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Fusiones y rupturas entre la realidad y el lenguaje

fusiones y rupturas
Jack Nicholson durante el rodaje de One Flew Over the Cuckoo’s Nest, 1975. Fotografía: Fantasy Films.

Casi nadie es capaz de imaginarse la realidad.

(Goethe)

Cuando los conquistadores de América vieron fumar a los indígenas, les llamó la atención y quisieron probarlo, ya que no conocían el tabaco.

Tiempo después, los indios se quedaron sorprendidos al ver cómo fumaban los españoles y les dijeron:

No sabéis fumar. Lo hacéis en cualquier circunstancia, sin tener en cuenta nada de lo que está ocurriendo en ese momento. Se fuma para conmemorar situaciones especiales. Para celebrar el fin de la jornada de trabajo, o para sellar la paz después de un conflicto, o para conmemorar la unión de dos amantes. Para tantas cosas que tengan que ver con la celebración de la vida. Además, hay que fumar en comunidad y no individualmente como lo hacéis vosotros.

Este es el sentido del ritual y, cuando se vulnera a menudo, se abre una vía hacia la adicción. Si el consumo de una sustancia no tiene nada que ver con la atención y la celebración de algún suceso que esté ocurriendo en el contexto, tendemos a repetir el comportamiento para ver si en la próxima ocasión logramos encontrarle un sentido. Y como esta repetición se convierte en infructuosa comienza un proceso en el que el comportamiento repetitivo adquiere un aparente sentido en sí mismo. Podríamos decir que cada repetición es una búsqueda inconsciente de la experiencia vital que le da sentido. La información que falta en el texto está en el contexto.

Los espacios tienen memoria.

(Konstantín Stanislavski)

El pensamiento mantiene una relación esencial y profunda con el espacio que lo rodea. Muchas fobias y miedos están íntimamente vinculados con la proximidad o lejanía de los espacios que nos aportan seguridad1. Cuando hablamos de entrar o salir de nuestra zona de protección nos referimos a ello. Imaginemos a los antiguos habitantes de las islas griegas descansando en la costa cerca del mar cuando, de repente, veían aproximarse barcos llenos de gente a la isla. En muchas ocasiones, los invadiría el temor de no poder vivir todos en aquel pequeño territorio y desarrollarían comportamientos de rechazo. Aquella experiencia es el inicio del concepto de la xenofobia o miedo al extranjero.

A veces experimentamos este mismo rechazo con las nuevas ideas. Y el amor al nuevo conocimiento queda sustituido por la sensación de que lo novedoso amenaza nuestra propia seguridad. Esto inicia una búsqueda incesante y errática de nuevas palabras que den sentido a lo que me hace experimentar la vida.

De este modo se produce una ruptura esencial. Y ocurre cuando la palabra no nombra la realidad a la que se refiere y deja una sensación de insatisfacción en el hablante. 

Existen múltiples ejemplos sobre esto. Me refiero a situaciones en las que llamamos amor al sometimiento del ser amado, confundiendo amor con poder. O cuando denominamos educar al mero hecho de corregir permanentemente al otro y, además de no dejarle intervenir, le decimos que lo corregimos por su bien. O cuando el perpetrador de un acto de violencia echa la culpa a su víctima y lanza afirmaciones como: «Mira lo que me obligas a hacer».

En estos casos podemos decir que la palabra no explica la experiencia vital que realmente estamos teniendo. Y, aunque no sepamos identificar esta ruptura conscientemente, nuestra inteligencia intuitiva nos avisa de su existencia.

A veces llamamos deseo a la propia obstinación y lo convertimos en un acto de disciplina estéril al decir cosas como:

-Tengo hambre porque es la hora de comer. 

-Ya es tiempo de que me enamore, que ya tengo una cierta edad y me toca.

-Yo debería ser más feliz de lo que soy. Tengo condiciones objetivas para ello. Así que a partir de ahora voy a ser más dichoso. 

-Tengo que ser más positivo. Lo he leído en un libro de autoayuda y de mañana no pasa: voy a empezar a ser más optimista.

Por otro lado, hay personas que no se permiten algunas experiencias como la de enamorarse hasta que no están convencidas al cien por cien de que lo que parecen sentir es amor verdadero. O no empiezan a ejercer su profesión hasta que no se ven total y absolutamente preparadas para ello. Estos comportamientos suponen una intrusión totalizadora del pensamiento cognitivo en ámbitos en los que debe prevalecer lo intuitivo. En este escenario se produce una fuerte ruptura entre el control de la materia y la necesaria incertidumbre que se precisa para acometer cualquier acción.

El futuro no existe, pero sabemos cómo va a ser.

(Trinidad Ballester)

Algunas personas creen que es posible controlar cualquier reacción emocional mediante la fuerza de voluntad. De modo que ignoran la respuesta fisiológica o intuitiva y la suplantan por un comportamiento artificialmente ajustado a las exigencias que ejerce la sociedad sobre los individuos. 

