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How to Have Sex

How to Have Sex
How to Have Sex. Imagen: Avalon.

El género coming-of-age, el reflejo de la transición de la niñez a la edad adulta, es un terreno pantanoso y, al mismo tiempo, tremendamente atractivo. Y desde que existe gente dispuesta a contar historias, dicho camino hacia la madurez ha sido inspeccionado y utilizado como pilar fundamental de una infinidad de relatos. Obras de ficción, firmemente asentadas en el mundo real, que han intentado explorar todos los vértices y capas de una de las edades vitales más complicadas. En la literatura, donde el coming-of-age adopta la denominación alemana Bildungsroman, la temática ha servido de cimientos tanto para Mujercitas de Louisa May Alcott como para ese Lazarillo de Tormes de autor incierto. En el noveno arte, el ocaso de la adolescencia ha sido explorado a través de las grietas emocionales y autobiográficas de Fun Home de Alison Bechtel o el cinismo con gafas de pasta de Ghost World de Daniel Clowes. En el mundo del cine, el despertar moral, psicológico y sexual ha servido como excusa para perpetrar de todo: desde Los 400 golpes de François Truffaut a las Chicas malas encabezadas por Lindsay Lohan, pasando por Call Me by Your Name, Lady Bird, Cuenta conmigo, Crudo, El club de los cinco, Moonlight o la brocha gorda de American Pie con sus sátiros descerebrados. How to Have Sex, el debut en la dirección de Molly Manning Walker, no solo es la revisión más moderna del coming-of-age, sino también una de las más desafiantes, y la que está proporcionando mayores debates entre la audiencia.

Al finalizar el instituto, y bajo la sombra de un futuro universitario incierto tras los exámenes finales, tres adolescentes y mejores amigas, Tara (Mia McKenna-Bruce), Skye (Lara Peake) y Em (Enva Lewis), vuelan rumbo a Malia, Grecia, en busca de la Santa Trinidad que construye los veranos inolvidables a esas edades: la fiesta, el alcohol y el sexo. Y aterrizan en medio de un ciclón de jóvenes con las mismas metas a corto plazo. Con devoción por abrazar el YOLO y despedirse del hígado encadenando fiestas, buscando roces, absorbiendo hectolitros de licores de colores, bailando ante el set de los DJ y devorando patatas fritas cuando cierran las barras y toca arrastrarse sobre las aceras de vuelta al hotel. Tras una decepcionante noche de iniciación con el lugar y la náusea, las chicas establecen contacto con otro grupo de juerguistas, asentados en una habitación adyacente, a través de la vía más nefasta para el turista británico: el balcón. En dicha pandilla de vecinos  se encuentran Badger (Shaun Thomas), Paddy (Samuel Bottomley) y Paige (Laura Amber). Personajes con los que las protagonistas congenian rápidamente, convirtiéndolos en compinches de borracheras e intereses románticos.

How to Have Sex. Imagen: Avalon.
How to Have Sex. Imagen: Avalon.

Durante las rondas nocturnas, Tara, Skye y Em ansían aparentar más edad de la que realmente poseen, construyendo una fachada que, lejos de la verdadera madurez, es utilizada como camuflaje para relacionarse con los posibles ligues. Porque las interacciones con terceros durante la escapada son el objetivo principal de estas adolescentes que, horas antes, desembarcaban en Malia proclamando a gritos su intención de hartarse a follar. En el caso de Tara, la caza de parejas sexuales tiene un carácter especial: al ser la única integrante del trío que carece de experiencia entre sábanas, se ha planteado las vacaciones como el momento ideal para perder por fin la virginidad. Se trata de un punto de partida que parece hermanar el film con la premisa de producciones como American Pie, pero How to Have Sex no es una comedia desenfadada, y ni siquiera es tan promiscua o morbosa como uno podría esperar, sino que está mucho más amarrada a nuestro mundo que las fantasías cómicas habituales del cine de adolescentes. En la cinta de Manning Walker, la búsqueda del placer inmediato transita por un camino mucho más realista al traducirse en madrugadas confusas y caóticas, exaltaciones de la amistad remojadas en alcoholes, decepciones y en puntuales brotes de envidia entre los sentimientos de un grupo que, hasta entonces, se creía inseparable. Los minutos iniciales de excitación ante la aventura, con el abastecimiento en las tiendas a bordo de un carrito de supermercado o los chapoteos en el mar olvidando el tabaco a remojo en la orilla, contrastan con el anárquico y desolador panorama nocturno de un ebrio microuniverso propulsado por el motor de la fiesta perpetua.

