Ay… Occidente… qué bonito (o bonita, o bonite) te pones a la luz de las antorchas y las bombas al otro lado del Mediterráneo, callando, estando como ausente. Tú, que eres todo lo que está bien, el progreso, la civilización, los valores, la pureza, la libertad, la igualdad, la fraternidad, la margarita en el fusil, ¿y si coges el fusil? Entonces la revolución, la defensa, siempre legítima, porque tú sabes, sabes bien, porque nunca te equivocas, sabes, decimos, lo que hay que hacer en pos de mantenerte siendo Occidente, con todas tus virtudes y tu ningún defecto.
Tú, cuna del pensamiento™, viste cómo acertaba Platón simplificando aquello que los filósofos del arjé —esos que apenas merecen nombre propio, medio barbaros, tímido preludio del Gran Hombre, los de antes de Sócrates—, no paraban de multiplicar. ¿Para qué tantos elementos si el mundo podía reducirse a un sistema dualista, verdad? Orior, lo que nace, lo que se levanta, frente a occidens, lo que cae, lo que declina, donde se pone el sol y alza su vuelo la lechuza. Porque, mira que eres listo (o lista, o liste), Occidente. Cuánta generosidad puede atribuírsete al darle un nombre después de quitarle el suyo, idéntica a la de Zeus al darle hijos y una tierra a la princesa fenicia Europa después de raptarla como toro blanco y violarla en forma de águila. Cuánta mala leche escondida en la buena fe, pero merecidamente, ¿no? En fin, siendo todo lo que está mal… y por eso, seguro, hubo que fragmentarlo entre el Próximo, el Medio, el Lejano. No como tú, que eres Uno, sin fisuras. Normal, es normal, ha quedado claro en la multitud de relatos sobre el cielo y el infierno producidos en tus culturas: el cielo es un valle verde, sencillo, sin más misterios, mientras que el averno está lleno de detalles escabrosos, dividido en secciones, en anillos, repleto de contradicciones irreconciliables, de fuego y frío y violencia, de gente mala, malísima, en fin, de los otros, a los que hay que mantener alejados, reducidos, borrado cualquier rasgo de singularidad para que nosotros, los justos y bondadosos, podamos digerirlos.
Claro que, hablando de justicia, sería inaceptable tratar a Occidente como un todo, porque ¿quién sabe dónde empieza y dónde acaba, si en sus cordilleras no se pone el sol? Además, aunque hagamos de esa palabra refugio ideológico, ¿acaso no estamos empeñados en reclamar nuestro santo derecho a ser cada uno de sus miembros radicalmente distintos al resto? Son los otros, sí, los otros, los que se apilan en otro mundo que no es el nuestro, a los que les toca ser iguales, no a los ojos de Dios, que también nos pertenece incluso para dejarlo ciego y muerto en una cuneta, sino a los ojos de quienes miramos desde estas latitudes simplificando el horizonte, vaya a ser que nos devuelva la certeza de una ignorancia (…ni siquiera podemos decirlo…) nuestra.
Tampoco Oriente es una masa homogénea: quedan fuera China, Japón, Corea (la buena), a veces la India, siempre Chipre y las Maldivas, e Israel, por supuesto, ese islote tan occidental como nuestro Jesús de Nazaret. Alabados sean ellos, que con su piel blanca consiguen que, no solo no nos importe, sino que se nos olvide que tampoco comen jamón. Y así debe ser, ¿por qué iba a importarnos? Pero nos importa, o eso parece cuando salta a la palestra una noticia relacionada con los otros, esos más de mil ochocientos millones de personas erróneamente catalogadas como parte del mundo (otro) arabo-islámico, sin pararnos ni siquiera a distinguir entre «un concepto étnico-lingüístico» y una denominación a la fe profesada, que deriva de la cuarta forma verbal de la raíz slm: aslama, «someterse», y significa «sumisión (a Dios)» y, por tanto, es casi idéntico en significado al de muslim, musulmán, en tanto que participio activo de la misma forma verbal: «(aquel) que se somete (a Dios)». No lo decimos nosotros, lo escriben así Mircea Eliade e Ioan P. Couliano en su Diccionario de las religiones, uno de los cientos de miles de libros que podrían ser consultados para despejar dudas. Aunque para eso tendría, primero, que haberlas, y nosotros no dudamos, sino que acatamos los ataques provenientes de ciertos Estados, grandes potencias y medios de comunicación, haciéndoles el juego del olvido.
