Libros

Un nuevo caso «Enric Marco»: El barracón de las mujeres de Fermina Cañaveras

Female prisoners in Ravensbruck
Prisioneras de Ravensbrück. Cuando se agotaron los uniformes, la ropa se pintaba con una cruz blanca para marcar la condición de prisionera y evitar la fuga.

La novela El barracón de las mujeres de Fermina Cañaveras, publicada por la editorial Espasa en enero de 2024, es el segundo avatar de una obra titulada Putas de campo, editada en 2021 por la editorial Molinos y Gigantes. La nueva edición (por cierto un tanto chapucera, ya que mantiene, en la página 502, los agradecimientos de F.C. a los editores primigenios y no aparece por ningún lugar la editorial Espasa) ha merecido, por así decirlo, más de una veintena de reportajes en la prensa española -incluyendo entrevistas en El País y El Mundo, así como notas en algún telediario-, en los que la autora ha repetido reiterada o incansablemente que su novela está basada en una protagonista real, Isadora Ramírez García («pasé cuatro años investigando y documentándome sobre Isadora y su familia» llega a afirmar en una entrevista), una española que acabó en el campo de concentración de Ravensbrück y fue obligada a ejercer la prostitución para satisfacer a soldados y oficiales nazis, todos ellos con una obstinada y pormenorizada querencia por la aberración y la zoofilia.

A pesar de la presunta condición de historiadora e investigadora de la autora -sin ninguna investigación destacable (incluso puede que sin ninguna investigación no destacable) en las webs donde se apilan bibliografías académicas- prefirió enjaular su texto en el género de la novela para cubrir el testimonio -supuestamente verídico- de la mujer real con el relato de la investigación gracias a la cual ese testimonio alcanzó a ver la luz. Según dice, en algún momento, son tres las guerras que perdieron mujeres como la Isadora de su novela: la guerra civil, la mundial y la del olvido (se supone que tiene un lapsus -cosa que le pasa a menudo- y quiere decir que perdieron la guerra de la memoria, pues pierden la guerra del olvido aquellos que son recordados, no quienes caen en él).

La novela, además de haber sufrido presentaciones en numerosos lugares de la geografía patria, cuenta también con blurbs de personajes mediáticos como Alejandro Palomas y Baltasar Garzón. Los dos coinciden en elogiar lo que de concienciador y verídico tiene la obra de Cañaveras al sacar a la luz la terrible historia de unas mujeres que fueron utilizadas por los nazis del modo más ignominioso y terrible: en honor tanto de Palomas como de Garzón, pensaremos que seguramente, animados por la planetaria editorial Espasa, se limitaron a poner sus nombres y apellidos en rimbombantes frases publicitarias sin necesidad de asomarse a la novela, como seguramente tampoco se asomaron a la novela ninguno de los muchos periodistas que entrevistaron a la autora, y ni siquiera, se tomaron la molestia de googlear Ravensbrück, burdeles, «españolas en Ravensbrück»  «prostitución nazi» o cosas parecidas, ya que, de haberlo hecho, cada una de sus búsquedas les hubieran conducido a la sospecha, incluso a la certeza, de que todo era pura fantasía, por no decir puro engaño y que no había allí nada da histórico, nada de real.

Lo que en 2021 Fermina Cañaveras le vendió a una (desde el punto de vista comercial) casi invisible editorial como verídico testimonio ha vuelto a vendérselo ahora nada más o nada menos que a Planeta; para que comercialice a lo grande una obra que literariamente es infame. De principio a fin infame: desde la inicial y muy sorprendente dedicatoria: «A mi abuela, que también era mi madre. Para la puta, para la madre y para la puta madre» (sic), a la final página de agradecimientos en la que vuelve a sacar la figura de Sarah Helm -ya aludida reverentemene en la página 9-, una brillante periodista británica, nacida en 1956, que publicó en 2015 Ravensbrück: Life and Death in Hitler´s Concentration Camps for Women, pero de la que ella habla, equivocadamente, como una superviviente del campo de Ravensbrück. Aunque eso, lo literario, al final es lo de menos: lo de más es que las 500 páginas de su novela son un insulto a todas las víctimas históricas y reales.

