Cine y TV

‘Hate Songs’, la radio del odio y la reconciliación

Hate Songs para Jot Down
Boré Buika, Alejo Levis, Nansi Nsue y Àlex Brendemühl, elenco y director de Hate Songs.

Hate Songs, el último largometraje de Alejo Levis, nos introduce de lleno en una historia que pasó muy lejos, pero que lectoras y lectores posiblemente reconozcan: el genocidio de Ruanda de 1994, donde el 75% de la población tutsi murió a manos del grupo social mayoritario, los hutus. De hecho, Alejo decide empezar la película con imágenes de archivo sobre la propia masacre en la que no oculta la realidad, pero después nos introduce en una ficción ambientada en 2014, donde no solo es que persista este capítulo negro en la historia contemporánea, sino que es algo todavía tangible.

Esta película es la historia de dos actores, Stéphanie (Nansi Nsue), una actriz de origen ruandés que ha tenido éxito en Francia y, de Ncuti (Boré Buika), otro actor, también ruandés, pero que se ha quedado en su país. Los dos van a protagonizar una radioficción sobre la RTML, la Radio Télévision Libre des Mille Collines, conocida también como la radio del odio, pues desde sus bases de retransmisión se inducía a matar a los tutsis como a cucarachas. El director de este proyecto es Simon (Àlex Brendemühl), un importante técnico de radio belga.

El diálogo entre el presente y el pasado es uno de los principales temas que trata Hate Songs. Y es que las heridas causadas tanto por la guerra civil que precedió a la masacre, y, por supuesto los cien días de masacre, marcan la situación de Ruanda todavía hoy en día. No es arbitrario que esta radioficción se esté llevando a cabo en las mismas instalaciones en las que se emitía la RTML. Aquello que una vez sucedió en esa sala de emisión permanece latente, y el conflicto étnico persiste inevitablemente hoy. Hate Songs no es la primera película que ha tratado el tema. Entre las más famosas está Hotel Rwanda (2005), de Terry George, que fue muy popular en la época de su estreno.

Pero aunque estas heridas y el pasado permanecen en la actualidad, lo cierto es que la situación de Ruanda ha cambiado mucho. Ahora es uno de los países más estables del continente africano y uno de los que tiene mayor crecimiento. De hecho, hay muchos avances también en términos feministas. La masacre y los enjuiciamientos posteriores supusieron un antes y un después en la relación entre tutsis y hutus, cuyo conflicto se remonta a tiempos inmemorables, aunque no siempre fue tan tumultuoso. Pero las diferencias, basadas básicamente en la altura media de unos y otros, fueron fomentadas por los colonos belgas. Decidieron que era más fácil dominar al país si lo hacían desde dentro, por eso privilegiaron a los tutsis respecto de los hutus. Así, una vez más, la intervención colonial empeoró la situación de los oriundos y los enfrentó en una guerra que no era la que los liberaría, sino la que los sometería a los extranjeros. No es casual, por tanto, que cada uno de los personajes pertenezca a uno de los grupos en cuestión: Simon, belga, tiene evidentes antepasados colonialistas. Stéphanie es tutsi y tuvo que huir tras la masacre. Ncuti es hutu y también tuvo que huir a Uganda por las consecuencia del genocidio.

Haciendo uso del espacio reducido, Alejo Levis cuenta un relato claustrofóbico, donde la sala de emisión hace las veces de sala de interrogatorio, llevando a sus protagonistas a cuestionar si esta radioficción sirve para reconciliar a la sociedad o más bien para dividirla aún más. Hate Songs habla, en esencia, de la responsabilidad de los locutores y de los medios, y cómo estos pueden convertirse no solo en un canal artístico y periodístico, sino también en pura propaganda terrorista, como lo fue desgraciadamente en 1994. El inteligente recurso de interpretar una ficción dentro de la propia película le sirve a Alejo Levis para hablar, en consecuencia, de la labor de todos los actores y actrices que tienen que luchar por aportar una moral a los papeles que deben interpretar.