Es molesta la generalización, ¿verdad? Molesta y odiosa, porque sesga el punto de vista, porque deshumaniza, porque para bien o para mal despoja de la responsabilidad individual y, después de un proceso más o menos largo, de la colectiva, principalmente al otro lado del tablero. Todo queda sujeto a una perspectiva deformada donde no hay seres humanos, sino ideas encorsetadas por el miedo, enemigos, objetivos a abatir. Pasó en los siglos XIX y XX con las campañas de desprestigio hacia la comunidad judía que se saldaron con sendos pogromos y con la Shoah. Está pasando con la oleada de islamofobia que lleva recorriendo Occidente, como mínimo, desde el 11 de septiembre del 2001, desde que George W. Bush habló de un supuesto «Eje del Mal» aludiendo a unas armas de destrucción masiva que, aun sabiendo inexistentes por los informes ofrecidos por el Equipo de Acción del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) desplazado a Irak, defendió públicamente, apoyado por nuestro entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, y el ex primer ministro del Reino Unido Tony Blair. Pasó cuando inventamos el término yihadismo para hablar de grupos armados fundamentalistas identificando el sentido absoluto del yihad con los ataques a Estados Unidos o Europa.
Yihad deriva de la raíz yahada, «esfuerzo», y, al igual que este verbo en español, debería ser nombrado en masculino: el yihad. También cuando refiere a «lucha», que es otra de las acepciones posibles. En «Los fundamentos del poder en el islam» escribe la filóloga, profesora e historiadora Dolors Bramon lo siguiente:
La raíz árabe yahada, a la que pertenece la palabra yihad, aparece treinta y cinco veces en el Corán y en la mayoría de los casos va seguida de la expresión «en la senda de Dios», que ya indica un sentido espiritual. En veintidós ocasiones significa «esfuerzo o superación de la conducta propia o colectiva», en otras tres alude claramente a la «elevación espiritual de los fieles» y en las diez restantes hace referencia a algún enfrentamiento bélico.
Es decir, más de la mitad de las veces apunta al cumplimiento, por parte de toda la comunidad de creyentes musulmanes (Umma) de los cinco pilares básicos del islam, a saber, la profesión de fe (shahada), la oración ritual (salat, no confundir con el du’a, que es otro tipo de oración no reglada, voluntaria y libre), la limosna/impuesto anual (zakat), el ayuno (sawm) en Ramadán y la peregrinación a La Meca (Hayy o Hajj). Pero incluso estos deberes, aceptados de manera conjunta por estar explicitados en el Corán, varían dependiendo de si quienes lo llevan a cabo son suníes o chiíes o ibadíes (una de las últimas comunidades derivadas de los jariyíes, la tercera rama creada tras la muerte de Mahoma, aunque los ibadíes para nada se reconocen como jariyíes, tal vez porque dicha palabra ha ido ganando con el tiempo connotaciones peyorativas relacionadas con el extremismo que —¡sorpresa!— parte de la población musulmana rechaza).
Para Antonio Elorza, historiador y ensayista, el sentido bélico del yihad sería un sexto pilar (lo cual no dejaría de ser redundante, al menos terminológicamente) si atendemos a los primeros momentos de configuración y asentamiento del islam:
En la llamada Constitución de Medina, la finalidad explícita de la umma consiste en «la creación de una confederación centrada en una acción militar al servicio de una conquista». Tal «fue el elemento primero y original de la fundación del islam». La comunidad (umma) que se forma «única y distinta a los otros hombres» tiene como único objetivo reconocido organizar expediciones militares, o dicho de otro modo, llevar a cabo «el combate (qital) en la senda de Alá», cuyo código de conducta es establecido minuciosamente. El mando único pertenece a Mahoma, en tanto que Enviado de Alá. El mecanismo de la yihad está en marcha, apareciendo en forma verbal desde la primera cláusula del escrito, al aludir a «los que combaten (yâhada) con ellos», con los creyentes. La religión se convierte en envoltura de una estrategia de expansión militar (…) Otra cosa es que en la fase de formación teológica del Islam, concretada en las azoras mequíes del Corán, «yihad» carezca de esa proyección violenta y responda estrictamente a su etimología, siendo ante todo esfuerzo en la dirección de Dios.
