociales y servidores que albergan los datos. Y es una cantidad de agua irrisoria. Al menos si se compara con el océano de consumo que supone la digitalización. Es decir, con los millones y millones de litros que las máquinas tienen que beberse a diario para que leamos online, publiquemos en redes sociales, hagamos búsquedas, juguemos a videojuegos en grupo, o veamos series y películas por streaming. Por no hablar de la actividad laboral.
Para usar lo que llamamos, genéricamente, internet, necesitamos tanta agua o más que la agricultura de regadío. Es un fenómeno reciente, muy nuevo, cuyo inicio podemos fijar en 2017, año en que su crecimiento exponencial empezó a ser motivo de preocupación. El motivo lo señala indirectamente el irlandés Gerry McGovern, uno de los mayores expertos en gestión de contenidos en internet, en su libro World Wide Waste. Allí explica que el 90 % de los datos creados en toda la historia de la humanidad se originaron entre 2017 y 2019. Hablamos de datos digitales, y no es casual que a esa producción masiva le siguiera un gran desarrollo de la inteligencia artificial, porque pudo entrenarse con ellos. Su acceso vía internet lo posibilitaron los servicios en la nube, que funcionan gracias a centros de datos físicos: grandes infraestructuras de servidores que se calientan, necesitan ser enfriados, y que han incrementado exponencialmente su consumo hídrico. En 2022 Microsoft empleó un 34 % más de agua, y Google, un 20 %. Estas empresas atribuyen el incremento a la implantación del uso de la inteligencia artificial, tanto por el entrenamiento de modelos como por el uso público. Es apenas un pequeño aperitivo de lo que viene. Cuando la IA se haya implantado masivamente en el mundo, hacia 2027, se beberá anualmente tanta agua como todo nuestro país en los próximos diecisiete años. La inteligencia artificial, y no la sequía, nos matará de sed.
Y es una estimación conservadora, porque el dato sale del estudio hecho en la universidad de California sobre consultas a chatGPT 3 cuando aún no se había lanzado el modelo 4. Diez consultas, medio vaso de agua. No parece preocupante. Cada ciudadano de la Unión Europea consume actualmente 187.3 gigas (GB) de tráfico de datos al año, y eso también es medio vaso de agua al día. Recordando que fabricar un solo par de vaqueros consume casi 11 000 litros, parece mucho más peligroso que la gente compre vaqueros a que esté pegada al móvil todo el día. Pero el peligro, en ambos casos, es el mismo. Las fábricas de pantalones no se distribuyen por todo el planeta para consumir agua equitativamente. Se concentran en terceros países a los que esquilman y contaminan. De igual forma, los centros de datos que proveen de internet, IA y servicios en la nube a continentes enteros se beben un único río, de una única región de la Tierra. Allí donde se instalan. El problema generado es de tal magnitud que países como Holanda o Singapur han tenido que establecer moratorias después de haber recibido múltiples centros de datos en sus territorios y ser un referente mundial. Nosotros vamos a tener ese problema muy cerca, porque uno de los mayores centros de datos de hiperescala de Europa va a instalarse en Gamonal, Talavera de la Reina.
España, territorio a ocupar por los centros de datos
En comparación a países de nuestro entorno, no contamos con demasiados centros de datos. Un total de 94 frente a los 190 de Francia, 308 de Alemania o 159 de Países Bajos. Resulta anómalo porque somos un territorio ideal para instalarlos: además de nuestra infraestructura de telecomunicaciones, aquí confluyen los grandes cables de fibra óptica submarina y terrestre. Hace años que somos un nodo ideal de distribución de datos con África, Europa y América. Lo que nos mantenía en reserva era el alto precio de la electricidad. Pero ese panorama ha cambiado radicalmente con la instalación masiva de renovables, solar y eólica principalmente, que ha transformado el pool eléctrico y sus precios. Apoyado en los fondos europeos Next Generation, y en su aplicación vía PERTE de energías renovables.
Lo hemos notado directamente en la factura del hogar. Y al mismo tiempo la tarifa eléctrica industrial para empresas nos ha convertido en un territorio ideal para los centros de datos de hiperescala. No cualquier centro de datos, sino el hipercentro. El más grande, y más necesitado de refrigeración, como el que instalará Meta en Talavera. Si un centro de datos es como un edificio, un hiperescala es como una manzana entera. La inversión que requiere construirlos es millonaria, por eso solo los tienen un puñado de empresas, las big tech: Amazon, Apple, Google, IBM, Microsoft y Meta. Hasta ahora habían ido construyéndolos para proporcionar servicios de computación en la nube. Ahora necesitan ampliarlos para librar además la carrera de la inteligencia artificial. Meta es un buen ejemplo, ha lanzado modelos como Llama, inteligencias artificiales de generación de texto y de código de programación, y ahora quiere incorporar también utilidades de IA a WhatsApp, Instagram y Facebook. Cuando todos los millones de usuarios actuales de esas aplicaciones encontremos la inteligencia artificial de serie en ellas haremos, sin darnos cuenta, una adopción masiva y mundial de la IA. Para que eso funcione se necesitarán muchos hipercentros dando servicio a continentes enteros. Y para que sea rentable necesita agua, mucha agua: porque es la forma más barata de refrigerar los servidores de los centros de datos.
