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De velas y estrellas

bamberger. playa de estepona

Playa de Estepona con la vista del Peñón de Gibraltar.
Fritz Bamberger

Il y a deux sortes de temps
Y a le temps qui attend
Et le temps qui espère
Il y a deux sortes de gens
Il y a les vivants
Et ceux qui sont en mer

Jacques Brel, L’ Ostendaise (Barclay, 1968)

 

 «Es un buen testimonio costumbrista. Pero como novela es pobre, sin argumento y de descripción lenta»1.

Una línea y media bastaron al censor de 1968 para despachar Los Argonautas sin contemplaciones.  «¿Una novela de barcos y contrabandistas en la que no pasa nada?» debió pensar aquel eminente señor que tal vez ni siquiera era consciente de que tenía en sus manos el presente y el futuro del pensamiento, la creación y la cultura de una España todavía desangrada. La dudosa capacidad de comprensión lectora de los censores franquistas se ha convertido casi en un chiste entre los investigadores y curiosos del tema.

Era el año 1968 cuando Baltasar Porcel publicó su cuarta novela Els Argonautes. El censor, que echaba de menos las aventuras y trapisondas de las novelas de Emilio Salgari o de Juan Eduardo Zúñiga, era lo bastante agudo para captar que Porcel acusaba de «conspirador a Franco» y condenar en su veredicto sus «frases y expresiones malsonantes y descripciones eróticas». Franco había establecido la censura con una orden personal2 cuando no habían pasado ni seis meses desde el golpe de Estado. Cierto es que en los años sesenta del siglo XX, después de la Ley de Prensa de Fraga3, sus tijeras habían perdido algo de filo posiblemente de cara al prestigio del Régimen entre las democracias extranjeras y sus turistas potenciales. Las Islas Baleares se habían convertido ya en paraíso playero para esparcimiento y solaz de turistas de sol y mar y recién casados en luna de miel. Chistes de suecas, bikinis y  bronceadores.

Al margen y en paralelo a los extras veraniegos de los tebeos de Bruguera y su ingenua denuncia del ecocidio mediterráneo, del Festival Internacional de la Canción de Mallorca y de ideas ocurrentes como construir un «puente desde Valencia hasta Mallorca»4, Baltasar Porcel hablaba de unas Baleares  reales. Personas de carne y hueso que tenían pasado y presente, que hacían planes para el futuro y que se jugaban la vida en el mar y la libertad en el contrabando. Los Argonautas narra la travesía de una lancha contrabandista desde Gibraltar hasta la Cala En Basset cerca de Andratx en Mallorca.

Es un libro con dos partes que no son sucesivas. La primera mitad de cada uno de los catorce capítulos narra con minuciosidad abrumadora cada detalle, cada gesto y cada movimiento de una aburrida singladura que se presenta carente de incidentes. Mientras, la segunda mitad nos da a conocer el pasado de los siete contrabandistas en momentos decisivos de sus vidas y nos deja vislumbrar también algo de sus personalidades, difusas y casi intercambiables cuando, en el minúsculo escenario de la lancha, se diluyen en el olor salobre y el reflejo sin piedad del sol en el mar.

Baltasar Porcel fue un escritor autodidacta que no necesitó aprobar exámenes ni obtener diplomas para generar una extensa obra periodística, ensayística y novelística, recibir un sinfín de premios, jugar un papel esencial en la literatura catalana y contemporánea en general ni para obtener un sólido perfil mediático e institucional. Contó con el apoyo de Llorenç Villalonga y Josep Pla y fue presentado repetidamente al Nobel con intención de prestigiar en el mundo las letras catalanas. Falleció en 2009 a causa de un tumor cerebral y, tanto en Catalunya como en Baleares, sus lectores, los medios y las instituciones le ofrecieron un emotivo y solemne adiós.

En octubre de 1968, Edicions 62 publicaba la versión original catalana de Els Argonautes. Seix Barral editará Los Argonautas en 1971, con traducción castellana de la escritora valenciana Concha Alós, madrina literaria y primera esposa de Porcel. La novela debió tener cierto recorrido porque en 1973 aparece en el popular Círculo de Lectores y, en el 75, Plaza y Janés lanza la edición de bolsillo disponible en todos los kioscos por 75 pesetas. Un pequeño gasto que va a lleva al lector de entonces y al de ahora, catalán o castellanohablante, a un mundo aparte, de hombres, de aislamiento, de días lentos y perezosos y de localizaciones geográficas. Despreciando el aura romántica que podían tener tradicionalmente los contrabandistas y piratas de novela, Porcel nos presenta las vidas aparentemente anodinas de sus protagonistas, pero, tal como avanzamos en sus páginas, descubriremos que están llenas de vivencias, de aventuras, de malos y buenos ratos, de placeres y dolores, de deseos y derrotas como lo están las vidas incluso de las personas que nos cruzamos en la calle por grises que nos puedan parecer. Tal y como los revisa Porcel, los acontecimientos del pasado de cada personaje van convirtiéndole en alguien importante. Historias cotidianas y fortuitas que, por el arte de magia de la literatura, se nos hacen más determinantes que los reyes y batallas que estudiábamos en el colegio. La vida que pasa cuando no pasa nada.