Bastaría con mirar los orígenes o los procesos de propagación (o subsistencia, si se quiere) de las otras grandes religiones para concluir que todas ellas han recurrido a la violencia en un momento u otro de su historia bajo el argumento de proteger aquello que las diferenciaba de las demás y que, por descontado, era considerado como una mejora para el mundo. Fue así para los cristianos, para los judíos, para los hindúes e incluso para los budistas, la cual es a ojos occidentales la «religión de paz» por antonomasia y que, aun siéndolo en gran medida, llevan envueltos en guerras desde el siglo V. De hecho, en la actualidad cuentan con varias facciones religioso-políticas, ultranacionalistas, antiliberales y antimusulmanas, como Bodu Bala Sena (Ejército de Fuerza Budista) en Sri Lanka, o Ma Ba Tha (abreviatura birmana que ha sido traducida como Asociación para la protección de la raza y la religión) en Myanmar, teniendo un alto grado de participación en el genocidio de la población rohinyá (grupo étnico musulmán de Myanmar) en el lejano 2017. Para que se entienda mejor, dejamos por aquí un fragmento del artículo publicado en la revista OASIS: Observatorio de Análisis de los Sistemas Internacionales escrito por el investigador Mateo Andrés Riveros-Parra:
El Ma Ba Tha, grupo nacionalista de monjes, refleja dos rasgos importantes del conflicto. Primero la relevancia religiosa en el papel de construcción del enemigo y, segundo, el uso de las redes sociales como arma1. Frente al primer rasgo de religiosidad se debe tener en cuenta el papel fundamental que juegan los monjes en la sociedad de Myanmar. Los monjes se encuentran, en la jerarquía social y política, por encima de cualquier disputa identitaria. Además, los monjes tienen influencia tanto en la sociedad como en el gobierno militar.
Y, aun con todo, únicamente se nos abren las carnes cuando escuchamos proferir el takbir, «Allahu Akbar», expresión utilizada por los miles de millones de musulmanes diariamente en el salat, al beber agua, al saludar, al celebrar algo, para dar ánimos o mantenerlos. Algo parecido sucedió en abril de 2016 cuando Khairuldeen Makhzoomi, refugiado iraquí en Estados Unidos y estudiante en la Universidad de California en Berkeley, fue —no tan cordialmente— invitado a bajar de un avión que se dirigía a Oakland desde Los Ángeles por utilizar la expresión «Inshallah», que es la raíz de nuestro cotidianísimo «ojalá», usado con similar sentido tanto en español como en árabe. La fe de Makhzoomi fue sobreentendida por la lengua en la que se comunicaba con su tío, por su apariencia y por su lugar de nacimiento. Y derivado de todo ello las intenciones, aunque en este caso nadie clamó al cielo por violar su presunción de inocencia. Es lo que tiene crear una etiqueta específica de terrorismo ligado a una religión, difuminando los contornos de las ramas que componen el islam con sus múltiples escuelas jurídicas y filosóficas, mezclando los movimientos nacionalistas, integristas, y ciertamente algunos de ellos terroristas, incluso con los más místicos y ascéticos.