Para comprender en toda su dimensión la necesidad de agua de un centro hiperescala debemos tener en cuenta de dónde proviene su consumo eléctrico. Hace más de una década, y según una investigación del New York Times, la climatización consumía el 88 % de la electricidad total gastada por el centro de datos. La computación apenas empleaba un 12 %. Más de una década después y con la optimización y modernización de sistemas, estos porcentajes se han equilibrado. Hoy solo el 43 % del consumo eléctrico va dedicado al enfriamiento de las salas que albergan los servidores, los cuales tienen que funcionar en un rango de temperaturas de entre 18ºC y 27ºC. El problema es que esa reducción se ha conseguido usando agua, y no cualquier agua. La que bebemos. Con la que cocinamos y nos duchamos.
El antropólogo Steven Gonzalez Montserrate es uno de los grandes especialistas mundiales en impacto medioambiental y social de la computación en la nube y sus infraestructuras, los centros de datos. También ha participado como etnógrafo observador en esas instalaciones para entender su funcionamiento interno. Algunos puntos clave de sus estudios ayudan a entender por qué España y su agua son tan atractivos para los hipercentros.
Primer punto, la refrigeración de los servidores calienta el agua, haciendo proliferar algas y microorganismos, que son un peligro para los componentes electrónicos. Cuanto mejor sea el tratamiento sanitario, más tarda en ocurrir ese proceso, después del cual hay que meter de nuevo agua limpia en el sistema. Por nuestros estándares de calidad, ajustados a los europeos, tenemos una de las aguas mejor tratadas, óptima para los hipercentros.
Segundo punto, el precio. Ya hemos señalado que un hipercentro tiene un consumo eléctrico mucho mayor por su dimensión, que hace inviable climatizarlo usando electricidad. Al cambiar a agua esta tiene que ser más barata, y la nuestra lo es, incluso en su tarifa industrial, más elevada que la doméstica, incluso antes de que se abaratase la tarifa eléctrica.
Tercer punto, el clima mediterráneo continental, presente en la mayoría de la península, y concretamente las áreas con menos precipitaciones y menor altitud. Los equipos electrónicos se estropean menos y funcionan mejor con baja humedad, por eso en EE. UU. suelen instalarlos en áreas más áridas, donde su clima subtropical húmedo está influenciado por desiertos. Aquí esas condiciones se dan en las cuencas del Tajo y del Ebro. Si observamos los puntos de hipercentros de Amazon en Aragón, recientemente construidos, en Villanueva de Gállego, El Burgo de Ebro, y en la Plataforma Logística Huesca Sur, a siete kilómetros de la ciudad, comprobamos que reúnen precisamente estas condiciones. El futuro hipercentro de Meta en Gamonal, municipio de Talavera de la Reina, también.
Cuarto, la paz social que requiere una industria extractiva. Los hipercentros no generan más de cien puestos de trabajo, con cualificación muy específica que habitualmente no se encuentra entre la población local. Limitan cualquier actividad agrícola, industrial o comercial, presente o futura, por el secuestro de agua del hipercentro. Por eso la mayoría se ubican en pequeñas poblaciones rurales, de entre 15 000 y 50 000 habitantes, y este es un patrón que se repite en todo el mundo. Allí apenas hay protestas, la huella ambiental y social de los hipercentros es poco conocida aún, y su actividad demasiado técnica para entenderla bien. No hay mayor paz social que en la España vaciada, con pobladores envejecidos, alta tasa de paro y jóvenes que emigran hacia otras regiones.
Somos un país idóneo para instalar centros de datos hiperescala. El problema es que estas infraestructuras, además de traer beneficios para el país, crean zonas de sacrificio locales. Pueblos y medioambientes que se secuestran o destruyen, ríos que se secan, territorios con el mismo problema que donde se instala una macrogranja o una mina. Así será Gamonal en Talavera, y lo sabemos porque ha sucedido en varias comunidades agrícolas de Estados Unidos, en Singapur, y sobre todo en los Países Bajos. Cuyos ciudadanos se han levantado en su contra.
De las áreas territoriales a sacrificar, con el ejemplo central del futuro hipercentro de Meta en Talavera, que estará allí porque el gobierno holandés se negó a albergarlo, tratará la siguiente entrega.