No se critica aquí a F.C. por pretender hacer dinero con asunto tan sensible y delicado como el Holocausto y los campos de trabajo y exterminio, porque cada quien se gana la vida como puede, tampoco que, ventajista intachable, saque partido de temas como la prostitución o el feminicidio. Ella sabrá. Lo que parece no tener un pase es que pretenda ser la primera mujer en abordar el asunto («como investigadora e historiadora, creo que siempre se ha tratado la guerra civil, los exilios o las guerras mundiales desde el punto de vista de los hombres» eso ha llegado a decir, como si cientos de investigadoras en todo el mundo y singularmente en España no hubieran tratado de todo ello mucho antes y mucho mejor que ella) y también y muy especialmente, el que, habiendo como hay testimonios de primera mano de españolas que estuvieron en Ravensbrück, se permita ignorarlos minuciosamente para que no le estropeen la espantosa ficción que ha dado en concebir, llena de errores sensacionales. Si al menos su novela sirviera para que un lector poco avisado sintiera algo de curiosidad por el campo de concentración de Ravensbrück o las españolas que allí vivieron y murieron prisioneras, ya tendría algo bueno y cumpliría con aquello de Cervantes de que no hay libro tan malo que no tenga algo bueno, pero es que ni eso.

La ficción de Cañaveras está mucho más cerca de un género que gozó de cierta popularidad en los ya lejanos años sesenta a partir de la publicación de House of dolls, la novela que en 1953 publicó un escritor israelí, firmando con su número de preso, que inició con esa obra un género -el de las ficciones sobre el Holocausto- después de causar una gran controversia -pues se presentaba como testimonio real. La cosa, como suele pasar con ese tipo de productos, creó toda una industria pulp hasta alcanzar la llamada Stalag -novelitas que trataban de mujeres oficiales nazis que abusaban de los prisioneros de los campos donde ejercían de sádicas y eróticas guardianas.

Que en los campos de concentración nazis había burdeles es cosa que sabe cualquiera que haya visto el documental Memory of the camps, donde ya se habla de las Freudenabteilungen o Joy Division, divisiones compuestas por mujeres seleccionadas por los nazis para que satisficieran a los reclusos no judíos que más y mejor colaborasen con ellos. A medida que las mujeres que integraban esas «divisiones del placer» morían eran sustituidas por otras que llevaban a alguno de los campos donde se instalaban esos burdeles -Auswichtz entre ellos- desde el campo de concentración de Ravensbruck, donde es del género idiota hablar de «el barracón de las mujeres» porque todos los barracones eran barracones de mujeres.

Acerca de cómo el Holocausto produjo cantidades meritorias de ficción pulp, para demostrar que en un kiosco durante las décadas de los sesenta y los setenta, no había asunto sagrado que mereciese la compasión de no ser utilizado para crear basura literaria, hay los suficientes estudios académicos como para que no abundemos en el tema, si bien no está de más recordar que la novela de Fermina Cañaveras pertenece a ese género, no saca a nadie del olvido, le extirpa al asunto su dramatismo para convertirlo en mera mercancía editorial. Mediante su prosa pomposa e ineficiente no está haciendo un homenaje a nadie que no sea ella misma, no solo abarata la historia como género y como institución, no solo jibariza el sentido que aún hoy tienen las ficciones -incluidas por supuesto las basadas en hechos reales-: también comete la infamia de, por querer inventar monstruosidades y colocarle a sus víctimas -nunca mejor dicho- la bandera española tricolor, tratar de hacer pasar una cosa por otra, es decir, echa a volar un «fake» que, increíblemente, le han comprado sin asomo de culpa ni ganas de rectificación un montón de medios. Esto último tasa bastante bien el nivel de la prensa cultural de España, de eso no cabe duda: puede que al fin hayamos dado con algo bueno que tenía este libro malo, para no desmentir ni contrariar a Cervantes.