Por ejemplo, aunque provengan de la misma rama suní, no es lo mismo el sufismo que inspiró los hermosísimos escritos del universal Ibn-Arabi, que el profesado por la orden (tariqa) de los Derviches giradores, fundada y asentados en Turquía, que el sufismo militante propuesto por Hassan Al-Banna al fundar los Hermanos Musulmanes en Egipto en 1928. Tampoco son lo mismo la escuela jurídica Hanafí, caracterizada por un enfoque flexible con énfasis en el razonamiento y las analogías (qiyas) de la ley islámica, que la escuela Hanbalí, que aboga por la interpretación literal y austera del Corán, los hadices (los dichos, enseñanzas y costumbres del profeta) y la Sharía. A esta última se adhieren, por ejemplo, los wahabíes, una corriente fundamentalista y conservadora extendida principalmente por Arabia Saudí, minoritaria hasta 1924, fecha en la que el último califato suní fue derrocado por el nacionalismo laico de Mustafa Kemal Attartük, y fecha que, en palabras del profesor de islamología Emilio González Ferrín, «simboliza el auge de los nacionalismos locales desmarcados ya de una clara identidad colectiva previa (histórica, cultural) islámica».
El paso de la identidad islámica a los nacionalismos islamistas no puede entenderse sin las acciones e influencias de Occidente, y esto lo explica de manera clara y accesible el también profesor y teólogo Juan José Tamayo en Islam. Cultura, religión y política. Quisiéramos citar sus trescientas cincuenta páginas aquí, pero como no podemos, habremos de contentarnos con mencionar dos casos paradigmáticos: el primero es el de la acusación a los países con mayoría musulmana de falta de democracia, cuando, según nos cuenta Tamayo,
en varios países musulmanes han sido los partidos políticos de corte occidental quienes, con el apoyo de los militares, han anulado los resultados electorales que daban la victoria a partidos políticos islamistas, como sucedió en Argelia en 1992. Otras veces ha sido Occidente quien ha dificultado o ha hecho fracasar la acción del gobierno de partidos islamistas elegidos democráticamente, como el caso de Hamás en Palestina.
[Inciso: este libro fue publicado en 2009, antes de que Hamás fuese declarado enemigo público occidental número uno, cuando todavía se podía hablar de él como un movimiento de resistencia al colonialismo, una organización política (lo que es) que construía escuelas y hospitales (sin sótanos del terror recreados por IA), y que alentaba a la participación de la mujer en la sociedad facilitándoles el acceso a estudios universitarios y a trabajos fuera del hogar. Por cierto, como dato: Palestina no sigue a la escuela jurídica Hanbalí, sino a la Hanafí].
El segundo caso ha intentado ser borrado de la memoria colectiva a fuerza de silencio y de reinterpretaciones al estilo hollywoodiense, pero nos lo cuenta Tamayo en diálogo con el texto de Gema Martín Muñoz, «Radiografía de los islamismos», publicado en 2006. Se trata de los orígenes de Al-Qaeda, situados «en la guerrilla de los muyahidines islámicos creada, organizada y financiada por Estados Unidos, con el apoyo de Arabia Saudí y Pakistán, para luchar contra la invasión soviética de Afganistán en 1979». Para Martín Muñoz, tanto Al-Qaeda como Osama Bin Laden «no proceden ni forman parte del movimiento islamista, ni siquiera del radical y violento que surgió en los años setenta del siglo pasado en el mundo árabe». Entonces, ¿qué sucedió para que Estados Unidos pasara de financiar la defensa de Afganistán a invadirla?
Pues que Al-Qaeda gana contra las tropas soviéticas, Irak invade Kuwait, Arabia Saudí permite que Estados Unidos estacione tropas en su territorio, Bin Laden, quien había vuelto a su tierra saudita, se queja de este permiso, le es retirada la nacionalidad saudí, apoya la revolución islámica en Sudán, vuelve a Afganistán junto a un grupo de combatientes que se habían radicalizado en aquel enfrentamiento contra los soviéticos, sigue quejándose, se le acusa de atentar contra dos embajadas estadounidenses en Kenya y en Tanzania, Estados Unidos pide a los talibanes que se lo manden, los talibanes dicen que no, Estados Unidos ataca campos de entrenamientos terroristas en Afganistán que hasta entonces parecían no importarle. Ahora son enemigos. La ONU se mete y cruje a sanciones a los afganos. Los talibanes se empiezan a convertir en la imagen de talibanes que tenemos en la actualidad, destruyen estatuas milenarias por considerarlas parte de un culto idolátrico. Más tensión. Negociaciones fallidas entre Estados Unidos y Afganistán. 11 de septiembre de 2001. Estados Unidos vuelve a pedir la cabeza de Bin Laden. Los talibanes dicen, otra vez, que no, a no ser que se le presenten pruebas de su implicación en los atentados. Se pone en marcha la campaña mediática y militar contra Afganistán.