Hace años se planteó montar las estructuras electrónicas de computación con altas necesidades de refrigeración sobre plataformas offshore que utilizarían el agua marina para esos fines. No se ha vuelto a hablar de ello, pero parecía interesante… Hélas.
Estoy de acuerdo con Xavier. Yo veo 2 posibilidades: o ir para adelante y progresar, o primero estancarse y luego retroceder. Y ojo, que hay intelectuales que defiende el decrecentismo: en siglos pasados se les hubiera tachado de enemigos del progreso, de reaccionarios, etc. Hoy son una parte de los progresistas los que se oponen al progreso para salvar el planeta y afirman que tenemos que retroceder a siglos pasados.
En realidad estas profecías de que la superpoblación ( en el fondo creo que esto es lo que consideran la raíz de todos los males) va a acabar con nosotros se vienen repitiendo desde que a finales del siglo XVIII Malthus escribió su famoso libro. En realidad progreso tecnológico y crecimiento demográfico han ido de las mano.
El crecimiento demográfico ha sido posible desde ese siglo porque el progreso ha sido más rápido que el crecimiento de la población. Y el crecimiento de la población ha sido una de las cosas que han ayudado al progreso tecnológico, por ejemplo haciendo más fácil las economías de escala que hacen rentables las nuevas tecnologías.
Yo no sé que nuevas tecnologías se inventarán en el futuro. Tampoco nuestros antepasados sabían que tecnologías tenemos hoy. Pero si se repite la historia, las nuevas tecnologías podrían ser desaladoras más que rentables, fusión nuclear, naves espaciales atómicas que hagan rentable colonizar el sistema solar ( y que esta colonización ocurra ) y más cosas que nos permitan seguir creciendo en muchos sentidos con un razonable coste ecológico.
Yo no niego que un crecimiento demográfico y económico demasiado rápidos no sean un problema. Pero ahora mismo el mundo no está creciendo a un ritmo precisamente peligroso. En muchos países lo que hay es más bien el problema contrario: natalidad en descenso y ya demasiado baja.
Una réplica que se puede oir cuando se dice esto es que no podemos conocer ni estar seguros de las innovaciones tecnológicas que se vayan a producir en el futuro. Por lo tanto seguir creciendo confiando en ellas es una irresponsabilidad.
Yo les aseguro de que si como mínimo se ponen en práctica las políticas decrecentistas lo vamos a pasar mal. Empezando por las clases populares. Suelen ser los progresistas más ricos los que no protestan.
Y como máximo, lo que ya no es una irresponsabilidad sino una apología del terrorismo es lo que proponen en serio algunos de matar a miles de millones de personas porque hay que bajar la población mundial con carácter de urgencia para salvar al planeta.
Interesante tu punto de vista, Antonio. Hacia la tercera entrega de esta serie hablaré de porqué tenemos que instalar estos centros de datos, nos guste o no, tengamos o no tengamos agua, y cómo, de no hacerlo, corremos el riesgo de convertirnos en un país pobre.
Perdón, más que apología del terrorismo, yo lo llamaría apología del GENOCIDIO.
Creo que este es el cuarto artículo (de corte apocalíptico) que se publica en JD en contra de la IA. Si tienen razón, nadie los leerá en el futuro (porque no quedará nadie para leer.) Si no tienen razón, alguien se echará unas risas en el futuro (aunque sea chatgpt 123).
Ojalá nos riamos en el futuro de todo esto. Una aclaración, gallo. Aquí se trata del agua, y sabemos que este es un país con grandes sequías, desde siempre, últimamente más agudas de lo habitual. Estamos recibiendo muchos hipercentros de datos y tendremos más en el futuro, y todos necesitan mucha agua para enfriarse. Yo personalmente no estoy en contra de la IA, y desde luego no existe una línea editorial de Jot Down en contra de ella. Es más la libertad editorial de esta revista, que, con ciertos límites, admite diferentes puntos de vista. Ahora bien, un peligro poco conocido de esta nueva tecnología es que precisa muchísima agua, y a mi eso sí me parece apocalíptico. Sobre todo cuando veo las restricciones a que ahora está sometida Cataluña o Málaga. A quién restringirán el consumo de agua en sequía cuando la actividad económica lo necesite, a los hipercentros o a nosotros.
Gracias por su amable respuesta, seguramente tiene usted razón, pues parece obvio que sus conocimientos son mucho mayores que los míos, pero ¿descarta por completo que se encuentren soluciones que reduzcan el consumo de agua? Tal vez la propia IA encuentre la respuesta, sería justicia poética. Por otra parte, los países sin agua llevan siglos gestionando esta escasez con ingenio (hace poco he visto un documental que explica como en la antigua ciudad de Petra se las arreglaban para tener abundante agua en medio del desierto). Un saludo.