Cuando el diario El País publicó un reportaje sobre la novela titulado «Visita al pabellón de las mujeres», los deudos de las mujeres que sí estuvieron allí enviaron una carta protestando por la sarta de incorrecciones que el reportaje, tomando lo contado en la novela por pura historia, cometía. Naturalmente el diario independiente de la mañana no creyó necesario publicar esa carta. Pablo Iglesias, hijo de Mercedes Núñez Targa, autora del impresionante El valor de la memoria. De la cárcel de Ventas al campo de Ravensbrück (Editorial Renacimiento), libro que conoce versiones en francés y alemán (próximamente una inglesa) y los historiadores serios utilizan como preciosa fuente documental, nos ha enviado copia de la cartas enviada a El País que reproducimos por su interés indudable junto con otras aportaciones y precisiones suyas de carácter documental.

Carta a El País del 15 de febrero de 2024

Mi madre, Mercedes Núñez Targa fue deportada a Ravenbrück. 

Me pregunto si el nombre de Isadora Ramirez es real. No figura en el Libro Memorial de las deportadas españolas deportadas a Ravensbrück, que identifica a 172 mujeres. En ese mismo libro, Dolors Casadellà da el testimonio de lo que ocurrió  con algunas mujeres obligadas a prostituirse sin dar ninguna cifra concreta. Tampoco figura en el Libro Memorial de los españoles deportados a los campos nazis (1940 – 1945) publicado por el Ministerio de Cultura en 2006. 

Las olvidadas de los olvidados que cita Neus Catalá son las luchadoras republicanas españolas a las cuales se les ha dado muy poca  visibilidad y aún menos protagonismo. 

Hago parte de mi profunda decepción de que se hable de las deportadas españolas a Ravensbrück a través de este tipo de novelas. 

Nosotros/as, descendientes de deportadas al campo de concentración nazi de Ravensbrück, sentimos como un atentado a la dignidad de estas mujeres el artículo publicado por El País el 14 de febrero, bajo la firma de Amalia Bulnes, titulado «Viaje al campo de Ravensbrück, el mayor burdel del Tercer Reich».

Que un periódico como El País se haga portavoz de los errores históricos de una novela es una auténtica vergüenza.  

Nunca hubo burdel en Ravensbrück, ni barracón de locas, ni cámara de gas hasta principios del año 1945. Los burdeles estaban en los campos de hombres. Unas doscientas mujeres de Ravensbrück, entre ellas exprostitutas a quienes se les prometía la liberación, fueron enviadas a campos de hombres: Sachsenhausen, Neuengamme, Dachau, Mauthausen, Buchenwald, Flossenbürg, Mittelbau-Dora. 

Nos parecería adecuado, por respeto a la verdad debida a sus lectores, que El País se informara con historiadores/as y desmintiera este artículo. 

Margarita Català, descendiente de Neus Català y Presidenta del Amical de Ravensbrück.
Carme Rei-Granger, descendiente de Conxita Grangé y Vicepresidenta del Amical de Ravensbrück.
François Jené Cánovas, descendiente de Braulia Cánovas y Secretario del Amical de Ravensbrück.
Pablo Iglesias Núñez, descendiente de Mercedes Núñez Targa.
Marie-France Cabeza Marnet descendiente de Ángela Cabeza y  presidenta de la Amical de Ravensbrück de Francia. 

Pablo Iglesias también envió una carta a la Amical de Ravensbrück, pidiendo explicaciones de en qué grado se colaboró con la autora de la novela, como ésta deja entrever, pero no considera pertinente hacerla pública aún. Preguntado por cuáles son los errores más evidentes que observó en la novela de Cañaveras, Iglesias, amablemente, listó los siguientes:

Glosario de los campos

Appell:
Llama la atención que la palabra Appell no figure una sola vez en la novela. Es una palabra siempre recordada con dolor y humillación por las deportadas de Ravensbrück.