Baltasar Porcel se dedica a adjetivar profusamente todos sus términos, a veces eligiendo palabras antagónicas y desconcertantes en un alarde de prosista  dominante pero hipnótico. Del mismo modo, contrapone frente a ese realismo costumbrista y minucioso y la presencia pesante del absurdo existencial, una dimensión mítica -que empieza con la misma elección del título Los Argonautas-. Y, aunque el censor no quisiera darse cuenta, ha creado un sutil suspense que va creciendo y nos absorbe hasta la última línea. Los contrabandistas de Porcel son hombres baqueteados por el destino, por la historia y por el mar. El contrabando es su áncora de supervivencia y su normalidad cotidiana está fuera de la ley.

Es una novela sobre hombres. Unos hombres a los que seguimos mientras se dedican a hacer cosas de hombres: navegar (pensemos que las mujeres han trabajado en la mina y en el campo, pero el mar era el gran entorno laboral que les estaba vedado), delinquir, jugarse la vida, beber, fumar, huir de la realidad, de los sentimientos y del pasado. Los Argonautas de Porcel son hombres que han desarrollado la pericia imprescindible para sobrevivir en alta mar y hombres que viven sin mujeres. Nos enteramos de que ha habido mujeres en el pasado de cada uno de ellos: madres, jefas, novias, esposas… Mujeres que mandan y mujeres que se sacrifican por ellos, mujeres que les traicionan y mujeres traicionadas. Mujeres que mueren dejando tristeza y vacío tan grandes como el mar que rodea a los hombres de Porcel, que, por cierto, parece que tomó a un tío suyo como modelo para un par de contrabandistas.

portada 2Pero el protagonista principal de Los Argonautas es el mar y, asomando sobre su superficie engañosa, las islas Baleares. Más de la mitad de la novela pasa en Baleares y Porcel es un gran conocedor de la geografía de su tierra natal. Una exhaustiva relación de nombres a lo largo de todo el libro nos situará en el lugar exacto donde tiene lugar la acción. Como aquellas novelas clásicas de aventuras que echaba de menos el censor franquista, conviene leer Los Argonautas con un buen atlas a mano o con acceso a Google Maps y Google Earth. También conviene poder consultar un vocabulario de términos marinos aunque la imaginación necesita muy poco para cubrir las lagunas de nomenclatura y, dada la carga expresiva de la prosa de Porcel, el esfuerzo necesario para hacerlo es mínimo.

El mar es amigo y enemigo, es la fuerza de la naturaleza que impulsa la banal aventura de los contrabandistas pero es también ese mundo donde los minutos, las horas y los días transcurren al margen de la vida real, de lo que pasa en tierra firme y de los que sale en los periódicos y de lo que ven los turistas. La soledad del hombre perplejo en medio de la naturaleza que no deja entrever que es hostil. Como en la canción de Brel, no son los vivos quienes están en el mar. La lancha de los contrabandistas se desliza sin accidentes y el autor se encarga hábilmente de comunicarnos la sensación claustrofóbica y aburrida de la navegación. Sujetar el libro entre las manos y pasar sus páginas va a bastarle al lector para respirar el aire sucio y recalentado de una barca en alta mar y también permítanme bromear para desalentar la envidia hacia la navegación de placer que, quien más o quien menos, ha desarrollado en su fuero interno.

Censura, tebeos, turistas, la vida real con su mediocridad  y su aburrimiento, el peso ineludible del entorno geográfico… Una estructura original y un autor que alcanzó el  éxito, fue muy  respetado y que sabe ver lo novelesco y lo literario en palabras y nombres, en los gestos y actitudes de cada día. Que convierte en increíble lo prosaico, que prescinde de las mujeres y que nos introduce en el universo claustrofóbico de una lancha y, a la vez, en los horizontes infinitos y la libertad cegadora de quien está en alta mar. De los mitos griegos al existencialismo y de la belleza de la naturaleza a la insensatez humana.

Por cierto, la lancha se llama Botafoc y Llosca, el gato, testigo mudo de la aventura de Los Argonautas, es el que tiene la última palabra. Mejor dicho: la última mirada.


1Del Archivo General de la Administración del Estado en Alcalá. Extracto del libro Les millors obres de la literatura catalana (comentades pels censors, Jaume Clotet, Quim Torra. A Contra Vent Editors,

2Orden del 23 de diciembre de 1936: declara ilícita la producción, comercio y circulación de «material impreso pornográfico y disolvente.

3Ley 14/1966, de 18 de marzo, de prensa e imprenta

4V Festival Internacional de la Canción de Mallorca: Los Mismos – El Puente (Ricardo Ceratto), Belter – 07-444, 1968.

Este texto constituye el prólogo a la nueva edición de Los argonautas que Jot Down Books publica dentro de su nueva colección «Los libros rescatados» y que incluye las primeras siete novelas de Baltasar Porcel.

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Un comentario

  1. ¿¡Novelas de Juan Eduardo Zúñiga!? ¿Y con “trapisondas”? Jajaja

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