Culpar a Estados Unidos de la radicalización de una milicia es de dudoso gusto y de cuestionable ética, pero olvidar partidistamente su implicación en la creación y los avatares siguientes, también.
Tanto en los conflictos citados anteriormente, como en los que están teniendo lugar frente a nuestra impertérrita mirada, subyace una voluntad de desinformación, de homogeneización, de difamación, de odio y de confusión grosera en lo referente al islam —que no es que no sea criticable como religión, sino que para hacerlo, lo ideal, como con todo, sería conocer algo más que el nombre y un par de tópicos de ella—, de nuevo ayudados por las redes sociales a la hora de esparcir miedos y mentiras; una vertiginosa deshumanización de los musulmanes que va desde la pérdida del reconocimiento individual hasta la animalización, pasando por la asimilación de cada ciudadano de una zona como sospechoso de pertenecer a un grupo armado, por tanto, culpable sin juicio, por tanto objetivo militar; y un último truco de prestidigitación, que nos hemos guardado para el cierre: el de la ambigüedad y unilateralidad de la defensa. Esa defensa, que es voluntariamente obviada por algunos cuando hablan del yihad —a pesar de que sea una de las bases del texto coránico («Les está permitido (combatir) a quienes son atacados, porque han sido tratados injustamente (…) a quienes han sido expulsados injustamente de sus hogares, sólo por haber dicho: ¡Nuestro Señor es Dios!», 22, 39-40)—, funciona para el otro bando, el nuestro (lo que quiera que eso signifique), como carta blanca para ejecutar no ya solo el terror, sino lo atroz, la barbarie bajo el argumento de estar siendo liberados de ella, comprobando que, esta sí, funciona en sentido de ida y vuelta, retroalimentándose, sin que se le vea un pronto final…
… Mientras se terminan de escribir estas líneas, Ursula Von der Leyen habla desde el atril del Parlamento Europeo de rearmar los Estados, de la importancia de hacerlo de aquí a los próximos cinco años, de seguridad… de defensa. Puede que en algún momento hayamos tenido la paz suficiente como para pensar que con la frase «Bellum omnium contra omnes» Hobbes describiera un ataque anárquico, pero cada vez resulta más evidente que no es eso, sino una guerra en la que todos los países se proclaman defensores de amenazas fantasmales que sobrevuelan nuestras cabezas en estado naciente. Porque nosotros no atacamos. Los que atacan son siempre los otros. Claro que eso depende del punto desde el que se alce o agache la cabeza para pronunciar el yo, y que para eso hay que tener uno, ¿verdad?
Notas
(1) Amnistía Internacional llevó a cabo una investigación sobre el papel fundamental de las redes sociales (en concreto la plataforma de Meta, Facebook) al expandir y normalizar mensajes de odio y deshumanización contra la comunidad rohinyá, que puede consultarse aquí y aquí.
«…una organización política (lo que es) …»
Bueno, alguna otra cosa también es.
Las Brigadas de Izz ad-Din al-Qassam – su brazo armado – atacan a civiles.
Es cierto que el brazo social asiste escolar y sanitariamente a los palestinos, pero la Carta Fundacional de 1988 rechazaba cualquier forma de solución pacífica.
La escabechina de palestinos que está acometiendo el estado israelí es espeluznante, no obstante, eso no hace que Hamás sea una «organización política» corriente y moliente.
Totalmente de acuerdo contigo, Redio. Y me disculpo por haber dado a entender lo contrario.
