19 de mayo de 1987, en una tarde primaveral tres amigos están esperando que el Prospect Park Zoo de Brooklyn cierre sus puertas. Desde hace unas semanas, Juan y sus amigos acostumbran a colarse en el zoológico para pasearse a escondidas por el recinto. Hoy han decidido acercarse a la zona de los osos polares, donde en un extremo descansan Teddy y Lucy, dos ejemplares de más de 600 y 400 kilos respectivamente.
Podemos imaginar cuando uno de los tres desafía al resto «You don’t have the guts» mientras con la mirada señala el agua límpida y transparente del foso. Sin pensar demasiado los tres chavales se quitan la ropa y se acercan a los barrotes que protegen el espacio de los Ursus maritimus con intención de atravesarlos…
Nunca debió amanecer aquel día gris en Nueva York
En que a los Johnson se les ocurrió ir de visita al zoo
Nunca debió amanecer para el pequeño Bobby.
Que quiso realizar el sueño de tantos escolares
Metiéndose en la jaula de los osos polares
(Oh) nunca debió amanecer.
Cuando los primeros agentes de policía llegaron al zoo tras un informe de gritos procedentes del zoo se encontraron en el recinto zapatillas de deporte y tres pares de pantalones. Al dirigir su mirada hacia la zona donde se encontraban los animales comprobaron aterrorizados como dos enormes osos estaban devorando a uno de los niños. Los miembros de la unidad de servicios de emergencia del Departamento de Policía fueron llamados apresuradamente y necesitaron 20 disparos de sus escopetas para matar a los animales.
Tras acercarse a los osos que acababan de abatir con la intención de localizar los tres cuerpos recibieron una llamada tranquilizadora de sus compañeros de la comisaría: los dos niños que acompañaban a Pérez habían sido llevados a la policía por sus padres cuando regresaron a casa sanos y salvos, pero sin ropa. Los chicos tras desnudarse para nadar se arrepintieron a causa de que estaban demasiado asustados para entrar en la jaula. Sin embargo, Juan arrojó todas las ropas a las rocas del interior del recinto del oso.
Y ahora todo el mundo llora (papara)
Mr. Johnson echa la culpa a su señora
Maldito el día en que se te ocurrió
Llevar al niño de paseo al zoo de Nueva York
El presidente de la compañía de seguros
Llora desconsoladamente
Y soportando las estúpidas miradas de la estúpida gente
Los pingüinos no dejan de llorar.
Pérez y otro chico entran en la jaula para recuperar la ropa, y mientras intentan atravesar los barrotes para coger sus prendas se quedan atascados. En ese momento se despiertan los osos. El primero se acerca y no hace nada, solo mira a los niños. Entonces el segundo agarra a Juan y lo arrastra por las rocas hasta la cueva. Mientras Pérez era llevado a la guarida de los osos, el segundo chaval consigue escurrirse por la valla hasta ponerse a salvo.
Cuando se corrió la voz de la tragedia, más policías y personal de rescate acudieron al zoo mientras el forense y el veterinario realizaban las autopsias bajo unos focos brillantes. Poco antes de las once de la noche, el comisionado de parques de Nueva York anunciaba que la autopsia del oso macho no había revelado más cadáveres. Unos minutos después, informó a la multitud de periodistas que la autopsia de la osa hembra también había dado negativo. El alcalde en aquel momento, Edward I. Koch, visiblemente conmocionado contó que los primeros policías que llegaron al lugar habían visto a los osos devorando al niño. «Obviamente, fue una visión horrenda y espantosa», diría el alcalde.
Los osos no fueron conscientes de su error
Notaron, eso sí, un ligero cambio de sabor
No les acabó de convencer el pequeño Bobby.
Estaba poco hecho, yo lo hubiera dejado diez minutos más en la sartén
Yo le habría añadido una pastilla de Avecrem
A cualquier cosa le llaman hoy comer.
Tras la tragedia, Carmen Pérez, la madre de Juan, dijo que no podía permitirse un funeral y que necesitaba ayuda para sacar el cuerpo de su hijo de la morgue. Tras sus palabras, la familia de Juan recibió muchas muestras de apoyo entre las que destacaron las de la comunidad puertorriqueña y el entonces magnate Donald Trump, que se ofreció a pagar todos los gastos del funeral y que estaba «dispuesto a hacer lo que sea necesario» para ayudar a la familia.
El zoo, que en 1983 fue calificado por la Humane Society de Estados Unidos como uno de los 10 peores zoológicos del país, puso de manifiesto las deficiencias de la instalación, que tenía cincuenta años en aquel momento. A finales del verano de 1987, se presentó un plan de renovación de 18 millones de dólares y 2,5 años de duración.
Y ahora todo el mundo llora (papara)
Mr. Johnson echa la culpa a su señora
Maldito el día en que se te ocurrió
Llevar al niño de paseo al zoo de Nueva York
El presidente de la compañía de seguros
Llora desconsoladamente
Y soportando las estúpidas miradas de la estúpida gente
Los pingüinos no dejan de llorar.
Un pingüino en mi ascensor comenzó su singladura en 1987, año de los hechos acontecidos. José Luis Moro, fundador del grupo contó recientemente que la canción inspirada en estos hechos es su favorita. En sus palabras: «Tengo bastante cariño a una canción del segundo disco que se llama «El sangriento final de Bobby Johnson» que es una canción basada en un hecho real que leí en un periódico en los años 80, de un niño que apareció en el recinto de los osos polares en el zoo de Nueva York y los osos se lo comieron. Me pareció una historia de la que se podía hacer una canción bonita de esas que hago yo».
Fuentes:
https://www.nytimes.com/1987/05/21/nyregion/boy-entered-bears-area-on-a-dare.html
https://timesmachine.nytimes.com/timesmachine/1987/05/21/issue.html
https://www.latimes.com/archives/la-xpm-1987-05-20-mn-834-story.html
Esta mal el año de un pingüino en mi ascensor, revisadlo
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