Matrículas:
Las matrículas atribuidas a las prisioneras de Ravensbrück van del 9.845 para las que llegaron en 1942 al 61 300 para las últimas llegadas de agosto a septiembre de 1944 («Mémoire Vivante, Bulletin de la Fondation pour la Mémoire et la Déportation», nª 39, septembre 2003). Fermina Cañaveras identifica su personaje, Isadora Ramírez García (alias Pilar Prieto de Leza) con la matrícula 45 237 (página 37) y sitúa su llegada al campo en la noche del día 31 de diciembre de 1941 al día 1 de enero de 1942 (página 257). Llama la atención que el número de matrícula que da a su heroína no pueda corresponder a una presa de Ravensbrück ingresada en el campo en la fecha que indica: 01/01/1942 (página 257).

Triángulos de identificación:
A las prisioneras españolas detenidas en Francia por hechos de resistencia y deportadas al campo de Ravensbrück, se les atribuyó el triángulo rojo al ser consideradas prisioneras políticas. Llama la atención que la protagonista de la novela se vea asignado el triángulo negro (página 270) de las “asociales”, que incluye las prostitutas, cuando ha sido arrestada en París por la Gestapo por hechos de resistencia.

En la página 271, Piedad, la interlocutora de la protagonista de la novela, dice llevar el triángulo azul, cuando ya se indicó más arriba, las políticas como ella llevaban el triángulo rojo en Ravensbrück. Solo en Mauthausen, los republicanos españoles recibieron el triángulo azul que les distinguía como apátridas. Un triángulo azul sobre el que aparecía escrita una «S»; que les definía como spanier, es decir, como apátridas españoles ya que el gobierno de Franco se desentendió de ellos. También en el mismo campo llevaban el triángulo azul los brigadistas. Llama la atención, una vez más, ese error como si no se tratase del campo de Ravensbrück.

Tatuajes:
Según la Asociación En Evor, únicamente los deportados del campo de Auschwitz que no fueron enviados directamente a la cámara de gas después de la selección fueron tatuados, la mayoría de las veces en el antebrazo izquierdo y solo desde la primavera de 1942. Tratándose del campo de Ravensbrück, llama la atención que, en las páginas 37 y 276, Fermina Cañaveras escribe que su personaje tenía un tatuaje en el pecho con la inscripción «FELD-HURE» (Puta de campo). Además, la autora, en una presentación de su novela en el Club de Lectura de Libros Espasa ed., en un video difundido por YouTube, en el minuto 56:56, afirma que al menos 26 deportadas españolas llevaban el mismo tatuaje.

Prostíbulos:
A mediados de 1942, las SS comenzaron a instalar prostíbulos que llevaban el nombre de «edificios especiales» en algunos campos de hombres (Mauthausen, Buchenwald, Sachsenhausen, Neuengamme, Dachau, Flossenbürg, Mittelbau-Dora). Las presas que fueron utilizadas como prostitutas procedían en su mayoría (salvo en el caso de Auschwitz) del campo de concentración de Ravensbrück, («Ravensbrück, un complexe concentrationnaire» Bernhard Strebel p. 195 y 196). Llama la atención que la autora insista en decir que en Ravensbrück había un barracón, el nº 27, habilitado como prostíbulo (página 277). En el plano general del campo de Ravensbrück no se identifica ningún barracón destinado a la prostitución A título informativo hay que destacar que los nazis hacían una selección de las prostitutas con una racionalidad extrema: tenían que ser jóvenes, sanas y según la normativa nazi, tenían que ser asociales, es decir presas que hubieran ejercido antes la prostitución, lo que «limitaba» el número de reclusas que cumplían esas condiciones. El investigador, Dr. Robert Sommer, publicó en el 2009 una tesis doctoral sobre el tema del trabajo sexual forzado (publicado luego en su libro «Das KZ-Bordell»). En ese trabajo muy completo, podemos encontrar una lista de víctimas de trabajo sexual forzoso en campos de concentración, cuyas nacionalidades de procedencia son: Alemania (la mayoría), Polonia, Rusia, Europa del este y Países Bajos, ninguna de España. En su tesis, el Dr. Robert Sommer coincide con el trabajo de Bernhard Strebel en cuanto a ubicación de los prostíbulos. Llama la atención que no figure el campo de Ravensbrück en ninguno de las obras citadas anteriormente.