Con la aclaración de que es una organización política (y paramilitar, debería haber añadido, ciertamente) quería resaltar que no es, como he escuchado estos meses por algunos lares, un grupo religioso, ni tampoco representa a ninguna rama del islam, aunque sí profesen dicha fe y haya elementos de ella en cómo interpretan y aplican la ley.
Gracias por leer el artículo y por tu muy acertado comentario.
Manifiesto humildemente que el artículo me parece un ejercicio de citas enrevesadas y sin sentido: lo que se llama “dar esplendor al Arte con los líos”. Si una persona se declara en la línea de acción de cualquier religión no es necesario deshumanizarla, se deshumaniza total y absolutamente por sus propios medios, desvelando una tendencia a la mitomanía y la agresión muy peligrosas. La postura de estas gentes al respecto de cualquier tema, en tanto que esté sustentada en sus “valores sagrados” , será una infamia repugnante y totalitarista que no merece el más mínimo respeto, y que debe ser contestada desde consideraciones de autodefensa de la decencia más básica; Valga esto para católicos, budistas o espiritistas. Otra cosa es que los ladrones y asesinos israelíes roben tierras y maten niños. Si alguien manifiesta un legítimo deseo de reducir a escombros Tel-Aviv, que lo haga bajo su lacerante condición de agraviado y saqueado. En tanto que declare que está recuperando tierras para la obediencia del islam, me importará poco que lo disuelvan en fósforo blanco, porque sé que sustituirá una infamia por otra, una opresión por otra. Tampoco tendré la más mínima conmiseración con quien me ofrezca ir “por el imperio hacia Dios” . Y, por favor, deje de burlarse de los tratamientos de género incierto, que parece usted una periodista de la FOX…
Muchas gracias por su comentario, TXH. Para haberle parecido «un ejercicio de citas enrevesadas y sin sentido» (entono el mea culpa por ello, sin rastro de ironía), ejemplifica bastante bien lo que desarrollo en el artículo sobre lo que «se hacen los otros» y lo que exigimos para nosotros.
Eso sí, permítame que le pida, encarecidamente y por favor, que no me haga responsable de sus inferencias de tono e intencionalidad en lo que he escrito. Donde usted ve burla, solo hay mención al lenguaje inclusivo cada vez más extendido en Occidente.
Un saludo y gracias por dedicar su tiempo a leerme y comentar.
Interesante artículo. Su lectura despierta el interés por ir más allá de los prejuicios y, en la medida de las posibilidades de cada cual, interesarse por adquirir una visión documentada del Islam.
Muchísimas gracias por la lectura atenta y el amable comentario, Cesar. Amable y reconfortante, porque lo que dices que despierta coincide, palabra por palabra, con lo que pretendía al escribir este artículo.
Lamento disentir. Creo que es probable que, para cuando usted “aprenda”, descubra consternado que ya lo sabía casi todo, al menos todo lo importante, pero que se resistía a aceptar que lo sabe. La cosa va así: Una persona ( o colectivo, o estado) establece que habla en nombre De Dios, y que cualquiera que no acepte su prédica es, en el mejor de los casos, un ignorante pertinaz al que debe llevársele, sujeto por las orejas y entre la irrisión de las personas sabias, a la verdad . Si el escéptico/a/e insiste en su no aceptación de la inapelable luz, son lícitas medidas más contundentes, asesinato incluido. Eso sí, mientras los agredirse enarbolan las injurias, las mentiras a cara de perro, la imposición y el cinismo (en el mejor de los casos) o los fusiles de asalto (en el peor) la parte contraria debe aprender serenamente su dogma, para poder interpelarlos con educación, profundizando en la manera en la que van a imponer su poder incontrovertible y siguiendo (debidamente, sin groseros errores) el hilo conductor de sus delirios. En mi caso digo: No gracias: con el nacional-catolicismo, el opus, la alianza anticomunista apostólica, los parásitos con sotana y los diversos ejemplares de insectos con boina roja hemos tenido más que suficiente ¿o es necesario esperar también una fascinada reivindicación de esos mismos colectivos por parte de renovadores teóricos/as/es? Creo que, siguiendo este camino, no tardaremos en llegar. Si se pacta a cualquier nivel con una de las peores formas de imposición totalitaria (la religión ) y con la mentira flagrante, todos los senderos conducen a despeñarse.