How to Have Sex. Imagen: Avalon.
How to Have Sex. Imagen: Avalon.

El escenario elegido no es casual. Malia, en la isla de Creta, se ha convertido en una alternativa a destinos como Ibiza o Magaluf para el turismo europeo menos elegante y más entregado a la farra desmadrada. Hace más de tres lustros, el alcalde de dicho municipio griego alertaba sobre el problema de la ciudad ante la repentina invasión inglesa: «Gritan, cantan, se caen por los suelos, se desnudan, se travisten y vomitan. Y son solo los británicos, no los alemanes ni los franceses». Cinco años después, la muerte de un joven en una pelea entre anglosajones borrachos, y las numerosas denuncias de violaciones sufridas durante las madrugadas, llevaron a las autoridades locales de Malia a barajar la posibilidad de establecer un área alejado de la villa, un auténtico gueto para turistas salvajes. En How to Have Sex, Manning Walker retrata ese submundo extraño y tóxico de manera brillante. Con secuencias nocturnas bañadas por neones de bares, discotecas, y pistas de baile al aire libre. Instantes que se entrelazan de manera difusa con las horas perdidas de gargantas pastosas, el mal dormir sobre cualquier cama disponible, los dolores de cabeza y la convalecencia post-party-hard. En los escasos momentos en los que las imágenes muestran las calles durante las horas diurnas, el panorama es desolador, sucio y árido. Como una silenciosa postal de la catástrofe tras el verdadero apocalipsis zombi, aquel detonado por las hordas de jóvenes turistas majaderos. Entretanto, tras los muros de los apartahoteles, los ejércitos de resucitados se reagrupan para continuar el desmadre chapoteando, cervezas en mano, en las piscinas.

How to Have Sex. Imagen: Avalon.
How to Have Sex. Imagen: Avalon.

En la pantalla, la odisea de Tara, Skye y Em tiene el regusto de una resaca interminable. Y esa es la mejor representación posible de un tipo de experiencia que no se siente lejana, ajena o militante de la ciencia ficción. Porque no es difícil que las osadías juveniles del metraje, esas fiestas adolescentes descontroladas, resulten familiares para el público, bien sea desde la experiencia empírica, o bien desde la posición del observador de la ristra habitual de noticias veraniegas sobre asedios de las ciudades costeras. Es una de esas cintas donde se refleja un escenario real e incómodo, aquel al que cada espectador se asomará con un punto de vista diferente, desde el recuerdo nostálgico hasta el desasosiego de quien ya está mayor para estos trotes pero es pariente directo de algún alma cándida, joven e inocente. Sorprendentemente, todo eso no es lo que hace desafiante a la película.

La gran jugada de How to Have Sex es optar por virar el foco de atención del retrato coral hacia la experiencia individual de Tara. Porque cuando la cámara se desentiende del grupo de amigas para comenzar a perseguir exclusivamente a la joven inexperta por la noche, es cuando comenzamos a entrever lo que una película llamada How to Have Sex quiere realmente contarnos sobre las relaciones. El despertar sexual de Tara confronta la satisfacción del deseo con el desengaño amoroso y con las dinámicas del sometimiento. Enfrenta la romántica idea de los encuentros desinhibidos durante una etapa insegura con las palabras vacías («Estás preciosa esta noche») y con las normas morales del consentimiento. Y, sobre todo, muestra con un realismo bastante crudo y sin adornos la desorientación de una adolescente en proceso de madurez, y su posterior atrincheramiento emocional como medio de defensa mientras trata de procesar lo que le ha ocurrido. Por todo ello, es un film extremadamente valiente al representar el abuso y sus consecuencias de manera sincera, sin artificios ni endulzamientos, mostrando el proceso durante el que la víctima se convierte en una brújula desubicada. Y evitando que el guion se adscriba a las normas de la ficción cinematográfica más complaciente, aquella donde se eliminan las ambigüedades, las amarguras son temporales y los finales siempre son felices. Porque esta es una película habitada por personas y no por personajes.