Este fenómeno está en la base de algunos desórdenes alimentarios en los que la persona se abstiene de comer reiteradamente e incluso niega su deseo de hambre hasta que no puede más y con ello desata un descontrol bulímico por el cual devora más comida de la que puede asumir. Tras el arrepentimiento de esta gula desmedida vuelve a una privación anoréxica que posteriormente le volverá a disparar hacia el consumo excesivo. Y así sucesivamente y de modo circular.

También podría explicarse con esto el comportamiento oscilante de personas que intentan controlar su pulsión violenta reprimiéndola, hasta que desde el control excesivo desatan un comportamiento iracundo y agresivo que las conduce al arrepentimiento, al sentimiento de culpa, y desde ahí se produce la vuelta al control de su impulso violento.

Otro grupo de desórdenes tiene relación con el hecho de insistir en decirle, o aconsejar a quien convive conmigo, cosas que a priori sé que no obtendrán ningún resultado. Le digo a mi hijo, por ejemplo, que estudie porque, de lo contrario, va a suspender, aunque se lo he repetido durante los últimos cinco años sin ningún resultado. De todos modos, le insisto en ello. O le sigo pidiendo a mi pareja que preste mayor atención a los asuntos de la familia, aunque jamás lo hizo.

Estos desórdenes tienen en común la ruptura entre la realidad que percibe el ser humano y su modo de nombrarla y de referirse a ella. Entre lo que ocurre en el mundo y lo que la persona percibe de él.

Lao-Tse soñaba que era una mariposa y cuando despertó dudó si era una mariposa que soñaba que era Lao-Tsé.

«El sueño de Lao-Tsé».2

En este sentido, encontramos también el deseo de querer pautar la creatividad. Una paradoja que suele traer resultados infructuosos. Hay acciones que pueden ayudar a inspirar la creatividad, pero no debemos pretender que la creatividad sea el resultado de un proceso técnico y metodológico estricto, ya que no obtendríamos cosas novedosas, sino, por el contrario, productos ya conocidos.

Podemos sintetizar todos estos fenómenos en tres modalidades de ruptura entre lo que experimento en la vida y cómo lo defino:

  1. Controlar la vida con el pensamiento estrictamente racional.
  2. Cambiar e incluso llegar a olvidar el propio deseo para poder ser aceptado socialmente.
  3. Insistir en comportamientos que ya sé que no funcionan.

La vía de solución a estos procesos apunta al diálogo y la integración de partes aparentemente antagónicas. Ya que la confrontación tiende a eliminar a una de las partes y a excluir lo distinto.3

Ser o pertenecer 

Todo lo dicho tiene como base la gestión de la lealtad de las personas a la comunidad a la que pertenecen. El desarrollo de la vida de cualquier individuo se rige por una polaridad entre pertenecer a la tribu y ser él mismo. Entre ser portador de las creencias de la comunidad a la que pertenece y a la vez poder expresar las suyas propias. Cuando estas polaridades pedalean juntas son capaces de generar sinergias que aumentan la vitalidad, pero en el caso contrario se producen rupturas alienantes de la conciencia y, en consecuencia, dificultades para iniciar acciones que consideramos importantes.

A veces queremos, sobre todo, ser nosotros mismos. Cuando la tribu exige a sus miembros demasiadas muestras de pertenencia, de una manera polarizada, se produce la necesidad de manifestar nuestra individualidad a toda costa. Como puede observarse en la siguiente hipotética conversación:

—¿Tú vas a terapia?

—Sí, sí.

—¡Ah! Yo también.

—Y ¿tu terapia es el psicoanálisis?

—Sí.

—La mía también.

—Y ¿es freudiano o lacaniano?

—Lacaniano.

—¡Mierda! El mío también.

—Pero ¿de qué generación?

—De la segunda.

—¡Ah! No, no. El mío es de la tercera generación. Entonces, no tenemos nada que ver.

Y aquí termina el diálogo. Son conversaciones que buscan desde el principio encontrar la diferencia que nos separa.

En otra ocasión, alguien me dijo: «Tú no querrás hablar conmigo porque somos muy diferentes y pensamos cosas muy distintas acerca de la vida». Y yo le contesté: «Al contrario. Tú y yo somos los que más necesitamos hablar, ya que estamos tan lejos el uno del otro».

Muchas conversaciones terminan cuando deberían empezar. Parece que hay un predominio notable de la búsqueda de las diferencias en toda discusión. Quizá por el espejismo de que la diferencia nos aporta identidad y originalidad. 

Por el contrario, la necesidad extrema de pertenecer conlleva procesos más o menos complejos de sometimiento. Es curioso cómo surge una moda que todos siguen sin haberla acordado conscientemente. Existen creencias no contrastadas que nos permiten pertenecer al clan y que la mayoría acepta sin haberlas acordado consciente y voluntariamente. El precio es la ruptura con la propia visión subjetiva del mundo y la renuncia a ser uno mismo.