No lamente el disentimiento, TXH. Disentir está bien, el problema (según mi humilde punto de vista) es que usted no se ha dado cuenta de que al decirme eso de que para cuando yo «“aprenda”, descubra consternado[a] que ya lo sabía casi todo, al menos todo lo importante, pero que se resistía a aceptar que lo sabe», pasando a iluminarme con la forma taxativa del «la cosa va así», está ejerciendo una autoridad sobre La Verdad bastante parecida a la que acto seguido critica de los creyentes. Yo no disiento del todo con usted. Solo en los generalismos, y en ver el peligro exclusivamente en las religiones. Sería conveniente, primero, distinguir entre la fe y las instituciones religiosas para, segundo, poder criticar las estructuras de poder que derivan en la (auto/)investidura de unos pocos como conocedores de la verdad, mesías, guías del pueblo y del destino de la humanidad toda, con toda la violencia y las mentiras que sean necesarias para alcanzar su ideal. Estaremos de acuerdo en que no hace falta haber hecho la primera comunión ni recitar la shahada para encontrarse dentro de estructuras similares, y que ni los anteriores ni quienes celebraron su Bat/Benei Mitzvá o se han iniciado en las artes del taoísmo participan de ese totalitarismo al que usted refiere.
Perdone. Pensaba que le había puesto esto al Sr. David, pero veo que lo he puesto como si perteneciese al hilo general. En cualquier caso, gracias por su réplica, que ha captado (creo) el sentido de lo escrito . Ha contestado usted constructivamente y con moderación a una persona que escribe desde la furia (yo). Sigue pareciéndome que es un tema del que sólo puede escribirse u obrarse desde la indignación, y me temo que, en lo que a la cuestión religiosa respecta, moriremos ambos fieles al desencuentro de concepciones. Un cordial saludo y mucha suerte.
Yo encuentro al islam ante todo pragmático. Con esos turbantes tan extremos puedes echar una cabezada casi en cualquier parte. También deben ser muy útiles cuando al camarero se le olvida poner el mantel o si roban el suministro de kleenex en tu barrio. También parece más cómoda la chilaba que los pantalones, sobre todo cuando arrastramos algún problema desde pequeños, que la sociedad siempre invisibiliza a los más superdotados.
Uno de los sentidos de la palabra yihad es «esfuerzo», similar a que en castellano me esfuerzo por que no se me peguen las sábanas por la mañana, tengo que esforzarme mucho para que la seguridad social me escuche, me esfuerzo para que la máquina del café me de lo que le he pedido, y doy todos los meses a la asociación para el esfuerzo contra el cáncer.
Yo me he esforzado por captar qué quiere decir este comentario, Ara, pero no lo he conseguido… En lo del esfuerzo reflexivo para que la maquina de café haga su trabajo me he perdido más todavía. Supongo que esto desmiente el mito de que todo esfuerzo conlleva necesariamente una recompensa…
Gracias por leer y comentar.
Lo que estamos viendo en Medio Oriente es colonialismo a la vieja usanza, algo que supuestamente habiamos superado. El Estado de Israel se comporta con los Palestinos de forma muy parecido a los norte americanos con los nativos americanos en siglo XIX…
En 1919 en Versailles, el Reino Unido y Francia traicionaron al mundo arabe al negarles el Estado Arabe prometido a cambio de su lucha contra los turcos y alemanes en la primera guerra mundial. Desde entonces, Occidente no ha parado de traicionar aquel mundo, sobre todo Reino Unido, Francia y EEUU.