Hate Songs para Jot Down

Es muy interesante la conciencia que Hate Songs tiene sobre la influencia política en las artes populares. La música y, de alguna manera, también el cine, gozan de la mayor inserción en la sociedad, pues son las artes más consumidas. RTML fue decisiva en la masacre de Ruanda, pues tenía una gran audiencia. En la propia película se menciona que la emisión de las canciones de moda solo era un medio para conseguir más oyentes y así poder movilizarlos para cometer el genocidio. El interés actual de este trágico evento es que también hoy en día podría suceder. Los ciudadanos de ahora no somos menos influenciables que los de antes, y muchos de los artistas populares son incitados para postularse políticamente porque los grandes poderes son conscientes de su influencia. Pueden tomarse de ejemplo el propio Emmanuel Macron pidiendo a Mbappé que se quede en el PSG o los demócratas intentando la mención explícita de Taylor Swift de su voto por Biden en las próximas elecciones. Este va a ser también el viaje de los personajes en Hate Songs, que van a comprender la fuerza de su influencia y, a diferencia de lo que no ocurrió entonces ellos que van a hacer algo en honor a la verdad. Así, Alejo se acerca a otras películas en las que el cine diferencia los hechos que ocurrieron realmente para contar lo que debía haber ocurrido, como en Ser o no ser, de Lubitsch, en Malditos bastardos y Érase una vez en Hollywood, de Tarantino e incluso en The Florida Project, de Sean Baker. 

Pero Hate Songs podría incluso categorizarse, al menos durante algunas secuencias, como una película de género. La propia Stéphanie cumple con las características de la protagonista por excelencia del género de terror en general y del slasher en particular, la chica o la final girl, término acuñado por Carol J. Cloveren en Men, Women, and Chainsaws: Gender in Modern Horror Film. De hecho, la película empieza con un susto: ella se está mirando en el espejo cuando aparece Ncuti, que la asusta involuntariamente. Alejo Levis nos introduce así en un código de terror o, al menos, nos expresa que algunos elementos de este género estarán presentes. 

Cinematográficamente son también visibles influencias del cine mainstream. Alejo Levis elige una expresividad muy visible en todas las decisiones de dirección. El viaje de la protagonista, tanto emocional como intelectual, es directamente reconocible por el espectador mediante el uso de lentes distorsionadas, planos cerrados y la manipulación de la luz (siendo completamente antinatural). En esta ocasión también Alejo Levis opta por hacer visible lo emocional: los reflejos de los personajes en espejos como referencia a su doble identidad, la visualización directa en POV de los recuerdos de la protagonista, el cambio de luz cuando pasamos del tiempo del relato a un recuerdo…

Coincidiendo con el espíritu de reconciliación en el que está ahora la propia Ruanda, Alejo Levis ha realizado Hate Songs con este afán de entendimiento. La genial química entre Brendemühl (nominado al Goya a mejor actor de reparto por Creatura el año pasado), Bore Buika (conocido en España por interpretar papeles tanto en El secreto de puente viejo como en Mar de plástico), y la fantástica Nansi Nsue (a punto de estrenar también El Salto o Las Largas Sombras), forman este reducido y efectivo reparto para una película que apela a la colaboración entre etnias. Porque las historias duras no se tienen que contar con dureza y crearlas no tiene que ser una experiencia dramática.

La película se estrena el 19 de abril, en salas.

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2 Comentarios

  1. ¿Debe «significarse» un artista y convertirse en un referente sociopolítico? ¿Podemos o debemos separar la trayectoria personal del artista de su producto? ¿Tiene el arte poder para transformar la realidad o puede el poder usar el arte para sus intereses? Solo puedo contestar con un «sí» a la tercera pregunta. Sin embargo, no tengo nada claro lo que contestar a las dos primeras. Este artículo acaba de invitarme al cine el 19 de abril. Tal vez para seguir dudando, que no es poco. Tal vez, también, para adentrarme en ese otro «charco»: el de la memoria histórica y su digestión tras un conflicto que traumatiza a todo un país.

  2. Muy interesante el tema y por lo que explicas me gusta el tratamiento que le has dado.
    Supongo que no tendrá nada que ver con hotel Ruanda, aunque ese film me gustó.
    Lastima que el ser humano no aprendamos de los hechos pasados.

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