How to Have Sex. Imagen: Avalon.
How to Have Sex. Imagen: Avalon.


Delante de las cámaras, todo el reparto principal está estupendo articulando sus roles, desde la ternura que Lewis le confiere a Em, hasta la bobería socarrona con la que Thomas reviste a Badger. Pero el gran acierto de la cinta es colocar en el papel de Tara a alguien como McKenna-Bruce. Y no solo por lo que ayuda su presencia física menuda y aniñada, coronada por un collar que reza «Ángel» subrayando su inocencia. Sino porque la actriz lo borda en un papel difícil donde el diálogo, por su propia naturaleza, es lo de menos y el peso recae por completo sobre la capacidad de la intérprete para transmitir, de manera impecable, las emociones a través de sus gestos y miradas. Detrás del objetivo, Manning Walker se estrena como realizadora tras trabajar previamente como directora de fotografía, demostrando que además de buen ojo para ensamblar las escenas, es bastante virtuosa construyendo a quienes las pueblan.

How to Have Sex se alzó con el premio Un certain regard en el pasado Festival de Cannes y ha estado nominada a tres premios BAFTAS, pero quizás su mayor logro vaya más allá de los galardones y se sitúe entre las butacas. Porque si uno se acerca a las reseñas en internet de los espectadores (que no de los críticos profesionales) descubrirá que no hay un consenso homogéneo, sino un acalorado debate con todo tipo de interpretaciones enfrentadas. Desde quienes admiran la valentía del film, a los que lo consideran como poco más que un vídeo de Erasmus inane y vacío. Pasando por aquellos que lo encuentran fresco y brillante, los que lo definen como insatisfactorio por esquivar la revancha clásica de las ficciones, los que reconocen y aplauden su empatía, o los que no acaban de comprender cuál es su objetivo. Y esto último es curioso, porque demuestra que existe gente incapaz de entender que es posible abordar un tema profundamente serio en el contexto y en el lugar más frívolo posible. Que a veces las cosas no son sencillas y sobran las concesiones. Que el mundo real está habitado por seres manipuladores y pavimentado de sueños triturados. Que aún es necesaria mucha educación sexual. Que las personas a veces están perdidas. Que follar es maravilloso pero también es mucho más que un simple chiste en una comedieta adolescente. O que una película llamada Cómo tener sexo lo que en realidad quiere decirnos es cómo no se debe tener sexo.

How to Have Sex. Imagen: Avalon.
How to Have Sex. Imagen: Avalon.

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6 Comentarios

  1. Abel "el bedel"

    Una película sobre adolescentes interpretada por actrices para nada adolescentes destinada a un público encaminado a la mediana edad… Jamás pensé que verían mis ojos el día en que Porky’s sería convertido en un documental.

  2. Todo ese problema de los turistas borrachos armando gresca con resultados a veces funestos, se solucionaba con fusilamientos a pie de calle de los responsables. Después de los primeros ajusticiados, el turismo rebelde se amansaría como corderito.

  3. LePeisens

    Resumen del artículo y de la película; hombres, malos y mujeres, buenas. Qué novedad!

  4. Pingback: Jot Down News #12 2024 - Jot Down Cultural Magazine

  5. Muy bien artículo, aunque creo que debería haber hecho más incapie en el tema del consentimiento más que en el turismo de borrachera. La frase final resume muy bien la película: ‘una película llamada Cómo tener sexo lo que en realidad quiere decirnos es cómo no se debe tener sexo’.

    McKenna-Bruce hace un papelón.

    Por cierto: ‘Al finalizar el instituto, y bajo la sombra de un futuro universitario incierto tras los exámenes finales…’ Creo recordar que lo que han terminado en realidad es la ESO (GCSE exams) y no el bachillerato (A levels). Esto es relevante porque la edad de las chicas es 16 años, no 18.

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