Normalmente, la implantación de creencias colectivas no suele hacerse mediante el diálogo o la difusión pedagógica explícita, sino a través de la amenaza velada de expulsión de la tribu a quienes no las sigan. Un ejemplo de lo que estamos diciendo se refiere a la censura que nuestra sociedad ejerce sobre la pereza. A mediados del siglo XIX, Paul Lafargue ya advertía sobre los riesgos del trabajo cuando defendía el derecho a la pereza.4

La gran ruptura es la que provoca el ser humano sobre sí mismo, sobre su propia conciencia, dada la hiperactividad y atención volcada al exterior. Esto se basa en la desavenencia entre el pensamiento y la sensación corporal que este provoca. Volver a casa, volver al cuerpo. Todo viaje es interior.

Por eso y no en balde, en momentos de inflamación política en los que las autoridades necesitan de una fuerte homogeneización mental de la población, se produce la persecución de los poetas. La poesía genera un sutil disparador en el lector para que vuelva a sí mismo y le dé sentido subjetivo a lo que está leyendo. Una de las funciones de la poesía tiene que ver con armonizar la conciencia de lo que ocurre en el exterior con la conciencia y producción de sentido subjetivo e interior. Con ello se provoca una excesiva libertad de pensamiento en circunstancias en las que se requiere uniformidad de las mentes y las opiniones.

La difusa frontera entre lo que ocurre en el exterior y la versión personal que hacemos del mundo constituye el campo de la poesía.

La huella del tiempo

El tiempo pasa dejando su huella,

hincando en mi piel y mi alma

los renglones de su historia

así, podréis leer entre líneas

la mía propia.

Cada instante que me recorre

deja su limo nutricio

para ser pasto agridulce

de mí misma, de los demás

y, algún día, de las llamas.

(Trinidad Ballester)

La ruptura puede ser una versión equívoca o perversa de la fragmentación del conocimiento. Los fragmentos suelen perder matices de interpretación de la realidad. Tan necesarios para mantener la atención en los detalles y en lo novedoso.

El riesgo de ejercer la simple ruptura tiene relación con la defensa a ultranza de la propia posición. Y la falta de integración de la hipótesis contraria a la que defendemos suele alimentar una sombra que deja a la conciencia en mayor indefensión.

Sin embargo, y en aparente contradicción con lo dicho, la ruptura también suele ser la puerta de entrada para crear la propia versión de la realidad. La superación de lo aprendido para poder aportar nuestra tesis genuina y personal. La síntesis del conocimiento suele estar precedida por la fragmentación con lo previamente adquirido. De lo contrario, no habría evolución, sino mera repetición de lo ya conocido.

La contradicción se asienta en dos polaridades: por un lado, intento expresar lo que quiero y, por otro, procuro identificar las exigencias exteriores que me inducen a desearlo.

Sin rupturas con lo ya conocido no podríamos destilar la gota de miel que aportamos al mundo y que antes de nosotros no estaba.

Conviértete en quien eres.

(F. Nietzsche)


Notas

(1) Para ampliar esta idea se puede consultar Bernardo Ortín (2018): «Alba y la geografía del miedo», artículo publicado en el libro Historias ilustradas de los niños invisibles. Sevilla: Jot Down.

(2) En Bernardo Ortín (2005): Cuentos que curan. Barcelona: Océano-Ámbar, p. 68.

(3) Byung-Chul Han (2018): La expulsión de lo distinto. Barcelona: Herder.

(4) Paul Lafargue: El derecho a la pereza, manifiesto anarquista publicado en 1883.

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5 Comments

  1. Abel "el bedel"

    Estimado Bernardo,
    Yo vengo programado con las funciones básicas del hombre promedio:
    – Saludo efusivamente a gente que me cae como el culo.
    – Me río de chistes que no me causan gracia.
    – Maltrato al perro (es del vecino y tiene cara de venir a cagar).
    – Toco culos en el metro.
    – Voy al servicio y no me lavo las manos, especialmente si hay que dar la mano luego a trajeados (mi ilusión sería hacerlo en una recepción real).
    – Estoy tomando clases con un contorsionista con la inteción de podérmela chupar.
    . Me siento bien conmigo mismo.
    Sin embargo, la pregunta que me asalta no es psicológica (si estoy bien socializado), sino metafísica: ¿Iré al cielo?
    ¿Qué opina usted?

  2. Diana Patricia Jaramillo P.

    Es un extraordinario texto. Estoy muy agradecida por haber tenido acceso a este. En Latinoamérica se usan hoy muchos mecanismos de censura porque la vieja escuela política necesita que la gente no piense, sino que crea cualquier cosa, así si les dicen hagan esto, ellos y ellas juiciosos/as lo hacen sin reflexión. Por ello quienes abogan sinceramente por educar, no sientan bien, se necesita gente bruta, para vivir como rey de la Edad Media.

  3. Pingback: Jot Down News #17 2024 - Jot Down Cultural Magazine

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