Pabellón de locas:
Según ANED IT, Asociación italiana de exdeportados a los campos nazis: En Ravensbrück, a partir de diciembre 1941, las SS iniciaron el sistema de «selecciones» para los famosos «transportes negros»; el médico del campo, Fiedrich Mennecke, elegía a los deportados más debilitados para ser eliminados, enviándolos a centros equipados para la eliminación, el castillo de Hartheim. Los pabellones 9, 10 y 11 estaban destinados a las enfermas llamadas incurables: tuberculosas, paralíticas, locas e idiotas. («Les Françaises à Ravensbrück», Germaine Tillion, p. 210). Llama la atención que, en la página 306, la autora señala el barracón 30 como el de las locas.

Mano de obra:
En 1942, el concepto del campo cambió. La meta de la reeducación fue reemplazada por la del rendimiento del trabajo («Les camps de concentration» Marcel Ruby, p.231). Los nazis emprendieron una infraestructura impresionante para albergar un importante complejo industrial que funcionaría con una mano de obra reclusa como la fábrica textil y la fábrica de componentes eléctricos Siemens Kamp; Halske con su campo anexo. El campo de concentración de Ravensbrück alimentaba con mano de obra femenina más de 50 Kommandos exteriores o campos anexos. Los campos y Kommandos de mujeres eran administrados según los mismos principios, regidos por las mismas reglas, sometidos a la misma disciplina que los campos de hombres y a partir de 1942 explotados en las mismas condiciones, con la misma brutalidad, a veces peor, en provecho de la economía de guerra del Reich. En ese contexto las afirmaciones de Fermina Cañaveras no tienen credibilidad ya que la explotación de las mujeres era por el trabajo.

Cámara de gas:
En la página 281, la autora relata que su protagonista, solo dos semanas después de su llegada, cargaba cadáveres de las cámaras de gas hasta los hornos crematorios con todo un lujo de detalles. Llama la atención que, en el campo de Ravensbrück, en realidad, la cámara de gas empezó a funcionar a finales de diciembre de 1944. («Les Françaises à Ravensbrück», Germaine Tillion, p. 210). Hasta entonces se enviaban las prisioneras a la cámara de gas de Bernburg, cerca de Dessau. Es evidente que la autora debe hablar de otro campo.

Experimentos médicos:
La utilización en Ravensbrück de prisioneras como cobayas de experimentos de vivisección remonta a 1942. En el mes de agosto, 75 mujeres jóvenes o muchachas, casi todas polacas, son sometidas a distintos “tratamientos” de las piernas (infección por estafilococos, gangrena gaseosa, tétanos, extirpaciones importantes de huesos, de músculos y de nervios) dirigidos por el profesor Gebhardt. («Mémoire Vivante, Bulletin de la Fondation pour la Mémoire et la Déportation», nª 39, septembre 2003). Además, los nazis practicaban esterilizaciones sobre mujeres por inyección de un líquido esterilizante dentro del útero. («Mémoire Vivante, Bulletin de la Fondation pour la Mémoire et la Déportation», nª 39, septembre 2003). En la novela, la autora afirma que se buscaba especialmente a las mujeres embarazadas para los experimentos médicos sobre ellas y también sobre sus fetos con todo lujo de detalles morbosos. Una vez más la autora debe equivocarse de campo ya que estos últimos experimentos, descritos en su novela, no están documentados en la literatura del campo de
Ravensbrück a diferencia de los mencionados más arriba.

