Seguir la filmografía de Bruce Willis permite hacer una historia contemporánea de la calvicie. Fue el primero en unir la categoría de sex symbol y cráneo afeitado, creando un patrón estético que perduró, y que ha sido imitado por calvos de todo el mundo. El único precedente significativo en Hollywood antes de él fue Yul Brynner, que también se afeitó y mantuvo su cabeza libre de pelo, desde 1951 hasta su muerte. Pero su caso fue una singularidad, nunca se tomó como ejemplo a imitar, y por lo general su calvicie fue una caracterización más para sus papeles como antagonista del héroe, como malo de la película. Una gran diferencia respecto a Willis, que no solo era el calvo bueno, sino que marcó, durante un par de décadas, la pauta a seguir para hombres que se estaban quedando calvos. Lo que ha ocurrido desde entonces ha sido una transformación mental paulatina, ayudada por la técnica del implante de pelo, que ha empujado a los actores masculinos a solucionar la calvicie con un injerto capilar. Y a la mayoría de hombres a imitarlos.
La psicología social respecto a la calvicie ha cambiado, y ahora que su aceptación va quedando para la historia, merece la pena repasar cómo Bruce Willis logró consolar a millones de calvos en potencia. El actor apareció por primera vez en la serie Miami Vice (1984) encarnando a un traficante de armas, y luego fue protagonista masculino durante cuatro temporadas de la también serie de televisión Luz de Luna (1985-1989). Desde el inicio de su carrera lució evidentes entradas y un cabello muy fino, lo que no fue obstáculo para que consolidarse como sex symbol a final de los ochenta. La interpretación de su papel como detective en Luz de Luna transmitió la idea de un tipo tierno y duro a la vez, un prototipo de masculinidad. En la serie su peinado sirve no solo como referente cronológico de las temporadas, evidencia un claro intento de disimular su imparable pérdida de pelo, con un claro avance de las entradas en camino directo a unirse con la coronilla. Por eso en las temporadas finales le vemos usando laca y fijador para alborotarlo, darle volumen y sobre todo para ponerlo de punta en la parte superior de la cabeza. La más sensible a la alopecia andrógina, o sea, a acabar pareciéndose a Luis Tosar, o lo que es lo mismo, alcanzando el grado VII en la Escala de Norwood-Hamilton. Porque sí, esto de la calvicie también tiene grados.
Lo singular es que a Bruce Willis nunca le preocupó su calvicie, su propia hija afirmaba que los intentos de cirujanos estéticos de Hollywood para acercarse a él en las fiestas y ofrecerle tratamientos jamás le interesaron lo más mínimo. El cambio de peinado en la serie, que luego mantendría en el salto a la gran pantalla, fue una simple idea pensada a medias por los productores de Luz de Luna y por él mismo para afianzar la evolución de su personaje, David Addison, el detective que encarnaba. De hecho le vemos empezar la serie como un canalla desenfadado de traje y corbata y acaba con chupa de cuero, convertido en un tipo duro y maduro. Esta última imagen fue la que le consiguió su primer papel protagonista en el cine y la que añadió a Willis otra singularidad, además de su poca preocupación por la alopecia. Es de los poquísimos actores que ha saltado desde las series a la gran pantalla, aunque hoy esa distinción ya no tenga mucho sentido. La jungla de cristal le consagró, y a partir de ella no dejó de encadenar papeles protagonistas en el cine, especialmente en películas de acción donde era a la vez un tío simpático y un rompedientes.
La jungla, Die Hard en su título original, resultó tal éxito que repitió en dos entregas más, las cuales son otro ejemplo de cómo las entradas de Willis crecen y crecen con los años, y de cómo los estilistas intentan disimularlo. Al menos en los planos tranquilos y en los claroscuros, porque evidentemente en los planos de acción y movimiento, a plena luz, el disimulo no se sostiene. El actor no se está quedando calvo, sino calvísimo. Y aunque a él le importara bien poco, los publicistas de Hollywood pensaban de otra manera. Si uno se fija en fotografías y carteles promocionales, todos están retocados. Tiene el pelo mucho más espeso que en la propia película y desde luego que en sus apariciones públicas.