No solo no lo descarto, es que ya existen. El problema es que el agua es la opción más barata, y la adopción masiva y gratuita de herramientas de IA como chatGPT o Bard, depende de que el coste de operarlas sea barato. También es seguro que lograremos gestionar la escasez de agua, pero la pregunta es a qué precio. ¿Menos duchas? ¿Nada de piscinas? ¿Limitar la agricultura? En un contexto de sequía como el que tenemos, y que el clima parece anunciar que continuará, un hipercentro de datos no se puede dejar sin agua. Así que, por economía, por ser un sector clave, y por otros motivos legalmente regulados, él siempre tendrá la preferencia. Eso es lo que hay en abril de 2024, aunque por supuesto el objetivo será mejorar el escenario futuro entre todos. Ojalá.
Hay una 3ª posibilidad que creo que es lo que va a ocurrir: que se desarrolle la IA pero con limitaciones legales. O por lo menos que las empresas de IA desarrollen voluntariamente un código de buenas prácticas que limiten lo que se puede hacer con la IA.
Eso podría funcionar hasta que alguien que podría ser China se salte todas las normas porque le vea ventajas por ejemplo para controlar mejor a su población, y porque adquiera la capacidad tecnológica para crear IA.
Si esto último pasa, es de preveer que el enfrentamiento entre el bloque chino-ruso y el bloque occidental subirá un peldaño más. También podrían oirse voces en occidente diciendo que las leyes occidentales son un freno a nuestro progreso en IA y que no nos podemos permitir que China nos adelante.
Pero soy optimista porque soy creyente. Creo que la IA hará que las máquinas superen a nuestro cerebro en más cosas, igual que ahora nos superan en hacer cálculos matemáticos, etc, pero no nos superarán en todo porque hay cosas que dependen más de nuestra alma que de nuestros cerebros. Y no creo que podamos fabricar una máquina que supere a nuestras almas.
Así que las máquinas de Terminator serán sólo películas. Podemos desarrollar tranquilamente la IA y las leyes sólo deberían evitar que se usen para cometer delitos, no para evitar su desarrollo. Por ejemplo, si la IA pudiese utilizarse para crear fotos y videos falsos para engañar a un juez o a la prensa, eso debería perseguirse.
Qué malos son los chinos. Y los rusos también.
Menos mal que tenemos a la OTAN para arreglar estos detalles.
Me parece que Ud no quiere ver el problema. A lo mejor si viviera en el Este de Europa, sobre todo si viviera en Ucrania, sí que vería el problema.
A lo mejor si acabásemos con una guerra a gran escala con Rusia, posibilidad que no se puede descartar, Ud sería de los que en vez de defender a Europa, se pondría de parte de Putin.
He aquí nuevamente a la carga Toño B, alias «Sonia», hablando de lo que no sabe, para no variar. El día el que le dé el ictus y se vuelva idiota no apreciaremos la menor diferencia.
A mi lo que me sorprende es que aparezca la IA como fantasma, cuando la planificación territorial se las ha pasado divorciada de los balances hídricos durante decenios, y asimismo prácticamente todas las actividades con incidencia en la ordenación territorial, las agrarias entre ellas. A esto se añade la conducta del ciudadano singular, pro visionado por una inmensa industria (pozos, piscinas, viviendas en suelo rústico). En Andalucía están intentando tener una visión integral de los pozos ilegales, que aparecen a buen ritmo (conozco a gente que está con los SIG a destajo), mientras la Axarquia se vende como modelo de éxito, con el pantano de la viñuela seco. La guerra del agua ya está, y el camino hacia el colapso ya se ha definido, sin IA. Piscinitas, golf, urbanización ilegal, comunidades de regantes. El colapso total no se basará en el agua, pero será un aspecto de impacto muy considerable.
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Haciendo un análisis simple no me cuadra para nada que se consuma más energía para refrigerar que para la computación dada la naturaleza de esta. Si consideramos que el total de la energía consumida en computación se pierde en forma de calor tendremos un consumo X. Dado que para refrigerar se usan máquina frigoríficas con Coeficiente de operación de mínimo 2 (por cada cantidad X de energía en forma de calor empleo 0,5 X en energía eléctrica para extraer dicha energía) la intuición dice que los porcentajes deberían ser inversos. Aprox el 66% de la energía dedicada a computación y el 33% dedicado a la refrigeración.
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Ok, pues aprovechemos ese vapor. La implantación de centros de datos debería ir acompañada de la infraestructura necesaria para aprovechar todo ese vapor de agua generado, bien para la obtención de energía, bien para condensarlo y volver a obtener un agua que se devolvería al río o se reintegraría al sistema de refrigeración.
Es posible devolver el agua al río, sí, pero a una temperatura muy elevada que va a cambiar la idiosincrasia del mismo.