El regreso:
En la página 406 la protagonista de la novela explica que estuvieron caminando casi tres meses desde su liberación del campo de Ravensbrück hasta su llegada a París. Llama la atención que una deportada llegada al campo de concentración el día 1 de enero de 1942, liberada el día 30 de abril de 1945 y violada sistemáticamente una media de diecinueve veces al día (página 289), es decir durante más de tres años, pueda sobrevivir en tales condiciones y aún por encima tenga las fuerzas suficientes para emprender una marcha de casi tres meses.

Sobre la foto que Fermina Cañaveras pretende que sea la de la protagonista real de su novela. 

La prudencia y bondad de Pablo Iglesias insiste en considerar errores lo que para cualquier otro serían, sencillamente, mentiras. No es que Cañaveras se equivoque de campo aquí o allá: es que como se lo inventa todo, pone los números que le apetecen o deriva circunstancias que se dieron en otros sitios al centro de su «fake». Queda lo más infame, la foto que se utilizó en la primera edición del libro y se proyecta en todas las presentaciones de la novela. En ella se ve un tatuaje con la leyenda «Feld-hure» y un número, invitando a pensar que se trata de la protagonista «real» de la novela. Bien, hay dudas y discusiones sobre si la foto es un «fake» o una imagen tomada en Auswichtz -en ningún caso es la foto de una deportada española-, pero sea como fuere está documentada en el Museo de Israel según puede comprobar cualquiera que se tome la molestia de hacer una búsqueda por imágenes:

foto

Algo que, por supuesto, no se le ocurrió a ninguno de los veintitantos periodistas que entrevistaron a la autora, ni a sus editores. Todo ello apena sin duda porque cuando se editaron las memorias de Mercedes Núñez no pareció haber tanto interés de nuestra prensa cultural en libro tan imponente y necesario, esa misma prensa cultural que ahora ha acudido al chasquido de la jefa de prensa de Planeta para publicitar una novela grosera, impúdica que, para seguir bajando los peldaños de la infamia de nuestra escena cultural, igual o lo mismo hasta vende los derechos para que alguien haga una película; porque, una vez que se cruza el límite del impudor,  pudiera ser que ya  no haya freno.

 

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15 Comentarios

  1. Tremendo. Hace siglos que no compro novelas, y dudo que la que aquí se disecciona me hubiese llegado a interesar, pero gracias. Tiene ovarios la cosa

  2. Martín Sacristán

    Gran artículo, y una pena comprobar que la prensa cultural española es tan luctuosa en su sección cultural como en el resto de secciones. Gracias a los autores.

  3. Gracias, simplemente gracias por el cacho artículo de investigación.
    Soy historiadora y llevo casi 4 años invenstigando la historia de las esapañolas deportadas y desde el principio, la novela me dio mala espina.
    En twitter os he respondido con unos apuntes sobre como saber si isadora existió o no.

  4. No era prostitución, ni «trabajo sexual forzado». Violación es la palabra que lo define.

  5. Antonio Yelo

    Enhorabuena. Gran trabajo. Necesario.

  6. MacNaughton

    Que tremendo, pero no ya muy sorprendente… Y que algún productor o director zafio o alguna cadena de tele se haga con los derechos, casi seguro, lo vamos a ver…

    No figura en el debate Lanzmann – Didi-Huberman sobre la representabilidad o no de los Campos en la pantalla la pura invención de los hechos, no se les habrá ocurrido algo tan infame, pero va implícito en el debate yo diría…

    Es inherente en la postura de Lanzmann: no se puede o no se debe representar aquello, porque una vez empezado, el primero lo hará con sensibilidad y rigor, el siguiente con algo menos, y al final viene alguien y se lo inventa todo de principio a fin como esta señora ha hecho según los autores, aunque en su caso con un libro…