Aquello provocó una reacción sociológica en los noventa. La masculinidad planetaria en proceso de quedarse sin pelo se consoló pensando que se podía ser calvo y atractivo, como Willis. La idea pareció consolidarse cuando el actor apareció de secundario en una película de bajo presupuesto, Pulp Fiction (1994). Tarantino estaba encantado de tenerle porque en su opinión era el único actor capaz de encarnar la masculinidad de los años cincuenta. Para remarcarla aún más le sugirió que apareciera con el cráneo casi completamente rapado, al estilo de los sargentos de marines. Y él aceptó. Casi nadie esperaba que este extraño largometraje cuyo guion jugaba con los flashbacks y flashforwards y la habitual violencia tarantinesca tuviera éxito. Pero lo tuvo, y a la enorme influencia de esa película hay que sumarle otra, la que tuvo el look de Bruce Willis sobre los calvoheridos. Muchos decidieron en los noventa que raparse el pelo al cero era una buena idea para disimular la calvicie. ¿O fue para reafirmarla?
La aceptación del rapado para calvos creció en 1998, cuando una película de acción comercial, mucho más masiva, hizo llegar el look de Willis a un público más amplio. Armageddon tiene uno de esos guiones sin pies ni cabeza, donde la NASA, esa institución tan reputada, elige al maduro dueño de una empresa de perforaciones petrolíferas para enviarlo al espacio a destruir un asteroide que amenazaba acabar con la vida en la Tierra chocando contra ella. Y el héroe que salva al mundo va y se presenta rapado al cero.
Para entender el shock sociológico y psicológico que eso conlleva hay que remitirse a la historia del cine, y otra vez a Yul Brynner. En general, y salvo títulos como El ruido y la furia, basada en la novela de William Faulkner, que protagonizó con pelo, y de Los siete magníficos, Brynner encarnó malvados en todos sus papeles de calvo. Desde los comienzos del cine calvicie y maldad ha ido unidas, empezando por el Nosferatu de Murnau (1921). Ningún otro vampiro ha vuelto a ser tan calvo, no digamos ya los Dráculas que le siguieron, las sagas de Ann Rice, o los nuevos vampiros adolescentes y romanticones. Tenemos todo tipo de ejemplos de villanos pelones, distantes o recientes, Lord Voldermort en las sagas de Harry Potter, Darth Vader en La Guerra de las Galaxias, incluso Lex Luthor en Superman. Hasta Alien, que no es humano, fue caracterizado sin un pelo.
Y ahora viajemos hasta 2005 para comprender el tumulto que levantó Bruce Willis en su aparición como invitado en el programa de televisión estadounidense The Daily Show. Podemos fijar esa fecha como el momento en que empezaron a proliferar los cráneos afeitados por todo el planeta, muchos de ellos compensados por barbas hipster. Porque Willis apareció precisamente así, con la cabeza tersa como el culo de un bebé. Las fotos y vídeos de su nuevo estilismo dieron la vuelta al mundo. Junto al mensaje de que se puede ser un sex symbol, el héroe bueno, y tener una sonrisa atractiva y simpática.
Pero la moda y la influencia de Willis ha decaído definitivamente, casi en paralelo a la triste retirada del actor. Diagnosticado con demencia frontotemporal, dejó la actuación en 2022. La enfermedad le impide hablar con normalidad y dificulta su movimiento, y le está privando paulatinamente de sus capacidades psíquicas. El último que se atrevió a imitarle fue John Travolta, que renació con Pulp Fiction, se rapó al cero, se afeitó, y al que hoy vemos finalmente implantado y con abundante cabellera. Hay muchos más en los que tal vez no hayamos reparado, como Ben Affleck, que ha perdido sus entradas; Matthew McConaughey, que por algo tuvo una temporada de llevar siempre gorra; Antonio Banderas, Kevin Costner, y, por supuesto, el icono pop Nicholas Cage. Quien por cierto se implanta de manera tan recurrente que cada vez tiene más y más pelo y menos y menos entradas. Aunque con él siempre es difícil decidir si el resultado ha ido a mejor, o a peor.
Pese a la excepción que representó Willis y a su influencia estética, la calvicie sigue sin ser algo ni atractivo ni aceptable. Según los estudios antropológicos los seres humanos la asociamos inconscientemente con el descenso de atractivo para la reproducción sexual en los machos. Igualmente identificamos a los varones con menos pelo como con menor nivel de agresividad. Son condicionantes evolutivos e inconscientes, que siempre se pueden superar con la autoafirmación de tu personalidad. Aunque eso no nos librará del reverso tenebroso, el calvo malo. A quien, por cierto, siempre se le opone un antihéroe de abundante y poblada cabellera, por lo del recochineo. La alopecia no es un rasgo atractivo, ni de héroes buenos, o al menos no lo es sino una vez de cada mil. Y seamos honestos: cuántas veces nace un héroe con la cara, la sonrisa, y la calva de Bruce Willis.