Y sin embargo, el publico europeo no parece estar nada de acuerdo con sus gobernantes. En el Reino Unido, el 75% de poblacion quiere un alto de fuego o algo asi. En pocas ocasiones ha quedado la politica exterior Occidente tan expuesto por lo que es: neo-colonialismo…
Hamas puede ser muchas cosas pero idiotas no son. Al no tener posibilidades de ganar militarlmente, han ganado la batalla que era ganable, la de la propaganda…
La imagen de Israel nunca ha caido tan bajo. Se han portado con la misma barbarie que Hamas pero a mayor escala…
La derecha israeli jamas ha acceptado la idea de la existencia de un Estado Palestino, de forma que los Palestinos nos renuncian la violencia y votan a Hamas me parece triste pero inevitable….
Buff me he dado cuenta de que no tengo ni idea de lo que es el Islam. El primer sopapo me lo lleve al leer un trozo del Coran, tengo pendiente leerlo, y el segundo hoy. Mucha informacion en un articulo pero ayuda a entender q desconocemos muchisimo. Por lo menos yo.
No so un experto pero, de lo que he leído del Corán, hay varas menciones a la violencia expresa, también en la biblia por si alguien cree que tomo partido. No me pareció un libro particularmente pacifista; otra cosa es cómo se interprete, que lo ha dejado muy claro.
Sobre lo de Hamas y otros movimientos islamistas, no me parece mal que se derroque a un grupo que consigue ser elegido para eliminar la democracia; o a lo mejor es que Hitler no lo hizo tan mal, puede ser.
Siguiendo con Hamas, me parece repugnante la campaña que hace de desinformación: quiero ver la imagen de un miliciano con desnutrición, no la de niños, porque el alimento que les falta a estos lo llevan en sus entrañas aquellos. No quiere decir esto que los israelíes sean santos, sino que es una guerra que ambos quieren ganar, unos con fuerzas militares y- atentos- respeto al derecho de los conflictos armados, y otros con propaganda y ataques criminales, que luego justifican tratando de victimizarse. Me cuesta creer que la gente corra en dirección a donde disparan las balas, no en la contraria y que no sepan que el terrorismo es un delito penal. No sean tan simples de creer en buenos y malos en las guerras, en las que la guerra de información es una parte muy importante.
Por si alguno se pone bravo, le recuerdo que un lugar protegido en el derecho bélico, por ejemplo un hospital, pierde la protección legal cuando es usado con fines bélicos por la otra parte, bien como base de túneles o como depósito de municiones. Para entendernos, Hamas legitima el ataque a hospitales cuando los empleo como parte de su sistema militar, pero es cierto que Israel debe empleo la mínima fuerza para conseguir sus objetivos.
Atribuir a Al Quaeda la derrota de los soviéticos en Afganistán igual es ser demasiado generosa con una organización que en dicha guerra fue no mucho más que propaganda para Osama Bin Laden. El libro «La torre inclinada» es una buena lectura.
Los musulmanes siempre se jactan de que estuvieron 800 años en la Península Ibérica (aunque sea mentira: sólo estuvieron ese tiempo en un pequeño rincón; en la mayor parte, poco más de tres siglos), pero eso no es colonialismo ni algo por lo que disculparse, claro.
Los turcos estuvieron en Europa sudoriental más de 400 años, pero eso no es colonialismo ni algo por lo que disculparse, claro.
Los europeos estuvieron en el Norte de África (el mismo que les atacó durante siglos) apenas 130 años. En Oriente Medio, no llegó a 40 años. Pero eso sí es colonialismo y algo por lo que disculparse y flagelarse, claro.
Sí, claro, por supuesto.
Muchas gracias por el artículo, muy interesante.
Tuve la oportunidad de conocer más sobre el Islam y los musulmanes durante la Copa del Mundo de Qatar y es mucho más profundo que la visión simplista de occidente. Claro que en el papel todas – o casi todas – las religiones o movimientos políticos suenan bien, pero abrió mi espectro sobre el tema. Fui a una mezquita, platiqué con algunas personas en las calles de Doha y se siente su interés porque el resto del mundo conozca más sobre ellos. Es cierto que los más radicales son protagonistas de hechos violentos, pero de esos grupos tenemos en todo el mundo.