    La versión de cine de los Campos se va ocultando cada vez más la terrible realidad de los hechos históricos… en 100 años, nadie se acordará de le verdad, sino la imagen de la medianoche de la humanidad será una versión endulzada de Hollywood… Tal nivel de horror no es representable, solo puede ser una traición a las victimas, porque una puesta en escena no es la realidad…

    Es decir, Lanzmann tenía toda la razón a mi juicio… tratar los campos como una historia más es un error de bulto y se han rodado tantas cosas infames ya, que con una serie más nadie ni se dará cuenta…

  7. Pingback: Un nuevo caso «Enric Marco»: El barracón de las mujeres de Fermina Cañaveras - Multiplode6.com

  8. Artículo impecable.
    Sobre el tatuaje, un comentario que dudo que sea novedoso. Feld es campo, pero carece de sentido en en el contexto de un KZ, ya que “puta del campo” sería “Lagerhure”. Feldhure tendría sentido como “puta de campaña”, es decir, la que sirve a las tropas desplegadas en una misión. No pongo en duda la originalidad de la foto, pero Feld no es un término que un nativo asociase a campo (de concentración).

  9. MacNaughton

    Pero ademas, quien puede decir mas sobre los Campos que el propio Lanzmann en «Shoah»?

    Quien puede escribir mejor sobre aquello que los que salieron de aquel infierno como Primo Levi o Jorge Semprun?

    Y nadie en ningun arte va a acercarse nunca al poeta Paul Celan… «la muerte es un maestro de Deutschland»…. la «leche negra» de la mañana que wir trinken, wir trinken…

    Que nos van a añadir a ese archivo Jonathan Glazer, o Spielberg o Robreto Begnini? Nada es la respuesta. No tienen nada que añadir. Quieren ganar dinero / hacer algo.. posicionarse…

    En cuanto a las revistas culturales del fin de semana, no se porque los compro todavia… son infumables a estas alturas… todo falso, todo mentira, este enchufando a aquello sin parar…

    Hay que renunciar la cultura y construir una casa con las manos. Eso decia Wittgenstein y tiene razon. Una casa con las manos es un proyecto noble aun…

  10. Vergonzoso lo de la amiga Fermina, lo de los periodistas de la cultura, y lo que una búsqueda en Google sobre la autora nos muestra. Hay narcisismos sonrojantes.

  11. Inmaculada

    Enhorabuena por este espléndido trabajo de desmantelamiento de la falsedad.

  12. Miguel Iturria Savon

    Excelente desmontaje de un montaje novelesco falso y tendencioso. Reescribir sucesos, dorar la píldora ideológica al gusto de los mercaderes de falacias, con la prensa como telonero y editoriales que compran productos inocuos. Gracias.
    Saludos, Miguel Iturria Savon.

  13. Pablo Rocca

    Excelente artículo que desenmascara una lamentable puesta en escena bajo pretexto de ficción.

  14. buenos días. Soy un lector goloso de todo lo que se publique sobre el holocausto nazi. No he leído este libro, pero tengo intención de hacerlo, mas que nada porque todo mal libro termina teniendo algo bueno. A mi me da la sensación de que esta autora ha hecho lo que yo llevo tiempo queriendo hacer…leer sobre el tema, no investigar, y escribir un libro sobre el holocausto pero de su cosecha, de ahí que mezcle información de cosas que ocurrían en todos los campos y los haya personificado en uno solo. Creo que el error está en la catalogación de la novela, pues debería de haber sido una «novela de ficción», y no histórica, y mucho menos realista (aunque lo que cuente ocurriese en otros campos). El dinero es muy malo, y con tal de vender, uno dedica los libros a la «puta madre». Saludos.

  15. Pingback: Carta abierta a Fermina Cañaveras - Jot Down Cultural Magazine

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