Qué manera más boba de generalizar. Hay montones de calvos considerados generalmente atractivos: Zinedine Zidane, Pep Guardiola, el mentado Yul Brennen, Dwayne Johnson, Vin Diesel, Andre Agassi, etc etc. Nótese que además he mencionado varios que suelen hacer papeles de héroe y no de villano.
Y en Armaggeddon Willis no estaba rapado al cero. Está claro que el artículo tiene menos investigación que un trabajo de primaria, pero al menos el redactor podrían haber repasado fotos de las películas en Google.
Por otra parte, Voldemort y Darth Vader no sufrían alopecia, sino que habían sufrido deformidades en su cabeza debido a brujería oscura el primero e incineración por lava el segundo. Creo que no es comparable a casos reales, vaya.
Efectivamente, articulito de relleno ahora que las nuevas entradas (jiji, que chiste bueno acabo de hacer) brillan por su ausencia en esta, otrora, gran revista.
Es un artículo promocional, como se ve en el enlace al final del primer párrafo, de una clínica de implantes.
Llevo desde los 20 calvo, media vida, y plenamente identificado siempre con la actitud de Bruce Willis, que desconocía. Ha sido una lectura amena, y siempre se aprende algo, como lo de la escala calvirrichter.
El problema es que le han endilgado al pobre Sr. Sacristán (en su apellido lleva la penitencia) todos estos artículos promocionales (publicidad «encubierta») ya sea de casas de apuestas, ya sea de clínicas de implantes capilares. El hecho de que el autor de la pieza esté tan calvo como tú o como yo Pauli, más allá de la ironía autoflagelatoria, no opaca el hecho de que es muy feo que Jotdown recurra a estas prácticas crematísticas.
Tengo que discrepar contigo, Inad. Estas prácticas crematísticas ayudan a la revista a seguir sosteniendo el resto de las publicaciones y a mí personalmente a sostener mi economía, (porque tengo más penitencias que mi apellido). Los escribo desde el enorme respeto que me merecen los lectores de Jot Down, por eso procuro que sus contenidos resulten útiles, entretenidos, y en sintonía con la revista. Si no lo resultan es algo que solo puede achacarse a mi talento. Aparte eso, gracias por tu comentario, los lectores siempre me ayudan a seguir aprendiendo algo.
Llevo diciendolo desde que elpezaron a salir los articulos de Lugares que son promocion pagada de una ciudad:
No se puede hacer una promocion pagada sin anunciarlo claramente en el articulo para que el lector sepa que tipo de articulo esta leyendo. Lo sabéis perfectamente, pero buscais las vueltas para justificar la falta de cumplimiento de algo que es una obligación legal.
Llevo con la revista desde 2012, mas de la mitad suscrito, pero estas tristes triquiñuelas hacen repensarselo
Me parece que no ha entendido usted el argumento del comentario al que ha respondido, Sr. Sacristán. Que estas «prácticas crematísticas» de publicidad ayudan a su sostenimiento y al de la revista es innegable. La cuestión es que se están llevando a cabo de manera encubierta, sin dar cumplimiento a la obligación legal (y ética, me atrevo a añadir) de avisar de las mismas.
Desde mi humilde punto de vista, prestarse a este tipo de prácticas es incompatible con tener respeto, no digamos ya enorme, hacia los lectores de la revista.
Si andamos con tantos remilgos con las formas en las que esta revista intenta como buenamente puede encontrar financiación para su supervivencia, nos quedaremos sin revista. ¿Preferís que la web pase a ser de pago o desaparezca? A mí no me molesta que se introduzca en un artículo un vínculo a una empresa de implante capilar; es más, ni siquiera me había fijado en ese enlace. No es «publicidad encubierta» porque no se promociona a ninguna empresa en el texto. Por lo que ni ilegalidad ni falta ética.
Dicho lo cual, sí resulta bastante cutre que, en un artículo que incluye un enlace a una empresa de injerto capilar, la tesis final sea «la calvicie (eufemismo: los calvos) sigue sin ser ni atractiva ni ( y esto sí es grave) aceptable». Ese párrafo final es un desbarre.
No pongo en duda el esfuerzo del autor para hacer de la JotDown un medio sostenible. Pero seguro que se puede concluir de una forma bastante menos chusca.
De los poquisimos actores capaces de dar el salto de las series al cine, aparte de bueno, Clint Eastwood, George Cloney, Johnny Depp, Leonardo di Caprio, Michael J. Fox….
El mejor calvo del mundo se llama Jorge Martinez, o Jorge Ilegal. Y es el lider y cantante de Ilegales.
Y como suele decir, peinarse es de hijos de puta.
Jorge Ilegal, completamente de acuerdo, líder de la mejor banda de rock del planeta Tierra y alrededores.
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